Sunday, April 10, 2005

domingo a la noche

La frase que clavé como subtítulo de este blog pertenece al escritor y pensador francés Anthelme Brillant-Savarin. El mismo que en 1826 publicó la Fisiología del gusto, libro que que marca, sin duda, el nacimiento de la gastronomía moderna.

Roland Barthes dijo que la Fisiología del gusto era un libro paradoja, “ya que lo que se expresa por la elegancia del estilo, el tono mundano de las anécdotas y la gracia de las descripciones es la gran aventura del deseo”. A mí, Roland Barthes me parece un salame, pero lo del deseo es verdad.

Aparte de un excelente cocinero y gastrónomo, Brillant-Savarin fue diputado de los Estados Generales en 1789 y alcalde de Belley en 1793. Durante la Revolución Francesa se fue a vivir a Nueva York y evitó así que lo ejecutaran o encarcelaran. En los USA se ganó la vida como maestro de francés y como músico en una orquesta de teatro. Volvió a Francia en 1796 y reasumió su carrera de funcionario público como Juez de la Corte hasta su muerte en 1826. Hoy en día un queso y un postre llevan su nombre.

Frases sueltas de su obra se citan amenudo en Internet.

Dicen que Henrich Heine dijo o escribió alguna vez que “a mi estómago poco le importa la inmortalidad”, lo cual tiene encanto y no deja de ser cierto. Brillant-Savarin sintetizó mejor la idea mostrando la irrelevancia de las estrellas frente a la invención de un nuevo plato, pero también fue en sentido contrario cuando afirmó que: “Beber vino integra al hombre en el movimiento del universo y le hace pertenecer de este modo al Cosmos”.

Así y todo, su más conocida y democrática sentencia quizás sea al mismo tiempo la que más verdad conlleva: “El placer de la mesa pertenece a todas las edades, a todas las condiciones, a todos los países y a todos los días.”

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