Sunday, April 02, 2006

Un buen libro sobre vinos

Sobre el Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006, de Miguel Brascó y Fabricio Portelli, Grupo Q, $37.-

Este libro cuenta, a su manera, una historia extraordinaria. Dos sommeliers –uno, entrador y experto, el otro, joven y aplicado– se encuentran a principios del 2005 para escribir la guía más completa de vinos argentinos. En las fotos se los ve de buen humor. Por la mesa que los separa desfilan en sesiones de seis horas, tres veces por semana, más de 1.200 botellas. Un año después, el Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006, coqueto, práctico, bien editado, recoge sus impresiones.

De entre sus muchas virtudes, resalta que los autores hayan catado prácticamente todos los vinos argentinos a partir de los cuatro pesos, terminando de una vez por todas con la tradición elitista que sostenía, tácitamente, que hablar o escribir sobre un vino accesible al gran público era una pérdida de tiempo, o peor, una grasada.

Cada vino recibió una descripción general, escrita por Miguel Brascó, y dos puntajes de entre 50 y 100 acompañados de una breve opinión. El léxico es especializado pero poco hermético y las opiniones son subjetivas, austeras y precisas. Por lo general, aunque no siempre, Brascó, canchero, baja línea y Fabricio Portelli se esmera y brinda seguridad. Son dos voces diferentes que dialogan, se escuchan y se ignoran.

Por ejemplo, mientras Brascó le da 96 puntos al Syrah-Cabernet Belatrán Dúo de Familia Zuccardi (2004, $7) y anota: “Es, en su conjunto, un blend especialmente venturoso”, Portelli le pone 74, dice que es muy tomable pero agrega sobre el final: “Es cierto, mucho por tan poco, pero no para tanto, Brascó”. Los comentarios nunca solapan el hedonismo. “El púrpura tan oscuro –escribe Brascó sobre el Merlot de Finca Sophenia (2003, $38)– hace temer un New World Wine de sabores aguerridos pero no es: es Merlot y bien Merlot con aromas amistosos y paladar amable y laxo”.

Incluso cuando los vinos no convencen aparece la sensualidad. Sobre el Chardonnay Fitz Roy (2003, $18), Portelli dice: “Se nota el contacto con el roble pero carece de equilibrio. Notas mantecosas y de fruta abrillantada exageradas que se estacionan al final de la lengua y algo molestan”. Y claro también hay entusiasmo, como el de Brascó sobre el Cabernet Bouchet de Finca Los Robles (1999, $190): “Mañana sin falta, esta misma noche: no se demore un minuto este placer”.

El libro reedita una de las tensiones más típicas de la literatura universal, el diálogo entre el joven y el viejo. En la Introducción, Brascó dice que Portelli es “el analista más serio y confiable de la nueva generación”. Y a continuación Portelli describe a Brascó: “Detalle importante es que su paladar es realmente argentino, capaz de captar bastante y coincidir con los gustos locales mayoritarios. Por lo que en las áreas del consumo doméstico, las bodegas siempre prestan mucha atención a sus opiniones.”

La bodegas mencionadas aportaron solamente las botellas, y aunque el libro tiene publicidades de fincas y otros productos, la prueba se realizó, dicen, sin presiones comerciales. Descreer de esto sería obrar de mala fe ante un trabajo meticuloso, consecuente y, sobre todo, muy útil.

La literatura, en todas partes del mundo, siempre tuvo una estrecha relación con el vino. El Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006 quizás pertenezca a un género menor, injustamente considerado poco narrativo o poético. Pero su lectura, errática, nunca lineal, interesada o curiosa, es, en definitiva, apasionante, lo cual lo transforma en un libro atractivo para cualquier lector y, en su género, completamente imprescindible.

(Publicado en Llegás a Buenos Aires.)

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