Cartas al duque (cincuenta y nueve)
Querido Duque,
El martes escribí una columna sobre Mao y hoy fui a comer al restaurante chino de Rivadavia al trescientos. Todavía no estoy seguro de que haya alguna relación entre estos dos hechos. Otro gran tema: el autobombo. Yo sí. Lo mío es bueno. O buenísimo. El que vende sus decisiones sin pudor no se ríe de sí mismo. Así no se puede seguir. Hagamos el ridículo y triunfemos, pero aceptémoslo cada tanto. (Igual el dolor es una muralla que lo detiene todo desde la que es posible también lanzarse en paracaídas.) Hoy tengo una peluca a lo Koshi Kabuto. La humedad se come las paredes de la redacción. Desde donde estoy veo un pedazo de cielo gris. Las azoteas del microcentro y los edificios manchados de óxido nunca se quejan, son como piedras eternas que, con una mueca secreta, se dejan transformar por el tiempo.
Abrazo,
Terra.
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