Friday, February 17, 2006

Falsificaciones del Tercer Reich (Primera parte)


1.
El viernes 23 de abril del 2004, un volumen del falso diario personal de Hitler alcanzó un precio de 6.500 euros en una subasta que se hizo en la ciudad de Berlín. El precio base era de 5.000 euros y el estimado alcanzaba los 7.000. Un portavoz de la casa que realizó la subasta, Jeschke, Greve & Hauff, se negó a dar el nombre del comprador pero aclaró, con un dejo de orgullo: "Se queda en Alemania". En 1983, la prestigiosa revista Stern pensó que había conseguido la mayor exclusiva en la historia de la industria editorial, después que el periodista Gerd Heidemann fuera engañado por el anticuario militar de nombre Konrad Kujau. Gerd Heidemann no era un improvisado.
A los veinticuatro años había entrado a trabajar en la revista Stern, que en ese momento era la más importante del país junto con Der Spiegel.Trabajó como corresponsal de trece guerras en Africa y el Cercano Oriente. En Uganda, fue el primero en entrar a las oficinas de Idi Amin después de la caída del gobierno y se llevó desde actas hasta un calzoncillo. En 1965, sus fotos de la guerra del Congo le valieron la medalla de oro de la World-Press-Photo. En 1979, con la guía de Karl Wolff, un ex general de la SS que había cumplido apenas siete años de prisión, Heidemann viajó a Sudamérica y logró hablar con Klaus Barbie y otros criminales de guerra. Su idea era encontrar a Menguele y a Bormann, y, aunque no lo logró, entrevistó a muchos de los nazis importantes que había huido.
Cuando volvió a Alemania no pudo escribir el libro que había pensado y nadie se interesó en su material. Decidió dejar Stern, y antes de que le aceptaran la renuncia, consiguió los diarios de Hitler. Simplemente, la primicia del siglo. Una semana después de publicados se comprobó que eran falsos.

2.
La revista le inició juicio y Heidemann sufrió cinco años de cárcel. La polémica sobre el tema todavía sigue: algunos dicen que fue Heidmann no sabía, otros, que fue una estafa. Se escribieron algunos libros y se hicieron documentales para televisión sobre la arbitrariedad del fallo. Cuando salió, Heidemann tenía alrededor de cincuenta años. Estaba quebrado espiritual, económica y físicamente. Se encerró en un departamento de dos ambientes de Hamburgo y se puso a compilar un archivo que contiene la historia del mundo, desde el 2300 antes de Cristo hasta hoy, día por día.
Heidemann es un apasionado de las actas y las fotos, pero también de los recortes de revistas, las cuentas de hotel, las curiosidades de todo tipo y factor. Su casa es un archivo. Las paredes están repletas de biblioratos. Hace unos meses, la administración del edificio lo conminó a trasladar parte de su museo a un sótano: tenían miedo de que los pisos cedieran. Actualmente vive del seguro social y de los pocos euros que saca vendiendo sus fotos a los medios.El hombre que engañó al periodista tampoco era un amateur.
Konrad Kujau había nacido en 1938 y fue limpiaventanas, estudiante de arte y dueño de una tienda de parafernalia nazi en Stuttgart, y también, por supuesto, un excelente escritor. Un texto en Internet, habla de la ciudad de Berlín y lo nombra.
El arte estrambótico tiene también derecho de ciudadanía en Berlín. Hasta el célebre falsificador de los diarios de Hitler, Konrad Kujau, fallecido ya, abrió allí dos sucursales "artísticas". Una, regentada por su presunta sobrina, con espurios Manets, Boteros, y la posibilidad de encargar óleos "auténticos" de cuadros famosos. Durante el vernissa-ge inaugural, Kujau, fiel a su tradición de falsario, la presentó como una tataranieta de Goethe, acreditando naturalmente el parentesco con la debida documentación "original".
A principios de la década del ochenta, Kujau contó una historia fascinante. De paso por Alemania Oriental, el anticuario habría comprado por muy poco dinero documentación militar que civiles había recuperado de un avión derribado en 1945. Aunque sabía que lo que tenía era valioso, no cayó en la cuenta de lo que era realmente hasta que lo introdujo de contrabando a Occidente. Según sus propias palabras, los documentos descubiertos iban a dar vuelta a la historia “de la campaña militar que arrasó Europa en la primera mitad de la década del 40”.
Konrad Kujau cobró entre 1980 y 1983 cerca de tres millones de libras esterlinas por los diarios de Hitler. En mayo del 83 las autoridades de la RFA lo detuvieron en la frontera austríaca acusado de fraude y falsificación.

