Por una literatura epigonal
Hace ya algún tiempo, un grupo de jóvenes escritores le dedicamos a Juan José de Soiza Reilly el último número de la revista Tres galgos. Escasamente reeditado por problemas de derechos, Soiza Reilly era un enigma. Así que buscamos sus numerosos libros, nos obsesionamos con su personaje, entrevistamos a su hija y trabajamos críticamente su obra.
Hasta donde pudimos, desciframos el fantasma que volvía, con una voz seductora y sorprendente, cada vez que escuchábamos las grabaciones de sus micros radiales. Antes, Soiza había sido el Virgilio de El cuerpo del delito, un largo manual donde Josefina Ludmer revisaba la historia cultural argentina a través del crimen. Aunque fuertemente arbitrario, El cuerpo... le devolvía con innegable inteligencia crítica cierta fama a un escritor y periodista tan complejo como prolífico.
Como era de esperarse, Ludmer me llamó y me pidió la revista. Se la llevé una tarde lluviosa. Me sorprendió la reja blanca que había en la puerta de su departamento. Con la revista, le di también mi primera novela. Ludmer me preguntó de qué iba. El diálogo fue bastante atípico.
—Es un plagio de dos o tres escritores poco afines entre sí –dije yo.
—Ah, pero a mí la literatura epigonal no me interesa –dijo ella.
—Es un plagio de dos o tres escritores poco afines entre sí –dije yo.
—Ah, pero a mí la literatura epigonal no me interesa –dijo ella.
Cada uno escribe como puede, es verdad. Pero las colecciones que uno se arma en la cabeza y en la biblioteca definen actitudes y decisiones concretas. Eça de Queiroz, el máximo prosista portugués, por ejemplo, fue una figura epigonal. Sus novelas tienen antecedentes claros en obras de Zola y Flaubert. Sin embargo, su literatura es rica y potente. En O Primo Basilio, su Madame Bovary, París sigue siendo París, pero la campiña francesa es reemplazada por la sensual y urbana Lisboa. La mayoría de los libros de Leopoldo Lugones también tiene un claro referente francés. Pero no todos los poetas simbolistas que leía Lugones tuvieron su hora de la espada ni se suicidaron en el Tigre.
Oswald de Andrade habló de "antropofagia". Pero la metáfora de comerse al otro, cargada de violencia, no termina de describir los préstamos y las operaciones que se producen cuando se escribe inspirado en alguien más. La literatura epigonal resulta menos frontal, más amigable, menos quisquillosa. Es más parecida a ese que te encuentra por la calle, te abraza, se ríe, te hace sentir querido y al mismo tiempo te roba la billetera. La "teoría de la licuadora", de Washington Cucurto, para el caso, es más generosa y precisa.
Por otra parte, antes de que los poetas románticos alemanes empezaran a molestar con el tema de la originalidad y el culto unidireccional del yo, desde los dramaturgos griegos hasta Shakespeare las ideas eran de todos y nadie se indignaba si el autor tomaba alguna prestada. La copia perfecta no existe. El plagio libera una fuerza e implica un desfase. En el que roba está utilizar esta energía o ser prisionero de ella. De fondo, lo que termina decidiendo no es la originalidad en sí misma, sino el atractivo de la narración o la seducción irremediable del verso.
(Publicado en el suplemento Cultura de Perfil)
6 Comments:
Hace mucho, no se desde cuándo -en pico con puig- se teoriza mucho sobre lo q Puán tantea como ´intertextualidad´. Pero ahora con ¿los blogs? ¿el estado x de la literat? se menciona mucho mas.
Me gusta la nota. Y todxs de acuerdo. Pero capaz hay q pensar en efectivo. Decir Robo, no se.. otro termino. Mas discreto que licuadora, pero menos excluyente y tosco que Epigonal.
¿
Tosca tu abuela.
El plagio, cuando no es pobre, es una operación más de la creación literaria, como lo podría ser el fold-in de Burroughs, o las intervenciones reescriturarias de Arenas. La pericia está en la invisibilidad de la sutura, o en el juego de contrastes en el mismo texto receptor. Pienso en los plagios de Isidoro Ducasse, produciendo efectos inéditos cuando se publicó Maldoror.
Tal vez lo limitado de "la teoría de la licuadora", es que convierte todos los materiales en papilla, es decir algo fácilmente digerible para el lector. Pero lo interesante, es cuando uno puede mostrar todos esos materiales disociados, y por la magia conectiva de la literatura, lograr que el lector paladee ese sabor nuevo del licuado en su mente (que será propio y distinto por cada uno.)
¿Se consigue ejemplares de esa revista (no del número, sino de la revista)?
Flu max: me gustó. Rompan todo.
Bueno, Flu_Max, no te lo tomes contra el lugar. Te preparo una pira en mi blog, si querés. Así que sos gato: si abro tu caja estás muerto, si no la abro también. . . ¿Sos de exactas?
Acteon, la revista se distribuyó en Calle Corrientes. Nunca supimos más de ella. No hubo devolución ni número de vuelta ni nada. Yo no tengo de ese ejemplar ni de otros números de la revista. Una lástima.
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