viernes a la tarde
Acabo de terminar “Matas de pasto”, un ensayo sobre poesía contemporánea escrito por Fabián Casas. Es un texto que define y defiende una posición estética. Casas me interesa. Lo sigo. Es un poeta intenso y un narrador con ideas. Siempre se muestra independiente y con esa cuota de agresividad necesaria que nos cobra Buenos Aires para dejarnos hacer la nuestra.
Las “matas de pasto” son los yuyos que crecen en las grietas de la pared. En esas mismas grietas están los Lamborghini, Cucurto, el "Segovia" de Durand, el colombiano Caicedo. Gente con vitalidad, con aguante, que hace que la literatura valga la pena.
Así que respeto la genealogía que arma Casas y la considero de entre lo más interesante de este momento literario. Sin embargo, me pasa lo mismo que me pasa con ese grupo vaporoso que le dio la espalda a la imbecilidad de la impostura y se cortó solo. Están los “poetas malditos”, está Boedo, está Gombrowicz, y los demás nombres pónganlos ustedes.
Ahora bien, parece ser que para Casas, la fisura es el camino, y eso roza peligrosamente el extravío en la miseria, o peor el miserabilismo.
Yo soy clase media, hijo de profesionales. Mi abuelo me hizo querer el tango y en la escuela secundaria fue el rock. El jazz lo aprendí casi solo. Estudié en la universidad. La cumbia no es mi música, pero si sé que hay algo que se mueve ahí, también sé que me es, hasta cierto punto, ajeno.
Como fuere, lo monstruoso, por lo monstruoso mismo, me resulta incompleto. Si el deforme habla, por ser deforme, no dice la verdad. Claro que escucharlo puede ser importante.
Desde mi punto de vista, entonces, lo más importante es la tensión entre aquello y esto, entre el borracho y el sobrio, entre la impostura y la honestidad. Es en ese punto de cruce donde aparecen las mejores historias. Las variables pueden rotar, pero es el ida y vuelta el que nos hace llegar el aire. Necesitamos al otro para no caer en el sin sentido, pero por la misma razón nos necesitamos a nosotros mismos.
A la luz de estos pensamientos, a veces me lo imagino a Casas subido en una de esas bicicletas que tiene una enorme rueda casi gigante y una pequeña ruedita para la dirección.
Me interesa verlo andar en eso, a él y a muchos otros, pero por miedo, por imposibilidad, por propia decisión, por gusto, en definitiva, por una larga lista de condicionantes internos y externos, mi bicicleta es más convencional.
Y si alguien me invita a dar una vuelta en auto, bueno, tampoco le digo que no.
Las “matas de pasto” son los yuyos que crecen en las grietas de la pared. En esas mismas grietas están los Lamborghini, Cucurto, el "Segovia" de Durand, el colombiano Caicedo. Gente con vitalidad, con aguante, que hace que la literatura valga la pena.
Así que respeto la genealogía que arma Casas y la considero de entre lo más interesante de este momento literario. Sin embargo, me pasa lo mismo que me pasa con ese grupo vaporoso que le dio la espalda a la imbecilidad de la impostura y se cortó solo. Están los “poetas malditos”, está Boedo, está Gombrowicz, y los demás nombres pónganlos ustedes.
Ahora bien, parece ser que para Casas, la fisura es el camino, y eso roza peligrosamente el extravío en la miseria, o peor el miserabilismo.
Yo soy clase media, hijo de profesionales. Mi abuelo me hizo querer el tango y en la escuela secundaria fue el rock. El jazz lo aprendí casi solo. Estudié en la universidad. La cumbia no es mi música, pero si sé que hay algo que se mueve ahí, también sé que me es, hasta cierto punto, ajeno.
Como fuere, lo monstruoso, por lo monstruoso mismo, me resulta incompleto. Si el deforme habla, por ser deforme, no dice la verdad. Claro que escucharlo puede ser importante.
Desde mi punto de vista, entonces, lo más importante es la tensión entre aquello y esto, entre el borracho y el sobrio, entre la impostura y la honestidad. Es en ese punto de cruce donde aparecen las mejores historias. Las variables pueden rotar, pero es el ida y vuelta el que nos hace llegar el aire. Necesitamos al otro para no caer en el sin sentido, pero por la misma razón nos necesitamos a nosotros mismos.
A la luz de estos pensamientos, a veces me lo imagino a Casas subido en una de esas bicicletas que tiene una enorme rueda casi gigante y una pequeña ruedita para la dirección.
Me interesa verlo andar en eso, a él y a muchos otros, pero por miedo, por imposibilidad, por propia decisión, por gusto, en definitiva, por una larga lista de condicionantes internos y externos, mi bicicleta es más convencional.
Y si alguien me invita a dar una vuelta en auto, bueno, tampoco le digo que no.
2 Comments:
Terranova,
Como le comenté leí tres cuentos de Casas y me parecieron muy buenos. Me pareció que escribe directo y simple y eso es algo que aprecio. Leí Casa con pinos, Bosque Pulenta y Los lemmings. Los recomiendo.
En literatura Lo que más me cuesta tolerar son las "banderas". La bandera under, la academica, etc. Oponerse a lo otro enarbolando una verdad, es lamentable.
Atte
La cumbia no, por favor, ni en los casamientos.
en un punto comparto la sensación; en otro: no leas a los poetas como te piden que los lean. un poco como dice obelix. ya vas a llegar a la lírica, terra.
igual, políticamente casas y cucurto me parecen bastante distintos. la 5ta entrega de la novela de cucurto en la página de eloísa me parece genial en ese sentido. no sé si cucurto apunta al margen, cucurto representa el imaginario de sectores populares, y con ellos su ideología: habrás leído la descripción de barrio parque y el adquirido anti-neoliberalismo
el ingenio de casas es más escondedor
Post a Comment
<< Home