Monday, April 30, 2007

¿qué planes tenés para este invierno?


Saturday, April 28, 2007

This white rhino was taking a nap...


...at the Masai Mara Rhino Sanctuary.
(Yo sé quien soy. ¿Y vos? ¿Por qué estás temblando?)

Friday, April 27, 2007

Cartas al duque (ochenta)

Querido Duque,
Me gusta que haga un poco de frío en Buenos Aires.
Lo voy a extrañar. Adiós, querido duque. Hasta siempre.
Su amigo,
Terra.

Thursday, April 26, 2007

Cartas al duque (setenta y nueve)

Querido Duque.
Escuche esto: "La estupidez, el error, el pecado, la mezquindad, ocupan nuestro espíritu y trabajan nuestro cuerpo, y nosotros alimentamos nuestros amables remordimientos, como los mendigos nutren sus piojos". Usted puede decir lo que quiera sobre Baudelaire, pero esos cuatro versos, que planché y traduje aquí en tosca prosa castiza, están dando de lleno en alguna parte. Cada uno sabrá que porción de sí mismo –y cuándo y por qué– se ve afectada por esa línea.
Por lo demás, la vida encarrila y descarrila, y aunque es un reflujo necesario, uno siempre quiere que las cosas no conmocionen.
Le escribo pronto.
Terra.

Wednesday, April 25, 2007

Cartas al duque (setenta y ocho)

Querido Duque,
Una vez mi mujer me dijo: “No me gusta que escribas tanto sobre sexo”. Pero yo escribo sobre sexo y sobre amor. No sé si hay otros temas que valgan la pena, querido duque. Me gusta escribir sobre política, un poco de mito por acá, un poco de historia, sí, mucha histeria colectiva, pero también me aburre. Paul Léautaud decía que no le gustaba la gran literatura y que prefería la conversación escrita. Es así. Como monos colgados de un árbol o un cardumen de peces en el mar: ¿quién soporta un tipo que se la pasa hablando todo el tiempo de política? El blog, la papa está en el blog. Es la sartén y la olla al mismo tiempo. El blog es nuestra íntima y humilde pirámide de Keops construida un poco todos los días. Casi no hay Léautaud en la web. Se consiguen, apenas, títulos bellos. Por ejemplo, se consigna el libro de Pierre Perret, Adieu, Monsieur Léautaud; otro no menos seductor, de François Richard, que se puede traducir como El anarquismo de derecha en la literatura contemporánea. Y un tercero, de Loïc Decrauze, La aristocracia libertaria en Léautaud et Micberth. Pero para leer no hay mucho. Aforismos, algunos interesantes, con gusto a poco, a toqueteo fuera de contexto. Un único artículo, Le journal littéraire de Paul Léautaud: l'égotisme comme insoumission permanente, es la excepción. ¿Quién puede resistirse a ese título? El autor, Jesús Cuenca de la Rosa, es de San Sebastián. No leí ningún libro de Léautaud. Me los imagino chismosos, lúbricos y apasionantes. Jesús Cuenca lo cita bastante. Por ejemplo: “Yo nunca he experimentado, nisiquera en la infancia, el menor amor al próximo. Yo estoy casi cerrado a la amistad. Como escritor, siempre estuve cerrado a la ambición o a la exhbición, a la reputación y al enriquecimiento. Una sola cosa tuve en cuenta: el placer. Esa palabra representa para mí el motor de todas las acciones humanas.”
Le escribo pronto y le dejo un abrazo,
Terra.-

Más sobre Soiza Reilly

(Fragmentos que no entraron en la reseña de La ciudad de los locos y otros textos, Adriana Hidalgo.)

