Demonios de segundo orden
Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía son los directores del proyecto “La línea piensa”, un intento de rescatar a los muchos y buenos dibujantes argentinos. En este marco se presenta la retrospectiva de Armando Sapia, “Dibujos – 1995/2005”. El salón donde están montadas las obras es generoso con el espacio y la iluminación, y la entrada libre no hace más que acentuar la simple elegancia de la curadoría.
Aunque trabaja con la viñeta, y llega a incursionar en la tira, la relación de Sapia con la historieta es tangencial. Hay, a lo sumo, un coqueteo, el robo o la repetición de algún personaje. Sus dibujos, fuertemente narrativos, entonces, se montan sobre una serie evidente pero nunca pierden autonomía.
Así, Sapia se dedica a la esmerada creación de un variado bestiario con predilección por las facciones y los rostros porcinos. Arquitecturas decostruidas y falsas perspectivas funcionan como escenario para una gran carga libidinal que desemboca rápidamente en encuentros orgiásticos. “El día del año”, por ejemplo, es una zoofílica bacanal entre monstruos, animales, mujeres y hombres. De allí que los protagonistas de Sapia sean demonios de segundo orden, malformados que se arrastran entre la promiscuidad, la picaresca y el festejo pagano.
Si la fuente indiscutida de estos bichos humanizados es la Grecia Antigua con sus licántropos y minotauros, Sapia ubica sus creaciones como mascotas del poder o en situaciones de banalidad, opinando así sobre los mitos de la modernidad. Hay una columna griega caída y rota en “Digo yo...¿qué significa?”, un tinta del 2004, y a su lado, un pequeño ser anómalo piensa arrodillado sobre un tratado de estética mientras contempla la danza irracional de otros personajes.
Pero la monstruosidad no surge sólo de la cruza del hombre con el animal. En “intimidades”, una tinta de 1997, los intestinos enrollados de un hombre se transforman en órganos sexuales con la misma facilidad con que los genitales se convierten en cloaca.
Fuertemente narrativo, Sapia no cae en los lugares comunes ni en mensajes obvios. Pero cuando roza la alegoría, como en “Hay un árbol siempre florecido” del 2003, una copa llena de guerreros de todos los tiempos matándose a flechazos los unos a los otros, o en “American Pax” del 2004, que recuerda los abusos militares en la última guerra del Golfo, su trabajo pierde la fuerza que le atribuye el corte ligeramente surrealista.
De hecho, cuanto memos reconocible es la situación que se presenta, más atractiva resulta. En la “Argentina, árbol de la vida” de 1999 vemos un árbol lleno de gente partido a la mitad y con su copa caída, pero preferimos “La civilización es apenas un elefante tatuado”, un aguafuerte del 2003.
El trazo fino, prolijo, incluso sutil, de Sapia logra escenas de gran violencia con una eficiencia admirable. Luis Felipe Noé resalta en el catálogo de la muestra la “fe en ese mismo acto de dejarse llevar por la línea”. Cuando Sapia no se tienta por los ya conocidos relatos de la corrección política o la denuncia, sus pequeñas invenciones se vuelven parte imprescindible de esa revelación secreta que es el dibujo en la Argentina.
Armando Sapia, “Dibujos-1995/2005”
Lugar: Centro Cultural Borges, Viamonte esq. San Martín.
Días: Del 9 al 28 de mayo.
Aunque trabaja con la viñeta, y llega a incursionar en la tira, la relación de Sapia con la historieta es tangencial. Hay, a lo sumo, un coqueteo, el robo o la repetición de algún personaje. Sus dibujos, fuertemente narrativos, entonces, se montan sobre una serie evidente pero nunca pierden autonomía.
Así, Sapia se dedica a la esmerada creación de un variado bestiario con predilección por las facciones y los rostros porcinos. Arquitecturas decostruidas y falsas perspectivas funcionan como escenario para una gran carga libidinal que desemboca rápidamente en encuentros orgiásticos. “El día del año”, por ejemplo, es una zoofílica bacanal entre monstruos, animales, mujeres y hombres. De allí que los protagonistas de Sapia sean demonios de segundo orden, malformados que se arrastran entre la promiscuidad, la picaresca y el festejo pagano.
Si la fuente indiscutida de estos bichos humanizados es la Grecia Antigua con sus licántropos y minotauros, Sapia ubica sus creaciones como mascotas del poder o en situaciones de banalidad, opinando así sobre los mitos de la modernidad. Hay una columna griega caída y rota en “Digo yo...¿qué significa?”, un tinta del 2004, y a su lado, un pequeño ser anómalo piensa arrodillado sobre un tratado de estética mientras contempla la danza irracional de otros personajes.
Pero la monstruosidad no surge sólo de la cruza del hombre con el animal. En “intimidades”, una tinta de 1997, los intestinos enrollados de un hombre se transforman en órganos sexuales con la misma facilidad con que los genitales se convierten en cloaca.
Fuertemente narrativo, Sapia no cae en los lugares comunes ni en mensajes obvios. Pero cuando roza la alegoría, como en “Hay un árbol siempre florecido” del 2003, una copa llena de guerreros de todos los tiempos matándose a flechazos los unos a los otros, o en “American Pax” del 2004, que recuerda los abusos militares en la última guerra del Golfo, su trabajo pierde la fuerza que le atribuye el corte ligeramente surrealista.
De hecho, cuanto memos reconocible es la situación que se presenta, más atractiva resulta. En la “Argentina, árbol de la vida” de 1999 vemos un árbol lleno de gente partido a la mitad y con su copa caída, pero preferimos “La civilización es apenas un elefante tatuado”, un aguafuerte del 2003.
El trazo fino, prolijo, incluso sutil, de Sapia logra escenas de gran violencia con una eficiencia admirable. Luis Felipe Noé resalta en el catálogo de la muestra la “fe en ese mismo acto de dejarse llevar por la línea”. Cuando Sapia no se tienta por los ya conocidos relatos de la corrección política o la denuncia, sus pequeñas invenciones se vuelven parte imprescindible de esa revelación secreta que es el dibujo en la Argentina.
Armando Sapia, “Dibujos-1995/2005”
Lugar: Centro Cultural Borges, Viamonte esq. San Martín.
Días: Del 9 al 28 de mayo.
1 Comments:
Querido Terra, se quedó afuera de la discusión del remisero absoluto. ¿Qué pasó? ¿O firmó como anónimo? Eso no se hace...
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