Tuesday, October 31, 2006

Cartas al duque (ocho)

Querido Duque,
Ayer estuve viendo Crónica que transmitía en directo desde La Plata. Se ve una gallina degollada clavada en una reja. Una mujer pide socorro a las cámaras. Hay fotos ensangrentadas. Compañeros de colegio amenazan a su hija. Nadie sabe por qué. Hay pintadas. Hasta acá, da más curiosidad que miedo. Y entonces el televidente puede leer: "Gorda, vas a morir" pintado en una pared. Es una amenza, Duque. ¿Se entiende? Gorda, vas a morir. Eso es Crónica. Superior a Barcelona porque está parada en el borde y en la ambigüedad.
Después, en el almuerzo, se cita el cuento de Monterroso: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". No sé para vos, pero para mí es una mierda sobrevaluada. La reescritura que se hizo en el momento fue muy superior. "Cuando ella se despertó, todavía la tenía en la boca". Los sueños de los editores engendran monstruos literarios, querido Duque. Y siempre están ahí, dando vueltas, cuando uno despierta.
Abrazo,
Terra.

Monday, October 30, 2006

las mujeres y los narcos son la clave

Los calabreses pasamos al frente.
(Vía Chechus que confesó su amor por la camorra, ésta, organización de estirpe netamente napolitana.)

Cartas al duque (siete)

Querido Duque,
Ayer nadé mis buenos dos mil metros. Abajo del agua las ideas funcionan de otra manera. Hay un silencio que hace que todo sea mucho más claro. Supongo que es la falta de oxígeno, la presión y la posibilidad de ahogarse y morirse. (Todo esto en su acepción más positiva.) Después, revisando una biblioteca ajena encontré La era del peronismo de Abelardo Ramos. Leí las primeras dos páginas. Resultaron demasiado buenas y tuve que dejar el libro. Con el cansancio la vengo remando. Pongo piloto automático. Hablo por teléfono y es como si me hicieran acupuntura en las orejas. A veces, sin embargo, los controles se zafan. También los perros de Pavlov se rebelaban y mordían a la gente cada tanto. Lo que pasa es que la historia oculta esas verdades para el bien de todos.
Le escribo pronto,
Terra.

entrevista con Tibor Fischer

Su última novela, Viaje al fondo de la habitación, de reciente publicación en Buenos Aires, es una larga reflexión sobre el poder de Internet, la misantropía contemporánea y las relaciones personales en un mundo que se achica al mismo tiempo que se virtualiza para volverse tan ajeno como lucidamente ridículo.
Se dice que su madre fue la capitana del equipo femenino de basquet de Hungría pero que él no recibió una herencia genética acorde a ese parentesco. Se dice que sufrió de una marginación prolongada por parte por las editoriales británicas antes de publicar su primera novela, Bajo el culo del sapo, con la que luego llegó a ser finalista en el prestigioso Booker Prize en su edición de 1993. Se dice que estudió filosofía y que es un gran narrador oral. Se dice que su segunda novela, titulada The thought gang y conocida en Argentina como Filosofía a mano armada, es una reflexión permanente sobre la cultura universitaria británica. O sobre sus imposibilidades y absurdos.
¿Cómo fueron tus años de formación?
Cambridge es muy húmedo y frío. Ahí lo que aprendí fue cómo manipular mis drogas para no dañarlas y cómo salir de situaciones embarazosas.
La historia de Filosofía a mano armada se puede reducir a sus dos protagonistas. Estudioso de los cínicos griegos, hedonista si el placer no requiere un esfuerzo sostenido, Eddie Féretro es un profesor universitario que huye de su cátedra perseguido por la policía británica – después de amanecer desnudo en un departamento extraño– y, una vez en Francia, se convierte en desprolijo pero eficiente ladrón de bancos. Gourmet, borracho y fanático de las letras Z conoce el mundo del hampa por Hubert, un francés masoquista y violento, que ve en la filosofía aplicada potencial para el crimen.
¿Sos tan cínico como tus personajes?
No creo que mis personajes sean cínicos, más bien tiende a ejercer cierta inteligencia.
La nueva novela de Fischer cuenta la historia de Oceane, una ex balarina porno que, habiendo hecho muchísimo dinero con un video juego japonés, vive aislada en su casa de Londres junto a una colección de zapatos. El primer capítulo de Viaje al fondo de la habitación se titula “Aquí”.
¿“Aquí” siempre es Londres para vos?
No. “Aquí” no es Londres. “Aquí” es el mismo lugar para mí y para vos donde quiera que estemos.
¿Por qué elegiste una voz femenina para contar la historia?
No me gusta hacer lo mismo todo el tiempo. Me pareció que era un buen desafíoMi agente y mi editora en Viaje... fueron mujeres, así que ellas me ayudaron a definir algunas cosas y encontrar el tono adecuado. Para algunas personas lo logré, para otras no.
¿Hay coincidencias entre Oceane y vos?
Bueno, Oceane vive en una parte del sur de Londres que curiosamente recuerda a la parte del sur de Londres donde yo vivo, Brixton, hogar de la basura, los lunáticos y los gángsters. Todos tus personajes tiene algo tuyo, pero la verdad es que a mí los zapatos no me interesan.
Viaje al fondo de la habitación está parada en la contradicción, tan contemporánea, de ser una historia ultra-multicultural –con excursiones a Barcelona, Yugoslavia y exóticas Islas del Caribe– pero narrada por una mujer que prefiere no tener que salir a la esquina porque el barrio donde vive no es de lo mejor.
El Londres que describís en Viaje al fondo de la habitación es muy parecido a Buenos Aires. ¿Alguna vez visitaste Buenos Aires? ¿Conocés a algún escritor de acá?
No tengo idea de cómo es Buenos Aires. Lo más cerca que estuve de Buenos Aires es Ecuador. Visité Quito pensando que quizás podía situar un capítulo de Viaje... ahí, pero cambié de opinión. No por culpa de Quito, por supuesto. La ciudad me encantó. Por otra parte, todas las grandes ciudades se parecen. Leí a Borges y Cortazar, pero al único escritor argentino que conocí en persona fue al afable Jorge Accame, con el que compartí bastante tiempo en Iowa en un Programa de escritura internacional. Espero que estés bien, Jorge.
Las técnicas narrativas de Fischer no son novedosas. Pero su fuerza narrativa sí es excepcional. El pulso de sus historia nunca cae, y muchas veces logra momentos donde el lector es al mismo tiempo capturado por la situación narrativa, arrasado por las convicciones y contradicciones de sus personajes y exhortado a hacerse cargo de un enrarecido paisaje contemporáneo.
“Una buena parte de mi vida sucede en la banda ancha” dice Oceane. ¿Cuál es tu relación con Internet?
Todos estamos siendo traccionados hacia la web. Los que tienen menos de veinte años nunca van a poder entender cómo es eso de no poder conocer algo o cómo se siente no poder encontrar a alguien. El placer de cazar es todo menos un impulso que se extinguió.
Antes de despedirse Fischer adelanta que su próxima novela se titula Good to be god y transcurre en Miami, donde su ácida mirada encontrará más de un lugar donde anidar en busca de la redención y el sol con una buena dosis de bronceador con olor a coco de condimento.
Última pregunta, ¿qué necesita una buena historia para convertirse en una buena historia?
Si supiera esa respuesta, no te la diría. Me dedicaría, eso sí, a volverme rico. Todo lo que uno puede hacer es tener la esperanza de que lo que escribe va a funcionar.
Sofisticadas y simples a la vez, las novelas de Fischer quizás tengan algo de secretas en Buenos Aires, algo de chiste interno, pero reconocen la sabiduría de una buena cena y mantienen vivo el indispensable humor de la resignación.
(Publicado en Cultura de Perfil)

