Thursday, September 28, 2006
Wednesday, September 27, 2006
Tuesday, September 26, 2006
El mejor número
En enero de 1982, todavía bajo régimen dictatorial y a meses de la Guerra de las Malvinas, salía a la venta en Buenos Aires un número especial de la revista de ciencia-ficción El Péndulo. Más allá de las reseñas, los artículos de John Sladek y las impecables traducciones de Carlos Gardini, este número se constituye, por su propio peso específico narrativo, como uno de los hitos del género en el Río de la Plata.
En el mismo libro, porque en ese momento la revista tenía lomo, se destacan, más allá de otras ficciones: 1) El manuscrito de Juan Abal de Elvio Gandolfo que, con hermosas ilustraciones de Nine, cuenta la historia de un viajero que llega a una ciudad dirigida por agresivas vacas voladoras donde los seres humanos se transforman en parásitos obesos o en violentos jugadores de fútbol cuyas pelotas están hechas de alimento balanceado.
2) El eslabón vulnerable, de Racoona Sheldon, donde los hombres de la tierra, intervenidos “desde afuera”, comienzan a matar sistemáticamente a las mujeres.
3) El muy críptico pero sugestivo Tu: coma: Marilyn Monroe de James Ballard, parte del libro señero, en ese entonces inédito, La exhibición de atrocidades.
Y 4) El plato fuerte, la novela completa de Mario Levrero El lugar. Presentada con una breve pero contundente entrevista, donde el autor aclara que no la considera ciencia-ficción, El lugar es una lección maestra de narración escalonada. (Empieza con un hombre encerrado en una habitación vacía y oscura y termina con una ciudad asolada por el caos.)
Si, como quiere la leyenda, alguna vez El Péndulo fue premiada como la mejor revista de ciencia-ficción a nivel planetario, la sexta edición de su segunda época –tapa azul con una taza voladora del impresionante Raúl Fortín– fue su cenit, su número inmejorable. Hasta hace poco se conseguía en las librerías de saldos de Corrientes por un peso.
Monday, September 25, 2006
Sunday, September 24, 2006
Friday, September 22, 2006
Hitler para principiantes
Tengo una amigo que está escribiendo un libro que se llama “Hitler para principiantes”. Es un libro por encargo y hace unos días me pidió que pasara por su casa para charlar un poco sobre el tema. Pensaba que lo podía orientar. Así que nos juntamos después de las once, porque yo tenía cierre y trabajaba hasta tarde.
— El sábado pasado acá enfrente hubo una fiesta de disfraces—me dijo cuando llegué. Hacía frío y mi amigo tiene una cafetera italiana extraordinaria, así que acepté un café. Hacer una semblanza de Hitler es mucho más difícil de lo que parece. Están los motivos éticos, por supuesto. Porque ustedes saben que Hitler llegó al poder en una Alemania arrasada por la Primer Guerra Mundial y el tratado de Versalles y la convirtió en una de las potencias industriales más importantes del mundo. Pero también hay que tomar con mucho cuidado ciertas contradicciones de origen técnico. Por ejemplo, ¿cómo se explica que el gran nacionalista alemán haya nacido en Austria? Y otra cosa, ¿cuál es la mejor traducción para la palabra “Führer”? ¿Caudillo, líder, guía?
— Caudillo no—dijo mi amigo—. Lo único que falta es que lo confundan con Facundo Quiroga.
Estuvimos revisando la bibliografía que él había reunido cuando me volvió a contar sobre la fiesta de disfraces. Enfrente había un club de barrio que se alquilaba para eventos. La fiesta de disfraces duró toda la noche y, según parece, todo el tiempo había gente disfrazada en la puerta. Mi amigo vio entrar un caballo de dos cuerpos, un Batman, un enfermera y un pirata con una pata de palo falsa. Cada tanto salían dos o tres disfrazados a fumar o a charlar un rato a la calle. Le pregunté si se había pasado toda la noche espiándolos y me dijo que sí.
— No tenía otra cosa mejor que hacer— agregó después.
Un caballo de dos cuerpos, un Batman, una enfermera, un pirata, pero ningún Hitler.
Mientras tomábamos el café le pregunté si se podía cambiar el título del libro y él me preguntó qué titulo se me ocurría. Le propuse “Hitler para masoquistas”.
— No, no creo que lo acepten— me respondió.
Estuvimos de acuerdo, eso sí, en que “Hitler para masoquistas” era un libro bastante más fácil de escribir.
— Si pudieras elegir—me preguntó—. ¿Qué libro escribirías “para principiantes”?
— Haría darwinismo social para principiantes—le dije.
— No está mal, ¿no? La otra es “Capitalismo salvaje para principiantes”.
— O “Prostitución para tímidos”.
— O “Cultos Satánicos para principiantes”.
— También puede ser “Marxismo para retrasados mentales”.
— O “Eutanasia para principiantes”.
— Ese es con manual de instrucciones.
— La otra es “Ruleta para pobres”.
— O “Ruleta rusa para sociólogos”.
— “Sexo para marxista-leninistas tardíos”.
— “Ajedrez para principiantes”.
Ahí me descolocó.
— ¿Y ese por qué?
Se había bajado el índice de un libro de Internet y me lo leyó. Decía así:
1. Aperturas
2. Galería de Campeones
3. La pasión por Ajedrez (manifiesto de Gary Kasparov)
4. Los gestos de Capablanca
5. Trucos y pistas
6. Partidas Inmortales
7. Partidas Inmorales
8. Desmontando la Siciliana
9. Ajedrez espectacular
10. El arte de la defensa
11. La estrategia del riesgo
12. Cómo derrotar a un rival superior
—“Desmontando la Siciliana” suena interesante— le señalé.
Seguimos con el café un rato más y revisamos dos o tres libros más.
— Te hago una pregunta técnica— me dijo en un momento de la noche. El club de enfrente estaba cerrado y cada tanto pasaba algún auto por la calle. Nada más.
— Dale– le dije yo.
— ¿Cuánto se puede retener de un texto leído en voz alta? ¿Un treinta por ciento? ¿Un cuarenta? ¿Un cincuenta por ciento?
— Yo creo que con toda la furia se comprende un sesenta por ciento, pero con toda la furia, y se retiene mucho menos.
— Esto quiere decir —dedujo él– que los tipos que se leen sus cuentos en los bares escriben más de la mitad al pedo.
— Y... Sí.
Se hizo un silencio, así que aproveché y le pregunté por qué no se había disfrazado y había ido a la fiesta de disfraces.
— Porque si hubiera hecho eso—me respondió— no habría podido espiar a los disfrazados.
