Tuesday, February 20, 2007

sutiles impresiones del protonazismo



Sobre La tela de araña de Joseph Roth.

"La revolución había sido un camelo; al káiser lo habían embaucado, el general fue burlado y la República había acabado siendo un agio más de los judíos.” Así piensa Theodor Lohse, único hombre en una casa de mujeres, soldado sin ejército en un país derrotado y protagonista de La tela de araña. Si rápidamente le queda claro que la vida civil puede ser ingrata y sumamente incomprensible, Theodor intenta estudiar Derecho, pero en la biblioteca de la Sociedad Germánica lee los Protocolos de los sabios de Sión y la narración se desata.

Aunque nunca se menciona ni se examina la república de Weimar, su buena voluntad democrática, sus deficiencias y el fracaso de sus ideales de recomposición son el telón de fondo de ésta, la primera novela de Joseph Roth. En un ambiente en el que se conjugan las libertades eróticas de los zaguanes –sirvientas que Theodore desprecia pero a las que recurre– con conspiradores y fabuladores políticos de toda índole, lo que se abre paso es una novela de iniciación a la traición, narración de entreguerras que anticipa porque describe el presente de su escritura.

Roth delinea a su protagonista con trazos breves pero eficientes. “Lo había aterrorizado siempre el porvenir”, escribe, y aclara que sentía devoción por “lo estable y perdurable”. Como todos los nacionalistas inútiles, enseguida se entrega al odio y cultiva su paranoia como si fuera una planta carnívora.El hijo de un judío joyero le hace el enganche y Theodor comienza a cobrar por actividades de espionaje. No sabe bien para quién trabaja y quién lo financia, pero las órdenes le dan una posición que lo regocija.

En su primera misión, delata a un grupo de artistas comunistas que trafican con explosivos. Como Remo Erdosain, Theodor se gasta el dinero mal habido en vinos que no le gustan y licores que le producen náuseas. Más tarde, en una excursión para eliminar a un supuesto traidor, despacha a su superior clavándole un pico en la cabeza. Roth da a entender que no por ridículos y funambulescos los locos son inofensivos.

Lentamente, Theodor gana posiciones. Engolosinado, se transforma en orador y en cabeza de movimiento. Ayuda a las fuerzas reaccionarias de la vieja nobleza alemana a detener una huelga matando a tiros a los cabecillas; participa con visible cobardía de encontronazos gremiales en las calles de Berlín; y con ayuda de algunos camaradas, entra al Estado con un cargo inexistente. Después se casa con una muchacha de abolengo que lo admira. Los nazis están ahí, mezclados con los demás: “Nacionalsocialismo era una palabra como otra cualquiera. No requería particulares convicciones”.

El estilo de Roth es seco, preciso, incluso ágil. Su manera de estructurar la narración es consistente. Quizás a primera vista, el título de la novela parezca obvio. El surgimiento y la incubación de las dictaduras europeas de mediados del siglo XX conoció muchas metáforas animales: el huevo de la serpiente, el oso dormido, los lobos hambrientos.

Sin embargo, la telaraña de Roth puede ser leída como el entramado sutil o salvaje de los años 30 en Berlín, que era el centro del mundo: nazis no tan incipientes, espías sin ideología, soldados desmovilizados, matones, comunistas, obreros y traidores profesionales.

Promediando el libro, Theodor conoce a Benjamin Lenz, un “judío de Lódz”, cuadro político dudoso dedicado full time a la delación y al engaño. “Su ideal tenía un nombre: Benjamin Lenz. Lo suyo era un cordial aborrecimiento por Europa, cristianismo, judíos, monarquías, repúblicas, filosofías, partidos, ideales y naciones. Se había puesto al servicio de los poderes para poderles estudiar mejor los puntos débiles, su maldad, su insidia y su vulnerabilidad. Y los engañaba en mayor medida que le eran útiles.”

Lenz, el personaje más complejo de la novela, es de alguna manera un profeta corrupto, un cínico que se entretiene malviviendo hasta que llegue su día, el día en que “la locura amodorrada de toda Europa entre en erupción”.
Desde el vamos, Lenz se perfila para destruir a Theodor, pero, en este sentido, el final es enigmático. Las tensiones planteadas en el libro no se resuelven. El muy anticipado fracaso, la decadencia y segura muerte violenta de Lohse no sucede.

Austríaco, Joseph Roth nació en 1894 y publicó La tela de araña en un periódico vienés entre octubre y noviembre de 1923. Es posible que la historia continúe en otro de sus libros, pero lo más posible es que la falta de un cierre sea un raro mensaje sobre los entramados políticos, siempre más ambiguos y complicados que la narración lineal de los hechos que los componen.

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