Monday, February 28, 2005

lunes a la medianoche

Volviamos por la ruta tres para la capital cuando sentimos la necesidad de parar a comer un sandwich de jamón crudo y queso y tomar un poco de jugo de manzana en Las Flores.

Estábamos con las listas, así que tratamos de hacer cada uno "los mejores cinco condimentos". Pero nos quedamos en críticas y observaciones. Supongo que estábamos cansados por el viaje.

Yo me paro en los que uso para la salsa de tomates. Son los mejores. Los conozco como si fueran viejos amigos que siempre aparecen para darte una mano. Ají molido, pimentón, laurel en hojas, pimitenta en grano y un poco de malbec.

Celia habló del estragón y el romero.

Al romero lo conozco bien. Mi viejo hacía papas con miel al horno y les ponía algunas ramitas de romero.

El estragón, sin embargo, se me escapa y Celia se ofreciñó a hacer una carne con etsragón. Ella es particularmente entusiasta del provenzal, ajo y perejil fresco. Y el orégano dice que la cansa. A mí no habría forma. Hiervan una papa con un poco de sal. Dejénla hervir bastante, y después, manteca y orégano. Eso puede ser bueno.

A la sal, el azúcar y el aceite los consideramos elemtnos básicos, asunque en realidad son condimentos. Hacer una salsa o la mezcla de los panqueques sin un poco de sal o azucar es un crimen. Queda claro de entrada que sin ellos es muy difícil cocinar. El aceite igual.

Mientras hablábamos en la estación de servicio de la ruta, me acordé cuando en el campo carnearon un cordero y nos dieron un cuarto trasero. Con un cuchillo afilado, la fui desmontando en bifecitos que fueran fáciles y rápidos de cocinar en la parrilla. Celia me dijo que el cordero se comía con un adobo a base de menta fresca, pero esa vez con un poco de sal alcanzó. Era un carne sabrosa y suave y muy tierna.

Después también me acordé, no sé por qué, de un cocinero que conocí hace mucho. Trabajaba en un lugar muy lujoso y ganaba bien, pero estaba obsesionado con los cuchillos tramontina con mango de madera. Los compraba de decenas y los escondía en los lugares más extraños de su casa. En los cajones del baño y entre los almohadones del sillón. El tipo se había especilizado en repostería. Era todo un caso.

burocracia

Hoy tuve que ir al correo central a buscar un paquete que me llegó de San Luis. Fui caminando, entré, saqué número y me senté a esperar.

Agarré justo el 13 y el contador iba por el 80. Había que llegar hasta el cero y volver a empezar.

"El trece -pensé-, no me voy más de acá".

Esperé veinte minutos por reloj en el Hall para que me dijeran que tenía que ir a una ventanilla del segundo piso.

Mientras subía las escaleras, pensaba: "No es tan duro". Se trataba de un desafío mental, de no dejarse ganar, de pelearla en una baldosa.

Pensaba también en Kafka. Y me decía: "No es tan duro". El edificio es ideal para pensar en Kafka. Pero es un excelente edificio con espacio y corredores muy grandes y vacíos. Llegué a la ventanilla, pero no er, así que me volví a la entrada y me volvieron a indicar. Y yo: "No es tan duro, no es tan duro". Y en realidad no lo es.

Me dieron la caja y eso me puso muy feliz. Sí, el tipo me hizo esperar porque otro tipo le hablaba de qué sé yo qué vacaciones y qué sé yo qué sobre su hijo y el principio del año lectivo.
Pero me dieron la caja.

Salí del edificio y me metí en el subte. ¿Hubiera preferido Kafka el trabajo manual en una fábrica, con un torno, en una hilandería, las manos llenas de grasa o de carbón?

Lo dudo mucho.

lunes a la tarde

Así que estuvimos en el campo y la pasamos bien. La casa agunata, es un buena casa. Pero cuando llegamos, como siempre, estaba sucia. Celia se puso a barrer y abrimos una puerta y estaba llena de insectos. Salían de adentro de la madera. Eran muchísimos. Parecía una película de terror de la década del ochenta. Le pedí a Celia que se replegara y me dejara actuar.

Les vacié un tubo de aerosol completo. Se morían pero después volvían a la vida. Tuve que matarlos a todos dos veces, primero con el veneno y después con la escoba o pisándolos.

Comimos un fruta excelente mirando como bajaba el sol. Y enseguida encendimos el fuego.

El pasto había crecido mucho y no lo habían cortado. Esto nos puso ligeramente de mal humor. La naturaleza es muy agresiva cuando uno no está viendo la televisión rodeado del asfalto de la ciudad. Te vas, volvés y los cardos te tapan el sol.