Saturday, October 28, 2006

cartas al duque (seis)

Querido Duque,
Ayer en el subte de vuelta, traía el paraguas y la raqueta de squash (había perdido a la mañana con Tomas en un cancha bastante bien iluminada a metros de Plaza de Mayo). Iba derecho a la cama después de casi nueve horas de redacción. Para colmo, también tenía una bolsa de papel madera llena de fotocopias y la mochila se me abría por el peso de unos libros que se me ocurrió repatriar por ser viernes a la noche. Así que iba cargado, como si me fuera de vacaciones. Ir cargano no me gusta. Sobre todo cuando no hay necesidad. (Y la necesidad siempre es algo moldeable.) En la redacción leímos un poco el Barcelona, sin duda, la mejor prensa argentina del momento. "Ya estaría lista la máquina para revivir a Perón". Una cosa así. No sé porque pero ver esos titulares en los kioscos del centro me genera cierta confianza que roza el orden de lo químico. Como una droga. Lo tendría que analizar con más detenimiento pero ahora me voy a nadar un rato.
Abrazo,
Terra.

Friday, October 27, 2006

el dulce sabor de la contradicción

(Sobre Muerte y transfiguración de Martín Fierro de Ezequiel Martínez Estrada.)

“A los cincuenta años de la muerte del poeta, se ignoraba de su vida casi todo lo que no pudo encontrarse en archivos y documentos de su época. Diez años después la situación es la misma, sin que hayan podido agregarse nuevas noticias.” Así empieza Muerte y transfiguración de Martín Fierro, el ensayo más ambiciosos de Ezequiel Martínez Estrada. Aunque hoy sería difícil comenzar con tanta acertividad sobre ese tema, su peso específico crítico hace de esta obra un verdadero manual sobre la cultura argentina vista a través de la lupa deforme de la gauchesca. Tan esquivo como voluminoso, Muerte y transfiguración... tuvo pocas ediciones y faltó de bibliotecas y librerías hasta que Beatriz Viterbo Editora encaró con valor y solvencia no sólo no solo esta vuelta sino también la de libros menos ariscos pero también imprescindibles como la serie de Sarmiento –que incluye Sarmiento, Invariables históricos en el Facundo y Meditaciones sarmientinas– y también el extenso Paganini, inédito hasta ese momento.
Aunque exagera y avece se vuelve extravagante en sus razonamientos, Martínez Estrada es un pensador fuerte, informado y sensual. Nadie hizo rendir, en la literatura argentina, tanto y tan bien el sabor de las contradicciones propias y ajenas. El pulso blindado del ensayo sostiene ochocientas páginas que van desde el análisis filológico hasta el desmenuzamiento social y recorre todas las lecturas hechas sobre el poema hasta el momento de su publicación en 1948. Afirmando y reafirmando, explorando y sacando conclusiones, Muerte y transfiguración de Martín Fierro es una mosntruosa máquina de trillar que atraviesa un campo sembrado y recogido mil veces, pero que, a su paso y en su exhaustividad obsesiva, cambia con un golpe maestro el terreno que recorre.
(La metáfora final medio cursi, ¿no?)

cartas al duque (cinco)

Querido Duque,
El viernes tiene ese relax especial, más si está nublado y mientras te levantabas de la cama, afuera llovía. Hoy llegué al subte con los pies empapados y después vi un pibe con walkmans y una remera que decía "Aguante el capitalismo salvaje". Letras blancas sobre fondo negro, tipografía generosa. Y yo dije: "Vamos bien". (El plan resulta de la recuperación de cierta honestidad política anudada a la vida cotidiana. Porque el mercado se ocupa. Retomaré.) Ahora siento un ligero cansancio. Tengo que hacer un llamado y cada vez que marco da ocupado. Quizás sea el clima del microcentro el que impide la comunicación. Se me ocurrió que podía ser interesante la historia de un hombre que no trabaja pero pasea por los bares y cafés de la ciudad. Después me di cuenta que no.
Abrazo,
Terra.

Thursday, October 26, 2006

cartas al duque (cuatro)

Querido Duque,
Ayer estuve en el velorio de Nicolás Rosa en Palermo y ahora estoy en la redacción escribiendo su necrológica. Hace poco hice la de Héctor Libertella y apenas entrado en el diario, hace ya casi un año, la de Julián Marías. La de Paola Kaufman la discutimos un poco con mi editor pero al final no salió. A Rosa, excéntrico pedagogo, teórico hermético y orador de lo terrible, lo velaron a cajón cerrado. Un tipo que se la pasó hablando de la forclución merecía otra cosa. No había mucha gente. La muerte nos mejora. Así, se vienen los panegírico y este jueves acompaña liviano. Con sol pero fresco. Yo trabajo en varios proyectos al mismo tiempo. Mi objetivo para hoy, entonces, es transitar, si hay oportunidad, los caminos siempre enrarecidos de la inspiración.
Lo dejo con un saludo,
Terra.

Wednesday, October 25, 2006

Cartas al duque (tres)

Finalmente llovió y ahora tenemos la posibilidad de respirar. A mí los días así me levantan el ánimo. Pero no puedo dejar de pensar cuánto mejor estaría en mi casa durmiendo la siesta. Hoy a la mañana en la cama reflexioné que el hombre o evoluciona a la horizontalidad o seguirá penando. Todo lo que vale la pena salvo escribir se puede hacer en esa posición (leer, dormir, comer y darle a la matraca en grupos, en parejas o incluso solo). La respuesta que tengo preparada para los que me preguntan cómo estoy es cansado. La tengo preparada porque uno, es verdad, y dos, la gente no repregunta por qué. La mayoría de las veces o comprenden o dicen comprender y adhieren: ellos también están cansados. La diferencia es que yo estoy cansado de mí mismo. Pero me voy arreglando.
Cariños,
Terra.

