Thursday, December 21, 2006

cartas al duque (cuarenta)

Querido duque,
Un amiga me acusa de llevar una doble vida. Yo digo que, en realidad, es una vida triple, cuádruple, quíntuple. Más sería exagerar, menos sería mentir. El subte A, con sus lámparas de tulipas blancas, sus asientos de madera y sus ventanas con manijas de cuero es ámbito ideal para la transformación. ¿Viajar en el A, una actividad de mutación? Casi tanto como pasarse una noche mirando películas dobladas en canales de aire o grabar en VHS videos de la década del ochenta. Mientras respondo el spam que llega en portugués, me hago preguntas metafisicas que no se pueden anotar. Son demasiado aburridas. La gente que cuentan la misma anécdota dos veces seguida me resulta rara, pero no insoportable. Fuimos, vinimos, saltamos, nos caímos ¿entendés? Sí. De vuelta. Fuimos, vinimos, saltamos y nos caímos ¿entendés? Sí. Terrible. Después, están los que olvidan. Dicen algo, leen algo, escuchan algo que les decimos, y después, simplemente lo olvidan. Una anécdota, una inclinación política, un detalle en la ropa de alguien o en su conducta, un relación sorprendente (por ejemplo, entre el narrador gitano y la editora de multinacional). La comentan, y después la olvidan. Y la vuelven a comentar. Me estoy extendiendo sin llegar a ninguna parte. Cuando mirás la hora, querido duque, la hora también te mira a vos. En este momento son las tres menos veinte. No creo que a mucha gente le importe. Pero es un dato inobjetable.
Un abrazo,
Terra.

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