Tuesday, July 31, 2007
Monday, July 30, 2007
crítica
"Analizar un fenòmeno religioso suele ser campo propicio para la aparición de tres posturas: el ateo militante, dispuesto a ver en lo que relatan los místicos una superchería al servicio de las clases dominantes, o creada para poder resistir mejor una realidad desastrosa; el agnóstico, que si bien respeta lo que le transmiten lo pone permanentemente en duda, y el religioso. Curiosamente, éste último no es ni más propicio ni el más laudatorio de los fenómenos. La "política de sacristía" hace que los hechos que se relatan sean criticados por unas órdenes religiosas y alabados por otras, o que los obispos tomen posiciones no siempre desinteresadas en la materia."
Acá, Álvaro Otero escribió un texto sobre La Virgen del Cerro.
Sunday, July 29, 2007
somos noticia
Como de costumbre, Clarín mete la chota. "Ahora será cuestión de trabajar y dejar de lado la ansiedad" dice Diego Erlan. Y bueno, si quedamos como unos pelotudos, también la culpa es nuestra.
Saturday, July 28, 2007
señoras y señores, con ustedes: los escritores
Pablo Ali: "Por ejemplo él: unos treinta años, alto, bien vestido, gestos cansados y serios." (Y el domingo descansó)
Felix Bruzzone: "Tano sabe que la rubia quiere." (Barrefondo)
Gabriel Vommaro: "La idea había sido de Javo:" (Ahora contame un poco de vos)
Mariela Ghenadenik: "Peis tiene el lomo negro, algunas manchas marrones en las patas y en la cola, los ojos atentos, redondos y brillantes." (Peis)
Diego Grillo-Trubba: "Este es el inicio de una historia."
Mariana Enríquez: "El tabaco quemado de las colillas sobre el papel de armar, después un cilindro deforme y el humo con gusto a rechazo, áspero y antiguo." (Entre hombres)
Gisela Antonuccio: "Apenas reconoció a su cita a ciegas Horacio se bajo las medias y empezó a rascarse las pantorillas." (La chica del Setter.)
Alejandro Parisi: "Cuando a Joaquín V. le preguntan cómo dio el gran salto de su vida, él baja la mirada y responde siempre lo mismo: por casualidad." (El gran salto)
Natalia Moret: "Cuando vi la fuente casi me pongo a llorar." (Platero y yo)
Maximiliano Tomas: "Estaba hablando con mi mujer." (Máquinas de enamorarse)
Glenda Vieites: "Si el día de la presentación no llena, a mí me echan."
Juan Terranova: "A veces te toca el dolor." (Me das miedo, Lucía)
En Celo: parafilias por jóvenes narradores argentinos.
Y un libro de la puta madre que te parió.
Friday, July 27, 2007
viernes a la tarde (QD)
A veces, leer diarios viejos es placentero. Se parece mucho a estar escondido sin que nadie te esté buscando. Cuando Nelson Rodrigues estuvo internado por su úlcera, pedí diarios viejos para leer, los comparaba con los diarios del día y con eso armaba su columna de opinión. Tenía un par de anécdotas sobre el subte, pero no las recuerdo. Escribí para Hipercrítico una breve crónica sobre mi viaje a Córdoba el fin de semana, pero todavía no la publicaron. Me voy a leer los manifiestos de Marinetti. Tengo la intuición de que en su prepotencia hay algo que me interesa.
Thursday, July 26, 2007
jueves más tarde (QD)
Mientras redacto unas notas breves, alguien acaba de decir que volvió el agua a los baños. La noticia corre rápido. No hay agua. Ahora hay. Un redactor dice: "No somos cerdos". En eso la redacción se parece mucho a una oficina. Funes me manda un mensaje al celular. Tengo que ponerme a corregir una novela que tengo en la recta final, pero más preferiría ir volviendo a casa.
jueves a la tarde (QD)
Muy pocas ganas de trabajar hoy, la verdad. Equilibradas con pocas cosas para hacer, pero que pesan como piedras. Creo que no dormí bien. No vengo durmiendo bien desde hace por lo menos unos quince días. Si de mí dependiera, leería dos páginas de una historia de la Muralla China que llegó ayer a la redacción y después me dedicaría con esmero a dormir la siesta. No hace frío afuera y eso todavía me desconcierta más.
Wednesday, July 25, 2007
...
Escribí una necrológica de Fontanarrosa, pero me sincero: mucho más me pegó la muerte de George Tabori.
la moral de los escritores
En el principio, fue una nota periodística. El Premio Nobel de Literatura 1999 le dijo al Frankfurter Allgemeine Zeitung que a los quince años había formado parte de las hilachas de las Waffen SS. Los verbos que se usaron fueron “reveló”, “admitió” y hasta “confesó”. Mientras las acusaciones y la indignación se repartían por toda Europa –generando una expectativa sobre el libro que luego se traduciría en ventas–, mientras los editores pedían columnas de opinión a favor y en contra y mientras en España se recurría a oscuros falangistas para descifrar el alemán, la información llegaba fragmentada a la Argentina. “Esperen a leer el libro”, dijo, no sin resignación, el autor. A meses del fuego cruzado, acaba de aparecer en la Argentina Pelando la cebolla, el ensayo autobiográfico de Günter Grass donde se cuenta con alambicada sensualidad, entre otras cosas, anécdotas bélicas, diversos tipos de cautiverio y el comienzo de su carrera como escritor.
El arte de narrar. Para empezar, el libro está tironeado, como era de imaginar, por la hybris de la ficción. La primera línea es una alusión directa al oficio del novelista: “Lo mismo hoy que hace tiempo, sigue existiendo la tentación de disfrazarse de tercera persona”. Grass es un narrador –y también un poeta– de neto corte autobiográfico que juega todo el tiempo con los géneros y que sabe que la política y la historia también se presentan en forma de historias.
La metáfora central de Pelando la cebolla, entonces, es el bulbo que se desarma, capa por capa, avanzando sobre los recuerdos, siempre dudando, sospechando que la información no es del todo fidedigna en los detalles. Un oficial de la Luftwaffe roba pan en un campo de prisioneros y es castigado a golpes de cinto por los soldados, que descargan en él toda la ira de la derrota y años de subordinación. Grass se pregunta si también participó del correctivo. Cada tanto una batería de preguntas corta el enroscado estilo del libro: “¿Es posible que el miedo de hacer alguna pregunta que lo pusiera todo patas arriba me volviera mudo?”.
En Pelando la cebolla se cuenta el fin de la infancia marcado por el principio de la Segunda Guerra Mundial, la vida en la tienda de ultramarinos familiar y la poderosa seducción que ejercían, como una “demencia autoinoculada”, el nacionalsocialismo y la guerra, condimentados ambos por lo que se veía en el cine: “No había noticiario que no mostrara el regreso victorioso de esos submarinos”. La narración se estira hasta el chef que daba clases de cocina sin materiales rodeado de la hambruna del campo de prisioneros del Alto Palatino, los primeros pasos de Grass como escultor tallando lápidas sepulcrales y la Olivetti, regalo de bodas, con la que comenzó a escribir, en un París pobre de posguerra, sus primeros poemas buenos.
Fugaz artillero. Perdida en esta cosmogonía, está la incorporación, como artillero de tanque, a la división Jörg von Frundsberg que, perteneciente a las Waffen SS, se organizaba sobre el final de la guerra. Aunque Grass enseguida afirma que no hay excusas, la verdad es que apenas era un adolescente. Una breve historia de esa siniestra unidad de elite, por otra parte, destrabaría todo malentendido. Las Waffen SS no eran las mismas en 1941 que al final de la guerra. Su accionar en el frente soviético, cuando avanzaban a la retaguardia de la infantería realizando una “limpieza étnica e ideológica”, es muy diferente a la retirada, cuando sus unidades desaparecían sin voluntarios ni pertrechos.
