Friday, September 16, 2005

La utopía del otro es mi ruina (II)

El Científico maldito me responde. Se agarra de mis desprolijidades, de mis erratas y de mis generalizaciones para intentar vencerme. La historia de mi vida.

Bien. Generalizar está mal. El error es mío. Supongo que hay economistas (no Adam Smith, me refiero a gente que puede vivir en tu barrio) que valen la pena. Pido disculpas. Yo no los conozco pero, insisto, como están las cosas hoy, generalizar es un error.

Lo que sí me gustaría dejar en claro es que la utopía de este pícaro científico resulta altamente llamativa. El pedido de libertad para elegir escuela es algo tiene más de ciento veinte años. Proponer sacar las armas de circulación no es un utopía, es algo ingenuo. Vaya y pase.

Ahora bien, abolir la publicidad y mandar al director de publicidad de Coca-cola a “fabricar algo” evidencia que nuestro científico maldito padece un desfazaje importante con el estado de la economía hoy. (Amén de recordarme La Habana donde los carteles de la ruta lo único que muestran es la cara del Che. Y, se los aseguro, es una cara fea.)

La publicidad (y este ya es un término viejísimo, ¿hasta donde llega? ¿qué de lo que es público hoy no es publicidad?) no es una industria más. Hoy en día es “la” industria. Abolirla sería como pretender abolir el mercado. Imposible y contraproducente.

La cita de Ballard venía a razón de que en las novelas de su último período describe muy bien estas transformaciones que ya llevan décadas.

De una economía de la producción se pasó rápidamente a una economía del consumo, y de la economía del consumo estamos pasando, a una velocidad aterradora, a la economía del consumo de bienes simbólicos, servicios y así.

Comparese la producción de, por ejemplo, café, con el crecimiento de, por ejemplo, el área de telefonía o entretenimiento digital. Solamente un asesor desgraciado te diría hoy “poné la plata en los que estén fabricando algo”.

Habría que revisar El Capital Tecnológico de Pablo Levín (Editorial Catálogos, 1997, Buenos Aires. Disponible entero en la web). O leer esta entrevista que le hice a Adolfo Nemirovsky hace ya un tiempo. Pero prefiero a Ballard. Es mucho más claro.

De allí que pasemos al gremialismo. Los escritores dan mucha mejor cuenta de estas transformaciones que cualquier economista. Lo siento. Esto es así.

Y para cerrar, una de arena. Los mejores economistas son aquellos cuyo manejo del instrumento lenguaje los acerca a los mejores escritores. (Nuestro científico maldito lo sabe, de allí que su blog sea interesante.) De última lo único que separa a un novelista social de un economista es que éste último tiene un buen sueldo y todos los ojos de la sociedad mirándolo como si fuera un oráculo (pero eso ya es otro tema).

Finlamente, diré que la mejor utopía, entonces, es dos horas de siesta diarias. Creo que es la única que parece no terminar en un patíbulo. Aunque en realidad, uno nunca puede estar seguro.

Actualizacion: La Ciencia Maldita responde con humor y se gana un link en los elegidos del Cocinero. (No todo es roces y mierda en el mundo de los blogs.)


1 Comments:

Blogger Circular said...

En mi casa hay 2 economistas, distintas generaciones y distintas maneras de enfrentarse a los mismos problemas. La una es la madre, que como la mayoría de las mamás, sabe mucho de dinero, compras, de la toma de decisiones, incluso en innumerables escenarios de situaciones,.... la otra es la hija, de formación universitaria.
Las dos saben de cambios. Y de realidades.
¿En qué sector no existe cieto gremialismo?
Por último, me ha encantado conocer este sitio.
Un saludo

8:35 PM  

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