3.
Más allá de su valor histórico, los diarios de Kujau eran una obra de arte. Hojas envejecidas, caligrafía esmerada, copiada con cuidado de la original, esmeradas coincidencias históricas. Según parece, Kujau llegó a falsificar, además de la carta y los diarios, una autorización de Hitler en la que el führer le daba plenos poderes a él (?) para publicar los diarios que escribió durante la guerra. (Algunas fuentes hablan incluso de poemas y una especie de secuela del Mein Kampf.)
Lo poco que hay citado del contenido en Internet es raramente verosímil y al mismo tiempo da un poco de risa: «He estado de pie todo el día», «Tengo flatulencias a causa de las nuevas píldoras y Eva dice que me provocan mal aliento», «Recordar que tengo que comprar entradas para los Juegos Olímpicos para Eva».La información es, en general, muy contradictoria. En un sitio se lee que, con la venia de Heidemann, Kujau le vendió “60 volúmenes del diario a la revista Stern por un monto total que ascendía a cinco millones de dólares”. Al parecer es verdad que la revista los publicó durante tres semanas y cedió sus derechos a otros medios del mundo, como Newsweek o Times.
Algunos prestigiosos historiadores, entre ellos el británico Hugh Trevor-Roper, certificaron la autenticidad del documento. Sólo posteriormente surgieron las primeras sospechas y finalmente el grafólogo estadounidense Charles Hamilton presentó pruebas irrefutables de la falsificación. La reputación de Trevor-Roper se vio perjudicada de por vida. En calidad de experto, garantizó su autenticidad. Por más que volvió y revolvió sobre el asunto, murió el 27 de enero del 2003 en Oxford a los ochenta y nueve años sin haber podido sacudirse el escándalo de encima. Kujau fue denunciado por la Oficina Federal alemana de Archivos y condenado finalmente a cuatro años y medio de cárcel por estafa. Cumplió dos. Salió en 1988 y se presentó a las elecciones de alcalde de Stuttgart, aunque, por supuesto, no salió elegido. Consagrado el resto de su vida a realizar exposiciones de reproducciones de Monet, Klimt, e incluso del propio Hitler. Murió a los sesenta y dos años de cáncer.
El manuscrito que se remató en el 2004 es el último de la serie, con la última anotación el 30 de abril de 1945, el día en que Hitler se suicidó junto con Eva Braun en su refugio, mientras el gobierno del Tercer Reich colapsaba. Al parecer, el ejemplar nunca se llegó a entregar a la revista y provenía directamente de la herencia de Kujau. En el mismo lote del volumen subastado, había también un documento que certifica la autenticidad de los escritos firmado por Hitler y otros nazis de alto rango. Por supuesto, también falso.Hacia 1996, Hugh Trevor-Roper le dedicó un medio metraje titulado Konrad Kujau: El rey de los falsificadores (30', Alemania, 1996). Una sinopsis en Internet dice que el falsificador, entre otras cosas, “ilustraba sus postales con firmas falsas de Erich Honecker, secretario del comité central del Partido Comunista”

1 Comments:

Blogger alejo sarano said...

la nota es muy buena, espero que la segunda parte llegue pronto ,
alejo

5:31 AM  

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