Tuesday, October 04, 2005

Fragmento del Diario de la mudanza

Ya no vamos a poder decir que vivimos en pleno centro. Se acabó el departamento de Córdoba y San Martín.
— Cordoba y San Martín, ¿en esa esquina no está el Café Orleans?
Es un lugar de putas. Siempre hay alguien que lo conoce. De noche, cierran las ventanas con cortinas. Ahora estoy sin trabajo. Es la misma historia de siempre. Cuando tengo trabajo, me dedico a pensar que tendría que estar escribiendo. Siento desperdicio horas y horas buscando poniendo una coma para otros. “Mis obras maestras —pienso—. Tendría que estar escribiendo algo para mí.”

Cuando no tengo trabajo soy un fracasado, un inútil. Una voz en la cabeza me pregunta qué le voy a dar de comer a mi hija. Ese tipo de cosas. Igual, en esta situación no podría trabajar. Todos los libros en cajas. Se agarra una caja de cartón, se llena de libros, se cierra con cinta de embalar. Los libros desaparecen. Hoy apilé un par de cajas para que no ocuparan tanto lugar. Celia no puede hacer fuerza. Me contó que cuando se mudó a este departamento no tenía placard y colgaba la ropa en una escalera de madera. Las bibliotecas se van quedando vacías, como una boca sin dientes.

Me gustar dormir con Celia. Me cuesta dormir solo. Hace unos tres años viajé a Río de Janeiro y estuve parando en un hotel barato de Catete. No había caso. No podía dormir. Me levantaba y desayunaba a las cinco de la mañana. Desayunaba café con leche, tostadas y mangos en un comedor vacío y a medio iluminar. Después, me quedaba dormido en la playa. Había ido con una beca para estudiar ya no me acuerdo qué. Cosas aburridas. Me la pasé comprando libros y de juerga. Pero no podía dormir. En un restaurante del Morro Santa Teresa señalé una lagartija que caminaba por la pared. Un hombre atrás de la barra sonrió cuando la vio. Tengo algunos amigos en Río. Es una buena ciudad. Es la ciudad que Celia quiere para cuando seamos viejos.
— Acá, un invierno húmedo y listo — me dijo una vez.

El invierno es un viejo feo. Pero yo me llevo bien con el invierno. Con el verano también. No tengo problema. Con otros me llevo mal. Con ellos no. Últimos días en el departamento de Córdoba y San Martín. Y nunca puede con esa descripción del microcentro, con esos personajes. Lo tengo en el debe. Un sachet de leche vacío en el asfalto, los sex-shops y el neón rosa, las casas de cambio, los kioscos de diarios y revistas de Florida. Quizás ahora que me voy pueda escribir algo. Otras vez revolviendo cajones. Esta vez encuentro la foto de una ex novia en el programa de mano de una obra de teatro. Aparece desnuda. Quería ser escritora y terminó desnuda en el programa de mano de una obra de teatro. Los caminos del arte en Buenos Aires.

5 Comments:

Anonymous Anonymous said...

juan que leyendo parece siempre que estas por hacer algo, o ponerte a pensar o a escribir o en el deambule, siempre en el vaiven, en el deacaparalleando, eso me gusta mucho mas que el hecho consumado. Salud y trigo burgol!

2:31 PM  
Anonymous Anonymous said...

Pasa la foto chabon!!

4:48 PM  
Anonymous Anonymous said...

quiero relatos de new orleans

11:49 PM  
Blogger marina k said...

Terra
me gustan los caminos que está tomando tu blog!

10:09 AM  
Blogger Miguel P. Soler said...

¡Qué terrible es ver como se apilan los libros para una mudanza, y sentir que no van a caber en ninguna biblioteca sensata y discreta, o qué no nos alcanza la vida ni el interés para releerlos por lo menos todos una vez más!
Me paso hace poco: mudaba libros míos y libros de Vale, convergiendo a un mismo espacio de serenos conflictos con los m2. Y al verlos apilados, pensaba que me sobrevivirían, y se separarían y se volverían a juntar, sin mí intermediación selectiva. Y toda esa tentación de un bombero bradburiano me colmó, y me imaginaba entregando el monstruo al fuego. Pecado de criatura más efímera.

Saludos y que te sea leve (después de todo, es cuetión de peso)

Miguel

10:15 AM  

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