Tuesday, October 24, 2006

el gaucho insufrible



El 21 de octubre se cumplen ciento veinte años de la muerte de José Hernández, autor del Martín Fierro, poema nacional que terminó de definir el género gauchesco y protagonizó polémicas y discusiones sobre temas tan diversos como el ser nacional y el idioma de los argentinos. Tipógrafo, militar, periodista, hombre rural y político, siempre un paso atrás de su obra, sobre los bordes de su biografía se construyó el mito del desconocimiento.
Como todo autor canónico, José Hernández está rodeado de un grueso cinturón de lugares comunes con cuotas de verdad y absurdo en proporciones variables. Sometido por la agresiva trascendencia de su obra, inmóvil bajo capas mutantes y descripciones simplistas que le deben tanto a las lecturas políticas y eruditas como al aparato escolar, Hernández amanece en la literatura argentina menos como el poeta nacional que adjetivado por una frase machacona: él es el autor del Martín Fierro. Todo lo demás resulta accesorio. Y si alguien se anima a cruzar la raya trazada por la indiscutible categoría de clásico para hacerse una o dos preguntas biográficas, lo que se ofrece viene en forma de enigma.
A ciento veinte años de su muerte, hacerse la pregunta por el autor antes que por la obra, y por el hombre antes que por la firma, no parece, después de todo, tan banal: ¿Quién fue Hernández? ¿Qué fue, qué hizo aparte de haber compuesto un largo pero muy accesible poema donde la figura del gaucho se consagra de una vez y para siempre como símbolo de la literatura argentina y también, por supuesto, de la vida nacional? En un momento, el interrogante se carga de malicia. No es quién ni qué sino por qué. ¿Por qué él?
José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en el actual partido de San Martín. Su infancia y su adolescencia fueron un permanente cruce de círculos y fronteras, de un ir y venir entre el campo y la ciudad. En una Argentina desgarrada por los conflictos políticos, tuvo una juventud desprendida de afectos. Rafael, su padre, era más bien federal, y su madre, Isabel Pueyrredón, a la que no onoció, venía de familia unitaria. Cuando sus padres se fueron a trabajar a una estancia de Rosas, él se quedó al cuidado de sus tíos maternos, que enseguida marcharon al exilio. Su abuelo paterno, José Hernández Plata, federal acérrimo, lo cuidó hasta que entró como pupilo al Liceo Argentino de San Telmo. El desembarco en la capital se ve truncado “por problemas de salud” y al poco tiempo se reúne con su padre que siempre llevó vida rural.
En un orden político que viene de Caseros, el joven Hernández que todavía no es poeta ni periodista, se alista a las órdenes del coronel Pedro Rosas y Belgrano, hijo adoptivo del Restaurador, y enfrenta a Hilario Lagos, alzado contra el gobierno unitario de Valentín Alsina. Pelea en Cepeda con el rango de Capitán, y Urquiza llega hasta San José de Flores. Ejerce como oficial de contaduría, es tipógrafo del Senado, y en la Convención reformadora de 1860 conoce a Sarmiento, que será su enemigo. Cuando Urquiza es derrotado en Pavón, José y su hermano Rafael están ahí; el primero se volcará de lleno al periodismo político, mientras el otro realiza las primeras sesiones espiritistas en territorio Argentino.
Aunque el 8 de junio de 1863, Hernández se casa con Carolina del Solar, el acontecimiento más significativo de ese año para su biografía es la muerte del montonero riojano Angel Vicente “Chacho” Peñaloza a la que el joven prosista le dedica una serie de artículos antisarmientinos que se convertirían en libro. Luego emigra a Corrientes y se une a la causa del caudillo Ricardo López Jordán. De nuevo en Buenos Aires, funda su empresa periodística más conocida, El Rio de la Plata, diario que apenas sale ocho meses. Hacia 1872, viaja por el litoral y Sarmiento le pone precio a su cabeza. Apenas 1000 pesos, contra los 100.000 que se dice valía la de López Jordán.
El 28 de noviembre en un folleto, que no era mejor que las actuales plaquetas en las que los poetas dan a conocer sus primeros versos, aparece un poema que, entre virtuoso y ridículo, narra la leva de un gaucho y la fuga de un matrero a las tolderías. Siete años después, Hernández entra en el sistema parlamentario como diputado provincial y completa su obra con una “vuelta” donde abunda los consejos. El 21 de octubre de 1886 muere en Belgrano y sus últimas palabras son “Buenos Aires, Buenos Aires...”. En esa duplicación, en esa insistencia, se puede leer un federalismo inteligente y obsesivo, que marca todos los pliegues del siglo XIX argentino.

