Wednesday, March 22, 2006

rugby

Ayer me acordé no sé por qué de los cuatro años y pico que jugué al rugby. Había empezado primer año y un día fui con mi hermano y mi primo, no sé quién nos llevó ni por qué, hasta el Club San Martín (nombre completo: Club Atlético Ferrocarril San Martín). Encajamos enseguida. Al mes ya teníamos la remera tricolor (blanca, verde y azul) y jugábamos los domingos.

Ignacio y Fede todavía no habían crecido, estaban en sexto grado, así que los juntaron con los wines y a correr. Pero yo ya era bastante alto. Un segunda línea clavado. Siempre tuve hombros grandes. Cuando los aprendí a usar, desparramaba. Y en el line ganaba fácil. Aunque era lento, me sobraba aire. Sobre el final, el único que empujaba era yo y con eso alcanzaba. Si salía un scrum sobre la hora, era trie seguro.

Al full back titular le decíamos Michigan. No sé por qué. Tacleaba bien, abajo, y corría que daba miedo. Así que ese año los barrimos a todos. Los únicos que nos ganaban en los Duendes de Rosario. Fuimos hasta allá y perdimos los tres partidos que jugamos. Me acuerdo que hacían algo que nosotros no hacíamos: amagar a pasar la pelota y ¡tac!, te quedabas clavado. Y también pateaban en juego, algo que a nosotros no nos habían enseñado y medio que nos lo tenían prohibido.

Uno de los últimos partidos que jugué en San Martín fue contra Daom en el Bajo Flores. Domingo, diez de la mañana. No había nadie. En la tribuna visitante, apenas tres tablones, tan vacía como la de los locales, mis viejos se reían y aplaudían. Íbamos perdiendo por poco y me cayó la pelota en las manos. Si yo servía para lo bruto, no era tan bueno para juntarme con la pelota. Cuando me llegó, empecé a correr y crucé la línea. No fue difícil. Mientras corría sentí que había gente que intentaba pararme, pero eran manotazos.

El único festejo que me permití fue levantar el puño izquierdo y mirar a mis viejos cuando volvía trotando a mi posición, mientras el pateador se preparaba para tirar. Ahí mi viejo se paró y riéndose me gritó: "Saludá con la derecha, boludo". Después del verano, pasé al Club Italiano, que era el lugar donde tendría que haber empezado desde el principio. Pero el Italiano no había desarrollado bien las inferiores. No había suficiente gente y creo que no tenía ni remera oficial. A veces, cuando terminaban los entrenamientos, se armaba un seven. Pero no era lo mismo. Le faltaba fricción y yo siempre llegaba tarde.

1 Comments:

Blogger Playmobil Hipotético said...

"saluda con la derecha, pelotudo". Sublime su padre

1:38 PM  

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