Caras y caretas mandaba corresponsales a las guerras europeas y era el plato central del banquete de la movilidad social. El francés era el idioma de la civilización y se leía a Anatole France y a Ruben Darío. Mientra, en laboriosas en las redacciones de olor rancio a tabaco y cera de piso, las manos de los reportes contaban los ecos de la ciudad. (Esto es un poco cursí, por eso salió.)
Comprendiendo que la objetividad solamente podía lograrse con buen ritmo y titulares truculentos...
Soiza no para de escribir. Escribe incluso permanentemente, como cuenta la anécdota de la mucama. Soiza está en su escritorio y lee en la penumbra con las persianas bajas. Afuera, en la calle, la mucama hace puerta con un pretendiente. Soiza escucha que el hombre le pregunta a la mujer de qué trabaja su patrón. “¿Trabajar? –responde ella– Pero, por favor, si se la pasa escribiendo...”. Anécdota de importante ironía porque ninguno de esos periodistas narradores, colaboradores asiduos de Caras y caretas, comprendieron mejor lo que significaba escribir para ganarse la vida.
Sí, brutal. Pero al mismo, también jugaba a la erudición. En su programa de radio, la cita de autoridad era obligada, picara y casi siempre de lector avispado.
Una de las piezas más citadas y sensuales de la tradición cultural argentina, colmo de la productividad literaria del resentimiento, como es el prólogo a Los lanzallamas de Arlt le debe todo a los prólogos de Soiza. Menos clara es la relación entre La ciudad de los locos y Los siete locos. Existe una diferencia tal como entre una fábula de Esopo y Dostoiesky. Claro que un Esopo lisérgico...
Leitmotiv recursivo: perversión de la clases altas argentinas. Pero también de las clases bajas y medias. Luego, perversión como motor social. Luego, el deseo como motor social.

Tuesday, April 24, 2007

Cartas al duque (setenta y siete)

Querido duque,
La semana pasa escribí una columna sobre la 33ª edición de la Feria del libro. No quedé del todo satisfecho. Había mucho más para decir, pero ¿quién se arriesga tentando una historia social de la Feria del Libro? Quince páginas para los conferencistas, ¡pero qué quince páginas! ¿Sueñan los astronautas rusos con el hastío? Flaubert veía la literatura como el arte total porque no conoció la televisión ni mucho menos los blogs. Hoy en el subte, un loco cantando. Cantaba para sí mismo, con agresividad. La gente lo ignoró. Ahora leo las cartas de Baudelaire a su madre. Keith Richards decía en una entrevista: “Hay una tela, se llama silencio. ¿Dónde querés hacer tu marca? ¿Un trazo por acá? Y no se olviden, no hay que cubrir toda la tela.”
No hay que cubrir toda la tela.
Un abrazo,
Terra.

debut cinematográfico



El Gran Zanoni dice que este es un "rinoceronte de Sumatra filmado en la jungla en el estado malasiode Sabah de la Isla de Borneo" y que es "la primera vez que se filma estarara especie de rinoceronte". Yo, por ahora, le creo. (Ojos de vidrio sale a pasear y queda congelado en la noche.)

Monday, April 23, 2007

¿Sueñan los astronautas rusos con el hastío?




Un tal Sammy escribió en el libro de visitas de Hipercrítico.com: "Coincido con la crítica a Terranova que hicieron antes. Debería pulir su estilo y escribir claro. Tiene que pensar que lo importantes no es lucirse escribiendo tonterías, sino hacer sus textos entendibles. Frases como "¿Sueñan los astronautas rusos con el hastío?", muestran petulancia y poco respeto por el lector." Ay, Sammy, Sammy, la próxima prometo pulir hasta que se vea tu cara reflejada en mi estilo.

La vuelta de un arrebatado

Sobre La ciudad de los locos y otros textos
de Juan José de Soiza Reilly. Adriana Hidalgo, $48.

