Friday, May 27, 2005

jueves de madrugada

La mujer preguntó y yo le respondí.
— De seis meses.
— ¿Y para cuándo va a ser?
— Para agosto.
No fue la conversación más inteligente del mundo. Incluso para las burradas que se dicen en esas ocasiones. Los seis meses del embarazo se me pasaron muy rápido. Demasiado rápido. Estoy seguro que Celia piensa igual. La mujer quería seguir preguntando pero el ascensor llegó antes a planta baja y salimos al hall del edificio.

Celia mide un metro ochenta y es un palo de flaca. Ahora hay que agregarle un embarazo de seis meses. Imposible que los vecinos no se enteren. Ellos preguntan con una sonrisa, nostros respondemos con educación.

La vieja me deseó suerte y yo le di las gracias. Nadie se conoce con nadie en el edificio. Ocho departamentos por piso y dos cuerpos de diez pisos cada uno. Una verdadera jungla de gente, un hormiguero. El edificio es racionalista y los ambientes tiene techos altos. No conozco a nadie que se niegue a los techos altos. Es el aire entre nuestra cabeza y el techo. Tener el cielo raso tan cerca, como una amenza permanente, nos espanta a todos. En algunos departamentos hay oficinas, abogados y estudios contables la mayoría. Después, estamos nostros y uan infinidad de viejas.
— Son las viejas que viven en el centro— me dice un amigo.

Hace unos quince días estuve corrigiendo un texto que hablaba sobre una posible reforma presupuestaria en San Luis. No me pregunten si lo hacía por trabajo. Nadie corrige un texto así por placer. Empecé bien y después de un rato, sin embargo, me encontré a mí mismo leyendo y releyendo la misma oración. La leí unas trescientas veces. El trabajo de corrector es pura voluntad. Ortografía, sintaxis y voluntad. No es tan diferente al trabajo del novelista, pero San Luis queda demasiado lejos.

Ayer hablámos con Celia sobre el gato. Ella dijo que el gato venía con nosotros si nos mudábamos. No era lo que yo estaba preguntando.
— ¿Cómo lo vamos a llevar?
Vivió toda su vida en este departamento. No salió ni al pasillo donde está el ascensor.
— Tengo una jaula— me dijo Celia.
Abrió el placard y abajo cerca de donde guarda los zapatos había una caja de plástico con varios agujeros. En realidad, el gato había salido un par de veces a ver al veterinario. No habían sido grandes viajes.
— Va a ser un cambio para todos— dijo Celia. Y lo va a ser, no lo duden.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

El comentario no tiene que ver con el post, pero creí que esto te podía interesar. Saludos y que te apetezca de musa.
www.psicologiaonline.com/test/pf/index.html

1:45 PM  
Blogger Juana said...

ME GUSTÓ MUCHO LEER ESTO...

10:05 PM  

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