Retratos. Hernández fue descripto muchas veces y desde ángulos diferentes. Pocas miradas no se deformaron por el entusiasmo, el desprecio, la incomprensión o combinaciones extrañas de estos tres elementos. Insistiendo en la falta de datos biográficos, Ezequiel Martínez Estrada lo retrató “de frente” y “de espaldas”. La ocurrencia sigue una anécdota en la cual el excéntrico poeta le habría regalado a una amiga un escapulario con una foto de su cara y otra de su nuca. Guido y Spano, que fue su amigo, lo llamó “noble elefante”.
Lucio V. Mansilla, su adversario político y literario, en Una excursión a los indios ranqueles, se ensañó con su “obesidad globulosa” que “toma diariamente proporciones alarmantes para los que, como yo, le quieren, amenaza a remontarse a las regiones etéreas o reventar como un torpedo paraguayo, sin hacer daño a nadie”. Es válido preguntarse desde cuando el sobrepeso aliviana, para reconocer enseguida que ambas metáforas son una forma de decir que Hernández está lleno de aire, o sea, vacío. Muy diferente es la idea que de él transmite su hermano Rafael.
En un librito ligeramente célebre para los estudiosos titulado Peguajó, Nomeclatura de las calles, breve noticias sobre los poetas argentinos que en ellas se conmemoran lo describe como un hombre de mundo, un entertainer. “Se le dictaban hasta cien palabras, arbitrarias, que se escribían fuera de su vista, e inmediatamente las repetía la revés, al derecho, salteadas y hasta improvisaba versos y discursos, sobre temas propuestos, haciéndolas entrar en el orden en que habían sido dictadas. Este era uno de sus entretenimientos favoritos en sociedad... Merced a su poderosa organización intelectual, guiaba su mente por distintos rumbos, sin distracción ni confusiones...”.
Pero... ¿cómo era Hernández realmente? Lejos de la flexibilidad y la fibra que le suponemos al gaucho, Hernández era más bien grueso, cabezón y robusto. Las diferencias entre autor y personaje son evidentes en la tapa pop que ilustra la antología Martín Fierro, cien años de crítica realizada por José Isaacson en 1972 para el centenario de la aparición del poema. En ella, el retrato de un gaucho típico contrasta el aplomo de Hernández. El poeta, barbudo, la mirada fija, vestido con un gabán de amplias solapas, espera la orden del fotógrafo. En la mesa donde apoya la mano también descansa una galera. No es a caballo, no es con chiripá, no es lampiño: más bien se trata de un burgués orondo a la espera, respetuoso, de que su imagen sea inmortalizada.
Al mismo tiempo, si Gustave Flaubert dijo alguna vez que Madame Bobary era él, la potencia de Martín Fierro como personaje se superpuso a su autor. A medida que sus versos se hacía conocidos el poeta se fue transformando en Martín Fierro. Por lo que se sabe, no hay rastro de incomodidad. Herández incluso firmó cartas con ese nombre. Hasta 1973 se lo conocía por “Matraca”, de allí que con el cambio de instrumento –de la algarabía y el ruido a la seriedad del fierro– no se haya sentido perjudicado, más bien todo lo contrario.
La inspiración. En la primera línea de José Hernández y sus mundos, Jorge Halperín Donghi se hace la pregunta “¿Hay un misterio que rodea la figura del José Hernández?” Aunque la duda se disipa enseguida con un par de citas contundentes –entre ellas, la de Tiempo y vida de José Hernández de Horacio Zorraquín Becú–, todo el libro es la reducción por la inteligencia de ese mito.
Aunque lo reconoce como poseedor de una conciencia crítica “más original y más refinada que la de cualquier otro poeta argentino del siglo XIX”, al mismo tiempo lo ubica entre “el vasto personal político que no podía aspirar a las primeras filas”. El mundo periodístico en que se movió Hernández antes de transformarse en explosivo poeta popular, descripto con una meticulosidad asombrosa en José Hernández y sus mundos, era motorizado por la creación de una nación moderna: promesas, luchas facciosas, ilusiones, cambios de bando, exaltación, precariedad, indispensable intervención del estado. En resumen, algo muy parecido al periodismo de hoy en día sin la excusa de la nación moderna. Lejos de la biografía, lo de Halperín es un sólido ensayo de lectura de una época y sus textos.
El espesor del enigma inicial sobre la identidad del poeta, entonces, responde directamente a la concepción que se tenga de la creación literaria. Mientras no se acepte que es factible que un desconocido se siente y desarrolle el poema nacional, se seguirá formulando la pregunta sobre cómo un periodista del montón pudo un día imaginar el Martín Fierro.Ningún estudio pudo aislar el factor irreductible que la poesía necesita para ser tal.
Si hoy intuimos quién fue Hernández, es indiscutible que sabemos mucho menos de la inspiración literaria. Y menos aun si de esa inspiración deriva el primer best-seller argentino cuyos números de ventas, aunque la comparación sea desleal, hoy en día también serían espectaculares.
En vida y con las ligeras hojas del Martín Fierro en el regazo, Hernández tuvo que soportar todo tipo de ninguneadas y abusos de sus pares más prestigiosos. Para Mitre, el poema era “espontáneo, cortado en la masa de la vida real”; para Miguel Cané contenía algún acierto “casi siempre negligentemente envuelto en incorrecta forma”. Los que no lo negaron, tampoco supieron ver –y el reparto de la culpa va caso por caso–lo que el futuro le deparaba.
Mejor lo comprendió Miguel de Unamuno que, desde España y apenas a veinte años de su publicación, cuando el fanatismo patriótico ya arreciaba y el gaucho desaparecía de los campos para convertirse en un símbolo sobre el papel, escribió: “He de confesar que los desmesurados encomios que dirigen a la obra los apologistas que a su cabeza la recomiendan, más bien me predispusieron en contra que a favor”.
¿Cómo leeríamos hoy una realismo crudo y exacto armado con la sintaxis y la ortografía tan poco noble del chat, del blog o de los mensajes de texto de los celulares? ¿Cabe en nuestra imaginación que un ingeniero en sistemas redacte una obra destinada a vertebrar los imaginarios de la identidad comunitaria? Responsable directo de las mutaciones del asombroso “ser nacional”, José Hernández se pierde en las profundas aguas del tiempo. Su vida y su obra reeditan el duelo que ocupa el centro de las inflexiones entre lírica y experiencia.
(Publicado en Cultura de Perfil)

cartas al duque (dos)

Querido Duque,
En la redacción hace un calor terrible. El aire acondicionado no funciona. Acaba de pasar por mi computadora nuestra perseverante crítica de arte y dijo: "Si esto sigue así, nos van a matar a todos". Yo hago la mía. Pero pienso que recién estamos en octubre... Si cae el chaparrón, nos salvamos. O por lo menos seguimos tirando. El domingo publiqué una nota apurada y canchera sobre José Hernández. Me cae bien el gordo. El lunes lo pasé escribiendo como en una burbuja y estoy esperando que aparezca la costa en el horizonte para salvarme de mis propias aspiraciones. En fin, lo de siempre.
Le escribo pronto,
Terra.-

Monday, October 23, 2006

cartas al duque (uno)

Querido Duque,
Hoy trabajé hasta tarde y después me fui a tomar una cerveza porque no aguantaba más el calor. Me impresionó como subían mis niveles de apatía y lucidez a medida que me emborrachaba. Después comprendí que vivimos en una sociedad instransigente con sus valores. Los valores no son intercambiables. No es lo mismo tener una casa que una gran biblioteca (y ambas cosas son deseables, pero bien distintas). No es lo mismo escribir un libro que tener un blog. No es lo mismo ser que tener. Al final todo se resume un poco en un par de preceptos griegos. Música y gimnasia. La grasa latina no la quiere nadie en este mundo, salvo en los asados. Pero eso no quiere decir que no se pueda poner de moda. Si me animo, en la próxima entrega le hablo del peronismo.
Lo saluda con una abrazo,
Terra.

Sunday, October 22, 2006

brigadas del metal

La verdadera Joven Guardia.

Saturday, October 21, 2006

El gato tuerto

Tengo una relación fuerte con los gatos. (Es algo que le pasa a mucha gente.) Uno está en una fiesta y una chica dice: “Yo soy mucho más de gatos que de perros”. Los que me conocen saben que yo soy más de perros. Los gatos están ahí. Se mueven con suavidad y son tan independientes que a veces uno se hace la misma pregunta que Montaigne en su castillo de Périgord: “Cuando juego con mi gata y un pedazo de lana, ¿quién juega con quién?”.

“Los perros son hegelianos y los gatos son de Nietzsche” dice la chica en la fiesta. Pero uno se tomó un par de tragos y lo único que quiere es que alguien apague la música o salir y encontrar un taxi lo más rápido posible. Y sin embargo, los gatos maúllan y nosotros les seguimos hablando en voz alta, les preguntamos sobre el clima o los consultamos sobre decisiones ridículamente importantes. ¿Va a llover hoy, Misha? ¿Qué te parece? ¿Es honesto fulano de tal? ¿Tengo que confiar en él o no?