Hace casi nueve décadas, Buenos Aires producía papel impreso para una masa de lectores voraces que o intentaban escalar la, en ese entonces, accesible pirámide social, o se regocijaban en su presente de extravíos y trabajo. En una sociedad sin televisión, el lugar de lo extremo, lo bizarro y la violencia todavía eran monopolio de la prensa gráfica y los periodistas narraban, desaforados, mezclando su oficio con una dicha digna de la Edad de Oro. Juan José de Soiza Reilly pertenece a esa tradición donde la crónica es el género base de todos los géneros y La ciudad de los locos y otros textos es la antología con el que Adriana Hidalgo viene a reparar su ausencia, imperdonable, de las librerías porteñas.
El libro contiene dos novelas –La ciudad de los locos y Las timberas–, pero también una buena cantidad de artículos de costumbres, relatos y hasta curiosas transcripciones de los programas de radio que el escritor protagonizó en los primeros años de la década del 50. En la primera parte de la novela que le da nombre al libro, Agapito Candilejas se suma a la “patota deliciosa” de Tartarín Moreira, bravo arquetipo del niño bien argentino. Lo que se narra son las “fiestas aristocráticas” donde se disparan tiros en los espejos, se desfondan sillas, rasgan tapizados, y, después de apagadas las luces, se toquetea mucamas de franco. Tartarín también es diputado, y cuando termina su período de legislación, se va a París donde sigue la farra violenta. A la vuelta se hace historiador y renuncia a la patota.
Recién en el quinto capítulo, titulado no sin razón “Empieza la novela”, termina el regodeo en el abuso de los “aristócratas porteños” y Tartarín es internado en un hospicio. Enseguida comienzan las inversiones, las máscaras y todo el repertorio de recursos pirandellianos tan presentes en el Rio de la Plata del Centenario. Los previsibles locos filósofos, la relación entre la patología y la lucidez, crueles experimentos eugenésicos y evocaciones del superhombre terminan en desastres y un Tartarín que, sádico sensual, besa, golpea y profetiza, son las partes de una trama que se va armando de forma arbitraria y desordenada.
Los pliegues del desvarío mental como tema de expresión literaria parecen intratables desde Hamlet. Pero Soiza, que se la pasaba citando a Shakespeare, intenta conjurar el lugar común reescribiendo, parodiando y deformando. A veces logra efectos interesantes, otras no tanto.En el capítulo dieciséis, después de una fuga masiva del manicomio, los locos fundan Locópolis, una ciudad utópica: “La ciudad progresaba... Los albañiles construyeron casas. Eran casas extrañas. Algunas de tres paredes. Otras sin techos. En cambio, las había de dos techos... Varias eran redondas. Cuadradas. De mil formas y de mil estilos. La mayor parte tenía puertas sólo en las azoteas.”
De la mano de la alegoría intermitente, Soiza navega con fantasmas, brujas, venganzas y la posibilidad de reflejar la sociedad en esa inversión a medias, siempre de forma incompleta y ambigua. La robusta afirmación del yo en la escritura, una economía poética del gasto y el derroche, una concepción arrebatada de libertad estética, hacen por momentos que Soiza sea el autor más desprolijo del siglo XX argentino. Su estilo incomoda hoy más que sus anacrónicos planteos morales, el gusto por escandalizar y sus grandilocuentes denuncias y quizás sea la verdadera causa de su ostracismo editorial. Al leer los prólogos a sus libros se comprende que Soiza era plenamente consciente de estos notorios desajustes y que lejos de someterlos, los refregaba y revolvía en claro acto de indisciplina que privilegia la potencia antes que todos lo demás. En el prólogo a La ciudad de los locos, fechado en abril de 1914, escribió: “Aquellos que para comprender a un personaje necesitan descripciones prolijas se horrorizarán. Los que para compenetrarse de la vida de los protagonistas novelescos han menester de la cronología, de la claridad, de la lógica y de la simetría deben encerrar este libro bajo llave.”
Soiza sabía que la lucha de clases es el motor de la historia y la Argentina que le tocó vivir tenía una formidable caja de cambios con cinco marchas y reversa. Una ansiedad y un patetismo, que si rozan el ridículo, nunca deja de ser atractivos, recorren su escritura. ¿Qué relación tendrá Soiza Reilly con los lectores del siglo XXI? Nadie puede saberlo, pero su producción escrita es candidata a eslabón perdido y pelea con traquilidad, por complejidad, calidad y volumen, los primeros puestos de la literatura moderna argentina.

Saturday, April 21, 2007

cartas al duqe (setenta y seis)

Querido duque,
Hoy, sábado, llueve mucho y tengo una ligera resaca, más bien incómoda antes que terrible, producto de un muy buen Rutini Malbec que se sirvió ayer en un ágape de artistas. Yo nunca confié en ninguna realidad estética. ¿Qué es esto? ¿Premio o castigo? Confié, sí, y confío, en la novela como género, en la narración como puente hacia el conocimiento y a veces incluso hacia la verdad. Pero la cáscara, que brilla mucho, nunca la pasé. Una lástima porque ahí están las vitaminas, el prestigio y el dinero. También quiero la escenografía, querido duque, el montaje, la fachada falsa. Colgarme de un árbol, bañarme en el río, dormir hasta tarde. ¿Cuál es la pregunta, entonces? “Hágalo usted mismo” es un slogan que dice mucho más que muchos aforismos filosóficos que juzgamos valiosísimos.
Abrazo,
Terra.-