Era una respuesta impecable. Ya en la puerta y antes de irme, cerca de las tres y media de la mañana, le pregunté qué íbamos a hacer con esa literatura que es totalmente representativa. La pregunta fue así:
— Che, ¿y qué vamos a hacer con esa literatura totalmente representativa?
— Dame un ejemplo— me respondió.
— Por ejemplo, esos relatos que empiezan: “Estaba en mi casa y sonó el teléfono. Era Víctor que quería que le contara cómo me había ido con la bailarina rusa”.
— Ah —dijo él—. Yo creo que todavía se la banca, ¿no?
Y después agregó, cuando yo ya había caminado tres o cuatro pasos en la oscuridad.
— Obvio, sin abusar.
Thursday, September 21, 2006
Wednesday, September 20, 2006
el otro subte
No era la línea A, obvio. Era la de Corrientes. Y dos pibas hablando de filosofía. Intentaban descular las "aporías" de la vanguardia. (La "aporía" es un enunciado que expresa o que contiene una inviabilidad de orden racional. Es casi los mismo que decir "contradicción" o "paradoja", pero "aporía" parece que está más de moda.)
— Es como poner "violencia" en el Google y apretar "imágenes", porque, ¿qué sale?
— Eso –dijo– la otra, ¿qué sale?
Se bajaron rápido. Y después un tipo empezó a contarle a un pibe de diez años los problemas de la vejez.
— La vejez es fácil de detectar, te duele todo, el cuerpo, los dientes.
— ¿Los dientes?
— Sí, te duelen por el frío, y también tenés incontinencia.
— ¿Y eso a qué edad te pasa?
El tipo pensó. Era pelado y usaba unos anteojos horribles.
— Y... Ya a los treinta estás jugado.
Cuando bajé en Florida necesitaba una cerveza y eran recién las dos de la tarde. Menos. Una y cuarto. A veces pasa.
— Es como poner "violencia" en el Google y apretar "imágenes", porque, ¿qué sale?
— Eso –dijo– la otra, ¿qué sale?
Se bajaron rápido. Y después un tipo empezó a contarle a un pibe de diez años los problemas de la vejez.
— La vejez es fácil de detectar, te duele todo, el cuerpo, los dientes.
— ¿Los dientes?
— Sí, te duelen por el frío, y también tenés incontinencia.
— ¿Y eso a qué edad te pasa?
El tipo pensó. Era pelado y usaba unos anteojos horribles.
— Y... Ya a los treinta estás jugado.
Cuando bajé en Florida necesitaba una cerveza y eran recién las dos de la tarde. Menos. Una y cuarto. A veces pasa.
extra
Salió el nuevo número de El Interpretador.
No hay motivos reales para no leerlo.
(Trae un viejo y querido ensayo, pero eso es lo de menos...)
No hay motivos reales para no leerlo.
(Trae un viejo y querido ensayo, pero eso es lo de menos...)
Tuesday, September 19, 2006
Sobre Tu aliento de Mellisa P.
Para empezar, la traducción mejora el título original del libro. L´odore del tuo respiro se transforma en Tu aliento para bien de todos. Después, el libro abre con una esforzada fábula donde la abeja muere envenenada, no aplastada, y enseguida pasamos a una infidelidad resuelta con los elementos narrativos justos.
La novela intenta contar la relación de Melissa con su ciclotímico novio Tomás. Pero como ella misma le dice a su madre “esto es una orgía, Mamá. Pero una orgía de sentimientos”. Así, una serie de viñetas bastante incongruentes se suceden, con alusiones veladas al sexo, la infidelidad y un largo etcétera que no es explícito pero tampoco es atractivo.
La falta completa de humor, cinismo o vital resignación hacen de la prosa de la Panarello el ejercicio dramático y bobo de una adolescente fruncida que lucha desesperadamente por ser infeliz a toda costa. ¿Qué lector soporta el plan “chica-sexy-que-sufre”?Siempre rozando los cursi, ella confiesa “estoy cansada de entregarme de a pedazos. Necesito extenderme hasta el infinito”. Luego informa: “Él era muy bello, yo era muy bella”. Las escenas domésticas y traumáticas se superponen. Y en vez de amplias descripciones de felaciones, en las que Cien cepilladas... no había sido especialmente eficaz pero con las que se había ganado cierta reputación, Tu aliento se enrarece presentando este tipo de párrafos: “Ayer le pedí a Thomas que me chupara las tetas como si estuviera chupando leche. Es un período materno, el mío. Todo eso me hace bien, me hace sentir mujer.”
En un momento el libro gira y se vislumbra al escritor contando las miserias de su éxito, lo que ya es una especie de subgénero de la autobiografía artística. Si Melissa se hubiera quedado en ese género, Tu aliento podría haber despertado más interés. Pese a todo, más prolija y menos pornográfica que Cien cepilladas..., esta segunda novela contiene pasajes que rozan cierta temperatura narrativa. “Lo primero que leímos –recuerda Melissa– fue un libro de poesías de Mao Tse-Tung comprado en una librería de viejo. Lo leímos de noche, en su habitación, con una manta que cubría nuestros cuerpos desnudos y todavía tibios.”
Algunas descripciones como la de “la señora esquelética que estaba detrás del mostrador, esa con ojos de pescado hervido” y en especial los recuerdos de infancia en las playas de Catania son llamativas por su honestidad y su frescura. Cuando va con su madre y una amiga a hacerse la manicura, Melissa escribe: “Creo que en ese cuarto del centro de estética comenzó mi recorrido sexual. Creo que exactamente allí empecé a oír hablar de hombres y hacerme más o menos una idea”.
Con poca técnica y poca sustancia, Melissa logró lo que muchos escritores codician en silencio o a los gritos, con resignación, ira o resentimiento, durante toda su vida. Desde allí debe leerse el final del libro: “Y luego agradezco a todos los que me odian, porque es gracias a ellos que yo me amo más a mí misma”. Es una verdadera lástima que esa seguridad y esa conciencia de sí no aparezcan en la narración.
Según la solapa del libro, entre las cepilladas y el aliento, Melissa tuvo tiempo para escribirle una carta al Cardenal Ruini, al cual suponemos reaccionario y desagradable, denunciando “la injerencia de la iglesia católica en la moral privada”, un gesto, a esta altura, amargamente previsible. El opúsculo se titula In nome dell´amore. ¿Es Melissa algo de todo lo que dice ser? Si tradujéramos Castigando un caballo muerto en vez de En nombre del amor, quizás algún tipo de acercamiento a alguna parte podría ser posible. Pero no.