Al campo viene un peón que tiene 84 años. Nació en 1920. Se piensa que sabe todo y es un inútil. Celia lo odia por eso. Su mujer también es muy vieja. Hace poco cumplieron 60 años de casados. Viven juntos pero no se soportan. Por eso el tipo sigue viniendo al campo. Si se queda en su casa, la mujer lo vuelve loco.

Cuando estoy en el campo, extraño la ciudad. Puedo hacer cosas, estar ocupado y pasarla bien, pero extraño apenas llego. Y entonces empiezo con la autoayuda: "Voy a hacer cosas buenas este año, un libro, incluso dos, y está el bebé, y hay algo de trabajo y tengo que conseguir más". Eso me levanta un poco el ánimo.

En diciembre voy a cumplir treinta. Ya no soy un niño, pero me siento bien.

nueve libros, nueve poetas

Durante el viaje estuve pensando mucho sobre los poetas y la poesía de ahora. No leyendo, sino pensando, recordando, volviendo sobre lecturas que había hecho y sobre libros que no tenía mano, pero que estaban muy presentes en mi memoria.

También estuve pesando en las listas, en su arbitrariedad y en su potencia. Así que armé una. Tómenlo como una recomendación.
El orden de los factores no altera el producto. Y sepan que es un desvarío personal, libros a los que yo vuelvo, nada más.


1. "Oda" de Fabián Casas. Libros de Tierra Firme. "No somos animales fabulosos/ somos tamagochis asustados bajo el granizo." Casas es un poeta vital y contundente que siempre te paga cuando hacés una recorrida por sus cosas. "El Spleen de Boedo" también me gustó mucho. Ediciones Vox.

2. "La raza" de Santiago Llach. Ediciones Siesta. Mickey rebautizado por la violencia constante y soterrada de los 90 cuenta una historia intensa desde una remera.

3. "La máquina de hacer paraguayitos" de Washigton Cucurto. Eloisa Cartonera. Un viaje a lo más latinomaericano de Buenos Aires. Cucurto descubre que hoy es también un poco más allá de las fronteras.

4. "Personajes hablándole a la pared" de Alejandro Rubio. Es como ir en micro a la costa, con un bolso y un libro. O tomar un taxi después de un fiesta en lo de un amigo que no te convenció del todo. El libro está lleno de esas sensaicones que te atraviesan invariablemente, "Clavados en una frase/como mariposas sobre telgopor". Su poema "Birmania", que se consigue en la web, me gustó mucho.

5."XXX" de Marina Mariasch. Ediciones Siesta. Tiene algo cotidiano y femenino, como la agresividad de la chica que te mira pero no te habla y vos la ves pensando, y eso te asusta y te comueve al mismo tiempo.

6. "Punctum" de Martín Gambarotta. Eloisa Cartonera. Un poema largo como un rio. Me hace acordar al Maldonado entubado, porque fluye subterráneo.

7. "Palitos de agua" de Cristian de Napoli. Eloisa Cartonera. Otro viaje más, esta vez a Finlandia, con formato breve, y un avance sobre el haiku que no busca la genialidad ni la iluminación sino la empatía. Es como una nevada en silencio.

8. "¿Existe el amor a los animales" de Cecilia Pavón. Un historia de amor con varias versiones. Desde la simplicidad a la complejida en dos casilleros.

9. "Me gustaría ser un animal" de Ezequiel Alemian. Poemas en prosa que esconden crónicas realistas. Salvo algunos experimentos, un libro para leer en cualquier parte.


Aunque nunca estuve en Finlandia y pocas veces le hablo a la pared, siento que todos estos libros me contienen. Me seduce y me entusiasma que tengan cosas que decir desde la poesía y las digan bien, no de forma hermética. Finalmente, creo que las historias que se cuentan en estos libros valen la pena.

Supongo que el recorrido sigue en Internet, donde lo mejor de la poesía hizo su nido ya hace algún tiempo.

Sunday, February 27, 2005

Anarquía en la cocina

En la web hay para todos los gustos.

Miren si no lo que cocinan acá.

http://www.beyondweird.com/cookbook.html

sartenes

En la casa donde pasé mi infancia, mi adolescencia y parte impòrtante de mi adultez, nunca se usaron sartenes de teflon. No sé por qué. Quizás porue a nadie se le ocurrió comprar un, quizás porque ya había de las otras y servían.

No es que las sartenes comunes fueran un horror. De hecho, si uno aprende a manejarlas, las torillas de papas no salen diferentes y pasarse al teflón es como salir al recreo.