Friday, April 20, 2007

Hágalo usted mismo (una sección del carajo)

Hoy: Sea César Aira en diez pasos.
Uno. Componga tres o cuatro novelas geniales, inteligentes y muy bien escritas, sobre las bases de un periférico del surrealismo como Raymond Roussel. Luego, olvide este esfuerzo y dedíquese a construir su mito.
Dos. En los diez años subsiguientes, redacte a la bartola tres libros breves por año y publíquelos en diferentes editoriales. Si hacia el final de la narración se cansa, ciérrelos como se le cante. A groso modo, un tercio de lo publicado va a valer la pena.
Tres. Descrea de la realidad. Ironice sobre ese concepto desde sus libros.
Cuatro. Vaya transformándose internamente en un conservador, en un hombre de centro, un tibio vanguardista de museo.
Cinco. Bajo ningún concepto de entrevistas a nivel nacional. En España sí y entonces ahí hable mal de, por ejemplo, Ernesto Sábato.
Seis. Déjese amar y detestar por la crítica académica. Influencie a todos los escritores mediocres que pueda.
Siete. Cada tanto escriba algún ensayo interesante para que la gente no piense que "ya está, ya piro del todo".
Ocho. Si lo invitan a algún país limítrofe como Brasil y le acercan un micrófono diga que "la literatura me dio todo lo que tenía para darme". Afirme que se va a dedicar a la plástica y mienta que ya no va a escribir más. Luego recorte un lorito de Billiken, péguelo en una cartulina y expóngalo en Belleza y felicidad.
Nueve. Vaya mucho al gimnasio y traduzca, cada tanto, algún best-seller para no caer en la miseria absoluta.
Diez. De siempre lugar a la ambigüedad sobre la calidad de su producción. Sépase un genio. Crea ciegamente en el poder de la literatura.

Thursday, April 19, 2007

playa y ciudad, según Fantoni




Wednesday, April 18, 2007

La otra historia del arte argentino

“Amparados en la sombra de la madrugada, un número no determinado de ladrones desvalijó el Museo Nacional de Bellas Artes alzándose con dieciséis obras pictóricas y otros siete objetos de arte. Era el 26 de diciembre de 1980 y las obras estaban valuadas en 25 millones de dólares.” Así empieza Robo y falsificación de obras de arte en la Argentina, un breve ensayo que, con el alarmante subtítulo de “un negocio ilegal floreciente”, Ricardo Ragendorfer escribió seguramente por encargo para Ediciones Letra Buena.
Desde bizarros hurtos en la época del Peronismo histórico hasta aquellos criminales que nunca lograron ser identificados, hilando hechos y situaciones en un pulcro orden cronológico, la galería de crímenes que compone Ragendorfer es sorprendente por montos, prestigios y cantidades.
Organizaciones de falsificadores desbaratadas por la Policía Federal, galerías porteñas saqueadas en una noche, precisas operaciones quirúrgicas de engaño a plena luz del día; quizás la mayor sorpresa del libro consista en corroborar que la Argentina, tan victimizada y cacareadamente periférica, es país central del tráfico de falsificaciones, con una nutrida y compleja tradición a la hora de contabilizar misterios, fraudes y algún que otro asesinato en lo que a las artes plásticas respecta.
Con evidente olfato para la anécdota policial, Ragendorfer se deja fascinar por los detalles de cada historia y pone su elegante prosa al servicio de una investigación que no se enreda y da cuenta de los espejos y espejismos de esta otra historia del arte argentino. Publicado durante el verano de 1992, comprado en saldos, Robo y falsificación de obras de arte en la Argentina es un joya simple y discreta, atractiva en su humildad, atesorada como un cuadro que, sabemos, es único y pasó por muchos dueños antes de llegar a nuestras manos.

