Wednesday, April 18, 2007

La otra historia del arte argentino

“Amparados en la sombra de la madrugada, un número no determinado de ladrones desvalijó el Museo Nacional de Bellas Artes alzándose con dieciséis obras pictóricas y otros siete objetos de arte. Era el 26 de diciembre de 1980 y las obras estaban valuadas en 25 millones de dólares.” Así empieza Robo y falsificación de obras de arte en la Argentina, un breve ensayo que, con el alarmante subtítulo de “un negocio ilegal floreciente”, Ricardo Ragendorfer escribió seguramente por encargo para Ediciones Letra Buena.
Desde bizarros hurtos en la época del Peronismo histórico hasta aquellos criminales que nunca lograron ser identificados, hilando hechos y situaciones en un pulcro orden cronológico, la galería de crímenes que compone Ragendorfer es sorprendente por montos, prestigios y cantidades.
Organizaciones de falsificadores desbaratadas por la Policía Federal, galerías porteñas saqueadas en una noche, precisas operaciones quirúrgicas de engaño a plena luz del día; quizás la mayor sorpresa del libro consista en corroborar que la Argentina, tan victimizada y cacareadamente periférica, es país central del tráfico de falsificaciones, con una nutrida y compleja tradición a la hora de contabilizar misterios, fraudes y algún que otro asesinato en lo que a las artes plásticas respecta.
Con evidente olfato para la anécdota policial, Ragendorfer se deja fascinar por los detalles de cada historia y pone su elegante prosa al servicio de una investigación que no se enreda y da cuenta de los espejos y espejismos de esta otra historia del arte argentino. Publicado durante el verano de 1992, comprado en saldos, Robo y falsificación de obras de arte en la Argentina es un joya simple y discreta, atractiva en su humildad, atesorada como un cuadro que, sabemos, es único y pasó por muchos dueños antes de llegar a nuestras manos.

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