Cuando enfrentamos a Melissa y a sus tres millones de libros vendidos en más de cuarenta idiomas, ¿tenemos el fenómeno editorial por un lado y el triunvirato fatídico del autor, el libro y el público por el otro? ¿En su intersección aparece el makenting para impregnarlo todo de un olor pegajoso a fraudulento negocio inmobiliario y sudor de vendedor de autos usados? ¿Vivimos el sueño afiebrado de editores que ya funcionan como animadores de talks-shows disfrazados, travestís de la lectura, genios empresariales, vendedores de alcancías sorpresa? La posta, eso sí, se pasa como un pan en llamas y las ventas, aunque exageradas, deciden cualquier atisbo de dudoso pudor.
Si en la actualidad la maquinaria de la novela no alcanza para imponerse por sí sola con ese éxito, la operación de marketing es hoy el verdadero arte. (Y, en principio, la palabra marketing no puede ser leída peyorativamente.) Como consecuencia y confirmación del enunciado valen estas líneas que se ocupan de este libro y no de otros, infinitamente más interesantes.
Monday, September 18, 2006
en el barrio
De la pulpería a la comuna. Presentación del libro La desplaza. Biogeografía del Parque Rivadavia de Julián D´Angiolillo, de Asunto Impreso y de un nuevo número de la revista Caballito regalado. Además, estarán presentes el señor Aquilino González Podestá de la Asociación Amigos del Tranvía y Miguel Ángel Barnes, el conde de Caballito, fundador de la peluquería y barbería "La época". La presentación se realizará el viernes 29 de septiembre a las 19.30 horas en la Librería Galerna, ubicada en Rivadavia 5108, local 207 del Caballito Shopping.
Entrada libre y gratuita.
Un as en la manga
Cuando la transgresión ya parecía imposible en un escritor de más de ochenta años cuya obra está basada en su responsabilidad civil (que en todo el mundo arroja pingües beneficios materiales y literatura más bien intrascendente), Grass confesó en un libro su participación en las Wafen-SS.
¿Lo sumaremos a la larga lista de escritores nazis, encabezada por el inspirado Céline, el insufrible Alfred Rosemberg y el poeta Hermann Claudius que escribió los versos “Por qué, manos mías/ me miráis así con ese aire de reproche”? ¿O lo correremos a la zona de los ambiguos, esos que estaban ahí y tuvieron que decidir sobre la marcha, no exentos de cierta sospechosa mística germánica, como Ernest Jünger? ¿Es para tanto?
Grass era joven y necesitaba el dinero y aunque hace poco declaró que “en el fondo estaba de acuerdo”, el paso por las SS en una Alemania devastada por la guerra es apenas relevante en su biografía.Sin embargo, ¿quién vio ese as en la manga?
El asunto recuerda mucho a una versión invertida de la novela de Kurt Vonnegut, Madre noche, donde un escritor americano, espía de los Aliados, se ve degradado y encarcelado por su colaboración con el gobierno nazi. ¿O no es una gran historia la del embajador moral que fue parte de las SS y guarda el secreto como nueces para el invierno de la vejez por más de sesenta años? ¿Qué habría pasado si hubiera confesado su adhesión de juventud antes de que le dieran el Nobel? ¿Podrá Grass seguir vendiéndose como la aburrida conciencia moral de Europa? ¿O la historia es mucho más gris de lo que pretendemos?
En su blog, Gabriel Báñez anticipó que la cultura letrada de contratapas ya anuncia una nueva polémica internacional porque Borges reconoció que “de chiquito fui mazorquero”. Nelson Rodrigues decía que hay gente que nos atropella con su dignidad. Y eso ayuda a vender libros. También ayuda a vender libros el escándalo. Pero, a fin de cuentas, todos tenemos derecho a administrar nuestro pasado nazi como mejor nos parezca.
Sunday, September 17, 2006
la elección de la Chechus
are the motherfuckers ready for the fatherfuckers?
Es tan obvio el por qué no puedo dejar de linkearla...
Es tan obvio el por qué no puedo dejar de linkearla...
Saturday, September 16, 2006
Friday, September 15, 2006
meandros del periodismo
Nunca, nunca hubiera puesto ese título, mi viejo. El mío era "tergiversación o aburrimiento". Y así y todo hay que ver lo que es escribir en los medios...
la verdadera historia del tigre de papel
Mao Tsetung
TODOS LOS REACCIONARIOSSON TIGRES DE PAPEL
De Obras Escogidas de Mao Tsetung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERASPEKIN
Primera edición 1977
Tomo V, págs. 565-66.
TODOS LOS REACCIONARIOS SON TIGRES DE PAPEL
[Parte de una intervención del camarada Mao Tsetung en la Conferencia de Representantes de Partidos Comunistas y Obreros celebrada en Moscú. 18 de noviembre de 1957]
En 1946, cuando Chiang Kai-shek inició su ofensiva contra nosotros, un buen número de camaradas nuestros y todo el pueblo se preocuparon mucho pensando si podríamos ganar la guerra. Yo, personalmente, también me preocupé. Pero teníamos una firme convicción. En ese tiempo, llegó a Yenán una periodista norteamericana llamada Anna Louise Strong. En una conversación con ella, abordé muchos temas, hablando de Chiang Kai-shek, Hitler, el Japón, los Estados Unidos, la bomba atómica, etc. Dije: Todos los reaccionarios, tenidos por fuertes, no son más que tigres de papel. La razón es que viven divorciados del pueblo. ¡Fíjense! ¿No era Hitler un tigre de papel?, ¿no fue acaso derribado?
TODOS LOS REACCIONARIOSSON TIGRES DE PAPEL
De Obras Escogidas de Mao Tsetung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERASPEKIN
Primera edición 1977
Tomo V, págs. 565-66.
TODOS LOS REACCIONARIOS SON TIGRES DE PAPEL
[Parte de una intervención del camarada Mao Tsetung en la Conferencia de Representantes de Partidos Comunistas y Obreros celebrada en Moscú. 18 de noviembre de 1957]
En 1946, cuando Chiang Kai-shek inició su ofensiva contra nosotros, un buen número de camaradas nuestros y todo el pueblo se preocuparon mucho pensando si podríamos ganar la guerra. Yo, personalmente, también me preocupé. Pero teníamos una firme convicción. En ese tiempo, llegó a Yenán una periodista norteamericana llamada Anna Louise Strong. En una conversación con ella, abordé muchos temas, hablando de Chiang Kai-shek, Hitler, el Japón, los Estados Unidos, la bomba atómica, etc. Dije: Todos los reaccionarios, tenidos por fuertes, no son más que tigres de papel. La razón es que viven divorciados del pueblo. ¡Fíjense! ¿No era Hitler un tigre de papel?, ¿no fue acaso derribado?