¿Qué habría pasado si Grass hubiera sido destinado, como un engranaje más, al mecanismo de los campos de concentración? ¿Qué historias contaría entonces? ¿Alcanzaría esa vergüenza que dice nunca lo abandonará? Pero no fue así. Lo más lejos que llegó el autor de El tambor de hojalata fue usar las runas en forma de “SS” en el cuello de su uniforme. Grass atravesó el caos final del Tercer Reich sin disparar un solo tiro y no duda en confesarse un cobarde que se meaba encima cuando sonaban los Katiuska rusos. Por una cuestión de cronología, rango y geografía, lo mismo podría haber sido reclutado por la Wehrmacht, el ejército regular alemán. Comparado con el grado de responsabilidad de muchos civiles que escaparon de los juicios políticos y militares, lo suyo es anecdótico. Pelando la cebolla es un buen libro, un poco pomposo incluso cuando intenta describir la intimidad, pero no hay ahí material para el escándalo.
A veces, la buena moral del escritor es un valor de cambio que se busca en los estantes serios de las librerías antes que la promesa de una lectura placentera. Pero la venia edificante y el visto bueno son inestables. Los que leen para confirmar sus ideas se ven forzados, con apenas un guijarro en el zapato, a entrar en diálogo con el autor, compartir sus dudas, sus momentos de confusión y sus errores. ¿Se arrogó alguna vez Grass el título, “conciencia moral de la Alemania antinazi” o habló de su “capital ético”? Lo dudo mucho. ¿Jugó a la ambigüedad? Quizás. Y sin embargo, su currículum lo autoriza a eso que le endilgaron. Ahora, con muy poco, atenaza su figura pública. Solamente los que hacen de la ética un negocio pueden ver, en él o en su libro, el lucro de la mentira.
Tuesday, July 24, 2007
martes a la tarde (QD)
Cansancio. Lo suficiente como para hacer las cosas a media máquina. Ni la ansiedad suma. Otra vez, tengo una nota que me interesa y muy poco tiempo para leer. A extrañas piruetas me empuja este asunto del periodismo. Llamo a mi casa y me dicen que mi mujer todavía no se levantó de la siesta. ¿Quién me lo dice? Y ahora me avisan que si me pican los pies es porque hay pulgas en la alfombra de la redacción.
Friday, July 20, 2007
Thursday, July 19, 2007
navidad con los chicos
Ramones pictures taken at the rainbow theatre, UK, on new year's eve, 1977, by Jill Furmanovsky. That night was recorded classic It's alive album! These photos were at The Times magazine on february 12, 2005, in a article concerning Sid Vicious. Pics were pretty small in a magazine. You can see in these photos Dee Dee Ramone, Joey Ramone, Johnny Ramone, Linda Stein, Sid Vicious, Nancy Spungen. (O sea, estaban todos.)
Wednesday, July 18, 2007
TAMARISCO INVITA
Ravonne
de Julián Urman
Inauguramos nuestra colección Novela.
Miércoles 25 de julio, 20Hs.
En Casa Brandon.
En Casa Brandon.
Luis María Drago 236 (entre Julián Alvarez y Lavalleja)
"Supe recibir en otras épocas el aplauso de grandes y de chicos. Supe ser jovial, aceptado felizmente en muchos hogares. Supe que le pusieron mi nombre a cantidad de mascotas… ¿Qué habrá sido de todos esos perros y gatos, o hamsters y tortugas?, ¿con qué cara los mirarán, los mimarán, les darán de comer como si fuera yo el compañero inseparable de sus hijos?"
En su primera novela, Julián Urman nos invita a un tour desbocado por el universo de Roberto Ravonne. Dueño de una rotisería y de un pasado rutilante, Ravonne va a ser testigo de como todas sus relaciones (su pareja, la televisión, su ex mujer y un niño con problemas mentales) se precipitan en abusos, persecuciones, traiciones y accidentes que incluyen secuestros reales y ficticios, con un pasado que se niega a dejarlo en paz.
Tuesday, July 17, 2007
martes a la noche (QD)
Hoy en la estación Once una mujer se tropieza y se cae subiendo al subte. Un hombre la ayuda, buscando enseguida al culpable. Pero no lo hay. La mujer simplemente tropezó y cayó. En la cara del hombre encuentró un segundo de desconcierto hasta que dice, reprimiendo la ira: "Señora, tenga cuidado, por favor". Ahora son las ocho de la noche y después de un día entero lidiando con Günter Grass comprendo que eso es el periodismo. Es más, el subterráneo se funde con la redacción y yo soy la vieja que cae y el hombre que la levanta, pero también el duende que vive en el lago de la ira contenida.
Me revuelven las tripas esos contemporáneos cocidos en el caldo amargo y receloso de los Derechos Humanos.
sí, te entiendo
- Porque al final, ¿me entendés? ¿Cómo se lo digo?
- Bueno, lo que pasa es que vos sos muy calentón.
- Sí, puede ser, puede ser...
- Andás haciendo quilombo y después te quejás.
- Es que son unos maricones...
- Te entiendo, pero no es la manera.
- Puede ser...
- ¿Y los pibes cómo están?
- Bien, en la suya, como siempre.
- Bueno, tomátelo más tranquilo.
- Sí, sí, creo que va a ser lo mejor.
imágenes de San Juan/Bahía Blanca
Consecuencia directa de un programa de intercambio entre San Juan y Bahía Blanca, la sala del Fondo Nacional de las Artes presenta Interfaces, diálogos visuales entre regiones. Con una ajustada curadoría de Gustavo López y Bernardo Garay Pringles, la muestra presenta artistas jóvenes y muy jóvenes, casi todos menores de treinta años.
Se destacan los paisajes fotográficos de Cristian Peralta y Victoria Hammar que consiguen momentos de una exquisita intimidad impresionista, mientras Sebastián Muzi revisita y actualiza con inusual contundencia la vieja idea de naturaleza muerta. Todas las fotos están excelentemente copiadas y marcan una tendencia clara al uso de medios mecánicos o incluso digitales que se completa con la video-instalación de Sebastián Patasú Masuelli y las filmaciones de Nicolás Testoni.
La fotografía, entonces, aparece en el lugar central que otrora ocupara el óleo. La marca que refuerza esta tendencia puede verse en los acrílicos rústicos que Anabel Papa trabaja con inspiración y encuadre fotográfico. E incluso puede entenderse el minimalismo de Francisco Rivero como una búsqueda expresiva asociada al diseño gráfico. Si sacamos las “empanadas vivas” de Paula Gaetani Adi, y los retratos en video digital de Hernán Bula, la muestra casi no exhibe humor. En su lugar hay un aplomo y una solvencia técnica que desmiente de forma terminante las asociaciones entre interior del país y atraso. No hay diferencias de calidad en esta muestra con respecto a lo que pueden ofrecer los centros de producción artística.
Todas las obras aparecen contemporáneas de su momento y de sus autores. Acaso la tradición –transformada, retorcida, nunca intocable– aparezca en la lana de Pulover para seis, una instalación de tejidos de Claudia Pérez de Sanctis tan enigmática como irónica. O en los cuchillos y en la delicada muñequita de arroz de Elena Warnes.Aunque la falta de un catálogo perjudica la asimilación y el recorrido, el gesto de no identificar a cada artista con su ciudad de origen crea un ambiente de mezcla estimulante que beneficia la muestra.
Interfaces, diálogos visuales entre regiones.
Bahía Blanca/San Juan. AA. VV.
Curadores: Gustavo López y Bernardo Garay Pringles.
Del 5 de julio hasta el 31 de julio.
Fondo Nacional de las ArtesAlsina 673,
Ciudad autónoma de Buenos Aires.
Monday, July 16, 2007
Sunday, July 15, 2007
"La narrativa según los asesinos tímidos
O esas deliciosas tardecitas en el geriátrico". El título tentativo era: "Burzi, Funes y las fabulosas chicas que escaparon del geriátrico".
"¿A quién secuestraríamos?, decíamos una noche con Prats y Funes y algunas cervezas de más. A Sábato. A Kohan. A Aguinis. Ahora tengo dos nuevos candidatos: A Hebe! A Burzi!"
