Wednesday, December 20, 2006

cartas al duque (treinta y nueve)

Querido duque,
Vivo un día tranquilo. En octubre de 1888, Vincent le escribe a Theo desde Arles y le cuenta que el dinero se le terminó el jueves así que durante cuatro días viene subsistiendo “principalmente de 23 cafés y del pan que todavía tengo que pagar”. “No es culpa tuya –agrega–; si la hay es mía.”
¿Alguna vez vio como es la tipografía para ciegos, querido duque? No es rara. Es simple y enorme. Una tipografía 130, casi una palabra o una sílaba por página. Porque de la misma manera que hay fusilados que viven, hay ciegos que pueden ver, y nunca se trata de ser más papista que el Papa, querido duque. (Aunque en ocasiones sí.) También se puede pensar que todo esto es como ir a la fotocopiadora y encontrar los poemas secretos, llenos de odio y desesperación, de un compañero de trabajo. ¿Quién resiste esa lectura, querido Duque? ¿Quién la resiste? Aunque sepamos que por la cerradura va a salir una aguja de tejer, ¿quién se resiste a mirar, aunque más no sea un vez?
En la redacción, una periodista por teléfono pregunta: “¿De qué sabés más? ¿De caballos o de bailar?”. “Agregame tres palabras acá” dice un diseñador. “Sacale un par de adjetivos” pide un editor. Siempre es fácil, y rinde mucho, hablar mal del traductor.
Saludos,
Terra.

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