También dije que el zar de Rusia, el emperador de China y el imperialismo japonés habían sido todos tigres de papel. Corno ustedes saben, ellos, en su totalidad, fueron derribados. El imperialismo norteamericano no ha sido derribado aún y, además, posee la bomba atómica. Pero estoy seguro de que también será derribado, pues es igualmente un tigre de papel. Chiang Kai-shek era muy poderoso, tenía un ejército regular de más de cuatro millones de efectivos. En ese momento nosotros nos hallábamos en Yenán. ¿Cuántos habitantes tenía Yenán? Siete mil. ¿Y con cuántos afectivos contábamos? Con novecientos mil guerrilleros, que se encontraban divididos por obra de Chiang Kai-shek en decenas de bases de apoyo.
A pesar de ello, afirmamos que Chiang Kai-shek no era más que un tigre de papel y que con toda seguridad lo venceríamos. En el curso de un largo período, hemos llegado a formarnos este concepto para la lucha contra el enemigo: Estratégicamente, debemos desdeñar a todos nuestros enemigos, mientras que, tácticamente, debemos tomarlos muy en serio. Es decir, al considerar el todo, despreciar al enemigo, pero tenerlo muy en cuenta en cada una de las cuestiones concretas. Si no lo despreciamos al considerar el todo, caeremos en errores de oportunismo. Marx y Engels, no obstante ser dos personas solamente, ya en su tiempo declararon que el capitalismo sería derribado en el mundo entero.
Al enfrentar, sin embargo, las cuestiones concretas y a cada enemigo en particular, si no los tomamos muy en serio, cometeremos errores de aventurerismo. En la guerra, las batallas sólo pueden ser dadas una por una y las fuerzas enemigas, aniquiladas parte por parte. Las fábricas sólo pueden construirse una por una y los campesinos, arar la tierra parcela por parcela. Pasa lo mismo incluso con el acto de comer. Desde el punto de vista estratégico, consideramos poca cosa el consumir una comida: Estamos seguros de poder terminarla. Pero, en el proceso concreto de comer, lo hacemos bocado a bocado. No podemos engullir de un solo bocado lo ofrecido en un banquete. Esto se llama solución por partes y, en literatura militar, destruir las Fuerzas enemigas por separado.
Thursday, September 14, 2006
Soiza Reilly
(Esto fue lo que leí ayer en el Rojas)
1. Los libros
Me siento con los libros de Soiza Reilly que tengo y los miro uno por uno. Soiza ponía excelentes títulos. Pecadoras, La ciudad de los locos, La escuela de los pillos, Criminales (almas sucias de mujeres y hombres límpios), La mujer que pecó inocentemente. El alma de los perros me gusta menos pero el principio tiene una fuerza envidiable. Todos los principios de Soiza tiene esa misma fuerza. Escuchen:
“Este es un libro de rezos prohibidos. No son rezos para goces de labios. Son rezos para fruición de aquellos corazones en cuyo fondo viven, graznan y se inmortalizan los justicieros buitres del odio. El odio es la única virtud que ha inspirado este libro... Afortunadamente, la muchedumbre, con tajante ademán de guillotina, ha de excomulgarlo por inútil. ¡Afortunadamente! Ese será un buen augurio de sol... El silencio de los bosques de carne haré germinar el triunfo de este libro infecto de blasfemias... ¿Blasfemias? Sí. Blasfemias prohibidas por los muy ilustres monseñores del abecedario, que habiendo digerido leyes –leyes de gramática, de sentido común, de honestidad–, vense obligados a defecar decálogos de literatura, de geometría moral y de opiniones... ¡Sabios! Mis vértebras no aprendieron en la escuela de la vida ninguna genuflexión para esos sabios.”
2. Tatuajes
Tengo una amiga poeta que me cuenta que, cada tanto, sueña que se encuentra a Roberto Arlt en la calle. En la calle, o en un gimnasio. En la calle Arlt va caminando. En el gimnasio está haciendo pesas y ella lo mira, y él la lleva al vestuario que está vacío. Mi amiga poeta sueña que Arlt se desnuda y le muestra el cuerpo llenos de tatuajes y le dice: “Me tatuaron en la guerra”. Mi amiga le pregunta dónde, en qué parte del cuerpo. Y Arlt le muestra los brazos y la espalda.
Mi amiga me cuenta que después cambia la escenografía del sueño y están en una celda. Arlt y ella en la cárcel. Y Arlt dice “me encerraron por los tatuajes”. En la cárcel, cada tatuaje tiene el nombre de un crítico que escribió sobre él.
— Che, ¿y estos dolieron?— le pregunta ella.
— ¿Vos no tenés tatuajes?— le responde Arlt.
Y ella le dice que no.
— Siempre duelen—agrega él.
Cuando me cuenta este sueño mi amiga agrega que también sueña con Benicio del Toro. Un gimnasio, duchas con agua caliente, vapor, una celda.
— ¿Y los tatuajes?— le pregunté— ¿Cómo funcionan con Benicio del Toro?
— Él tiene un tatuaje por cada fanática, tatuajes con forma de boca abierta, de labios húmedos.
Por el contrario, Soiza Reilly tiene pocos tatuajes. Una marca acá, allá, un moretón, una cicatriz. Tatuajes sin elaborar. Un ancla. Un barco. Una serpiente. Él nunca podría aparecer en el sueño de mi amiga. Era un tipo más bien grueso, retacón, anteojos, gabán, bastón, el estilo de Joyce, pero más altivo, más teatral. En las pocas fotos que se consiguen se lo ve sonriendo, luciendo un aire de indiferente dandismo. Es la cara del resignado que dice: “La vida no es tan complicada, señor mío” y después agrega “disfrútela”.
Si me pongo a pensar, los tatuajes del sueño de mi amiga seguramente recopilan las firmas de los mejores ensayistas argentinos: David Viñas, Noe Jitrík, Jorge Rivera, Beatriz Sarlo, Ricardo Piglia, Eduardo Romano, Jaime Rest, Horacio González, Alan Pauls. Cada uno firma su tatuaje que reivindica a Roberto Arlt sobre la piel de Roberto Arlt. Oscar Massota escribió un ensayo paradigmático sobre él. Y Cesar Aira, que parecería no creer en nada, lo reverencia.
Mi sensación en este sentido es muy clara. “Listo –pienso–. Es de ellos. A Roberto Arlt hay que leerlo en silencio.” Estoy parado en uno de los pasillos de la Facultad de Filosofía y letras de Puán. Quiero ser escritor. Leo por quinta vez El Jueguete Rabioso. Me gusta. Pero, ¿cómo reinvidicar eso, reinvidicado mil veces? “Es una gran pérdida” pienso. Pero las marcas en el camino son demasiado profundas. En el sendero de la literatura argentina demasiados transitaron esas huellas, haciéndolas con cada paso más profundas, deformando recorrido. Y entonces ahí aparece Soiza, que en mucho sentidos es mejor que Arlt.
