Monday, September 04, 2006

Mr. Burroughs y su amigo Ginsberg

La primera carta es del 15 de enero de 1953, está fechada en el Hotel Colón de Panamá, y William Burrroughs, adicto, explorador vocacional y escritor faro de un generación, señala al pasar que no le sorprende que la comida sea tan cara: “No hay quien los mantenga en el campo. Todos quieren venirse a la ciudad y ejercer de chulos”. Diez días después ya está en Bogotá y sobre la pista de la ayahuasca, planta psicotrópica que otorga a quien la consume facultades telepáticas. El novelista viaja ligero de equipaje. Sólo lo indispensable: un mancebo y un cepillo de dientes.
Así, rápidamente entra en contacto con el codiciado material, pero no con sus secretos. Mientras un catedrático local le presenta un saltamontes de terribles efectos afrodisíacos, un indio diligente se la consigue y el viaje se desdobla. Dame la planta y ya. Lejos de ese lugar espiritual que alguna vez vendió Carlos Castaneda, Burroughs propone el cínico recorrido, al mismo tiempo curioso y escéptico, del yonqui multicultural: “El más incorregible borracho, mentiroso y vago del pueblo –señala– suele ser el chamán”.
Si el novelista conserva el exotismo, lo practica de forma negativa alternando en sus observaciones sobre el entorno, alucinación y síntesis. Los hombres de la Policía Nacional “parecen los desechos resultantes de la radicación nuclear”. En un cine, un corto en blanco y negro sobre el Partido Conservador muestra un mitin donde “todos parecían coagulados”. Finalmente en Sudamérica “las ventanas son un lujo”.
La incorrección política de la mirada de Burroughs es completa y atractiva. Además de los verosímiles problemas con la burocracia, los muchachos de vida aireada le hurtan sus cosas, por lo que él considera Colombia como una nación de cleptómanos. Los indios, tristes y dulces, son tan perezosos que toman yoka, planta similar a la coca, porque hasta comer les da fatiga y una gobernador de frontera parece “una subespecie degenerada de mono”. Sin embargo, y aunque señala que en Sudamérica lo asalta “una horrible sensación enferma de desolación final”, cada tanto, cuando le va bien en sus relaciones sociales con los muchachos locales, tiene brotes de arielismo y ve en la cruza de razas una esperanza para el continente.
Mientras tanto, la metáfora rápida y clara como un navajazo es uno de los puntos fuertes de su prosa. El cuerpo de un joven atractivo se revela “hinchado de pulpa y agua como un melón podrido” y los hombres se congregan alrededor de las putas con la “concentración inmóvil de gatos de callejón”.

Los efectos. Es obvio que la precisa enumeración final, llamativamente objetiva y realista, anuncia la aglomeración del cut-up y el estilo Almuerzo desnudo. Siete años después, ya en 1960, Las cartas de Ayahuasca introducen una respuesta de Ginsberg que les escribe desde Perú mismo. Más allá del encuentro con la “Nariz de Dios” y “El gran ser”, cuya forma es de enorme vagina mojada, la experiencia de Ginsberg con la planta va hacia el tedio.
Las “notas del éter” en verso, que el autor de Aullido agrega en la posdata, mejoran su intervención (“Estoy garabateando/ naderías/ página tras página de las más profunda/ nada”). Y a continuación, fechada el 21 de junio de 1960 en Londres, la respuesta de Burroughs es un expresivo sermón liberador donde, de golpe, las mayúsculas levantaba la voz: “TODOS FUERA DEL ESPACIO PARA ENTRAR EN EL TIEMPO”.
El epílogo es de 1963. El 28 de agosto, Ginsberg habla de la “profecía de la transfiguración de la conciencia”. El final queda en manos de Burroughs con ¿Me estoy muriendo, mister?, un retrato comprimido del libro. (“Esa quejumbrosa Panamá se colgó de nuestros cuerpos.”)
Perseguido por una “necesidad de urgencia”, disparado hacia los caminos y la selva, Burroughs compone un libro privado cuyo atractivo respeta las formas básicas del género epistolar, excelente marco a su desborde interior. Menor dentro de su obra, Las cartas de Ayahuasca, breve tratado sobre drogas supuestamente exóticas, propone una visita a la rara naturaleza artificial de uno de los narradores más compulsivos del siglo XX.

2 Comments:

Blogger Sparhawk said...

Bien interesante. ¿Ya venías trabajando en esto o te sirvió de musa lo del artículo del RS?

Un abrazo,

Luis

1:04 PM  
Blogger jqn valenzuela said...

muy interesante. lo había leído hoy temprano. fue de las primeras cosas que leí a la mañana. un saludo.

8:35 PM  

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