Tuesday, March 08, 2005

martes a la tarde

Llegó el otoño. Lo sé porque hoy fue una tarde gris, con algo de lluvia, tuve que salir con un abrigo y a eso de las tres de la tarde me agarraron ganas de hacer siesta. Pero no siesta de verano con aire acondicionado y hojotas. Siesta de otoño, tapado apenas con el cubrecama.

Es muy probable que volvamos a tener algún día más de calor agobiante y humedad, pero si ya empezaron las clases, el verano quedó a atrás.

Según recuerdo, durante mi infancia cada estación equivalía a un período casi infinito de tiempo. Por lo menos, para no exagerar, el verano era tan largo que cuando terminaba, yo ya tenía ganas de volver al colegio. Dos semanas más tarde, la novedad había pasado y empezaba el tedio.

Durante mi período en la universidad, el otoño también traía entusiasmo. Hacía el camino de vuelta, a pie, de noche, de Primera Junta hasta el Parque Rivadavia. Los sus negocios cerrados y muy iluminados, y ese aire de "siempre estuvimos acá, no se de qué me hablás con eso de que empieza un nuevo año".

A veces, si tenía plata, pasaba por el supermecado, que invariablemente estaba vacío y compraba pescado para hacer a la plancha y un pedazo de roquefort. Preparaba una salsa simple, mezclando la leche con el queso y un poco de harina.

Después, miraba televisión hasta tarde o leía. Las noches de otoño son buenas para la lectura.

Hoy, me tomé cinco minutos para mirar la transmisión que hace Crónica TV desde el Mercado del Abasto, decían el precio de la fruta y la describían. Me dieron ganas de comer ciruelas.

También el gato durmió todo el día y Celia llegó tarde de la oficina, pero igual cenamos juntos.

1 Comments:

Blogger Terra said...

Gracias Joy.
Me gustó lo del billar.

1:43 PM  

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