Hace mucho que no me reía tanto con un post. Bien Linne ahí.
Saturday, July 14, 2007
Friday, July 13, 2007
viernes a la tarde (QD)
Aburrido en la redacción, leo, mientras todos escriben, el último libro de Günter Grass. "Te vas a hacer famoso" me dice mi editor que ve mi cuento en la web. Fama, fama. Se acaba de reeditar Mañana es San Perón de Plotkin. La contratapa empieza con esta frase "¿Cómo se generó un imaginario político peronista?". Yo cambiaría "un" por "el". Parece que afuera hace mucho frío.
el cuento que le di al chueco
En celo es la primera antología que Diego Grillo Trubba, alias El Chuecho Trubba, hizo para Mondadori. Me das miedo, Lucía, el primer cuento de la serie, que compuse con bastante brutalidad, se puede bajar íntegro del sitio de la version argentina de la Rolling Stone.
(Recomiendo la antología, que realmente está muy bien y, en especial, el cuento de Felix Bruzzone, un texto llamado al mito.)
Wednesday, July 11, 2007
David Wapner, una entrevista
David Wapner es poeta, músico, escritor y artista plástico. Desde hace ya mucho tiempo vive exiliado en Israel. Hace poco publicó en la Argentina Una novela de mil páginas. Acá, respondió algunas preguntas que le hice por mail.
Terra, ¿cómo estás? Estuve sin línea telefónica, hoy emerjo. Aquí va la entrevista, fijate, decime qué te parece. Van dos fotos, una de mi actuación últina en Zaragoza, la otra (del fotógrafo italiano Andrea Pandini), leyendo en la presentación de Una novela de mil páginas, en el Bucowski Bar de Madrid. Un abrazo, recibí la invitación de la presentación de tu libro, lo espero, otro abrazo, David.
¿En qué año te mudaste a Israel? ¿Cuál fue el motivo? ¿Qué pasaba en la política argentina en ese momento?
Un antivizcachismo acérrimo, "nunca te hagás amigo del juez, aunque te vaya para el culo", signó mi conducta desde que recuerdo; conozco el precio del sometimiento a este principio, y no me quejo. Pero me quejo: las cosas me habrían sido más fáciles, el correr la coneja tantos años va dejando marcas. Ana (mi esposa, la artista Ana Camusso) es, en eso, bastante parecida a mí, y fue así que hace diez años nos sentimos muy cansados y decidimos irnos al único país posible para nosotros: pasajes pagos, subsidios durante un tiempo importante, ciudadanía automática. Llegamos a Israel el 30 de abril. Fuimos, en ese momento, adelantados, vanguardia a nuestro pesar, de la desbandada argentina de víctimas del menemismo.
La diferencia con los que vinieron después es que nosotros no habíamos perdido el dinero de nuestra cuenta bancaria, ni propiedades, ni quebrado en el comercio, nosotros no teníamos nadad de nada, salvo libros, carpetas, e instrumentos de trabajo. Trabajo, lo único que había eran los cuentos que yo publicaba en Anteojito; cuando cobraba, pagábamos los alquileres atrasados, el gas, la luz, teléfono, la obra social, y no quedaba para comer. Hicimos gráfica, cerámica, dimos clases particulares, todo efímero, sin resultado económico. En 1995, creo, Página/12 tiró 30.000 ejemplares de mi novela "La Noche", pero yo de eso no vi un centavo, un par de años antes yo había vendido por chirolas mis derechos a Libros del Quirquincho. Eran los años de Menem, Cavallo, María Julia, toda esa basura. Yo sufro de un problema de salud crónico, dependo de medicación, y no quedó otra alternativa que irnos, Ana, Chiflón (que se fue hace un año, ya) y yo, cuando finalizaba marzo de 1998.
¿Cómo fue tu inserción en ese país?
Siempre atada con alambre, siempre comenzando de cero. Miles de chicos pasaron por nuestros talleres de escultura para niños, basados en una técnica sui generis relacionada con el papel maché, pero más directa: papel de diario y plasticola. También, ramas de árbol y telgopor. Los israelíes se volvieron locos con nosotros y nuestro invento, y durante los tres o cuatro primeros años creíamos, con fundamento, que nos iría muy bien en el nuevo país. Pero, no, siempre estábamos en el mismo punto, y llegábamos al mismo techo, y regresábamos al suelo para volverá a emprender la de Sisifo, nuestro esfuerzo servía sólo para engrosar el currículum de los otros.
No puedo hablar de inserción, porque el estado de Israel le tiene reservado al inmigrante judío (el olé, el que asciende a la tierra prometida) otro proyecto, otro concepto: la absorción. El "absorbido" es funcional a un statu quo según el cual, el inmigrante debe cumplir un rol subsidiario y hacer todos los trabajos que los nativos, los sabrás, no quieren hacer. Según este punto de vista, el inmigrante no compite y nunca levanta cabeza. En un curso de hebreo que tomé hace ya varios años, conocí a una doctora en física rusa, que, cuando existía la URSS, trabajo para la industria aerospacial, y ahora limpiaba casas. Miles de casos como esos; por supuesto, hay excepciones notorias, muchas de las cuales, hacen gala de un vizcachismo militante. Nosotros no encajamos en ninguno de estos modelos, ¡queríamos llegar con la fuerza de nuestro talento! Ahora, que estamos desesperados, no podemos creer lo ilusos que fuimos.
¿Qué pasa allá ahora que Sharón no está en el gobierno?
Todo lo que pasa en la política israelí ahora ya estaba pensado por Sharón: desmoronamiento de la Autoridad Palestina, precedida por el ascenso al poder del movimiento islámico integrista Hamos y derrota total del movimiento laico Fatal, desmadre y guerra civil entre palestinos, potenciación del sentimiento de inseguridad en la ciudadanía israelí. Creación de caos, y estímulo a las condiciones que lo crean, como "teatro de operaciones" para gobernar. Aprovechamiento de las fallas garrafales de la estrategia espejo de los palestinos, esto es, extremar las condiciones objetivas para lograr la toma del poder, o, traducido al pensamiento palestino y pan islámico, "expulsar al enemigo sionista de las tierras que pertenecen al pueblo árabe".
Sharón sabía que esta estrategia suicida iría a llevar a los palestinos a su destrucción, y por eso los dejó hacer, y más de una vez les abrió las puertas de casa, aún a costa del sacrificio de centenares de sus propios gobernados. Guerra, terror, inseguridad, las claves para liquidar lo que sobrevivía del estado de bienestar e implantar el neoliberalismo. Lo que no sabía Sharón, que era un estratega militar, era que iría a caer en coma, y que su sucesión sería asumida por una caterva menemista en traducción israelí, compuesta por mafiosos, ladrones, estafadores, criminales. violadores, delincuentes de toda calaña y ralea, y, de yapa, torpes e ineptos.
¿Cómo afecta tu proceso creativo este exilio?
Hace tanto tiempo que estoy aquí, nueve años y medio, y escribí tanto durante este lapso de tiempo, que no puedo precisarte qué aspecto especifico de mi proceso creativo se vio afectado. Y más, siendo yo un escritor para el cual el entorno no es un factor esencial. Es verdad, al principio sentí un cimbronazo, el lugar al cuál había llegado (una ciudad en medio del desierto) era tan diferente a lo que conocía, Buenos Aires, Montevideo, el aire era tan caliente —quemaba—, y el idioma, que no sólo era el local, sino, en paridad con el hebreo, el ruso.
