Buscando a Chuck
(Publicado en la última edición del suplemento Cultura de Perfil)
En 1996, un periodista y buscavidas nacido en el estado de Washigton a principios de la década del sesenta, publicó su segunda novela. La primera, titulada Monstruos invisibles, dormía en un cajón. No había tenido suerte y había sido rechazada por varios editores. Esta vez, sin embargo, el asunto funcionó. El nombre del autor era Chuck Palahniuk y la novela en cuestión, El Club de la pelea, cuya trama describía a un grupo de oficinistas aburridos que recuperaban las ganas de vivir organizándose alrededor de un club de box callejero. Cuando en 1999, llegó la película de la mano de David Fincher, el éxito fue arrasador. Mientras Brad Pitt y Edward Norton brillaban en la pantalla como los protagonistas de la ultra violencia, consecuencia de y solución para la sociedad actual, Palahniuk, que se había ganado hasta ese momento la vida trabajando como mecánico y escribiendo manuales para reparar camiones, se transformaba en una celebridad.
Su fama literaria comenzó a producir un mito. Cuando le preguntaron si vivía como sus personajes, Palahniuk dudó pero terminó confesando que había participado en peleas producidas como anticuerpo contra la desidia y durante un tiempo había concurrido dos veces por semana a grupos de ayuda para adictos al sexo.
Meses después del estreno de la película, Monstruos invisibles, que narra las desdichas de una vengativa modelo deformada en un accidente, finalmente apareció junto a Sobreviviente, otra novela donde el protagonista pertenece a un culto ascético que enseña a temer los placeres del mundo. Desde entonces, Palahniuk no ha dejado de escribir y publicar novelas al ritmo de un libro o dos por temporada. Este año, se reeditaron en España Diario, una novela paranoica y desquiciada donde una artista plástica le escribe a su marido en coma, y Nana, un escalofriante relato donde un periodista descubre cómo una canción de cuna mata a todos aquellos que la escuchan. También salió la novedad Error humano, un compendio de crónicas autobiográficas sobre situaciones bizarras y, en inglés, esperando su traducción al español, Haunted, una novela construida en base a veintitrés relatos autónomos, como una especie de Decamerón del siglo XXI.
La prosa de Palahniuk es ágil y contundente. “Baso mi trabajo –dijo en una entrevista reciente– en la poesía o en el arte del cuento oral, donde el timming es lo único importante y los dispositivos retóricos deben recordarle al lector el contenido total de la historia, todo el tiempo. (...) Es un estilo basado en beats de tiempo, como en la música.”
Ahora bien, pese a que el número de sus fanáticos sigue creciendo después del boom de El Club de la Pelea, los libros de Chuck Palahniuk faltan de las librerías porteñas. Me gustaría escribir que sus libros son “difíciles de conseguir” pero eso sería ser demasiado optimista: las novelas de Palanhiuk son directamente inhallables en Buenos Aires. Guadalquivir, en Callao 1012, es la única que ofrece libros de Palanhiuk porque los importa directamente desde España. Pablo Paso, uno de sus libreros, está al corriente de la situación. “Hubo una edición de bolsillo del El club de la Pelea en ediciones B y se agotó. Nosotros lo pedimos siempre, pero no lo traen.”
En este contexto, el mejor canal de comunicación que tienen los lectores vernáculos con la obra de Palahniuk es Rodrigo Fresán. Entusiasta y generoso, el escritor argentino residente en Barcelona, viene construyendo desde hace un tiempo un vínculo entre el autor y la Argentina a partir de artículos y recomendaciones. Es gracias a Fresán que nos enteramos de la salida de una nueva novela, de un cruce polémico o de las ya míticas giras de lectura de Palahniuk (donde los concurrentes rebalsan las salas y la gente se desmaya cuando lo escucha leer). Incluso, después de señalarlo como el heredero de Stephen King, Fresán logró que se publicara íntegro en el suplemento dominical de un diario argentino, el excelente cuento Guts (Tripas). Lo que hay es poco más.Por supuesto, está la película y siempre tendremos Internet, donde The Cult, el sitio oficial del autor, aunque no deja de ser un lugar para vender videos y otras chucherías, provee fotos, noticias y alguna entrevista. Los libros, si uno tiene los dólares y la paciencia de esperar el envío, se pueden encargar por Amazom, o incluso es posible bajarlos pirateados de la web.
Ahora bien, que los libros de Palahniuk no se consigan por esta zona del mundo produce una situación ambigua, a la vez incómoda y seductora. La queja, de la cual Mondadori (la editorial española que administra los derechos de sus obra para el mercado hispanoparlante) debería tomar nota, es una reacción natural y hasta comprensible. Pero al mismo tiempo obtura la posibilidad de entrever una circunstancia bastante excepcional. Por un parte, resulta anacrónico que en la era de las comunicaciones instantáneas falte un escritor de best-sellers de calidad en Buenos Aires.
Hace ya tiempo que se perdió ese misticismo con el cual se recibían, se recomendaban y se pasaban de mano en mano ciertos libros o películas. Pero si es verdad que la prohibición engendra deseo, también es verdad que Chuck Palahniuk es hoy, en Buenos Aires, un verdadero escritor de culto. Recorriendo los puestos de libros y revistas del Parque Rivadavia vi hace poco como circulaban unas fotocopias anilladas. El título de la tapa decía El club de la lucha. Era la traducción española bajo acto de justicia pirata, envuelta en un halo de liviana ilegalidad que seguramente podría encontrar lugar en alguna de las novelas de Palahniuk.
1 Comments:
Entonces, lo que yo ví fue esa edición de bolsillo de Edición B, con la tapa de la película, ¿o fue un espejismo retrospectivo?
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