En la facultad, mucha gente se "maldisponía" conmigo porque yo hablaba mucho en las clases. Mayormente decía estupideces y derrochaba vitalidad y entusiasmo. ¿Era insoportable? Puede ser.

Pero esos callados, silenciosos, austeros y responsables compañeros que me miraban con ojos agrestes en la facultad seguramente nunca tuvieron que cocinar con una sartén. De teflón o de las otras.

Ni un huevo frito.

Encuentro una relación innegable entre estos dos hechos.

No sé por qué.

Carne a las brasas

En el sur de la provincia de Buenos Aires, la carne es excelente. Y como el campo lo amerita, siempre usamos la parilla con leña, la mayor parte eucalipto.

El eucalipto es una madera excelente para cocinar. Es blanda y hace una buena brasa, pero hay que disponer de cantidad porque se consume rápido. El eucalipto le da a la carne un sabor picante, pero muy liviano.

Al princpio comprábamos cuadril en churasquitos. Pero es caro y se seca. A Celia le gusta, pero igual fuimos probando otros cortes, con o sin hueso.

Con hueso, el bife angosto es, creo, el mejor. Buena carne y buen hueso y tiene la suficiente grasa como para quedar jugoso y al mismo tiempo cocinarse bien. Sin hueso, la bola de lomo cortada de media pulagada también hace una excelente carne para acompañar con ensaldas o con puré.

Esta vez para la guanición, dejé en remojo unos simples potoros de manteca (cuatro pesos el paquete y se usa apenas un cuarto).

Hidratados durante un día entero, alcanzan el doble de su tamaño. Después hay que hervirlos un buen rato hasta que queden bien blandos. Cuando estuvieron así, los colé, los dejé enfriar apenas un poco y Celia los condimentó con adobo para pizza (también puede ser ají molido) y aceite.

Realmente funcionan.

Saturday, February 26, 2005

una buena cena en Tres Arroyos

Terminamos de cenar en Tres Arroyos. Comimos pastas en un lugar agradable, "Juanillo", sobre la principal. Como era temprano, había penas una o dos mesas ocupadas cuando entramos.

Celia pidió sorrentinos a la bolognesa y yo, ñoquis Gran Caruso. Tomaos agua mineral. Mi pasta estaba bien hecha y bien cocida y la salsa, aunque no era una maravilla, acompañó bien. El pan, muy justo en calidad, lo mismo que el queso. Pero haciendo un promedio, donde siempre influyen cuestiones no estrictamente gastronómicas como el ambiente y la atención, fue una excelente cena. No probé lo de Celia, pero me dijo que estaba muy bien. No hicimos poster y pedimos la cuenta. Ridículo: 20 pesos.

Si alguna vez pasan por Tres Arroyos, pregunten por "Juanillo".

También está "Manhattan", donde preparan un excelente lomito a la provenzal (puede ser de cerdo, el mozo siempre pregunta) y los precios son también como para abrazar al mozo. Aunque el local ahora es muy prolijo y agradable, el nombre quedó de cuando era una verdadera pulpería, con paja en el techo y todo. El asunto era la ironía, por supuesto. En la entrada tenía un ñandú embalsamado con un cartel colgado del cuello que decía: "Bienvenido a la Gran Manzana".

Wednesday, February 23, 2005

viaje

Y para no cortar el ritmo, ahora salimos de viaje. Supongo que algo voy a escribir desde allá, pero el reencuentro es seguro el lunes.

Tuesday, February 22, 2005

una tira especial

El tipo se llama Nicholas Gurewitch. Dibuja tiras cómicas. ¿Te parece algo limitado como género? Te estás equivocando.

Gurewitch maneja la síntesis y la elipsis de una manera asombrosa. En una banda de tres viñetas, toda la creación. Dos veces.

Sus personajes no tiene cara, pero son tan expresivos como hombres de carne y hueso.

Hace humor negro, pero también humor absurdo que a veces es tierno.

En las influencias, están desde Escher hasta Snoppy.

Esta es mi preferida.

http://www.citypaper.com/comics/story.asp?id=9294

El sitio y al autor me los recomendó Rodrigo. Gracias.

Visitenlo, vale la pena. (Hasta que no los ves todos, no parás.)

http://www.citypaper.com/archives/browse.asp?columntitle=The+Perry+Bible+Fellowship

Martes apenas un poco más tarde

Un amigo me dijo: “El mejor libro que leí en mi vida es La isla del Doctor Moreau, recién después empezamos con Dante, Shakespeare y sus amigos”. Si es una buena novela, no hay como pararla.

martes a la tarde

Y un buen día uno descubre la poesía. No solamente la poesía del neón de la calle Corrientes o a una parrillada para dos. Me refiero a la poesía escrita. Y no tiene que ser Blake o Ferlingetti o Baudelaire. También puede ser poesía de ahora.