En el laboratorio de idioma, el "ulpán", eran todos rusoparlantes, salvo dos argentinos, Ana, yo, y Ferenc Brandl, un coreógrafo eslovaco-húngaro, que fue nuestro mejor amigo. En medio de la clase, Feri estudiaba y tarareaba partituras, apuntaba ideas, dibujaba pautas de coreografías que iba imaginando. Eran trabajos, encargos, según me enteré poco más tarde (cuando supimos decirnos algo más que "¿café?"), que debía entregar a compañías de danza de Bratislava y Budapest. El desplazamiento físico no había quebrado, en apariencia, la continuidad de su trabajo. Yo también había traído conmigo "tareas", de la Argentina, pendientes para Anteojito, pruebas de un libro (Interland) para corregir, y me agarré de estos como enlace entre dos mundos. En forma paralela, escribí una serie de poemas que, aún hoy, los leo y digo, jamás los voy mostrar. El estudio del hebreo -parecíamos un jardín de infantes-, las invencionescon Ana, la correspondencia con Ezequiel Alemian y Sebastián Bianchi, y la puesta en marcha del Correo Extremaficción, fueron los motores de mi nueva etapa en Medio Oriente. Aquí, no sólo escribí mucho —y publiqué allá—., sino que hice cosas nuevas, como los cortos de animación con Ana, por ejemplo. Y tuve una nueva aproximación a la música, que a su vez influyó en lo que escribí. Esto se dio acá, no se qué hubiera sucedido allá, de haberme quedado.
¿Cómo fue la escritura de Una novela de mil páginas?
¿Qué te puedo decir? La escribí todos los días, durante más de un año, lapso durante el cual también trabajé en otros textos. Depende de las condiciones que me imponía cada página, cada una de las mil, escribía una, dos, tres, cinco, algunas veces más, por jornada. Cada página de ficción me exigía tanto como una "de veras", o más; cada una tenía la concentración de un poema en prosa. Cada milésima del libro en progreso retenía un fragmento de un suceso mayor, cuyas ramificaciones hacia el pasado o el futuro me eran invisibles. Pero podía entender que el producto de mi extracción, aunque azaroso, era significativo y valía el esfuerzo de comenzar una y otra vez, hasta llegar a mil. Me sentaba a escribir siempre tarde, a las 11 de la noche, o después, pero muchas veces me convenzo que "Una novela de mil páginas" se escribió a las 21. No se por qué, pero a veces estoy seguro. Y se que no fue así.
¿Cómo es la situación de publicar en Argentina y vivir en Israel?
No me puedo quejar, desde que me fui publiqué un promedio de un libro por año, en su mayoría para chicos; a veces tengo la sensación de que me va mejor estando afuera que adentro. Pero hay un desdoblamiento, nunca se con exactitud qué está pasando del otro lado, en la parte del planeta en donde publico, y eso, aunque me escriban, y me cuenten cómo avanza (a veces, retrocede), el proceso de edición, circulación, o lectura de mis libros (comentarios, reseñas); aunque me entere por la internet, o por los recortes que me mandan editores, amigos o familiares. Aunque reciba los ejemplares impresos que me corresponden, los cuales guardo en un estante de mi biblioteca (o en un bolso que fue de mi vieja), y que aquí no han de circular, aunque reparta algunos: se me escapa algo, que queda en la Argentina, y nadie me sabe contar.
Tus crónicas de la guerra fueron muy leídas en Buenos Aires. ¿Cuál es lasituación en este momento?
A este gobierno le queda poco tiempo, menos de un año, la oposición lo va a voltear en marzo, como máximo. Entre tanto, ante la incapacidad de resolver los problemas reales, con los palestinos y con los propios israelíes, están tanteando varios posibles frentes de guerra. A Siria le tienen ganas, pero, como al gobierno de Bush, el único que podría apoyar a Israel en esta aventura, le queda menos tiempo aún, es difícil que se de, aunque, del mismo modo, Olmert y los suyos es capaz de mandarse una estupidez semejante. Luego está Irán; Israel es el principal impulsor de un ataque a la central atómica iraní, y aquí también, el tiempo le juega en contra, porque Bush tiene menos tiempo aún. Por último, el Líbano, la Hizballah. La última guerra tuvo como resultado el descabezamiento de la cúpula militar, y el descrédito total de la clase política que la alentó, casi por unanimidad. Técnicamente, fue una derrota, y se quedaron con ganas de revancha. Y como aquí no existe una oposición verdadera, y la opinión pública continúa entre inerte y confundida, como el único sector que tiene capacidad de movilización y convicción ideológica es la derecha nacionalista religiosa, como la izquierda no existe, nadie se opondría seriamente a una segunda vuelta, a una tercera guerra del Líbano. No creo que este gobierno esté en capacidad para afrontarla, pero como recurso de emergencia, la posibilidad existe.
¿Cómo sigue tu año de trabajo?
Ahora, lo primero, es operarme de la cadera; llevo prótesis, reemplazo completo, desde hace 20 años (15 y medio la actual), y me la disloqué mientras ensayaba para mi último viaje a España, que realicé sin autorización de los médicos. Tras el postoperatorio, que es largo, espero estar a punto para viajar de nuevo, estoy invitado a un festival en Huesca, Aragón; pagan todo, pagan bien, tengo que ir. Pensando en eso, tengo que terminar nuevas canciones, sacudir viejas, agitar las "Canciones para perros". En el último viaje se habló de grabar un disco; mientras tanto, pienso sacar un CD de edición limitada con material que grabé en vivo, en Zaragoza. Estos serían mis primeros álbumes con mi música, el master del disco de Gutural, que grabamos en los 80, se perdió en algún lugar de Brasil, donde iba a ser mezclado por un supuesto ingeniero de sonido de Egberto Gismonti. Tengo que revisar dos libros, uno de raros poemas para niños, "Pitos y creyendas", y vérmelas con material que, cada tanto, subo a Mardagobio Globo. Hasta fin de año, saldrán dos libros más, en una editorial cordobesa, Comunicarte, "Pajarraigos" y la novela Icaro, para mí, muy, importante. En noviembre, participaremos con Ana, y nuestros cortos, en una muestra colectiva, aquí, en Bat-Yam. Entre tanto, con tanto trabajo, no se de qué voy a vivir, el trabajo aquí está muy podrido, salvo los ajedreces que hacemos con Ana para nuestro único cliente, no haya nada. Ah, y me tengo que preparar para cumplir cincuenta.
lectura
En Nacion Apache se puede leer lo que María Moreno escribió para la presentación de La Virgen del Cerro.
Tuesday, July 10, 2007
el macho sensible
Titulada con síntesis Cuentos, acaba de aparecer una nueva antología de los relatos de Ernest Hemingway. Aunque hay algunas notas al pie que fijan el nombre de una localidad o explican una alusión dudosa, no se trata de una edición crítica. La evocación de Gabriel García Márquez que abre el volumen, amable, sentida y bien escrita, fue publicada por primera vez en julio del 81. La correcta traducción de Damián Alou, donde podría haber algunas variaciones de interés, no depara sorpresa. Poco de novedad hay, entonces, en este libro.
Y, sin embargo, la fotografía del maduro Hemingway, posando con una pieza de caza sobre la mesa de su cocina de Ketchum, Idaho, es una invitación que suena personal y prometedora a la vez. La seriedad de la pose, el aplomo de la mirada, el gesto impasible lo dicen todo. Casi se puede escuchar su voz hablándole a los lectores: “Acá están mis cuentos, algunos de ellos al menos. Los escribí dando lo mejor de mí y esta tarde voy a estar tomando algo en casa. Si encontrás alguno que te resulte interesante o que toque tu historia personal, podés venir a felicitarme, y si no te gustan, mala suerte, tampoco es que me voy a preocupar tanto…”.
Los cuernos del toro. Por lo general, la fuente de la prosa breve de Hemingway desde donde se desgajan todo tipo de antologías y compedios –con títulos tan disímiles e inventados como Las historias de Nick Adams– es un libro ya mítico titulado La quinta columna y los 49 primero cuentos. Publicado por primera vez en 1938, cuando el escritor estaba pisando los cuarenta años de edad, este libro aloja en su interior en forma completa La breve vida feliz de Francis Macomber y buena parte o la totalidad de, entre otros, En nuestro tiempo, de 1925, Hombres sin mujeres de 1927 y El que gana no se lleva nada, de 1933. Al mismo, esta nueva edición, representativa al máximo de la fenomenal conciencia técnica de su autor, está muy lejos de ser completa. La quinta columna fue, por su parte, la única obra de teatro que Hemingway escribió.
