Diario de la mudanza (IV)
La ansiedad es el enemigo pero también es el motor. Una duplicidad perfecta. Hay que hacerlo ya. No, hay que pisar la pelota. Siempre depende. Te reclinas un poco para descansar la cabeza, te quedás dormido y Buenos Aires te deja en la banquina. Chau, hasta siempre. Hay que tener reflejos. La ciudad trabaja como las hormigas. Mordidas pequeñas pero constantes. Hoy me llegaron los cuentos y los estuve mirando. Están escritos por alguien que quiere ser escritor sin hacer esfuerzo. El famoso autor que escribe pero no lee. Simplemente no se detiene a leer. Tampoco corrige. Quizás lea el diario. A veces ni siquiera eso. El autor instantáneo. Agregue agua caliente y sientese a esperar. Hay cosas peores.
El libro de Stalingrado, en cambio, resultó excelente. Libros como este fueron los que, hace más de dieciocho años, metieron en mi afiebrada cabecita infantil la idea de que yo tenía que ser escritor. Hay gente que a los doce años prende fuego la escuela o quiere ser futbolistas. Yo quería ser escritor. Cuando le cuente a mi hija que llegué a recibir cartas se va a reír con ganas.
— ¿Así, en papel?— me va a preguntar.
— Sí, en papel— le voy a decir yo—. Y escritas a mano.
— No te creo...
— Y cuando estuve en París las cosas se pagaban con francos.
Cuanta frustración con este asunto de la literatura. Un día, todo está bien, todo marcha. Al otro día, nada es suficiente, nada alcanza un mínimo de calidad. Por favor, ábranme la cabeza y maten las serpientes una por una.
El libro de Stalingrado, en cambio, resultó excelente. Libros como este fueron los que, hace más de dieciocho años, metieron en mi afiebrada cabecita infantil la idea de que yo tenía que ser escritor. Hay gente que a los doce años prende fuego la escuela o quiere ser futbolistas. Yo quería ser escritor. Cuando le cuente a mi hija que llegué a recibir cartas se va a reír con ganas.
— ¿Así, en papel?— me va a preguntar.
— Sí, en papel— le voy a decir yo—. Y escritas a mano.
— No te creo...
— Y cuando estuve en París las cosas se pagaban con francos.
Cuanta frustración con este asunto de la literatura. Un día, todo está bien, todo marcha. Al otro día, nada es suficiente, nada alcanza un mínimo de calidad. Por favor, ábranme la cabeza y maten las serpientes una por una.
2 Comments:
...y podes decirle que eran lindas las cartas...
Qué lindo! Ya le estás escribiendo cartas a Pierina! Te sienta bien lo de ser papá.
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