Lo leo por primera vez y muy poco tiempo después descubro que es su maestro. Soiza Reilly, maestro de Roberto Arlt. Y Soiza habilita la escritura. Se planta y patea al arco. No ataja, patea. Y hace goles de todos los ángulos y libera la narración. De golpe comprendo, en los libros de Soiza Reilly no existe la posición adelantada. Nadie ni nada queda en off-side.
3. Diario de un morfinómano
Se dice que Roberto Arlt escribió en su primera juventud un Diario de un morfinómano que se perdió publicado con el soporte de esas novelistas-folleto que Beatriz Sarlo trabaja en El imperio de los sentimientos. Ese texto perdido de Arlt, ese texto donde la influencia de Soiza se haría más patente, es el eslabón perdido de la literatura argentina. No sé porqué pero tengo la sensación de que Diario de un morfinómano es lo que intento escribir cada vez que me siento en la computadora: un falso diario de una falsa adicción cuyo destino es perderse.
Una cosa más sobre la relación entre Soiza y Arlt. En 1918, Arlt publica su primer cuento Jehová, en la Revista Popular número 26 del 24 de junio de 1918. En ese momento, la revista la dirige Juan José de Soiza Teilly.
4. Bibliografía
Ahora repaso la bibliografía que tengo sobre Soiza. Me llama la atención la desproporción. Por un lado, una pila de libros, los originales marcados por el tiempo y las fotocopias, lo que encontré de sus cuarenta y dos libros publicados y su inestimable cantidad de artículos aparecidos en diarios y revistas. Por el otro, apenas un par de muescas críticas. Cristina Ferrer en un exaltado artículo publicado en la revista La Caja lo sale a defender pero escribe mal su nombre. Escribe "Souza Reilly". Martín Prieto en su excelente Breve Historia de la Literatura Argentina lo define como “cronista” y escribe mal el nombre en el cuerpo del libro, pero aparece bien escrito en los créditos bibliográficos.
En el voluminoso, exagerado y apasionante libro de Josefina Ludmer, donde todos los escritores son criminales, los libros, manuales del crimen y la literatura argentina un permanente desafío a la ley, Soiza recibe su lectura más completa. Todo lo cual no me inhibe de preferir el gesto de María Moreno, su descendiente en la práctica, la que mejor escuchó esa música. La gente de los medios, es sabido, se entiende al toque, casi por señas. Alan Pauls dice en un artículo sobre María Moreno:
“María Moreno podría bajar del cielo de la teoría para divertirse un poco en la tierra; podría dejar a Luce Irigaray y a Hélène Cixous para embarrarse alegremente las patas chapoteando en Fray Mocho o De Soiza Reilly. Pero no. Eso sería hacer del periodismo una excepción reconfortante, un tour oxigenador, un pasatiempo popular que los ricos se conceden para variar un poco. No: el campo de Moreno es un campo de inmanencia, un solo y mismo lodazal donde todos chapotean con todos, “democráticamente”, y la retórica de los posfeminismos o la teoría queer no brilla más que los giros atorrantes que suministran las hablas, las conductas o las invenciones de “la calle”. Moreno es De Soiza Reilly (o la Djuna Barnes que entrevistaba a Joyce para la sección Sociedad de algún periodiquito de principio de siglo) y Luce Irigaray, pero no como Jeckyll y Hyde, que para hacer sus cosas se turnan, sino al mismo tiempo, interfiriéndose, saboteándose, parodiándose mutuamente.”
Dicen que Fray Mocho inventaba noticias y que por eso lo rajaron de varios diarios. El procedimiento de Soiza, como el de María Moreno, es más sutil. El autor convierte en noticia sus impresiones literarias.
5. Dos señalamientos
El Primero. Ernesto Vallhonrat me contó una vez que Soiza Reilly fue el introductor de los anteojos de sol en la Argentina. Volvió de Europa y la gente decía cuando bajó del barco: “¿Qué trae Soiza Reilly en la cara?”. Y eran anteojos de vidrios oscuros. No creo que la anécdota sea cierta. Pero es verosímil. Mientras Arlt fue hasta África. Soiza como bon vivant viajó a todas partes. La hija de Soiza me dijo una vez en un pensionado de Palermo. “Hizo plata, pero se la gastó. Vivía muy bien.”
El segundo. Soiza Reilly es el precursor argentino de la web, de la red de redes. Su pluma es internética. Todo el tiempo encontramos comas entre sujeto y predicado, anacolutos, digresiones que se abren y no vuelven, hay títulos, subtítulos, epígrafes, autocitas, fetiches berretas, personajes unidimensionales hasta el absurdo, descontrol narrativo, sensiblería cursi, crudeza, contemporaneidad, impacto, sangre. Releyéndolo pienso que la forma de escribir de Soiza, antes que a otra cosa, remite al chat y al blog.
6. Un loco en La Boca
Hace un par de años escribí un ensayo sobre Soiza Reilly y lo titulé El escritor perdido. Yo era en ese entonces intelectualmente bastante sangriento. La hipótesis central decía que Soiza se había extraviado en los meandros de la historia por la incapacidad de los lectores argentinos eruditos para ver el talento en los medios de comunicación y por fuera de las normas explícitas del bueno gusto literario. Hoy pienso que a la idiosincrasia elitista de los críticos argentinos se debe un parte de la poca difusión actual de Soiza Reilly. Pero el gran culpable de su no reedición, de su falta de las librerías, está en otro lado.
El albaceas de Soiza, el que quedó en plena posesión de los derechos de publicación de esos cuarenta y dos libros es el sobrino de su hija, la que todavía vive en un pensiona en Palermo. Dicen que este tipo vive encerrado en una casona de La Boca y espera salvarse vendiendo los derechos de la obra de tío abuelo. Cada tanto sale, viaje, por ejemplo, digamos, no sé, a Miami y los ofrece pero, por supuesto, nadie lo escucha. Dicen que tiene la rara edición israelí de Alma de los perros, con letras doradas en la tapa.
Entonces, un loco, en La Boca, sentado sobre los libros, esperando salvarse y diciéndole a todo el mundo que su abuelo era un genio. ¿Logrará que reediten al menos una novela y llorará por el adelanto que inevitablemente le resultará mísero? ¿O terminará quemando los libros y él saldrá desnudo corriendo a los gritos por la calle Montes de Oca? Es una buena historia. Digna de ser contada por Soiza.
Wednesday, September 13, 2006
"A veces sueño que pinto"
Su compulsiva pasión por filetear los objetos de la vida cotidiana, lo llevó a vivir rodeado de su arte y filetear su ataúd y el de su mujer. Acaba de editar El arte del filete, un excelente libro que repasa sus dragones, sus pájaros y lo más significativo de su obra. Retrato del artista que supo mezclar aires de surrealismo con el ambiente más tradicionalmente porteño de Buenos Aires.