"El empresario murió mientras seleccionaba al elenco y su sucesor se vio envuelto en dificultades financieras" explica en el prólogo. La obra, escrita durante la estadía de Hemingway en el ejército republicano español, se representó finalmente en Nueva York en 1940. La columna del título hace referencia a los antifacistas madrileños. Según el escritor, los republicanos "tenían cuatro columnas que avanzaban sobre Madrid y una Quinta Columna de simpatizantes dentro de la ciudad, para atacar, a sus defensores desde la retaguardia". La obra es una parte oscura de Hemingway y, a la cabeza estos cuentos, ocupa poco el lugar de convidado de piedra. Los editores menos respetuosos del autor que de una idea de unidad, esta vez, la dejaron afuera. No es una pérdida lamentable.
¿Hay algo que intimida en Hemingway? En los escritores, la necesidad de medirse con él no es tan fuerte como la de relativizarlo. Nadie lo reivindica en bloque. Por otra parte, siempre esta el tema del coraje. Si era adquirido, si era falso, si era provocado. ¿Vale la pena volver sobre eso? Antes del feminismo, antes de que los hombres se volvieran metrosexuales, antes del grito desgarrado y obsceno de Chuck Palahniuk pidiendo fricción en El club de la pelea, en un universo donde los hombres dudaban poco y sabían muy bien lo que les gustaba y lo que no les gustaba, Hemingay ya era criticado por su bravuconería.
¿Es esa confianza extrema en sí mismo la llave del enigma? De los que todavía hoy lo critican hablando de pasos inseguros y arbitraria crueldad, ninguno pescó nunca un pez espada, ninguno se subió a un ring ni peleó una guerra y si lo hicieron, ¿cuántas veces ganaron el premio Nobel? Por supuesto, no es necesario convertirse en el autor para criticar su obra. Pero, finalmente, ¿qué es lo que genera la crispación? ¿Hipertrofia del personaje, hinchazón del mito, un cruel manto que lo cubre todo con la sorna de la desconfianza? La advertencia que Enrique le hace a Paco, mozo y aspirante a torero, en La capital del mundo, suele ser aplicable a sus detractores: “Piensas en el toro, pero no piensas en los cuernos”.
Todo o nada. La obra de Hemingway plantea un todo o nada. Y todo es, una vez más, sus páginas, los tics de sus personajes, su idea del valor y sus códigos de self made man. Muchos escritores y críticos se pasean por las obras ajenas como por un bazar, comprando una taza, rompiendo sin querer un plato. Lo que los fastidia de Hemingway es que está parado en la puerta de su obra, mirándolos a la cara con ojos de partisano aficionado a los toros. Pese a esto o gracias a ello, sus cuentos demuestran que ahí hay un escritor responsable, artesanal, sensible. Un narrador que puede sondear la infancia y la guerra con un personaje como Nick Adams y que entiende la vida simple de un soldado o un campesino. Pero, más allá de esta indiscutible pericia narrativa, algunas de sus ficciones desmienten su mito y lo jaquean. Muchas veces Hemingway escribe contra sí mismo, poniéndose en tela de juicio, invitándose a un análisis brutal.
¿No surgen los pensamientos del Harry moribundo en Las nieves del Kilimanjaro –“El amor es un montón de estierco. Y yo soy el gallo que se sube encima a cacarear”– de la arrebata relación de Hemingway con las mujeres? La arrogancia de Wilson, el cazador profesional de La breve vida feliz de Francis Macomber, ¿no componen un exhibicionismo casi masoquista? El tema central de El vendaval de tres días es el desencuentro amoroso y la pérdida. Cuando Nick piensa en su separación, le da el título al cuento: “No sé como ocurrió. No pude evitarlo. Fue con un vendaval de tres días, que llega de repente y se lleva todas las hojas de los árboles.” Ya no se trata de alter egos, sino de momentos donde Hemingway encuentra la forma de dejar de ser Hemingway o por lo menos, de cuestionarse su autoafirmación.
La imagen entonces no es una pose, o en todo caso, su literatura con especial énfasis sus cuentos, atraviesan y desmenuzan el gesto haciéndolo objeto de escritura. No es difícil comprobar que sus historias están llenas de hombres que chocan contra sus imposibilidades, cae y se levantan, condicionados por sus heridas, cuestionados por sus propias decisiones.
Hace algunos años en la Facultad de Filosofía y Letras, la mayoría de los alumnos subían a un tren fantasma de esteticismo francés y filósofos posmodernos. Era fácil escuchar decir a alguien en un bar que su libro preferido era la Fenomenología del espíritu. Dentro de ese territorio del saber, que muchas veces contagiaba esquizofrenia, un grupo más pequeño, cuyos integrantes no necesariamente estaban conectados entre sí, pasaba los veranos acampando en la montaña o nadando en el mar. Podían pescar, o jugar al fútbol, sentir dolor y placer de mil formas diferentes, pero lo importante era que no habían renunciado a los desafíos simples de su infancia y su adolescencia. Esos eran los que seguían leyendo a Hemingway. Y los que todavía vuelven a él porque saben que en sus páginas siempre serán bienvenidos.
Sunday, July 08, 2007
sólido
El adjetivo que más suena en el blog de Linne es "sólido". Lo usa mucho, demasiado. (Lo usa para calificar, por ejemplo, a Rivera que es un viejo enclenque que escribió algunos libros buenos, pero hace rato que ninguno de sus textos fragua.)
A mí también me gusta. Y me gusta porque me gustan las cosas sólidas. Un mesa que no se mueve, una columna, una pared, el chasis de un auto, una puerta. Un golpe. Un futbolista no necesariamente, pero un boxeador tiene que ser sólido. Y prefiero los quesos duros a los blandos o semiblandos. Creo que no lo pusieron pero cuando charlamos con Marina en El secreto yo dije varias veces que mi consigna vital más arraigada era "escribir un libro sólido como una casa". Ella dijo que prefería las grietas. No sé si llegó a usar la palabra "hilachas". Si no me gustara la palabra "sólido", mi animal preferido sería la gallareta en vez del rinoceronte.
Saturday, July 07, 2007
triunfante y gloriosa (QD)
“La locura es fácil blanco, y por su misma naturaleza la estupidez se ha prestado siempre a la sátira y la crítica. Sin embargo (y también por su propia naturaleza) ha sobrevivido a millones de impactos directos, sin que éstos la hayan perjudicado en lo más mínimo. Sobrevive, triunfante y gloriosa. Como dice Schiller, aun los dioses luchan en vano contra ella.”
Fragmento de la Historia de la estupidez humana de Paul Tabori. ¿Por qué, después de todo, no es un tema al que habría que dedicarle mayores esfuerzo gnoseológicos? Tanto insisitir con la conciencia, con el goce, con el amor, con los universales, con el absoluto... pero la rata idiota se rie mientras la matan y los que trastabillan y piden disculpas, casi siempre vuelven a trastabillar.
Fragmento de la Historia de la estupidez humana de Paul Tabori. ¿Por qué, después de todo, no es un tema al que habría que dedicarle mayores esfuerzo gnoseológicos? Tanto insisitir con la conciencia, con el goce, con el amor, con los universales, con el absoluto... pero la rata idiota se rie mientras la matan y los que trastabillan y piden disculpas, casi siempre vuelven a trastabillar.
(Como era de esperarse cité mal. El fragmento es de la introducción al libro de Tabori, que no está firmado.)
Friday, July 06, 2007
presentación y crónica
Ayer María Moreno y Leandro Zanoni presnetaron La Virgen del Cerro. En Hablando del asunto una crónica impecable del evento por Patricio Zunini.
David Lynch Rhino Version
"Los problemas sexuales de los rinocerontes de Borneo pueden provocar su extinción."
(Gracias a Leandrok por el link.)
(Gracias a Leandrok por el link.)
Thursday, July 05, 2007
miércoles a la medianoche (QD)
Sin darme cuenta, me fui armando en la cabeza una antología sobre mudanzas. Tengo textos de autores como Federico Levín, Maxi Tomas, Josefina Licitra, y alguna cosa mía que ya mostré en el blog hace un tiempo.