Tuesday, April 17, 2007

cartas al duque (setenta y cinco)

Querido duque,
El fin de semana, en un galpón de Rosario, luces y música al taco para que un tipo altísimo de barba me diga, filtrado por sus vapores etílicos: “Yo vivo con una mujer eslava. Es adicta al juego. Dostoieski es un gran escritor. El juego tiene que ver con la idiosincrasia de la cultura rusa. Todo o nada, ganar o perder. Por eso la amo”. También Beatrzi Vignoli afirmando que había soñado con que Darth Vader era su tío. En el restaurante del club de pescadores pedimos boga a la parrilla y la comimos vigilados desde la pared por cabezas de pescado como trofeos: el impresionante pez chupa-chupa, cuya envergadura asusta al más pintado. ¡Cuánta humedad en Rosario, querido duque! Los mosquitos eran enormes y la costanera estaba llena de unos cascarudos asesinos de los que huimos a duras penas, más que nada porque no decidieron atacarnos. (El Gran Gogui de Rafaela me regaló un librito titulado El Rinoceronte y su cría. Un genio.) Volveremos a esas barrancas. Sí. Por todo esto que describo aquí y porque, porteños como somos, también nos gustó mucho entrar a Buenos Aires de noche por la Lugones y asombrarnos una vez más con todas esas luces.
Abrazo,
Terra.

Monday, April 16, 2007

Kurt Vonnegut, jr. (1922-2007)



En una película anodina, Nicolas Cage revive el momento en que se separó de su primera novia. “¿Quién se queda con Cuna de gato?”, pregunta alguien. En Rabia, la premonitoria novela firmada por Stephen King con el seudónimo de Richard Bachman, un estudiante secundario toma el colegio a punta de pistola y un grupo de estudiantes universitarios hablan con pasión sobre una de sus novelas. En el escenario norteamericano habitual, su nombre era una guiño fácil, tanto como pueden serlo Buster Keaton o Jesse Owen. El pasado jueves 11, Indianápolis, Indiana, y el mundo entero perdía a uno de sus hijos pródigos. Kurt Vonnegut, veterano de guerra, profesor de “escritura creativa” y verdadero patriarca inteligente de las letras norteamericanas dejaba a sus seguidores solos con sus libros. Varias veces propuesto para el Premio Nobel, deja en su paso por el mundo una obra fetiche, lugar más obligado que común y verdadera fuente de creatividad americana. En la Argentina no era parte orgánica del circuito, sus libros no llegaban o no se traducían, pero tenía muchos y fieles lectores.

El estilo hace al hombre. “Escribí para complacer sólo a una persona –aconsejaba Vonnegut–. Si abrís una ventana y le hacés el amor al mundo, por decirlo de alguna manera, tu historia se va a agarrar neumonía.” Digno heredero de Mark Twain, recurriendo siempre al artesanal trabajo del seductor, Vonnegut hacía con facilidad muchas cosas díficiles. Sus novelas proponen una prosa ligera, elástica y muy efectiva para tratar temas escabrosos o trágicos, un humor detallista y omnipresente como lubricante general, virtuosismo a la hora de componer personajes y una vuelta de tuerca sobre el realismo norteamericano de la mano de la ciencia ficción y otros géneros de consumo masivo. Su novela Slapstick, de 1976, traducida al español como Payasadas, tomaba su título y buena parte de su idea de composición de las practical jokes al estilo El gordo y el flaco. Para Vonnegut la literatura no era más que el desarrollo y las variantes de un tortazo de crema en la cara y las risas subsecuentes.
Matadero cinco, de 1969, su libro central y un resumen de su ideología narrativa, cuenta la historia del bombardeo de Dresde, funciona como una historia personal de la Segunda Guerra Mundial y enlaza las muy suculentas alucinaciones de Billy Pilgrym, un hombre que atraviesa su experiencia como soldado raso en el frente con una indiferencia completa, viaja al planeta Trafalmadore, donde es encerrado en un zoológico con una estrella de cine y ayuda al escritor Kilgore Trout, reflejo deforme del mismo Vonnegut, a repartir diarios.
Pero Matadero cinco no es excepcional; punta del iceberg, viene rodeada de una serie de novelas más o menos famosas de igual calidad. En Madre noche, de 1962, un dramaturgo se infiltra en el corazón político del Tercer Reich para después ser juzgado por los Aliados; en Dios lo bendiga, Mr. Rosewater, de 1965, Vonnegut explora la excéntrica vida de un millonario infantil; en El desayuno de los campeones, de 1973, un vendedor de autos se vuelve loco y Kilgore Trout mete las patas en aguas contaminadas viajando al encuentro de Mr. Rosewater; en Buena puntería, de 1983, una familia disfuncional, histérica y alemana, en la que nadie puede dejar de verse reflejado, asciende y desciende en el sube y baja del sueño americano; en Hocus Pocus, de 1990, ambientada en un futuro próximo, los japoneses regentean las cárceles de los Estados Unidos y un veterano de Vietnam cuenta su vida.
Todas estas novelas merecen una buena reedición en bloque, agregando sus relatos y ensayos reunidos y, por qué no, sus desconocidas obras de teatro. Desde el jueves, los editores tienen su excusa.