A los diez años me reglaron un gato enorme. Era negro y brillante y se llamaba Tony. Yo simplemente lo amaba. Me hubiera tirado abajo de un auto por él. Mi viejo me lo había traído de Ramos Mejía. No estaba castrado y salía todas las noches. Volvía siempre lastimado. Supongo que él también pegaba. Una vez se agarró moquillo y se transformó en un gato negro con una máscara verde. Le puse Tony por el personaje que Bill Bigsby hacía en El Mago, una serie que daban por canal Siete. En ese momento era el colmo de la sofisticación.

Hice la primaria y el secundario en el mismo colegio, el Normal 4, al lado del parque Rivadavia. En sexto grado apareció un gato en el patio. También era negro pero le faltaba un ojo. Enseguida empezaron los rumores. El ojo se lo había sacado la portera para hacer alguna brujería. Se lo había comido. El gato estaba embrujado. Y así. En el parque Rivadavia encontrábamos todo el tiempo gallos muertos, sangre y cera roja que se usaban para macumbas. En el tedio matutino de la escolaridad básica, un gato negro y tuerto se transformaba con muy poco esfuerzo en una irrupción directa del más allá.

Un día mi amigo, Marco Bellini, encontró un gato muerto en la plaza, cerca de un puesto de revistas que estaba cerrado. Lo movió con un palo y salieron gusanos de la panza. En ese momento Marco no diferenciaba mucho la realidad de la fantasía, pero al gato lo vimos todos. Nadie se atrevió a darlo vuelta. Me acuerdo que la panza era firme, como una bolsa de cuero. Los gusanos eran completamente fascinantes. Alguien dijo que era el gato tuerto y quedó. Al otro día lo volvimos a ver en el patio, sigiloso y elegante, caminando por una cornisa. Había resucitado.

Thursday, October 19, 2006

relax

Una película que me gustaría volver a ver es Subway de Luc Besson.
Ah, y una cosa más, los ochentas me hubiera gustado pasarlos en París y con veinticinco años toda la década.

imagen y sonido

Para vos, que te copás con la FM porque sabés que la frivolidad está muy pegada a la tragedia. Para vos, que cuando vas a Villa Gesell, ponés la radio y te encontrás con un pedazo de tu adolescencia. Para vos que siempre pensaste que las noches en Ku de Pinamar eran demasiado cortas. Para vos. Dejalos pasar. Vale la pena.

Wednesday, October 18, 2006

y con lo dicho basta para preámbulo

Buenos Aires, diciembre de 1872
Señor, D. José Zoilo Miguens
Querido amigo: Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida de hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre.No le niegue su protección, Vd. que conoce bien todos los abusos y desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país. Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía con ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas, apenas una relación oculta y remota.
Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar; dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y los arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado. Cuantos conozcan con propiedad el original, podrán juzgar si hay o no semejanza con la copia.
Quizá la empresa habría sido para mi más feliz y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso, en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes.
Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente; sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual hasta llegar a constituir una de Ias condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras Pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo. Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo, sino por no haberlo conseguido.
Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos Vd. por alto, porque quizá no lo sean todos los que, a primera vista, puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente.
Por lo demás, espero, mi amigo, que Vd. lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro no va de la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como el Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y Vd. no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se lo imaginarán. Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni Martín Fierro exige más, ni Vd. gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de
Su verdadero amigo,
José Hernández.

marxismo para principiantes (teórico-práctico)



Tuesday, October 17, 2006

tradición política argentina

"Cada tanto hay que clavarse un buen quilombo, como para no olvidarse de Ezeiza y esas cosas, ¿viste?" dijo un integrante de las 62 organizaciones. "La culpa la tienen los infiltrados" gritó un camarógrafo. Y, en la tele, Julio Bazán decía que esto tenía que ser una fiesta cívica. El tema es qué se entiende por "fiesta cívica" en esta parte del mundo...

Sunday, October 15, 2006

la cosa se puede poner muy peregrina

"(y ahí habitan, claro, los fumadores, los orinantes de baldíos, los comensales solitarios de un huevo frito al final de la madrugada, los que cambian el rollo de papel higiénico)"
(¿Viste Chapu que todos podemos tener blog?)

Friday, October 13, 2006

Dos puntos sobre Di Bendetto

(Leído en la Semana de Homenaje a Antonio Di Bendetto en la Biblioteca Nacional)

1.
Hay un entrevista realizada en 1985 por Jorge Halperín (sale el 14 de julio de 1985 en Clarín y está recopilada en libro) en la que Di Benedetto habla de su obra y de sí mismo. Es una entrevista que se consigue en Internet en el portal de Página/12 y que, a mí, me resulta, en esta ocasión, más sugestiva de leer que los libros de Di Benedetto.

Hay un parte de esa entrevista que realmente me entusiasma mucho. El periodista pregunta (y llamarlo así no es un detalle, es un periodista el que pregunta y uno del medio gráfico más importante de ese momento): “Usted fue periodista gran parte de su vida. ¿Hay un abismo entre periodismo y literatura?”.

Por supuesto, es una de esas pregunta terribles de noticiero, donde el notero le pone el micrófono al tipo y ya le está dando la respuesta. Por ejemplo, “¿Usted cree que si acá hubiera un semáforo se hubieran salvado las dos vidas de esta viuda y este cieguito que venían cruzando la calle?”. O si no, “¿Usted piensa que si la policía hiciera correctamente su trabajo a este jubilado le habría abierto el estómago de un tajo para robarle las pastafrola?”. Son preguntas que ya vienen con la respuesta, a las que uno no puede más que responder “sí, sí”.

Lo curioso es que Di Bendetto no se deja agarra por la cola y a la respuesta “¿Hay un abismo entre periodismo y literatura?” responde que no, que al contrario y que “El ejercicio del periodismo da una agilidad expresiva y una capacidad de síntesis muy diestra en saber distinguir lo principal de lo secundario. Eso es muy valioso para un escritor.” Después cita a John Steimbeck y la historia de que era cartero y lo echaron por leer cartas ajenas, cartas en las que buscaba historias.