En el cuento que Sonia Budassi me dio para la antología de los barrios su alterego de siempre, esa chica sensible que va de la metafísica al goce mientras baja un piso por la escalera, busca departamento en la gran ciudad.
No deja de ser interesante. Es el furor de las antologías. Ahora dos gatos maullan afuera. Estoy cansado, pero tengo tres libros que me gustaría hojear este fin de semana.
Wednesday, July 04, 2007
Beatriz Sarlo, una entrevista
¿Por qué escribe en el prólogo a “Escritos sobre literatura argentina” que “nada de lo publicado antes de 1980” le parece aceptable? ¿Cuál es el quiebre que se da en esa fecha?
Aceptable para mí. Nada de lo escrito antes de 1980 tiene que ver con lo que yo soy ahora, con la crítica que se percibe como yo misma hoy. A partir de 1980, con variaciones, soy lo que soy hoy. El gran quiebre de mi vida fue la dictadura militar. Ahí mi vida colapsa. Hasta 1976, yo no hubiera pensado que me iba a convertir en crítica literaria, en ensayista, que iba a enseñar. Yo era más bien una militante política que podía hacer alguna de esas cosas pero no como una actividad central. Entonces, después de salvar la vida, vuelvo a leer algunos textos de Gramsci, de Lenin, de Althusser. Y me abro al campo de los estudios culturales. Y leo los autores que hoy son fundamentales para mí. Leo a Benjamin, a Raymond Williams. Barthes había sido una presencia desde antes. No reniego de esos textos anteriores, que queden donde están, en las publicaciones donde aparecieron. Pero no voy a hacer un movimiento deliberado de traerlos al presente. No me reconozco ahí. Por lo tanto, puedo decir que me constituyo muy tarde, alrededor de los cuarenta años. Para decirlo con un término de la tradición marxista, realizo una crítica de la conciencia filosófica anterior.
¿Se puede seguir escribiendo sobre Borges y Arlt? ¿Cuándo se agota un autor o una obra?
Que se puede seguir escribiendo sobre esos autores me resulta evidente. Si David Garrick pudo armar la bardolatría con los textos de Shakespeare en el siglo XVII y Shakespeare se sigue montando en los teatros y en los teatros de Francia se sigue montando Racine... Bueno, siempre hay una lectura posible, en el caso del teatro o en el caso de la crítica. Quizás este ensamble con esos dos polos eléctricos que son Borges y Arlt, que es un ensamble que articula mucho la crítica de Ricardo Piglia, que yo articulo en mi crítica, quizás ese ensamble de dos polos eléctricos sí tenga una fecha. En el futuro es posible que los críticos no encuentren esa articulación interesante tal y cual se planteó. El otro día estuve trabajando la idea de ciudad y revisando El inmortal de Borges. Yo dije que nunca más iba a trabajar sobre Borges, y de repente me encontré trabajando una vez más sobre él.
"Hubiera querido escribir sobre autores que están ausentes, por ejemplo, y no supe hacerlo”, escribe también en el prólogo. ¿Cuáles son esos autores? ¿Por qué no pudo escribir?
En primer lugar, lo que hay que decir es que un crítico no tiene obligación de escribir sobre toda la literatura. Como un lector no lee toda la literatura, un crítico puede elegir. No es obligatorio que toda la buena literatura le guste a todo el mundo. Sin embargo, dicho esto, a mí me hubiera gustado escribir sobre Antonio Di Benedetto. Si alguien me hubiera dicho: “Usted no enseñó esto”, yo me vería en la necesidad de pensar y de ofrecer una defensa. No me pasa lo mismo con Osvaldo Soriano. Si me dicen: “Usted no enseñó Soriano”, y bueno, no me interesa. Probablemente no le haya encontrado la vuelta a Di Benedetto. Tiene una obra extraordinaria pero no pude encontrar ese lugar, que es un lugar casi físico desde donde escribir. Uno entra al texto y se instala; después uno puede desarrollar su oficio, sus mañas. Eso no sucedió con Di Benedetto. Me hubiera gustado escribir sobre Daniel García Helder. Sé que voy a escribir sobre él. Siempre estuve al borde de escribir sobre él, sé cómo me afecta su poesía. Me habría gustado que en este libro estuviera Helder, me hubiera gustado que estuviera Arturo Carrera, Daniel Samoilovich, Diana Bellessi. Pero no es el mismo caso que Di Benedetto. Por otra parte, hay otros escritores sobre los que escribí y a los cuales no quise volver. Leopoldo Marechal, por ejemplo, dejó de interesarme.
Como crítica, ¿cuál es el texto que más trabajo le dio leer, o sea, formular una hipótesis de lectura?
Creo que Sergio Chejfec, porque significa un nuevo punto de partida. No es que sea un nuevo punto de partida sino que él establece para sí mismo un nuevo punto de partida. Es un autor que conozco desde sus primerísimos textos, textos que estaban escritos a máquina, y sin embargo tuve que pensar mucho lo que Chejfec estaba haciendo con la literatura. En primer lugar, qué me atraía de una manera tan fuerte y, segundo, que no me resulta fácil. Quizás El aire sea la novela que me resulta más sencilla de leer. El, sin duda, considera que Borges es parte de su patrimonio, pero no escribe a partir de Borges, sino que –hace poco me di cuenta– escribe a partir del Kafka que Borges hace posible leer en la literatura argentina. Es difícil, por otra parte, formular hipótesis sobre Payró, sacarlo del realismo. Arrancar a Payró del realismo y leerlo fuera de las hipótesis tradicionales fue un desafío. Una novela política de Roberto J. Payró me dio un trabajo infernal.
¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo crítico? ¿Y qué es lo que menos?
Lo que más disfruto es la colocación como lector en una fila siete de platea asegurada. La fila siete de la literatura, eso lo disfruto. Y después el momento de la escritura. En el trabajo crítico, en el trabajo del analista cultural, del periodismo. Ahí la paso bien. Lo que menos me gusta es la idea contemporánea de que el crítico no debe poner su gusto cuando escribe. Eso es un error. Las reseñas tendrían que empezar: “Esto me gustó porque...”. O al revés: “Esto no me gustó porque...”. La crítica en los medios tiene un sentido muy debilitado, quizás a causa de esa carencia. Por lo menos, en la Argentina.
Desde hace algún tiempo le vengo oyendo decir que “el género erudito” –la nomenclatura es suya– no la convence del todo. ¿A qué se refiere?
Me refiero, más que nada, a una cierta profesionalización de la relación con la literatura que es inevitable cuando una universidad ya tiene una continuidad de veinticuatro años. La gente entra en el Conicet, escribe sus artículos y sus ponencias en las revistas académicas, con o sin referato, va a los congresos, todo eso produce una homogeneización. Así como el best seller tiene una página de diálogo, un párrafo de descripción, otra página de diálogo, los papers académicos también tienen una disposición gráfica con la cita de autoridad, seguida de la argumentación, la otra cita de autoridad, etcétera. En ambos casos, la composición es marcada, es clásica. No es difícil notar el neoclasicismo del artículo académico. Por un lado, no estábamos acostumbrados a esto porque la universidad no había tenido continuidad. Pero ahora esa producción es muy grande. La universidad, entonces, tendría que redefinir su función. Las carreras de Letras del país no sólo pueden generar críticos. En realidad, lo que forman son profesores. Y esto es lo que necesitaríamos. De la gente que egresa de la Facultad de Letras el noventa por ciento tendría que ser educado para ser profesor, y apenas el diez por ciento para ser crítico. Y esto no tiene que ver con los talentos. Hoy la universidad tiende a someter a todos sus alumnos a un círculo que es el propio, el de los papers académicos.
¿No le parece que eso no genera un campo, no genera una riqueza, no genera, en última instancia, conocimiento?
