miércoles al mediodía (sobre el domingo a la tarde)
Celia se puso nerviosa y le dio acidez. El tipo aguantó en la cocina casi cuarenta y cinco minutos mirando por la ventana. Era un viejo alto y de pelo blanco que había venido a mostrar el departamento. Lo había mandado la imobiliaria. Un domingo, entre las dos y las seis. No le envidio el trabajo.
Así que después de un rato, y todavía con alguna duda, le servímos un café. Celia se fue al dormitorio a leer y yo me quedé charlando con él. Aguantaba bastante bien los silencios, lo cual me llamó la atención. Después me di cuenta que no era un insoportable. Celia había dicho que esos trabajos te queman la cabeza. Hablamos del rol de Brasil durante la Segunda Guerra, de los diferentes aspectos de la neutralidad argentina y estábamos con la política internacional de la época, cuando apareció un segundo posible comprador.
Me levanté para ir a tander y le escuché decirme: “Yo me acuerdo bastante de esa época. Imaginate. Soy del treinta”. No era la mejor charla del mundo, pero cuando el posible comprador se fue, el viejo me preguntó: “¿Dónde estábamos?”.
Me contó de un jugador de futbol argentino, Heminios Dos Santos o algo así. Fue a jugar por una copa sudamericana a Montevideo y le pusieron el cromo con una esvástica abajo del plato en un retaurante. “El pueblo argentino nunca fue filofacistas, esas eran cosas de los militares”. El futbolista reaccionó a las piñas. “Era un atleta, los cascó.” Vinieron dos personas más y el tipo siempre se mostraba con una ambilidad incuestionable, pero sus comentarios eran ridículos. Usaba el adjetivo y después el sustantivo: una ventana de tres hojas bastante normal se transformana en “amplia ventana”. Se fue a las seis de la tarde y todavía seguía nublado.
Así que después de un rato, y todavía con alguna duda, le servímos un café. Celia se fue al dormitorio a leer y yo me quedé charlando con él. Aguantaba bastante bien los silencios, lo cual me llamó la atención. Después me di cuenta que no era un insoportable. Celia había dicho que esos trabajos te queman la cabeza. Hablamos del rol de Brasil durante la Segunda Guerra, de los diferentes aspectos de la neutralidad argentina y estábamos con la política internacional de la época, cuando apareció un segundo posible comprador.
Me levanté para ir a tander y le escuché decirme: “Yo me acuerdo bastante de esa época. Imaginate. Soy del treinta”. No era la mejor charla del mundo, pero cuando el posible comprador se fue, el viejo me preguntó: “¿Dónde estábamos?”.
Me contó de un jugador de futbol argentino, Heminios Dos Santos o algo así. Fue a jugar por una copa sudamericana a Montevideo y le pusieron el cromo con una esvástica abajo del plato en un retaurante. “El pueblo argentino nunca fue filofacistas, esas eran cosas de los militares”. El futbolista reaccionó a las piñas. “Era un atleta, los cascó.” Vinieron dos personas más y el tipo siempre se mostraba con una ambilidad incuestionable, pero sus comentarios eran ridículos. Usaba el adjetivo y después el sustantivo: una ventana de tres hojas bastante normal se transformana en “amplia ventana”. Se fue a las seis de la tarde y todavía seguía nublado.
1 Comments:
Che, tenías razón: en la página de Casas hay una biografía delirante ¿pero esa página no parece hacerla él, no? ¿Y es cierto qeu vive en Claypole? Por otro lado este texto del vendedor de la inmobiliaria está muy bueno.
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