Pese a que la respuesta es clara, el periodista vuelve a preguntar: “¿Podría decirse que el periodista es una categoría diferente de escritor?”. Esta también es una pregunta con respuesta incluida. Y Di Benedetto vuelve a decir que no: “No es diferente. Esencialmente, el escritor es un periodista que no trabaja sobre el tema que sucedió hoy y hay que entregar esta noche para que se publique mañana. El escritor es un cronista, por momentos redactor, por momentos entrevistador. Es decir que varios aspectos de la profesión periodística están aglutinados en el escritor.”
Esto me parece increíble. Que Di Benedetto diga esto me pone de muy buen humor. Pero Jorge Halperín, el periodista de Clarín, vuelve una vez más a la carga y ya no pregunta, sino que directamente afirma: “Alguien dijo que es muy difícil que quien escribe regularmente por encargo no quede incapacitado para la literatura.” Es interesante detenerse en ese “alguien”. ¿Quién es? Es obvio que ese “alguien” es el mismo Halperín. Ya avasallado, Di Benedetto, inteligente, accede pero no se abandona: “Es difícil, pero yo tuve experiencias a favor y en contra. Por ejemplo, mi cuento Caballo en el salitral, que tuvo tan buenas consecuencias (premios internacionales, N. del R.) es el producto de una época donde yo trabajaba de sol a sol. Y lo escribí en cuatro horas de la madrugada.”
Más allá de que sorprende que la “N. del R.”, que asocia muy rápido “buenas consecuencias” con los sistemas de premiación, agregando el plus dudoso de “internacional”, Di Benedetto se mantiene en la honestidad de aquel que conoce los caprichos y los enigmas de la inspiración. Esto es en lo que yo estaría de acuerdo con Di Bendetto. No hay límites claros entre el periodismo y la literatura. Más bien, la división es del orden de la lectura y del poder.
2.
Siempre en la misma entrevista, hablando de Caballo en el salitral, el periodista hace un pregunta que sí espera respuesta: “¿Por qué escribió cuentos sin seres humanos?”. Di Benedetto es muy claro y responde:
“Porque me atropelló un desafío de Sabato. El anduvo por Mendoza hace muchos años y un grupo de amigos lo rodeamos para escuchar sus lecciones sobre tal o cual tema literario. Incluso, lo invitamos a nadar en un zanjón donde aprendimos cosas de la Naturaleza. Pasó un hombre con una gran bolsa y extrajo de ella unas ranas. Las excitó y los animalitos comenzaron a hacer una danza sexual que hubiera entusiasmado al autor del El beso de la mujer araña (Manuel Puig). Cuando Sabato concluía su estadía en la provincia, dio una conferencia sobre Madame Bovary, de Flaubert, y en un pasaje dijo que en toda novela no puede faltar el ser humano con sus sentimientos y su conducta.
Me gustaría detenerme en varios puntos de este pasaje. Primero la imagen de Sábato atropellando. Un porteño –o bonaerense, para el caso– atropellando. Eso ya me parece curioso porque “atropellar” es un verbo que me suena a caballo, a potencia, a gaucho. Algo que Sábato no es ni nunca fue. Después lo que sigue me resulta fascinante: Di Benedetto y otros mendocinos invitan a Sábato a nadar a un zanjón. Pero lo curioso es que Di Bendetto decía muy a menudo (está en el programa de mano de estas charlas) que no sabía nadar. “Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé”. “Aprender cosas de la naturaleza” es una obvia ironía. Y todo lo que sigue es muy gratuito, está como desacomodado: “Pasó un hombre con una gran bolsa y extrajo de ella unas ranas. Las excitó y los animalitos comenzaron a hacer una danza sexual que hubiera entusiasmado al autor del El beso de la mujer araña (Manuel Puig).”
Ahora bien, ¿cómo se excita una rana? Pregunto en serio, ¿cómo se excita sexualmente una rana? ¿Cómo es una “danza sexual” entre dos ranas? ¿Quién puede amaestrar unas ranas para hacerles hacer una danza sexual para Sábato y sus seguidores mendocinos que nadan en un zanjón? (Suponemos que Di Benedetto se mojaba los pies, nada más.)
En 1985 Puig ya era un escritor que había triunfado. Era en ese entonces, y los es todavía, el escritor argentino de la década del 80. Fíjense la ironía y lo chicanero que es este pasaje. Después sí, Di Benedetto sí termina de contar la anécdota: “En toda novela no puede faltar el ser humano con sus sentimientos y su conducta”.
Un axioma de la crítica manda que en la chicana también aparecen las diferencias estéticas. Ahí siempre hay que leer una confrontación de temas y de forma. Entonces tenemos a Di Benedetto, que, asumimos, no sabe nadar pero invita a Sábato a un zanjón, enfrentado a Manuel Puig que sí nadaba y nadaba muy bien, y lo hacía en el mar de Rio de Janeiro, el lugar que eligió para pasar los últimos años de su vida. (México lo eligió para morir.)
Así surge la anécdota de la composición de “El abandono y la pasividad”, que es un cuento sin seres humanos. Se lo manda a Buenos Aires a Sábato y le explica: “Mire, Sabato, posiblemente una novela sin seres humanos no se puede hacer porque requiere más acción, la concurrencia de más episodios y la conflagración de los episodios, pero un cuento sí se puede”. Y después agrega: “Sabato, con su laconismo, que es de una maestría extraordinaria, me contestó: La excepción confirma la regla. Es decir que yo había conseguido escribir un cuento, pero no tenía razón.”
Me llama la atención eso de “laconismo extraordinario” porque lo que hizo Sábato fue responderle con un refrán, un refrán por otra parte bastante tonto. Yo lo que leo es más bien un “no me hinchés las pelotas”. Porque, pongámonos de acuerdo, decir “la excepción confirma la regla” es algo que puede decir un almacenero o un taxista, pero un escritor queda un poco deslucido.
Y en tren de ser sinceros, discúlpenme, pero, lo tengo que decir, construir narraciones con objetos en lugar de seres humanos me parece una de las peores ideas que escuche en mi vida. Y “El abandono y la pasividad”, de hecho, debe ser uno de los peores títulos. Abandono y pasividad, entiendo, es lo que menos quiero para la literatura que leo y escribo.
Di Benedetto no es un escritor que me entusiasme. Leí Zama y me aburrió, aunque me pareció “muy bien escrita”. Y leí Los suicidas y me resultó poco honesta, pomposa, también aburrida y no tan bien escrita. Digamos para terminar que soy un nadador de bueno para arriba. Esto no es nada excepcional. No tengo logros como el de hacer San Fernando-Colonia, pero hago mis bueno diez mil metros sin problemas y a buen velocidad. (Una vez sí, cuando tenía catorce años, crucé el río Luján un día que estaba chato como una playa.)
A esta altura, me imagino que queda claro que prefiero, a la historia protagonizada por unos objetos inanimados, la historia de un grupo de artistas cachorros, de jóvenes literatos de provincia, que una tarde en una ciudad del interior invitan a refrescarse a un escritor consagrado que llegó de visita. Es la misma tarde en que un virtuoso buhonero les ofrece ranas pornográficas excitando su curiosidad y revolviendo el compuesto libidinal, la envidia y las imposibilidades de sus aspiraciones literarias.

instintos














Nena, a veces no puedo reprimir mi lado oscuro.

Tuesday, October 10, 2006

se cierra

Termina Los trabajos prácticos. Yo no los voy a extrañar ni un poco, pero es bueno reconocer que hicieron lo suyo. Adiós, señores. La vida sigue.

la frase es buena

Ayer, Mavrakis me dice al pasar: "Estoy un poco cansado de la facultad donde todo se resume a reivindicar lo que ya pasó". Indudablemente, la frase es buena.

