Monday, February 28, 2005

lunes a la tarde

Así que estuvimos en el campo y la pasamos bien. La casa agunata, es un buena casa. Pero cuando llegamos, como siempre, estaba sucia. Celia se puso a barrer y abrimos una puerta y estaba llena de insectos. Salían de adentro de la madera. Eran muchísimos. Parecía una película de terror de la década del ochenta. Le pedí a Celia que se replegara y me dejara actuar.

Les vacié un tubo de aerosol completo. Se morían pero después volvían a la vida. Tuve que matarlos a todos dos veces, primero con el veneno y después con la escoba o pisándolos.

Comimos un fruta excelente mirando como bajaba el sol. Y enseguida encendimos el fuego.

El pasto había crecido mucho y no lo habían cortado. Esto nos puso ligeramente de mal humor. La naturaleza es muy agresiva cuando uno no está viendo la televisión rodeado del asfalto de la ciudad. Te vas, volvés y los cardos te tapan el sol.

Al campo viene un peón que tiene 84 años. Nació en 1920. Se piensa que sabe todo y es un inútil. Celia lo odia por eso. Su mujer también es muy vieja. Hace poco cumplieron 60 años de casados. Viven juntos pero no se soportan. Por eso el tipo sigue viniendo al campo. Si se queda en su casa, la mujer lo vuelve loco.

Cuando estoy en el campo, extraño la ciudad. Puedo hacer cosas, estar ocupado y pasarla bien, pero extraño apenas llego. Y entonces empiezo con la autoayuda: "Voy a hacer cosas buenas este año, un libro, incluso dos, y está el bebé, y hay algo de trabajo y tengo que conseguir más". Eso me levanta un poco el ánimo.

En diciembre voy a cumplir treinta. Ya no soy un niño, pero me siento bien.

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