Adiós y buena suerte. Sobre el final de su existencia, Vonnegut se había dedicado a dibujar, envejecer, escribir artículos contra Bush y mirar el mundo con una amable sonrisa de resignación. Si el colectivo amarillo que lo lleva al cielo pasa por el purgatorio, seguramente el escritor le va a pedir al chofer que haga una parada diciendo: “Bueno, usted sabe, el hombre es un animal curioso y no puedo dejar pasar una oportunidad así”. Ojalá que en esa parada, mientras toma una cerveza y hojea algunos diarios, pueda leer esta necrológica, hacer un mueca de aprobación y sugerir que le faltó un poco de humor a un género que evidentemente lo necesita. Chau, viejo zorro. Te vamos a extrañar.

cartas al duque (setenta y cuatro)

Querido duque,
Sonia me regaló un libro. Llegó carta de Perón, rapsodia de la Resistencia 1955-1959, una antología de cartas personales que hizo Florencio Monzón, hijo del profesor Florencia Monzón. ¡Esas eran cartas, querido Duque! Por lo que puedo ver es un libro bastante híbrido: “En Llegó carta de Perón por primera vez se dan a conocer las instrucciones iniciales que el General Juan Perón enviaba a los “comandos peronistas” mediante mensajes personales desde Panamá y Venezuela en su exilio en 1955, 1956 y 1957.” ¿Leeremos este libro, mi amigo? Cuatrocientas páginas de peronismo histórico en un año eleccionario, con un conflicto gremial que ya es la hidra de las siete cabezas o el laberinto de Escher gobernado por un loco full of sound and fury, yes. ¿Cuánto podés silbar antes de empezar a dudar de la existencia del aire?
Me río solo, duque.
Abrazo,
Terra.-

Friday, April 13, 2007

Buenos Aires - París



En París, remate. En Perfil, paro de nuevo.

Thursday, April 12, 2007

algunos consejos fuera de contexto

1. Usá el tiempo de un completo desconocido de forma tal que él o ella no sientan que el tiempo fue desperdiciado.

2. Dale al lector por lo menos un personaje que él o ella puedan identificar.

3. Todos los personajes deberían desear algo, aunque más no sea un vaso de agua.

4. Cada oración debe hacer una o dos cosas, mostrar un protagonista o avanzar la acción.

5. Empezá lo más cerca posible del final.

6. Hay que ser sádico. No importa cuán dulce e inocente sea tu personaje principal, hacé que cosas horrible le pasen, para que el lector vea de qué está hecho.

7. Escribí para complacer a una sola persona. Si abrís una ventana y le hacés el amor al mundo, por decirlo de alguna manera, tu historia se va a pescar una neumonía.

8. Dale a tus lectores toda la información que sea posible tan rápido como sea posible. Al diablo con el suspenso. Los lectores deberían tener un conocimiento tan completo de qué sucede, y dónde y por qué, como para poder terminar la historia ellos mismos si las cucarachas se comen las últimas páginas.


Kurt Vonnegut. Bagombo Snuff Box: Uncollected Short Fiction.

chau, viejo cabeza de chorlito


Te vamos a extrañar.

cartas al duque (setenta y tres)

Querido Duque,
Hoy me levanté, preparé el desayuno y volví a la cama. Después de una bomba en Irak y el aniversario del fallido golpe de Estado del 2002 en Venezuela, el locutor de siempre dijo que Vonnegut había muerto. Pronunció mal el nombre, dijo que se había caído y que era un gran escritor. Todavía no hay información en Internet. Mi primer trabajo en la redacción, a fines del 2005, fue escribir la necrológica de Julián Marías. Algo breve, dos anécdotas. Ilustraron la nota con una foto rarísima. Ayer me pasé todo el día con los zapatos y las medias mojadas, viajé en subte con el paraguas goteando y la gente de mal humor. Hoy tengo que terminar una nota sobre Soiza Reilly. Ahora escucho a Fats Navarro, un disco viejo que me conozco de memoria. Lo vamos a extrañar, querido Duque, pero alivia un poco pensar que él ya debe estar en el cielo, contando chistes y sonriendo con elegancia.
Un abrazo grande,
Terra.

