conversación después de la cena
- En Nueva York- dijo- la salida a comer reemplazó a la salida al teatro. Y en Buenos Aires ahora pasa lo mismo.
- Supongo que sí - dije yo.
Habíamos estado comiendo un buen cordero, bien asado, y una ensalda de espinaca con alcaparras y queso parmesano. La espinaca era bien fresca y eso me ponía de buen humor.
- Supongo que sí - dije yo.
Habíamos estado comiendo un buen cordero, bien asado, y una ensalda de espinaca con alcaparras y queso parmesano. La espinaca era bien fresca y eso me ponía de buen humor.
- ¿Nunca pensaste en dedicarte al periodismo gastronómico?- me preguntó.
- Es el único periodismo que soporto- agregó después.
Estaba filosófico, algo que le salía naturalmente después de una comida como esa.
- En el arte pedimos innovación permanente, en la mesa la menor variación o experimentación, al menor tensión, ya nos incomoda- dijo y suspiró.
- Más de un crítico debe ser bastante fayuto dentro de esa lógica- dije.
- No lo dudes.
Era de noche. Yo estaba cansado y satisfecho. "Volver y meterse en la cama" pensé.
Pedimos la cuenta.
- Dejame a mí-dijo-la próxima es tuya.
Lo dejé hacer.
Pagó él.
- ¿Nunca pensaste en hacer un libro de cocina?
- La verdad que no.
- Un verdadero género menor.
- Sí.
- Es la única literatura que vale la pena.
- Las recetas de cocina.
- Sí, pero no sólo eso. Hay un universo alrededor.
- Eso me gustaría.
Nos levantamos y salimos.
- Cuando sea un éxito, mandame una copia me dijo antes de subirse a su auto.
- ¿Y cómo sabés que va a ser un éxito?
Se quedó callado, con la puerta del auto a medio cerrar.
- Por qué sé.
Me volví pensando si no era de verdad una buena idea. Cuando llegué a casa, hice un pis y me acosté. "La única literatura que vale la pena" pensé en la cama. Apagué la luz y me quedé dormido.
- Es el único periodismo que soporto- agregó después.
Estaba filosófico, algo que le salía naturalmente después de una comida como esa.
- En el arte pedimos innovación permanente, en la mesa la menor variación o experimentación, al menor tensión, ya nos incomoda- dijo y suspiró.
- Más de un crítico debe ser bastante fayuto dentro de esa lógica- dije.
- No lo dudes.
Era de noche. Yo estaba cansado y satisfecho. "Volver y meterse en la cama" pensé.
Pedimos la cuenta.
- Dejame a mí-dijo-la próxima es tuya.
Lo dejé hacer.
Pagó él.
- ¿Nunca pensaste en hacer un libro de cocina?
- La verdad que no.
- Un verdadero género menor.
- Sí.
- Es la única literatura que vale la pena.
- Las recetas de cocina.
- Sí, pero no sólo eso. Hay un universo alrededor.
- Eso me gustaría.
Nos levantamos y salimos.
- Cuando sea un éxito, mandame una copia me dijo antes de subirse a su auto.
- ¿Y cómo sabés que va a ser un éxito?
Se quedó callado, con la puerta del auto a medio cerrar.
- Por qué sé.
Me volví pensando si no era de verdad una buena idea. Cuando llegué a casa, hice un pis y me acosté. "La única literatura que vale la pena" pensé en la cama. Apagué la luz y me quedé dormido.
2 Comments:
Lo que te aconsejaron es sabio... Poniendo como ejemplo el mercado norteamericano, te puedo decir que los libros de cocina, si son originales, venden muy bien. Pero tienen su "moda"; sus quince minutos de fama. Sin embargo, para cuando son olvidados, el autor ya se hizo rico. Y publica otro que lo mantiene vivo por otro rato...
En el mundo culinario hay pocas Doña Petrona que llegan para quedarse. ¿Quién te dice? Si no probás...
Luis
dale Juan, hacele caso a las voces. Ahhh ya te veo en la foto de tapa, con delantalcito blanco sobre la busarda... por demás de pintoresco!!!
Hace algunos años me vi obligada a aprender a cocinar cosas variadas y sencillas. Compré un par de libros de cocina. Leía recetas todas las noches, en la cama, antes de dormirme con una dulce y alegre sonrisa. Las recetas de cocina bien redactadas son un arrullo.
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