Cuando hizo la denuncia,
lo atendieron bien.
Una enfermera, un tipo
que no paraba de hablar,
un viejo productor de televisión.
Después pensó en una pieza,
lo mínimo indispensable.
Una cuchara, una silla,
una manta por si hace frío.
Vivir en un bunker,
como un superhéroe.
O estar preso,
para estar solo,
pero en silencio.
No esas cárceles modernas
llenas de ruido y gente.
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