Juan Terranova, especial para Perfil
“Y tenía para, por lo menos, tres libros más” dice cuando habla de El Arte del filete, el lujoso libro que Ediciones del Dragón le acaba de editar. En su casa, que también es su taller y un verdadero museo, la mayoría de los objetos están fileteados: los ventiladores de techo, la guitarra y el mate están fileteados, las puertas y las mesas, la computadora, y por supuesto, también los ataúdes más famosos de la plástica argentina. Después de aclarar que ya perdió la cuenta de cuántos cuadros hizo en su vida, a los sesenta y seis años de edad, Martiniano Arce dice que le agradece a Dios por dejarlo pintar todos los días.
¿Desde hace cuánto que Martiniano Arce es “el fileteador de Buenos Aires”?
- Desde hace mucho. Empecé a los trece años a dibujar y a pintar. Jamás cambié de oficio. Pinto todos los días y todo el día. “¿El domingo también?” me preguntan. Pero el domingo es el día más lindo para pintar porque todo está más tranquilo. Y nunca me aburro.
¿Y qué siente cuando pinta?
- Felicidad. La felicidad es personal, en mi caso está en el trabajo. Me levanto y no leo el diario. El mate sí, a la mañana, porque acompaña.
¿Cuál es su primer recuerdo del filete?
- Los carros. Yo ya pintaba y los carros me llamaban mucho la atención. A veces sueño que todavía pinto carros. Y a veces sueño que pinto mujeres. No que las retrato, sino que pinto sobre su piel.
Cuando se le pregunta de dónde surgen sus ideas, el fileteador hace una pausa.
- Empecé con los carros y los camiones. Y eso fue una escuela que me marcó mucho. Hoy agarró el pincel y lo muevo con mucha facilidad. Una vez estuve como tres meses sin pintar. Hice una gira por el Pacífico México, los Estados Unidos y Canadá. Cuando volví a agarrar el pincel, fue como si no hubieran pasado ni dos horas. El pincel me habla, me dice y yo lo sigo. Y cuando no le encuentro la vuelta a una cosa, me voy a la terraza y miro el cielo. Y ahí la inspiración vuelve. ¿Por qué será? ¿Bajará algún ángel?
Arce cuenta que los familiares que tiene en Estados Unidos lo reciben con las telas preparadas y comenta, al pasar, que los dragones se transforman cuando los pinta. “La sangre del dragón –agrega– es negra y amarilla. Los de cuatro dedos son los del pueblo, los de cinco, de los mandarines”. Cada tanto deja de hablar de su arte, para citar el Tao, a Buda y a Gardel.
¿Qué tiene que tener un filete para transformarse en un arte?
– Tiene que tener gracia. El filete tiene que ser como la ola del mar, como la mariposa. Tiene que ser mezcla de surrealismo y el ambiente porteño de Buenos Aires. Y tiene que decir, que aparecer en la vida y en la muerte. La muerte es un gran tabú. Por eso el ataúd fileteado llama tanto al atención. Me acuerdo que yo lo quería hacer y no me lo vendían. Fui hasta la casa de velorios de acá a la vuelta y no había caso. Decían que ellos vendían el servicio completo y yo no me pensaba morir todavía. Hasta que un día apreció un señor y me dijo: “Mi nombre es José Luis Arce y quería saber si somos parientes”. Y resulta que el tipo tenía una cochería y me consiguió el ataúd. Al principio, impresionaba. Pero a medida que lo fui pintando, su presencia se fue suavizando. Hoy es casi un mueble, incorporado en mi ida cotidiana.
En el prólogo a El Arte del filete que Oscar Sbarra Mitre escribió especialmente para la ocasión se describe a Arce como “el auténtico constructor, el arquitecto primordial de la cultura del filete; milagroso ser capaz de plasmar, casi litúrgicamente, el espíritu intangible de la Reina del Plata”. Mientras tanto, en el corazón de San Telmo, los pinceles silenciosos del maestro continúan su infatigable tarea.
Tuesday, September 12, 2006
mañana nos vemos con Soiza
Mañana a las siete de la tarde me reencuentro con mis viejos colegas de Tres Galgos -Celia Dosio y Martín Servelli- al rededor de la figura ultraconvocante de Juan José de Soiza Reilly. El asunto es en el Rojas y quedan todos invitados.
austria neurótica
Freddy me llama para decirme que la piba de Austria es la responsable.
- La juega de víctima pero ella lo secuestró al él.
- ¿Te parece? ¿A los diez años?
- Bueno, por los menos la situación es ambigua.
- No sé, che...
- Vamos a ver cuando saga el libro, porque la película va a ser una mierda. El tema es qué sintio cuando cogieron.
Después hablamos de Salta, de Chandon, de los tamales y de arte contemporáneo.
- A esta altura de mi vida -dijo Fredy-, el arte contemporáneo con su ingenuidad, su prestigio, sus pisos tarugados y su parsimonia es casi como ir a un spa.
- Yo creo que le hace bien esa falta de épica, esa resignación- agregué.
Le conté que en el hotel del Sheraton de Salta dije dos veces la frase: "La épica siempre es falsa, y se redime por la picaresca".
Se cagó de risa, obvio.
Cuando cortamos me recomendó Diario de un neurótico.
- La juega de víctima pero ella lo secuestró al él.
- ¿Te parece? ¿A los diez años?
- Bueno, por los menos la situación es ambigua.
- No sé, che...
- Vamos a ver cuando saga el libro, porque la película va a ser una mierda. El tema es qué sintio cuando cogieron.
Después hablamos de Salta, de Chandon, de los tamales y de arte contemporáneo.
- A esta altura de mi vida -dijo Fredy-, el arte contemporáneo con su ingenuidad, su prestigio, sus pisos tarugados y su parsimonia es casi como ir a un spa.
- Yo creo que le hace bien esa falta de épica, esa resignación- agregué.
Le conté que en el hotel del Sheraton de Salta dije dos veces la frase: "La épica siempre es falsa, y se redime por la picaresca".
Se cagó de risa, obvio.
Cuando cortamos me recomendó Diario de un neurótico.
Monday, September 11, 2006
Ojos de viajero
Sobre Viajeros al Plata (1806-1862), antología de Martín Servelli
El enunciado que dicta una literatura argentina fundada por viajeros ingleses pasó de ser una excelente y productiva idea crítica a un lugar común bastante hermético. ¿Quién leyó a estos viajeros? ¿Dónde están sus libros que tanto y tan rico engendraron?