Tuesday, April 10, 2007

el juego de las siete diferencias





Gray Morrow, dibujante de Doc Dare y otros conocidos comics, sabía donde buscar inspiración o para el caso, a qué rendirle homenaje. Por mucho menos, en la Argentina cuelgan los pulgares a los ganadores de los premios literarios...

cartas al duque (al fin, distensión)

Querido duque,
Esta vez sí. Pedro llamó al lobo varias veces. Pero al final firmaron la paz. ¿Una paz armada? Bien. Quizás. Ni el tratado de Versalles ni el pacto de Olivos. Pero hay que seguir adelante. Se fueron cuarenta y dos días de paro. Sí. Adiós. ¿Cuál es la pregunta ahora, querido duque? O mejor, ¿cuántas preguntas quedan todavía sobre este asunto? Cerremos este expediente, pero no perdamos el número de ubicación.
No conviene dormir al sereno y dejarse la capa en casa.
Abrazo,
Terra.

Thursday, April 05, 2007

llevame lejos de aquí


"La Cometa Aparejo Marconi, es una cometa que a veces se confunde con la cometa que empleó G. Marconi para elevar una antena en su primera transmisión de radio transatlántica desde Poldhu en Cornwall, Inglaterra, a San Juan de Terranova en 1901. La cometa empleada era una Levitor."

cartas al duque (setenta y uno)

Querido duque,
¿Ayer estábamos en la postguerra? ¿O apenas el espejismo de un cese de fuego? Bueno, hoy volvimos. Ni siquiera tuvimos que hablar por teléfono. No se llegó a un arreglo. Seguimos de paro, querido duque. Y es extraordinario. ¿Cuál es la pregunta, Terranova? ¿Hay un libro de Madariaga que se llama Las jirafas sagradas? ¿O es una banda de rock? Me duele un poco la cabeza. Hace más de un mes que no hago actividad física. ¿Cuál es la pregunta? La pregunta hoy es ¿cuándo? Y la respuesta es en dos partes. ¿Cuándo voy a empezar a escribir en serio sobre este paro de mala madre? Pero también: ¿Cuándo se va a terminar? Yo quería ser un impresionista sensual, querido Duque, hacer magia con lo cotidiano, pero, como siempre en la Argentina, eso no se puede prescindiendo de la política. La historia te agarra de la cola como a un perro y te retuerce el espinazo. Y ahí vamos.
Me miro la manos y las preguntas se me escapan.
Abrazo,
Terra.

Wednesday, April 04, 2007

seguimos de paro



Así que seguimos.

Tuesday, April 03, 2007

cartas al duque (setenta)

Querido Duque,
Primero que nada hay que decir que salir de un megaparo de más de treinta días parece tan difícil como entrar. Es como si alguien te mandara una foto de hace cinco años: todo está irreconocible pero al mismo tiempo uno está ahí, sonriendo, detenido en la instantánea, con un peinado diferente, con prioridades que ya son historia. Espero que se entiende la comparación y si no, bueno, los treinta y tres días de paro están ahí. Los caminamos de punta a punta. Lo que más lamento es no haber podido llevar un buen diario de este asunto, querido Duque. No tuve la libertad necesaria o no me la di o no supe cómo hacer para generarla. Mal, mal, mal. Me deje afectar mucho. (De hecho, estoy afectado y el paro sigue ahí, por lo menos hasta mañana, creo.) ¡Qué cosa magnificas habría escrito con un poco más de autonomía! ¡Qué caricaturas de los oradores y que honor le hubiera rendido a la organización gremial! ¡Un paro de treinta y tres días que termina cuando empiezan las Pascuas! Mejor oportunidad, imposible. Y yo, sentado, siento que la desperdicié. Supongo que la literatura no es meter ideas escritas con claridad en un procesador de textos. Tampoco me parece mal chocar con las propias imposibilidades. Por lo menos, nos devuelve una sensación genuina de realidad, no la berretada de la falsa humildad.
Escribo pronto.
Abrazo, Terra.

Sunday, April 01, 2007



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