En otras disciplinas puede que sí. Si uno se dedica a la demografía, por ejemplo, un investigador en cada pueblo de la provincia de Buenos Aires es útil para tener un perfil de evolución y para recolectar datos. Se puede saber qué pasó en ese pueblo, cómo está conformado, qué problemas tuvo. Pero en la literatura el tipo de acumulación del saber no se da del mismo modo.
A menudo se escuchan y se leen discusiones que incluyen la construcción “mercado literario”. ¿Qué entiende usted por esa construcción?
Bueno, para empezar, toda persona que entra a una librería y compra un libro es parte de un mercado literario. Sin embargo, cuando hoy hablamos de “mercado literario” no hablamos de esa definición general y abstracta, sino de una cierta acumulación de títulos y textos en relación con cierto tipo de textos. Hoy por lo menos hay dos mercados, o mejor, dos zonas. Por un lado, hay libros que se producen desde la editoriales para el mercado. Estos libros pertenecen a lo que yo llamo “géneros editoriales”. El gran ejemplo es la novela histórica en la década del 90. Un editor llama a un escritor o a un periodista y le dice: “La tercera amante de este prócer tuvo una vida muy interesante, muy aventurera, se puede hacer una novela”. Al mercado se va con eso. Se puede tener éxito o no. Otro género editorial es la investigación periodística ficcionalizada. Un periodista tiene una investigación y la ficcionaliza a pedido de los editores. Por ejemplo, el libro David Graiver: el banquero de los montoneros, de Juan Gasparini. El autor mismo dice que eso es un “docudrama”, por otra parte pésimamente escrito. La buena información que tiene Gasparini queda completamente disuelta en medio de una sopa seudoliteraria imposible. Creo que eso es un pacto editorial, gerenciado por un editor. Después está la literatura que está, no libre del mercado, porque eso es imposible, pero sí se hace pensando en grupos de lectura y en lectores. Esa literatura que no necesita demasiado para circular. Una novela que vende setecientos ejemplares está bien. Eventualmente puede llegar a tener el otro éxito, pero con eso ya está instalada.
Bueno, para empezar, toda persona que entra a una librería y compra un libro es parte de un mercado literario. Sin embargo, cuando hoy hablamos de “mercado literario” no hablamos de esa definición general y abstracta, sino de una cierta acumulación de títulos y textos en relación con cierto tipo de textos. Hoy por lo menos hay dos mercados, o mejor, dos zonas. Por un lado, hay libros que se producen desde la editoriales para el mercado. Estos libros pertenecen a lo que yo llamo “géneros editoriales”. El gran ejemplo es la novela histórica en la década del 90. Un editor llama a un escritor o a un periodista y le dice: “La tercera amante de este prócer tuvo una vida muy interesante, muy aventurera, se puede hacer una novela”. Al mercado se va con eso. Se puede tener éxito o no. Otro género editorial es la investigación periodística ficcionalizada. Un periodista tiene una investigación y la ficcionaliza a pedido de los editores. Por ejemplo, el libro David Graiver: el banquero de los montoneros, de Juan Gasparini. El autor mismo dice que eso es un “docudrama”, por otra parte pésimamente escrito. La buena información que tiene Gasparini queda completamente disuelta en medio de una sopa seudoliteraria imposible. Creo que eso es un pacto editorial, gerenciado por un editor. Después está la literatura que está, no libre del mercado, porque eso es imposible, pero sí se hace pensando en grupos de lectura y en lectores. Esa literatura que no necesita demasiado para circular. Una novela que vende setecientos ejemplares está bien. Eventualmente puede llegar a tener el otro éxito, pero con eso ya está instalada.
¿Por qué es tan insondable el mercado literario?
Dejando de lado el primer mercado que identificamos, quizás entonces estemos hablando de una cantidad de gente muy chica. ¿De cuánta gente estamos hablando? Si una novela puede existir vendiendo 700 ejemplares, ¿de cuánta gente estamos hablando? Dado que no son siempre los mismos 700 los que compran las novelas, estamos hablando de 40 mil, 50 mil personas. Ahí no se pueden establecer tendencias estadísticas.
Incluso ése parece un número optimista...
Sí, yo sé que una novela no exitosa hoy puede vender casi como un libro de poesía exitoso.
¿Escribiría un libro sobre el tema?
Sería interesante, si las editoriales blanquearan sus números. Ahí habría una información para trabajar. Si no es así, no. Si las editoriales blanquearan los números de circulación, sería interesante reflexionar sobre eso. Lo que es inverosímil es que vos puedas hablar de rating en televisión, y no puedas hablar de lectura de libros.
¿El crítico debe leer a escritores jóvenes?
Estadísticamente uno puede encontrar la novedad en los jóvenes, pero no es una regla inquebrantable. Hace algunos años Roberto Raschella publicó su primera novela a los sesenta años y le voló la cabeza a mucha gente. No creo en el canon, no creo que para decir que tal o cual escritor es interesante tengas que ponerte a ordenar la biblioteca argentina del siglo XX. El establecimiento de un corpus obligatorio les interesa más a las editoriales que a los críticos. Cortázar entra en el canon y yo no lo leo nunca. En el mundo no está escribiendo Natalie Sarraute, en el mundo no está escribiendo Bernhard, ni Rulfo, ni Onetti. Hay algo del siglo XX que está completamente clausurado. Pero uno no puede esperar a ese mañana, mirando atlas, por ejemplo. Hay que leer a los que están escribiendo ahora.
Usted escribió hace poco una columna muy dura sobre la Feria del Libro.
La Feria del Libro en Buenos Aires le funciona a la gente del interior, porque ellos no optan entre las librerías y las ferias. Sacando Rosario y Córdoba, las librerías son muy pocas, excepcionales. Por lo tanto, para la gente del interior la feria es importante. Hay otra cuestión que me interesa y que me resulta, por lo menos, curiosa. Y no tiene que ver con la política cultural, sino con el periodismo cultural. Se abre una feria de arte y el titular es “Maravillosa feria de arte”. Se viene la Feria del Libro; “Inigualable Feria del Libro”. ¿Por qué las noticias culturales tienen que ser invariablemente buenas? Hay pésimas noticias culturales. Cosas que salen mal. Esta especie de hiperentusiasmo me molesta mucho. Es como si el periodismo quisiera paliar las malas noticias de las páginas de política con las de cultura. Quizás algo de eso tenga que ver con mi irritación por la Feria.
Usted escribe en “Viva”. ¿Cómo es esa experiencia de tener que tener una buena idea por semana?
Trato de no ser concesiva jamás con el gusto de ese público. No hablarle nunca de la televisión. Y, por otro lado, tener cuidado con el humor. Cuando uno se dirige a un intelectual, puede ser crítico y estar al borde del sarcasmo. Ese intelectual te puede responder del mismo modo. Pero para los que leen Viva el sarcasmo, la ironía, cierto cinismo no son reconocibles. Es difícil escribir así. Pero se puede.
(La entrevista que hizo el compañero Mavrakis es muy recomenadable y quizás logré llenar algunos vacíos de ésta.)
Tuesday, July 03, 2007
la atracción de la decadencia
Esta Antología del decadentismo. Perversión, neurastenia y anarquía en Francia, 1880-1900, libro admirable en su orden y coherencia, resulta hoy una propuesta tan apasionante como compleja y esperada. Entrar en él es como atravesar un burdel para llegar a una capilla construida sobre un desagüe parisino. Los habitantes de este salón, artistas pobres y aristócratas tristemente reales –no triunfantemente dudosos–, todos lobos y corderos alternativamente, nunca resignan el placer de la conversación y las drogas.
Hay una habitación para las ciencias ocultas y la magia negra, otra desde donde espiar el patio de la Salpêtriere, famoso asilo de Charcot, y una más para leer en voz alta À Rebours, la novela-catálogo-compendio teórico del decadentismo que Joris-Karl Huysmans, masoquista cristiano del vicio, dio a conocer en 1884. Las actividades, entre la planificación y el azar, consistirían en fornicar con culpa, mirar con desdeñoso placer la descomposición de la materia viva o, como en el breve relato de Los otros ojos de Jean Richepin, escrutar las úlceras del alma.
