cartas al duque (treinta y seis)
Querido duque,
Le escribo sin mucho que contar hoy, o mejor, sin muchas ganas de hacerlo que es casi lo mismo. La chapa del horno se había podrido y lo arreglé con una cuchara (en realidad, fue con un alambre y uno de esos palitos que se usan en la fondiú para pinchar el pan). Después, tanto me picaba la espalda por el sol, que Celia se ofreció ponerme rodajas de tomate. Yo acepté pero solamente había tomates cherry y el asunto se pasó de ridículo. Supongo que uno se crea la mayoría de los problemas que padece. Pero también están los hijos de puta del espacio exterior. Esos marcianos que porque pasan una máquina de cortar el pasto de dos tiempos se creen jardineros y dignos de la admiración del veraneante. Tengo que hablar de esto con Jerry por que lo que hacen al final es simple: molestan para que veamos que trabajan. “Hola, ¿te estoy molestando? Perdón, pero lo que hago es mi trabajo...” Yo preferiría que el pasto tapara la luz del sol. Si de mi dependiera, restauraría la pena de muerte sin juicio para los que producen ruidos molestos. Esos viejos buenos proyectos que uno no sabe por qué pero alguien sacó de circulación. Ajusticiado por su propia cortadora de pasto. La realidad es la única verdad. ¿O vamos a seguir insistiendo con esa vieja cantinela boba de que la realidad es un constructo impresionista que no existe más allá de la percepción que tenemos de él?
Qué risa, mamma mía.
Un avión en el cielo de Hiroshima.
Saludos,
Terra.
Le escribo sin mucho que contar hoy, o mejor, sin muchas ganas de hacerlo que es casi lo mismo. La chapa del horno se había podrido y lo arreglé con una cuchara (en realidad, fue con un alambre y uno de esos palitos que se usan en la fondiú para pinchar el pan). Después, tanto me picaba la espalda por el sol, que Celia se ofreció ponerme rodajas de tomate. Yo acepté pero solamente había tomates cherry y el asunto se pasó de ridículo. Supongo que uno se crea la mayoría de los problemas que padece. Pero también están los hijos de puta del espacio exterior. Esos marcianos que porque pasan una máquina de cortar el pasto de dos tiempos se creen jardineros y dignos de la admiración del veraneante. Tengo que hablar de esto con Jerry por que lo que hacen al final es simple: molestan para que veamos que trabajan. “Hola, ¿te estoy molestando? Perdón, pero lo que hago es mi trabajo...” Yo preferiría que el pasto tapara la luz del sol. Si de mi dependiera, restauraría la pena de muerte sin juicio para los que producen ruidos molestos. Esos viejos buenos proyectos que uno no sabe por qué pero alguien sacó de circulación. Ajusticiado por su propia cortadora de pasto. La realidad es la única verdad. ¿O vamos a seguir insistiendo con esa vieja cantinela boba de que la realidad es un constructo impresionista que no existe más allá de la percepción que tenemos de él?
Qué risa, mamma mía.
Un avión en el cielo de Hiroshima.
Saludos,
Terra.
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