Monday, October 09, 2006

el encuentro del cínico con el diablo



Hace cien años Ambrose Bierce publicó un libro con las columnas que, desde hacía más de veinte, venía redactando para el San Francisco News Letter primero y el semanario Wasp después. El asunto se había iniciado en 1881 como El vocabulario del cínico. Pero en el prólogo a la edición de 1911, Bierce explica que la abundancia de libros “estúpidos y necios” con la palabra “cínico” en su título lo había llevado a repensar el bautismo. De allí que el diablo hiciera una rara entrada triunfal.
Por otra parte, el género ya tenía parientes ilustres como el Diccionario de lugares comunes de Gustave Flaubert y engendraría descendientes agradecidos como los breviarios del filósofo Emile Cioran, donde se lee que “en un mundo sin melancolía los ruiseñores se dedicarían a eructar”.

La escuela del cinismo. Bierce es famoso por sus cuentos, pero también por sus hijos. El rosario de deudores incluye el fantástico de Borges y Cortázar –en la obvia serie argentina– pero también el Ernest Hemingway de la guerra, el terror pop de Stephen King y la militancia etílica de Charles Bukowski. Bierce, nadie lo duda, fue el tío irónico de una verdadera pandilla de fanáticos de la realidad y el desencanto.
“La conversión de sus vecinos en aceite de perro llegó a ser la única pasión de sus vidas”, comenta, sobre sus padres, el narrador de Aceite de perro, historia de sordidez extrema que adelanta en mucho al Horacio Quiroga de Los destiladores de naranjas y la vena industrial de Roberto Arlt, pero también a los niños muertos de Osvaldo Lamborghini. Si Bierce hubiera nacido en la Argentina, ¿habría adherido al yrigoyenismo revolucionario? Seguro habría escrito en Caras y Caretas.
Textos como Parker Adderson, filósofo, el famoso Incidente sobre el río Búho o La alucinación de Stanley Fleming, donde el fantasma de un manso perro Terranova degüella a un cristiano, son hoy exponentes de la diáfana escritura americana al servicio del complejo placer de contar una historia simple. Con un traductor tan inesperado y prestigioso como Rodolfo Walsh, El diccionario del diablo entabla una agitada conversación con esos cuentos. Al principio, su sabor parece un destilado, una declaración de principios, una poética. Pero, cada tanto, Bierce ejemplifica con un diálogo o una anécdota. Así, el coqueteo con el Baudelaire de Las flores del mal se convierte en una verdadera y rústica excursión narrativa.

Hay, por supuesto, varias maneras de leer este diccionario. Inicialmente, se puede buscar una palabra pero lo mejor es recorrer su geografía al azar. Bierce se hubiera reído de los lectores que lo avanzan ordenadamente. Los temas son los de sus cuentos: el vicio, el poder, el dinero y la pereza; la religión como una rama de la política; las mujeres; el escepticismo. La perfecta incorrección política está siempre. “Africano”, por ejemplo, es el “negro que vota por nuestro partido”. La actualidad de algunas definiciones es innegable: “Conferencista, s. Alguien que le pone a usted la mano en su bolsillo, la lengua en su oído y la fe en su paciencia”; “Cañón, s. instrumento usado para la rectificación de las fronteras”.
Si la novela es el género despiadado y canino que todo lo puede y todo lo traga, el diccionario opera de la misma manera pero con la elegancia y la precisión del gato que separa el pescado de las espinas.
Desaparecer en México. La muerte de Bierce, rodeada de incógnitas, alimentó el mito tanto o más que su literatura; pero su vida tampoco pasa inadvertida. Nacido en Ohio en 1842, fue agricultor y aprendiz en una imprenta antes de iniciar a los 17 años una relación sentimental y sexual con una viuda sexagenaria. Sus padres lo mandaron a la Academia Militar de Kentucky y la Guerra de Secesión lo encontró del lado de la Unión. Fue licenciado en 1865, después de sufrir una herida en la cabeza en la batalla de Kenesaw Mountain, y trabajó como topógrafo, en una mina de oro y en la Casa de la Moneda de Alabama.
No vivió pocas desgracias excéntricas. Uno de sus hijos murió en una pelea, y otro de sobredosis de cocaína. Su hermana misionera viajó al Africa y la comieron los caníbales. En 1913, cuando cumplía setenta años, escribió un par de cartas y se fue al convulsionado México de Pancho Villa. Nunca más se supo de él.
El año pasado, Enrique Vila-Matas analizó, en Doctor Pasavento, una excelente novela autobiográfica, las implicancias y dificultades de escapar de la escena pública y “desaparecer”. Bierce puso en práctica el plan un siglo antes. “Ser un gringo en México; eso es eutanasia”, escribió. La frase transmite la resignada vitalidad de un veterano, pero también la certeza de que existía un lugar más joven, peligroso y atractivo para morir al sur del Río Bravo.

una columna para Bucay

(Jorge Bucay se acaba de llevar los 360.000 euros que había como bolsa del Quinto premio Torrevieja de novela. La revista Noticias de esta semana le hizo una entrevista recontra exclusiva y a mí me pidieron una columna. Mandé lo que sigue y ellos la titularon "No es boludo", lo cual resulta bastante acertado.)

Cuando ponés “Jorge Bucay” en el Google lo primero que sale es “Médico argentino especialista en enfermedades mentales, psicodrama y psicoterapia”. Ahora habría que agregar que hizo una torta de plata escribiendo libros. Algo difícil dentro de las cosas difíciles que se puede proponer un latinoamericano.
Personalmente, me quedo con Paulo Coelho que, se sabe, en una época le dio a las drogas duro y parejo, fue satanista y escribió letras para las canciones de los primeros rockeros de Brasil. Coelho es un pastor electrónico de Rio, tiene un castillo en Suiza, pero podría estar en Plaza Once con un megáfono leyendo la Biblia a los gritos: odiarlo es complicado. En cambio Bucay se sienta en un bar de Libertador, pide un cortado y te habla de las limitaciones propias y de lo positivo que es entregarse, cada tanto, a uno mismo.
Claro que como todo plagiario sin vergüenza despierta cierta simpatía. Pero ese aire de psiquiatra masturbatorio y comprensivo no se puede pasar por alto así nomás. Uno lo ve en las fotos y se lo imagina babeando, desnudo, durmiendo la siesta un día de calor, o firmando un cheque robado sin que le tiemble el pulso. En la tele, les agarraba libidinalmente las manos a las mujeres de su panel. Las gordas y las divorciadas deliraban. Un asco. Después de que lo descubrieran afanando y le levantaran su columna dominical, todos pensamos que se replegaría en Recoleta, su área de influencia, como mucho Zona Norte. Pero el tipo dobló la apuesta y volvió con todo. Bucay puede ser el peor prosista del mundo, un presentador de fantasmas, el analista mediático del fiasco, todo lo que ustedes quieran. Pero, viejo, tendríamos que ir admitiendo que no es un gordo boludo.