Lector oculto. “Numerosos factores han conducido al olvido casi perfecto de la constelación de escritores que eslabonaron el paso de un siglo a otro”: la frase del prólogo de Claudio Iglesias, que suena a denuncia, no es tan cierta ni es tal denuncia. La pelea por la inclusión, en el canon académico o en el no muy diferente sistema de traducción, distribución o venta, es una pelea falsa. ¿Qué crítico no la ha practicado? Impulsada por una arrogancia casi deportiva y con el premio fantasma del triunfo político-literario, mucho mejor es una lectura productiva antes que la marquesina sospechosa de la cátedra o el galardón evanescente del periodismo. Y, por otra parte, si algunos de los decadentes se quedaron a la intemperie, tanto mejor para ellos, que no nos niegan el placer de descubrirlos. O como dijo Huysmans: “De a muchos se hace cenáculo, no es elegante”.
Por otra parte, en América el decadentismo entró como una tromba, incluso antes de que la pampa dejara de ser el granero del mundo. Fue guía en Boedo –Arlt y sus marginales, Castelnuovo y su larva–, pero también fuente primera para los periodistas-narradores moldeados en Caras y Caretas, del cual el más conspicuo por producción y calidad tal vez fue Soiza Reilly. Si el zarpazo se estiró hasta la verborrágica novelística de García Marquez –El otoño del patriarca les debe a los decadentes hasta sus calores–, el fin de siglo argentino, con negros poderosos en Ferraris y rifa de joyas, podría haber alentado un dandismo frío pero no fue lo suficientemente erudito –o francés– para rescatarlos. (Nota: el excelente minimalismo de los americanos del Norte nunca hizo rima con nuestros 90. Eso es un hecho.)
Por otra parte, en América el decadentismo entró como una tromba, incluso antes de que la pampa dejara de ser el granero del mundo. Fue guía en Boedo –Arlt y sus marginales, Castelnuovo y su larva–, pero también fuente primera para los periodistas-narradores moldeados en Caras y Caretas, del cual el más conspicuo por producción y calidad tal vez fue Soiza Reilly. Si el zarpazo se estiró hasta la verborrágica novelística de García Marquez –El otoño del patriarca les debe a los decadentes hasta sus calores–, el fin de siglo argentino, con negros poderosos en Ferraris y rifa de joyas, podría haber alentado un dandismo frío pero no fue lo suficientemente erudito –o francés– para rescatarlos. (Nota: el excelente minimalismo de los americanos del Norte nunca hizo rima con nuestros 90. Eso es un hecho.)
Antología del decadentismo, entonces, contiene piezas breves de Remy de Gourmont, erudito bizarro, Jules Barbey D’Aurevilly, reivindicador de un catolicismo excéntrico, Auguste Villiers de L’Isle-Adam y el cándido Marcel Schwob, entre otros. Jean Lorrain, homosexual exhibicionista y toxicómano, en Un crimen perfecto. Relato de un bebedor de éter, logra páginas al mismo tiempo cristalinas y profundamente enigmáticas, cuando dos viajantes incursionan en el asesinato disfrazados para el carnaval. Más allá, Octave Mirbeau reescribe a Poe en El asesino de la rue Montaigne y Jean Richepin anticipa El Aleph en Hombre-peste, donde un pintor y un curioso se emborrachan y en vez de recorrer el mundo en un instante admiran sólo los arruinados estamentos básicos de la India.
El gran Charles. Los decadentes fueron cultores de una prosa al servicio de la descripción, la anécdota truculenta y la teoría estética, esta última para fundamentar muchas veces aquello que no tiene fundamentos. Fértiles en metáforas de la descomposición, miserabilistas con humor que prefieren trabajar sobre individuos antes que sobre paisajes, pero que no dudan en sumar lo social si la puerta de la inspiración se abre, sus libros signaron el crepúsculo fabril de un siglo de talentos literarios.
El gran Charles. Los decadentes fueron cultores de una prosa al servicio de la descripción, la anécdota truculenta y la teoría estética, esta última para fundamentar muchas veces aquello que no tiene fundamentos. Fértiles en metáforas de la descomposición, miserabilistas con humor que prefieren trabajar sobre individuos antes que sobre paisajes, pero que no dudan en sumar lo social si la puerta de la inspiración se abre, sus libros signaron el crepúsculo fabril de un siglo de talentos literarios.
Y sí, al final, todos los caminos llevan a Baudelaire –mucho más que al divino Marqués, que después de todo no puede conjurar su racionalismo. Iglesias lo dice de manera insuperable: “El sol agonizante de Baudelaire, de cuya blancura surge un colorido ocaso, se declina así en diferentes redes temáticas cuya indagación corresponde a las secciones de nuestra antología que, más que clasificar los textos, opera como incisiones quirúrgicas en una materia sumergida”. Una última palabra para Claudio Iglesias. Como traductor es impecable: sus intervenciones prologando cada parte del libro son necesarias para legos y agradecidas por iniciados.
La decisión de terminar el libro con una serie de breves biografías de cada autor lo muestra también hábil para la narración crítica. En español, nadie puede arrebatarle la autoría de esta antología. Sutil decadente él mismo, cuenta y conjura la historia llena de “conversiones, arrepentimientos, fracasos o finales espantosos” de sus antologados y entrega un recorrido feliz, muchas veces indispensable y siempre placentero para el lector inconformista.
La decisión de terminar el libro con una serie de breves biografías de cada autor lo muestra también hábil para la narración crítica. En español, nadie puede arrebatarle la autoría de esta antología. Sutil decadente él mismo, cuenta y conjura la historia llena de “conversiones, arrepentimientos, fracasos o finales espantosos” de sus antologados y entrega un recorrido feliz, muchas veces indispensable y siempre placentero para el lector inconformista.
Narradores nacidos en la década del 70: segunda lista
Volviendo a tener perfectamente claro que esta generación todavía tiene todo por escribir, acá tiro otras puntas desordenadas y ligadas exclusivamente a mis preferencias personales. (Si no les gusta la palabra “generación” en la frase anterior lean en su lugar la palabra “tenaza” o “sacacorchos”. Para mí es igual.)
Cosa de negros me parece indispensable. Abrió algo y contó una época, pero me quedo con El señor Maíz, más breve y preciso, que aparte incluye el primer libro de poemas de Cucurto, Zelarayán.
El excelente periodismo de Mariana Enriquez. Hay un relato autobiográfico sobre drogas que salió en La mujer de mi vida que es simplemente excelente. No recuerdo el título. Por otra parte, el artículo que publicó en Radar sobre Raúl Xeijas siempre me dio envidia por información y potencia narrativa. Es un paradigma dentro del género. (No leí ninguna de las novelas de la Enriquez. Pero llegado el momento, les pondría una ficha.)
Pensaba terminar con la crítica literaria de Olivero Coelho, siempre amable y precisa, pero finalmente me gustaría destacar un verdadero descubrimiento: “Me acuerdo del día en que me atropelló un auto”, un relato de Federico Levín publicó en El remisero absoluto. El relato no sólo es perfectamente patético y confesional sino que tiene un acabado impresionante. Cuando me hablan de “verdad literaria” pienso en ese texto. (De paso, El remisero absoluto fue una revista que vale la pena revisar.)
Como Levín nació ya entrados los años 80, reslató sin pudor el blog colectivo Fideos con manteca. Es hacia donde yo miraría si tuviera que hablar de los que todavía no llegaron a cumplir treinta.
Sunday, July 01, 2007
autoretrato en ascensor
Me había ido a Cipolletti a cubrir una nota que nadie quería. Cuando volví me rapé y mi editor -que tiene una cofianza increible en lo que hago- me dijo: "Una vez que habías empezado a tener onda, te pelás". En el ascensor del hotel de Cipoletti saqué esta foto. Era tres estrellas y quedaba sobre una calle que se llamaba Mengelle pero los lugareños lo pronuciaban "Meyelle". Hacía mucho frío. A mí eso me gusta. El hotel se llamaba simplemente "Cipolletti", lo cual me resultó adecuado.