Con introducción, selección y finas notas de Martín Servelli, Viajeros al Plata (1806-1862) es la antología que viene a paliar este evidente vacío bibliográfico. El libro reúne fragmentos, impresiones y cartas que, nutriendo el género híbrido del relato de viaje, se constituyen en un excelente muestrario de época. Éxitos editoriales de muy calculado exotismo, ayudados muchas veces por cierta imaginaría oriental, ninguno de estos viajeros escapó, por ejemplo, al desafío retórico de describir al gaucho y a los extraños animales del nuevo mundo.
El recorrido incluye así páginas de, entre otros, Alexander Gillespie, un sereno oficial de las fuerzas británicas que, en 1806, invadieron el Río de la Plata; John y William Parish Robertson, hermanos escoceses dedicados al comercio de cueros en el interior del país; Samuel Haigh, un inglés que, en 1817, presenció inéditas corridas de toros en Buenos Aires; Francis Bond Head, jinete que recorrió a caballo la Pampa de punta a punta y John Miers, que apenas desembarcado en estas costas y con la idea obsesiva de instalar una refinería de cobre en Chile cruzó la cordillera con su mujer embarazada de ocho meses.
En tensión ambigua con la civilización y demostrando una poderosa versatilidad comercial –el dinero es el motor principal de la mayoría de sus viajes–, la pluma de estos viajeros, tan nombrada como olvidada, actualmente está en el centro de la historia de la literatura argentina. De allí que Viajeros al Plata (1806-1862) sea simplemente un libro imprescindible.
Thursday, September 07, 2006
el poema de los gestos punk
Y una más sobre los títulos, el principio de este poema de Marina Mariasch.
"No me gusta el título
ya lo escuché en otro lado.
Parece el título
de una canción de Bon Jovi"
"No me gusta el título
ya lo escuché en otro lado.
Parece el título
de una canción de Bon Jovi"
Wednesday, September 06, 2006
más sobre títulos
Como ya linkié, Maxi Tomas se mandó una lista de títulos buenos. (Y quiero decir que es muy bueno titulando notas. Ojalá no lea esto así no se le suben los pajaritos a la cabeza.) Después de hacer la lista, se dirigió con aire de “¡eureka!” hacia Daniel Guebel, y a risa pelada le comunicó que su fracaso editorial se debía a que sus títulos eran malo. (Para mí exageró porque “La vida por Perón” es bastante bueno.) Mi lista dice de títulos, por su puesto, incompleta y discutible, dice así:
"Cómo escribí algunos de mis libros" de Raymond Roussel.
"Los lanzallamas" de Roberto Artl.
"La razón de mi vida" de Eva Duarte de Perón.
“Espera la primavera, Bandini” de John Fante (dicho con acento de inmigrante italiano en California: “Wait for the springtime, Badini”)
“Cae la noche tropical” de Manuel Puig.
"Campaña en el ejército grande" de Domingo Faustino Sarmiento
“El reaccionario” de Nelson Rodrigues.
“El trabajador” de Ernest Jünger.
"El afinador de pianos" de Daniel Mason (La idea es buena pero la novela es ilegible).
"El contrabajo" de Patrick Süskind.
“Doctor Hekyll y Mister Hyde” de Stevenson.
“El viejo y el mar” de Hemingway. (Quizás el mejor título de la literatura universal.)
Los epígrafes de la revolución
"Como todos aquellos que en cierto momento de su vida cambian de camino, me di vuelta a mirar lo que dejaba a mis espaldas. En aquella atmósfera borrosa de lluvia y de niebla todo parecía irreal."
Juan Domingo Perón
"Todo es irreal, menos la Revolución."
Lenin
La revolución es un concepto eterno
(Sobre Museo de la revolución de Martín Kohan)
El interesante humor de la tapa se desvanecen rápido. Una vez más, la figura del desaparecido manda. Y una vez más también la trama gira alrededor de un manuscrito. A mediados de la década del 90, Marcelo viaja a México y contacta a Norma Rossi, una exiliada que le lee, de un cuaderno Gloria, los apuntes de Ruben Tesare, un revolucionario desaparecido en 1975. En Museo de la revolución, mientras la falta de capítulos complica la lectura, la adjetivación es incómoda: los movimientos son “despaciosos”, la cofradía, “tácita”, el árbol, “dispendioso”. Al mismo tiempo, tanto Tesare como Marcelo recuerdan a un Seinfield serio. Al narrador, las corridas de toros le desagradan, la enchilada le hace arder la boca, las mujeres de mala vida lo intimidan. Es, en definitiva, un progresista que respeta la figura del desaparecido, reverencia su letra escrita como un fetiche y tiene una relación ambigua frente a la mujer que lo traición y condenó hace veinte años: no comprende por qué no la odia.
Fuera de las largas citas del manuscrito de Tesare, la teorización de resulta, así, inconducente. Dentro del manuscrito, las cosas cambian. Kohan aparece ahí como un fino lector de los ideólogos de la revolución. Lejos de “izquierda para principiantes”, es ingenioso y creativo, y las preguntas que se hace interpela los textos de Marx, Lenin y Trotsky en su punto justo: ¿Cómo se actualiza el Manifiesto Comunista? ¿Qué pasó el día después de la Revolución Rusa? ¿Por qué Lenin fechaba sus discursos con día y hora?
El manuscrito de Tesare construye la revolución como un objeto fuertemente conceptual y la hace reaccionar a diferentes estímulos, recurriendo sobre todo al factor tiempo. De allí que no haya ironía en la palabra “museo” del título, sino más bien objetividad. La ambición de cerrar con una vuelta de tuerca le juega en contra al libro y el final es maniqueo: el que escribe se pierde la experiencia.
¿En qué tradición leer esta novela? ¿Museo de la revolución encarna el último eslabón de una cadena que ya cedió hace tiempo? Queda claro que Kohan es uno de esos novelistas argentinos que, obsesionados por la década del setenta, no escriben sobre el presente y se sienten compelidos a opinar sobre la última dictadura. Su escritura, en todo caso, rinde mucho más en compañía de teóricos y de teorías que enfrentada al complejo y sensual mecanismo de la realidad.
Tuesday, September 05, 2006
títulos y mantarrayas asesinas
Acá, una lista interesante.
Más allá, hay que decirlo otra vez, el tipo murió en su ley. (Todavía me rio cuando me acuerdo que apareció en South Park diciendo que le iba a meter el dedo en el culo a un cocodrilo para calmarlo.)
En el subte de hoy
En el subte de hoy, a mis espaldas, Radio Reloj y un pibe intentaba convencer a dos chicas sobre un asunto muy puntual.
- ¿Y qué se hace?– preguntó una de las chicas.
- Y... Se charla mucho, se miran videos– decía el pibe.
- ¿Se puede fumar?
- Sí, claro.
