jueves a la mañana (pilas)
Para los medios de comunicación (y esto implica un tramo bastante grande la cancha de la sociedad, digamos, hasta la puerta del área rival, si no más) el escritor es un tipo cool. De Bukowski a Auster, de Shakespeare a Cervantes, de Fresán a Cucurto, el asunto es la cumbia, los gibelinos, las drogas, Nueva York, Barcelona, The Globe, la locura y así.
¿Quién te cuenta que escribir es difícil? Hay que quedarse en casa, tratando de resolver un rompecabezas bestial, sentado frente a la computadora, a lo sumo ir a un bar a escribir a mano, hay que resignar ingresos (muchas veces indispensables), la bohemia no te sirve para un carajo, los editores no te responden los llamados, los diarios no te reseñan, hay que corregir que siempre es difícil, y vos, solo, en tu casa, con tus libros y tu gato, te preparás un almuerzo de repollitos de bruselas y galletitas de agua para volver rápido a ver qué pasa con esa trama que no avanza.
El acto de escribir no es la práctica de lo sublime. Hay que tener la resignación del carpintero que vuelve a lijar otra vez la madera, buscar con puntualidad el sentido. Hay que encontrar el placer de crear sin incinerarse, porque la combustión espontánea puede ser seductora pero dura un par de minutos y después, chamuscado, reducido a cenizas, ¿quién sigue?
El orgullo está en aguantar, en seguir, y sobre todo en soportarse a uno mismo, que casi siempre es insoportable y se equivoca. Sin mantener a raya el narcisismo impráctico, ¿cómo se escribe? No es soplar y hacer botellas. Una frase más, una historia más, saltando atolondradamente entre optimismo y pesimismo, mientras afuera se nubla y la gente va de un lado al otro pensando en cualquier cosa. Por ahí va la cosa.
¿Quién te cuenta que escribir es difícil? Hay que quedarse en casa, tratando de resolver un rompecabezas bestial, sentado frente a la computadora, a lo sumo ir a un bar a escribir a mano, hay que resignar ingresos (muchas veces indispensables), la bohemia no te sirve para un carajo, los editores no te responden los llamados, los diarios no te reseñan, hay que corregir que siempre es difícil, y vos, solo, en tu casa, con tus libros y tu gato, te preparás un almuerzo de repollitos de bruselas y galletitas de agua para volver rápido a ver qué pasa con esa trama que no avanza.
El acto de escribir no es la práctica de lo sublime. Hay que tener la resignación del carpintero que vuelve a lijar otra vez la madera, buscar con puntualidad el sentido. Hay que encontrar el placer de crear sin incinerarse, porque la combustión espontánea puede ser seductora pero dura un par de minutos y después, chamuscado, reducido a cenizas, ¿quién sigue?
El orgullo está en aguantar, en seguir, y sobre todo en soportarse a uno mismo, que casi siempre es insoportable y se equivoca. Sin mantener a raya el narcisismo impráctico, ¿cómo se escribe? No es soplar y hacer botellas. Una frase más, una historia más, saltando atolondradamente entre optimismo y pesimismo, mientras afuera se nubla y la gente va de un lado al otro pensando en cualquier cosa. Por ahí va la cosa.
1 Comments:
Estimado Juan,
Me levanté a las 9hs. Prendí la máquina y le di duro. Acabo de terminar el cuarto capítulo de la novela. Me gusta, tal vez me gusta demasiado.
Lo que decís de las dificultades y eso es verdad, pero este post me puso más contento todavía.
Un abrazo
Martín
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