Tuesday, January 31, 2006

El monstruo


(Publicado como título El extraño universo del rey del terror en el Suplemento Cultura de Perfil)

En marzo del 2000, Stephen King firmó un contrato por 30 millones de libras esterlinas, algo así como 50 millones de dólares. Cuando se rumoreaba que iba a dejar de escribir, que ya estaba cansado, que el accidente automovilístico del ´99 había hecho mella en su creatividad, cuando sus fans más acérrimos empezaban a pensar que la gallina de los huevos de oro había terminado su ciclo y la magia se había acabado, el rey del terror volvió y marcó un récord. El vocero del sello británico Hodder & Stoughton, responsable del contrato, declaró que, tratándose de tres libros, la suma no era tan escandalosa. En 1999, tampoco le había ido mal al autor de El resplandor. La revista Forbes de ese año lo ubicó entre los primeros diez de su lista de celebridades con 65 millones. En 1997, apenas había logrado entrar noveno con 50 millones.
¿Cuántos libros hay que vender para alcanzar esos números? Las cifras, en esos niveles, se vuelven difíciles. Se dice que durante los años ochenta King fue el autor mejor pago del mundo, que vendió más de 160 millones de ejemplares traducidos a todas las lenguas; se repite mucho que ni siquiera J. K. Rowling, señalada también por Forbes como la persona más rica del Reino Unido con sus 576 millones de libras esterlinas, se le acerca en números totales. ¿Y entonces?
“El único dato que tengo mas o menos confiable es que hasta 1998 King había vendido 225 millones de libros, lo que calculando que empezó a publicar en 1974 haría un promedio de 8 millones de libros por año, aproximadamente” dice Ricardo Ruiz, de la excelente revista argentina Insomnia, íntegramente dedicada al autor. En todo caso, el volumen, el éxito y la complejidad de la obra de King hace que sus detractores acérrimos –el crítico canónico Harold Bloom, entre ellos– no puedan ser tomados muy en serio. Hoy en día, sin embargo, la obra y las finanzas de King atraviesan una meseta.
Según Marcelo Burnstein —autor de Stephen King, creador de lo oscuro, la guía más completa que existe sobre King en español—, es posible percibir la baja en las ventas por las deficiencias que presentan las traducciones españolas recientes. A menos ventas, menos inversión en traducción, menos tiempo para traducir, menos tiempo para interiorizarse de qué es lo que se está traduciendo, todo lo que redunda en una peor traducción. Pese a todo, los libros de King se siguen editando, reeditando y sobre todo comprando y leyendo. Eso, parece, no va a cambiar.

Inmerso en La niebla. Editorial Sudamericana está distribuyendo en estos días, como lo hace todos los veranos y bajo la colección Bolsillo de Jet, varias reediciones. El lector interesado podrá comprar nuevos ejemplares de Carrie o la novela larga Desesperación de 1996. Los fanáticos optarán seguramente por La Niebla, un libro compuesto por tres relatos largos extraídos de Skeleton Crew, la primera antología de cuentos “breves” del autor que conoció una primera traducción en Grijalbo hace veinte años. Habrá que esperar hasta abril para acceder a un ejemplar de The Colorado Kid, la nueva novela que ya está a la venta en España, en ediciones más bien pedestres de Plaza & Janés. El mismo King exigió este tipo de soporte rústico para original y traducciones cuando firmó contrato con una pequeña compañía, Hard Case Crime, cuyos libros son materialmente parecidos a los de Corín Tellado.
¿Y de qué trata La Niebla? Para empezar, los tres cuentos de La Niebla no entran, ni de lejos, en lo mejor que escribió King. Y tampoco se trata de terror, aunque la traducción le haga rechinar un poco los dientes al lector. El primer cuento, más bien una novelita con sus buenas doscientas páginas, narra la llegada de una niebla espesa y blanca a una localidad balnearia del Norte de Nueva Inglaterra. El narrador, David Drayton, es un recio y sensible padre de familia que puede hacer frente a los destrozos de una tormenta cortando los árboles caídos a golpes de motosierra y, al mismo tiempo, reflexionar sobre su ocupación como ilustrador de publicidades. Cuando queda atrapado en un supermercado junto a otras setenta personas, la prioridad será Billy, su simpático hijo de cinco años. La niebla, por supuesto, alberga en el exterior la muerte más horrible a manos de tentáculos con asquerosas ventosas y violentas arañas gigantes.
Pero hasta la página setenta, antes de los monstruos, la narración se mantiene dentro de los límites estrictos del realismo. Después, sí, con la niebla empieza algo muy parecido a Sábados de Super Acción. Se forma un grupo de incrédulos, los Racionalistas, que salen derecho a la masacre —a King se le dan bien las descripciones sangrientas– y más acá, lentamente, una bruja moderna comienza a reclamar público para sacrificios rituales. En el medio, David lidera a los hombres prácticos que nunca dejan de tener conciencia de que la situación es ridícula pero peligrosa (“concretando – dice uno–, quiero salir de aquí, pero sin que me meriende algún monstruo de película de clase B”).
Los otros dos cuentos siguen la misma línea. Si en El Mono, cada vez que un monito de juguete toca unos diminutos platillos con una sonrisa perversa alguien muere, de fondo se cuenta la historia de un programador desempleado y sus imposibilidades a la hora de comunicarse con sus hijos. Y en El Atajo de la señora Todd, un sexagenario cuenta la experiencia lisérgica de atravesar tiempo y espacio, pero en realidad el corazón del relato es la fascinación por la agresividad erótica que ejercía a principios de los sesenta una mujer manejando un Mercedes convertible.

