Buscando a Chuck (apostilla)
En la última edición del diario Perfil, que salió el sábado 24, adelantándose un día por navidad, escribí sobre Chuck Palahniuk. Se trata de una típica nota de suplemento, con sus ventajas y desventajas. No me interesa aquí entrar a diseccionar éstas y aquellas, pero me gustaría sí abordar un concepto que utilicé en ese texto y que me resulta, ya con el diario impreso y apunto de ser olvidado, un tanto incómodo.
Sobre el final de la nota digo que Palahniuk es un "verdadero escritor de culto". El concepto de "escritor de culto" me suena, en este momento, demasiado trillado, usado mal hasta el hartazgo. Creo que finalmente perdió todo su significado y ya no queda un buen uso del término. ¿Qué quería decir cuando escribía eso, entonces?
Quizás sea más fácil recurrir a ejemplos. Franz Kafka, Juan José Saer y Kurt Vonnegut no son autores de culto, eso creo que ya queda claro. Osvaldo Lamborghini y Jorge Asís, tampoco. Ni siquiera lo es el viejo Leónidas. Pero Ricardo Zelarayán sí lo es. Y lo son Raúl Barón Biza y Juan José de Soiza Reilly. ¿Por qué?
Parece ser que lo que define "el culto" es, en un primer momento, la ausencia. Lo que importa en aquellos escritores parece ser el deseo que engendra la negación, la falta, más allá, atención, de la calidad o singularidad de su obra. De allí que mi definición de "escritor de culto" sea más o menos así: aquel autor por el cual hay que movilizarse físicamente para tener una recompensa literaria. Un autor de culto es, entonces, un autor que no está en Yenny-El Ateneo, del que hay poco en Internet y en otros medios, del que los libros no se consiguen ni siquiera en bibliotecas públicas y que, una vez encontrado el material, se lo lee en grupo, compartiéndolo con aquellos a los que queremos convertir.
Después de dar esta definición no sé si Palahniuk es un "autor de culto". Más bien me inclino a pensar que su situación es tan excepcional (¿cuántos otros tiene una película como El club de la pelea?) que decir que es un autor de culto es decir más bien poco ("Celebridad desconocida" decía la volanta del diario y creo que el oximoron vale.) No me dejaron poner en el diario que algunos de los libros de Palahniuk se consiguen pirateados por Internet, pero lo de las fotocopias, que lo vi también con Barón Biza y lo ejercí con Soiza Reilly, es real y significativo.
La literatura tiene un innegable lado material que va pegado al costado social. Nada más inútil que aprender de memoria esa lección barthesiana de que el autor murió, de que los textos sólo existen hacia su propio interior y así. En mi caso, no sé cuales son las implicancias de confesarlo, muchas veces la continuidad de la lectura dependió pura y exclusivamente del tamaño de la tipografía. Y de ahí en adelante.
Chuck Palahniuk es un escritor interesante que no elude la cuota sagrada del arte. Lamento que falte del circuito de librerías porteñas, pero, como digo en la nota, eso me permite leerlo de otra manera. Con otros escritores, la mayoría nacionales, pasa algo, si no igual, por el estilo. Quizás el caso más parecido sea el de Nelson Rodrigues, best-seller de un sin número de reediciones en su país y un completo desconocido fuera de él. La queja, insisto, es solamente una arista del asunto y no, por supuesto, la más interesante.
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