Sunday, October 08, 2006

There was a time, I had this dream



Algunos días te levantás más afectado que de costumbre por tus propias obsesiones. Y entonces salís a la calle y sentís que todos te miran.

Saturday, October 07, 2006

guareva

Mirá, me había linkiado el poeta de Costa Rica y se me había pasado. (¿Cómo va ese brazo, Luis? Muy buena la intro a la reedición de Tuca, che.)

la cocina de las estrellas

"¿Cuál es la importancia de Rodolfo Turturro en la historia de la gastronomía y la de la humanidad? Es difícil decirlo, y tal vez la pregunta esté hecha en forma equivocada. No debe hacerse sobre Rodolfo Turturro, sino sobre Rudy “Albahaca” Turturro.Es decir: no sobre el famoso gastrónomo, el rico gourmet, el político que tanto ha hecho por la mejora de la alimentación y de la educación culinaria de toda la humanidad, terrestre y no terrestre, sino del cocinero de astronave de los años juveniles.
Si bien aquel periodo es al mismo tiempo poco conocido y mayormente transformado en una pequeña y breve serie de leyendas, a su vez, y para el objeto de nuestra búsqueda, es extremadamente formativo para la conciencia de lo que puede verdaderamente ser, o llegar a ser, un ser humano que come. O también un ser no humano que come.La dimensión extra-especie que Rudy ha alcanzado, en efecto, no es poca cosa, y no puede ser despreciada en un examen de sus textos y de sus decisiones políticas y administrativas. Es gracias a su variada experiencia en comidas y cocinas no terrestres que Rodolfo Turturro ha llegado a encontrar nuevos medios, nuevas ideas, nuevas formas de intervención para sostener a la humanidad entera en su eterna búsqueda de comida.
¿Habría podido adquirir sus conocimientos de modo académico? Tal vez. ¿Pero cuando? En efecto, no se trata sólo de conocimientos, sino de experiencias; y las experiencias son la base sobre la cual el político, el intelectual, el genio, construye sus propias alternativas a la realidad. Y sus viajes fuera del sistema han sido sin duda la fuente principal de sus primeras y más formativas experiencias. La creatividad no cae del cielo en la mente de los hombres, don de los dioses que premian a su arbitrio. La creatividad es una lámpara que toca a todos. La diferencia entre un profesional de la creatividad (tal como un cocinero, un poeta o un investigador en un laboratorio) y un aficionado, está en todas las horas pasadas frente a un banco de trabajo por el primero y no por el segundo; y de la decisión de tirarse al río de las experiencias que siempre hace el primero, y no el segundo, relegado como otro trabajo part time. El profesional de la creatividad que de ella extrae no el simple placer del aficionado, sino el rédito que le permite comer su pan a fin de mes. Y su acompañamiento, obviamente. El genio de la creatividad se juzga también por la calidad de lo que unta a su pan.
De la Introudcción a Memorias de un cocinero de astronave de Massimo Mongai.
(Memorie di un cuoco d'astronave, Massimo Mongai, Mondadori. Premio Urania 1997. Se consigue en Internet. )

Thursday, October 05, 2006

führer katze




Heil Hitler!

Wednesday, October 04, 2006

Me voy mañana por mucho tiempo

La Olympia, Euclid Street, Washington, D.C.,
1 de octubre de 1913
Querida Lora,
Me voy mañana por mucho tiempo, así que esto es sólo para despedirme. Creo que no hay nada más digno de decir; por esta razón tú naturalmente esperarías una carta larga.
¡Qué inaguantable sería este mundo si no dijéramos nada excepto lo que merece la pena decir! Y nada tan ridículo como ir a Méjico y América del Sur. Espero que vayas a la mina pronto. Debes tener hambre y sed de las montañas lo mismo que Carlt. Yo también. ¡La civili-zación está sucia!Reclamo las montañas y el desierto para mí.
Adiós -si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mejicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en Méjico ¡ah, eso es eutanasia! Con amor a Carlt, un abrazo cariñoso,

Ambrose.

Tuesday, October 03, 2006

cuidado, nena...


No soy yo cuando me provocan.

Monday, October 02, 2006

sobre la burocracia y la cultura


Cultura
Autor: Gabriel Báñez
Género: novela.
Editorial: Mondadori, $25

Aunque sabemos que Gabriel Báñez vive en La Plata, ¿de dónde sale ese humor tan preciso? Cultura abre con una reescritura de Dante: “A la mitad del camino de nuestra vida, me encontré con que no había selva oscura, encrucijada, ni un sorete”. Y el relato en sí arranca con la llegada de la “gorda vietnamita” al centro cultural Pasaje Central. Exhibiendo su pasado como consultora de la Unesco, la nueva directora pone al día el vocabulario de sus subalternos cambiando “público” por “consumidores”, afirmando que la promoción es un saber industrial y señalando que “La cultura... mmm... la cultura es la mariposa de la aldea global”.
Lentamente, la muy actualizada funcionaria despertará un extraño y servil amor en Ibáñez, protagonista psicológicamente escindido de la novela y director de ECOMUMU, la editorial comunitaria municipal. Fascinado con las siglas (la Comisión de Artistas Plásticos es la COMAPLA, la Academia de Músicos Municicpales, la ACAMUMU, y así), mientras edita antologías de poesía como Pétalos del herido corazón y Urbanidad y conductas asociales, Ibañez habla interminablemente con su otro yo homónimo y analiza las diferentes rivalidades y batallas que se libran en el Pasaje.
Acompañado de un pintor catalán que se presenta como “artista absoluto”, una mujer bipolar que recuerdo a Eva Braum y una larga cola de aspirantes al reparto de prestigio y bienes materiales, entre sadomasoquismo emocional, abusos y cursos de Teoría del Arte, Ibañez hace de las pastillas su rosario y pasa rápido del amor a la violencia y de ahí al intento ambiguo de curar su escisión. Por otra parte, las miserias, las cretinadas, los egocentrismos desvariantes y los aplausos autocelebratorios no se detendrán en ningún momento. Así, sacando las virtudes y defectos de la doble personalidad, el tema central de Cultura es la complicada, intensa y ridícula articulación del Estado con el quehacer artístico.
Desdoblándose al cuadrado, manejando el diálogo como un aguja que surce pero que también pincha, Báñez compone un útil manual del cinismo y con agresiva lucidez desenmaraña los equívocos más recurrentes de la burocracia cultural. Cultura es así una novela de construcción sólida y audaz, pero antes una muy necesaria reflexión sobre los malentendidos y las funciones del Estado.

y siguen los éxitos

Clarín le da manija a esa antología que ya es la hydra de mil cabezas. (Pedro y el que escribe caimos en el anticipo...)

Sunday, October 01, 2006

recomendación

Un libro que vale la pena.

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