Escuche con más atención. El vagón de madera crujía. El pibe había llegado de un "retiro espiritual".
- ¿Y el próximo cuándo es?
Faltaba mucho.
Giré y espié. Las chicas eran dos. Una, cachetona, divina. A la otra no había forma de salvarla.
El pibe estaba de espaldas. Simplificó y en Saenz Peña la cosa giraba alrededor del "retiro" a secas.
- Se hacen en Chascomús, o en Las Toninas.
Me paré en Lima. Al pibe lo vendía la facha. Campera de jean, cara de lerdo.
- Te hacés muchos amigos- dijo.
Bajé en Piedras como todos los días, pensando en el campo y envidiándolos a los tres.
- ¿Y qué se hace?– preguntó una de las chicas.
- Y... Se charla mucho, se miran videos– decía el pibe.
- ¿Se puede fumar?
- Sí, claro.
Escuche con más atención. El vagón de madera crujía. El pibe había llegado de un "retiro espiritual".
- ¿Y el próximo cuándo es?
Faltaba mucho.
Giré y espié. Las chicas eran dos. Una, cachetona, divina. A la otra no había forma de salvarla.
El pibe estaba de espaldas. Simplificó y en Saenz Peña la cosa giraba alrededor del "retiro" a secas.
- Se hacen en Chascomús, o en Las Toninas.
Me paré en Lima. Al pibe lo vendía la facha. Campera de jean, cara de lerdo.
- Te hacés muchos amigos- dijo.
Bajé en Piedras como todos los días, pensando en el campo y envidiándolos a los tres.
Monday, September 04, 2006
Mr. Burroughs y su amigo Ginsberg
La primera carta es del 15 de enero de 1953, está fechada en el Hotel Colón de Panamá, y William Burrroughs, adicto, explorador vocacional y escritor faro de un generación, señala al pasar que no le sorprende que la comida sea tan cara: “No hay quien los mantenga en el campo. Todos quieren venirse a la ciudad y ejercer de chulos”. Diez días después ya está en Bogotá y sobre la pista de la ayahuasca, planta psicotrópica que otorga a quien la consume facultades telepáticas. El novelista viaja ligero de equipaje. Sólo lo indispensable: un mancebo y un cepillo de dientes.
Los efectos. Es obvio que la precisa enumeración final, llamativamente objetiva y realista, anuncia la aglomeración del cut-up y el estilo Almuerzo desnudo. Siete años después, ya en 1960, Las cartas de Ayahuasca introducen una respuesta de Ginsberg que les escribe desde Perú mismo. Más allá del encuentro con la “Nariz de Dios” y “El gran ser”, cuya forma es de enorme vagina mojada, la experiencia de Ginsberg con la planta va hacia el tedio.
Así, rápidamente entra en contacto con el codiciado material, pero no con sus secretos. Mientras un catedrático local le presenta un saltamontes de terribles efectos afrodisíacos, un indio diligente se la consigue y el viaje se desdobla. Dame la planta y ya. Lejos de ese lugar espiritual que alguna vez vendió Carlos Castaneda, Burroughs propone el cínico recorrido, al mismo tiempo curioso y escéptico, del yonqui multicultural: “El más incorregible borracho, mentiroso y vago del pueblo –señala– suele ser el chamán”.
Si el novelista conserva el exotismo, lo practica de forma negativa alternando en sus observaciones sobre el entorno, alucinación y síntesis. Los hombres de la Policía Nacional “parecen los desechos resultantes de la radicación nuclear”. En un cine, un corto en blanco y negro sobre el Partido Conservador muestra un mitin donde “todos parecían coagulados”. Finalmente en Sudamérica “las ventanas son un lujo”.
La incorrección política de la mirada de Burroughs es completa y atractiva. Además de los verosímiles problemas con la burocracia, los muchachos de vida aireada le hurtan sus cosas, por lo que él considera Colombia como una nación de cleptómanos. Los indios, tristes y dulces, son tan perezosos que toman yoka, planta similar a la coca, porque hasta comer les da fatiga y una gobernador de frontera parece “una subespecie degenerada de mono”. Sin embargo, y aunque señala que en Sudamérica lo asalta “una horrible sensación enferma de desolación final”, cada tanto, cuando le va bien en sus relaciones sociales con los muchachos locales, tiene brotes de arielismo y ve en la cruza de razas una esperanza para el continente.
Mientras tanto, la metáfora rápida y clara como un navajazo es uno de los puntos fuertes de su prosa. El cuerpo de un joven atractivo se revela “hinchado de pulpa y agua como un melón podrido” y los hombres se congregan alrededor de las putas con la “concentración inmóvil de gatos de callejón”.
Los efectos. Es obvio que la precisa enumeración final, llamativamente objetiva y realista, anuncia la aglomeración del cut-up y el estilo Almuerzo desnudo. Siete años después, ya en 1960, Las cartas de Ayahuasca introducen una respuesta de Ginsberg que les escribe desde Perú mismo. Más allá del encuentro con la “Nariz de Dios” y “El gran ser”, cuya forma es de enorme vagina mojada, la experiencia de Ginsberg con la planta va hacia el tedio.
Las “notas del éter” en verso, que el autor de Aullido agrega en la posdata, mejoran su intervención (“Estoy garabateando/ naderías/ página tras página de las más profunda/ nada”). Y a continuación, fechada el 21 de junio de 1960 en Londres, la respuesta de Burroughs es un expresivo sermón liberador donde, de golpe, las mayúsculas levantaba la voz: “TODOS FUERA DEL ESPACIO PARA ENTRAR EN EL TIEMPO”.
El epílogo es de 1963. El 28 de agosto, Ginsberg habla de la “profecía de la transfiguración de la conciencia”. El final queda en manos de Burroughs con ¿Me estoy muriendo, mister?, un retrato comprimido del libro. (“Esa quejumbrosa Panamá se colgó de nuestros cuerpos.”)
Perseguido por una “necesidad de urgencia”, disparado hacia los caminos y la selva, Burroughs compone un libro privado cuyo atractivo respeta las formas básicas del género epistolar, excelente marco a su desborde interior. Menor dentro de su obra, Las cartas de Ayahuasca, breve tratado sobre drogas supuestamente exóticas, propone una visita a la rara naturaleza artificial de uno de los narradores más compulsivos del siglo XX.
el crítico de una generación
El Gordo Gostanián lee El Caníbal, una novela actual de la que me separa un abismo.
Sunday, September 03, 2006
no usa mayúsculas
La nena la tiene clara.
Si te llama para un focus group, decile que vas gratis.
A mí no me dejo renunciar, pero lo pensé dos veces.
Si te llama para un focus group, decile que vas gratis.
A mí no me dejo renunciar, pero lo pensé dos veces.