Monday, January 15, 2007

un mantra epistolar

Hace ya un par de años Mondadori editó la correspondencia completa entre Iván Turguéniev y Gustave Flaubert. El resultado es un largo intercambio con forma de breves esquelas en las que, entre el elogio justo o desmedido, aparece una confesión o una infidencia. La primera carta es de Turguéniev y está fechada en París, el primero de marzo de 1863. Los escritores acaban de conocerse y se presentan sus respetos. La última también es del ruso y la redactó en Moscú dos días antes de la muerte del francés, el seis de mayo de 1880.
El 24 de marzo de 1863, Flaubert agradece el envío del relato Primer Amor: “Todos los viejos románticos (y yo soy uno de ellos, yo, que me he dormido con la cabeza apoyada en un puñal) deberán estarle agradecidos por ese pequeño cuento que tanto dice sobre su juventud”.
El martes 24 de noviembre de 1868, Turguéniev le aconseja buscar otro título para la Educación sentimental.
El 30 de mayo de 1870, Flaubert se queja: “No veo ya a nadie más que se preocupe de arte & de poesía. El plebiscito, el socialismo, la internacional & otras basuras atiborran todos los cerebros”.
El 8 de noviembre de 1872, Turguéniev propone “devorar el mundo, por muy escépticos, críticos, gastados y cansados que estemos”.
Escrupulosamente anotado, el libro cuenta historias laterales como la de Émile Colangé, un doméstico de Flaubert que, después de la muerte del escritor, abrió un restaurante en el Quai de Rouen con un cartel que decía: “Émile Colangé, antiguo cocinero de M. Gustave Flaubert”.
¿Eran conscientes los narradores de que alguien espiaría estas cartas en el futuro? El libro vale la pena incluso por las formas de cortesía. No en todas partes se lee una despedida así: “Un abrazo y ánimo. Después de todo es Vd. Flaubert”. La intimidad revelada de estas cartas es menos íntima por las firmas. Pero no deja de ser un diálogo cálido y ligeramente revelador de una amistad tan honesta como vital.

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