Lo sobrenatural no es todo. Ahora bien, si La Niebla en su poca originalidad describe la maduración de una micro sociedad amenazada por estereotipados seres del espacio exterior, indagaciones sociológicas más felices no son ajenas a las novelas de King. Carrie, sin ir más lejos, repone el eterno tema de la adolescente diferente y excluida que es atacada por sus pares porque su sola existencia confirma la posibilidad del fracaso. La gran diferencia es que, esta vez, se trata de una Cenicienta afiebrada y vengativa. King describió la historia con mucha simplicidad: “El libro trata de mostrar la soledad de una joven, su desesperado esfuerzo por ser parte de la sociedad en la cual debe subsistir y, finalmente, su fracaso.”
Ojos de fuego, por su parte, utiliza esta misma “existencia de los diferentes” –en este caso un telépata y su hija piroquinética– para describir las manipulaciones inescrupulosas de las agencias de investigaciones norteamericanas. En Corazones en la Atlántida, de 1999, una novela con muy poco de sobrenatural y mucho de existencial, el William Golding de El señor de las moscas es reescrito para generar una historia alternativa al conflicto de Vietnam.
En realidad, los mejores momentos de los libros de King se escapan del equívoco género “terror” descorriéndose con elegancia al conflicto psicológico o directamente a un realismo sin medias tintas que apela a la contundente tradición de narradores norteamericanos. Algunas de sus novelas prescinden incluso totalmente del terror sobrenatural. Cujo presenta una trama donde lo que asusta es un perro grande con rabia. La sospecha del traspaso de Frank Dodd, el estrangulador de Castle Rock, personaje recurrente de King, al cuerpo del San Bernardo es completamente infundada y el verdadero terror lo encarna la destrucción de una familia tipo a partir del adulterio, la desidia y el narcisismo. En la nouvelle El cuerpo, incluido en la serie de Las cuatro estaciones, el extraño pasaje a la adolescencia incluye una descripción muy acaba de la violencia en la infancia. (Stand by me, la película de Rob Reiner, indudablemente superior al relato, con un River Phoenix inolvidable, dispara siempre la misma pregunta en el neófito: “Pero... ¿esta historia es de Stephen King?”)
Y finalmente está Misery, novela paradigmática del terror psicológico y el suspenso, perfecta re-escritura modelo siglo XX de Madame Bovary. Todo siempre sostenido a un ritmo que no cae y el ruido blanco de la violencia sintonizado como banda de sonido. Escriba lo que escriba, King siempre se hace cargo de los problemas y conflictos de esa clase media-baja de Estados Unidos que lo vio nacer. C. E. Feiling lo dijo con claridad cuando le dedicó un artículo en 1997: “King no sólo es una gran estilista, un maestro del estilo coloquial norteamericano, sino que siempre mete el dedo en la llaga”.
En Un saco de huesos, paralelo al tema de la casa embrujada, se describen los conflictos del escritor moderno, sin más sobresaltos y miedos que los producidos por la frustración y el bloqueo creativo de un escritor de best-sellers. De allí que el lema del Bartleby de Melville –Preferiría no hacerlo...– sea citado de muchas formas diferentes, y la impronta ambigua y fuertemente autoreferencial del final, donde el protagonista alter-ego del autor confiesa “He abandonado mi pluma de escribiente. Por el momento me va bien así”, haya dado mucha tela para cortar a fanáticos y lectores del todo el mundo.
Demasiadas veces se señaló que Stephen King parece sacado de una de sus novelas. El mismo lo dijo después del accidente de 1999: el tipo que lo atropelló, entre perverso y tranquilo, entre jovial y aterrador, no tenía nada que envidiarle a la Annie Wilkes de Misery. Los fans leyeron el final de Un saco de Huesos como una confesión. El estado actual de las cosas dice que más bien se trató de otra vuelta de tuerca a la obra de un escritor muy consciente de su trabajo. Todo Mientras escribo, un libro de no-ficción que mezcla el taller literario con la autobiografía, es un ejercicio exacerbado de autoevalución: “No me trago –dice King– la teoría de otros novelistas populares de que su éxito se basa exclusivamente en el mérito literario, y que el público comprende la auténtica grandeza mejor que el mundillo de las letras, poblado por mediocres y envidiosos. Es una idea ridícula, producto de la vanidad y la inseguridad.”
Finalmente, más allá de las cifras y los rumores, siempre están los libros, casi una biblioteca completa, que le permitirá a King, cuando se encuentren, pararse frente a Balzac, Henry James o Emile Zolá y preguntarles: “Ah, ¿y ustedes qué escribieron?”. La comedia humana del rey del terror sigue vigente, complejizándose, creciendo, agregando siempre un capítulo más a esa trama que nos atrapa y que no podemos dejar de leer.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

la niebla es onda el eternauta
cómo nos roban estos paganos!

4:41 PM  
Blogger Pola said...

El conflicto psicológico en la trama de It es innegable, pero de niña me hizo morir de miedo

4:23 PM  

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