Son etapas. Las cosas se hacen de a un poeta por vez. Pero el día llega, y leés a los que hablan de tu barrio o del barrio que está cerca de tu casa, y las cosas cambian. La poesía que le sigue el ritmo a la ciudad, que está escrita con tus palabras, no con palabras de otros. Eso es todo un descubrimiento.

Siempre hay un idiota: “Yo no leo poesía”, como si eso lo acorazara. Hay que dejarlo irse por donde vino. Todavía anda a tientas por la oscuridad, no sabe o no quiere saber. Y son los intelectuales, cuidado. Un buen mecánico o el tipo que barre la basura nunca te va a decir en la cara “la poesía no”. Eso es gente que cree saber y no sabe un carajo.

El naufragio del cocinero

Supongamos que el barco se está incendiando. El cocinero de abordo ve como revienta la caldera. Estaba pelando papas sentado en un balde dado vuelta y de repente todo es llamas. Al primera vista, un incendio en medio del mar es algo contradictorio. Pero cosas peores han pasado.

Desde la cubierta se tiran los botes salvavidas al agua. Y cuando la tripulación entera mira como se aleja el barco incendiado, todo resulta una falsa alarma, un amague, apenas un simulacro mal entendido.

Mientras empiezan a organizarse para remar y volver al barco, el cocinero piensa: "Mejor me quedo en el bote, no vaya a ser que pase de nuevo, aparte no tengo ganas de seguir limpiando la cocina".

Y así estamos. El viejo blog volvió a la vida, lo cual hace un poco tonta todo esta mudanza. Pero no quiero volver a abrir y que no haya nada. Así que nos quedamos acá.

Buen apetito.

Proceso de maceración

Escribir es como macerar una carne. Hay que tener paciencia. ¿Se puede cocinar sin paciencia? La respuesta es no.

Hay que saber esperar. Claro que eso no significa dejar que todo se queme y se prenda fuego. No es imposible hacer jugar al tiempo de nuestra parte.

Escribir una novela es como preparar una gran cena. Hay que decidir algunas opciones y después hay que seguir el proceso, a veces durante meses. Hay que aguantarse el hambre.

Hay que alquilar el salón, hacer las invitaciones, y hay que barcase que algunas cosas tengan sus desperfectos. Una lámpara que no enciende, el tipo que estaciona los autos no apareció, un mozo tiene el pelo teñido de color verde y dicen que promediando la noche siempre se emborracha.

Hay que pensar así: "Mientras la música esté fuerte y haya ganas de divertirse, esos son detalles. La comida, eso sí, tiene que estar en buenas condiciones."

Escribir siempre es lidiar con esa ansieda de querer terminar ya.

Y los blog también funcionan así.

Hay que respetar el proceso de maceración.

Irse a las apuradas

Lo que realmente lamento es que no pude cerrar como la gente el otro boliche. Si lo hubiera hecho con tiempo, habría podido colgar un cartelito que dijera: "Acá se terminó el baile, pasen por El Cocinero que ahí la seguimos".

No se pudo. Y eso implica perder algunos lectores. Resignación. Si me encontraron alguna vez, me van a poder volver a encontrar.

La pereza del cocinero

Me tenía que mudar hace tiempo. Pero me fui quedando. Un poco por pereza, otro poco por inercia. Era como si mi mujer me dijera: "Dale, dale, ¿cuándo te cambiás?" y le respondiera "Ya va, ya va...".

Pero no hubo caso. Es que en el otro blog estaba muy bien. Un día, por supuesto, las cañerías se romperion y no quedó nada.

Obelix preocupado me llamó apenas vio el desastre: "Che, ¿pero tenés back-up de todo?".
Le dije que sí, lo cual es verdad. Pero parecía desconfiado.

Bueno, este lugar me parece bien. Aunque no dejo de tener la sensación de haber pasado a una vivienda comunal. En fin, quizás se esté mejor entre el popular "blogspot" que con mi propio sitio y el nombre en mi url.

¿Tengo que explicar el nombre que elegí? Bueno, de a poco, ya nos vamos a ir acomodando.

Siempre es difícil mudarse

Bueno, como muchos seguro saben, el viejo blog dejó de funcionar. Fueron casi quince meses de servicio en los cuales pasaron muchas cosas. Hoy estrenamos acá, un barrio mucho más popular. Veremos qué pasa. Saludos y afecto para todos.

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