Friday, June 30, 2006

hoy necesito contención, mi amor

Tuesday, June 27, 2006

estoy escribiendo sobre esta película



El Planeta de los simios, dirigida por Franklin Schaffner y protagonizada por Charlton Heston, se estrenó en 1968, mientras estudiantes histéricos tomaban las calles y las universidades de las capitales europeas. Para mí es una gran película. La vi por primera vez en 1989 cuando tenía trece años y Carlos Saúl Menem venía de ganar las elecciones.

Ingrid Bergman había rechazado el co-protagónico y Charlton Heston se la pasó todo el rodaje resfriado. El compositor Jerry Goldsmith grabó la música original de la película con una máscara de gorila. Sí, mientras grababan la música, lo que se veía era un mono dirigiendo una orquesta.

En 1997, cansado de la universidad y hastiado de todo, me fui a vivir a un pueblo del sur de Alemania. Se llamaba Tünsdorf y tenía tres mil habitantes. No duré mucho. Al tiempo, me escapé como un criminal y me instalé en París. París era en ese momento una ciudad muy aburrida, pero yo no terminé de comprenderlo hasta mucho después. Un día que estaba especialmente pegado al spleen del viaje me pasé toda una tarde metido en la cinemateca Herni Langlois. Busqué en los archivos. Nunca habían proyectado la película de Schaffner. Jamás. En la videoteca de Les Halles sí. Parece que mientras filmaban, Roddy McDowal, el actor que hacía de Cornelius, cada tanto volvía a su casa manejando sin sacarse el maquillaje de mono y le hacía caras a la gente de los otros autos en la autopista. Otra buena imagen. Un mono manejando un auto hacia los suburbios de Los Ángeles.

(continurá...)

ni sintético ni césped

"en el fútbol el que piensa, pierde"

Es obvio que Guillermo Piro jamás piso una cancha.
(Dicho con cariño, Guille.)

Sunday, June 25, 2006

ideal y reducción



Lo digo con honestidad: yo también soy otro.
Siempre el que espera repetir.
Duplicado en cualquier parte.
Ideal y reducción.
A veces tengo ese tipo de sensaciones.
Y en tardes lluviosas de invierno,
mis propias reacciones me sorprenden.

Thursday, June 22, 2006

pregunta

Mi barrio tiene protocomuna. ¿El tuyo?

Actualización:

"Somos una organización territorial urbana cuyo propósito es el estimulo de las herramientas de participación ciudadana con la certeza que esto promoverá una mejor calidad de vida Nuestro plan de acción se basa en la cooperación entre las organizaciones a los efectos de potenciar las capacidades de los vecinos. A los que intentamos orientar, de un conocimiento ingenuo a uno critico. Tanto de su entorno mediato, como del barrio. La Ciudad . La Nación."

Esta es la intro de la Protocomuna Caballito. Aparte de estar escrita con los dientes, ¿no tendría que decir "agrupación" en lugar de "organización"? Y lo de "territorial urbana", ¿no suena demasiado cerca de "guerrilla urbana"? Porque si querermos "plan de acción", "de un conocimiento ingenuo a uno crítico" y ese final con "La Nación" terminan de redondear el cuadro y enseguida se deja ver una mano medio rara, entre el compromiso, el arrebato y hasta la victoria siempre. Con estas hojas de parra en el bolsillo, no se si me gusta tanto lo de la de protocomuna, te diré.

con porno todo es mejor

"En Francia y en España (con María Bianco y Sandra Uve), a comienzos de los 90 emerge el nuevo porno. En 616 DF: El diablo español vs. Las Luchadoras del Este, esta última rescata el aire de la época. La trama es absurda, para potenciar la comicidad: el secuestro de unas punks desencadena una oleada de encuentros sexuales chico-chica que no innova mucho en lo específico pero sí en lo estético y en la presentación de unas figuras masculinas, estúpidas y viriles (como es debido)."
En un nuevo blog colectivo. (Sin blogger, ni blogspot, y de la mano de wordpress.)

barrio

Caballito es un nombre de barrio poco potente. Nunca se termina de levantar del diminutivo. Frente a nombres de barrio como Almagro o Boedo, es casi un chiste, un juguete. Por eso no aparece mucho en las pintadas. Una vez a dos cuadras de Juan B. Justo leí "Soy de la Paternal, ¿y qué?". La frase no funciona con Caballito. Pero hay variantes. Sobre Rosario hubo durante mucho tiempo una frase escrita con aerosol negro que decía: "Aguante el Parque Rivadavia y la puta que te parió". Otra, sobre Yerbal: "Primera Junta, organismo vivo".
Estoy escribiendo sobre mi infancia.

necesitás referencias?

Teatro en la ciudad.

Zapping de trasnoche

La televisión no fue, ni de lejos, copada por el mundial. El miércoles a la medianoche, después de un día de fatigas y desilusiones, prendí la televisión y me acosté en la cama. Eran las doce menos cuarto. Iba dispuesto a chocar contra el mundial. Hacía un par de horas, Alemania le había ganado a Polonia en tiempo de descuento.
De entrada, en América, un cartelito arriba a la izquierda advertía que estábamos frente a una “historia real”. Un hombre le agradecía a Dios. No era alemán. Decía que a partir de su nueva fe había vuelto a reunir a su familia. Cambié. En People & Arts, estaban dando American Chopper, uno de los mejores programas de bricolage del mundo. Padre con bigote llamativo e hijo con gorrita de béisbol fabrican motos y se pelean en el taller. Aparece gente soldando y probando encastres de piezas cromadas. Volví a cambiar.
En Ciudad Abierta, hombres de rasgos orientales hacía piruetas. En AXN, un tipo apuntaba a otro con una Glock 9 mm. En TNT, entrevistaban a Jennifer Aniston. El mundial no aparecía por ninguna parte. Me conozco muy bien la programación de trasnoche y sé que es inamovible, medio ridícula, de movimientos lentos. Lejos de la histeria del prime time, en la trasnoche, los programadores de los canales se relajan.
En Discovery Channel, las serpientes de cascabel me llamaron poderosamente la atención. Mientras ellas cambiaban de piel, un locutor comentaba que existe gente que se dedica a cazarlas por antipatía. De repente, un viejo miró a cámara y dijo “Las odio”. El tipo se autodefinía como un exterminador de serpientes de cascabel. Las consideraba peligrosas para el ganado y para la gente. Su técnica era encontrar los nidos por el sonido de los cascabeles, rociarlos con combustible y hacerlos arder. Pero, después de sesenta y ocho años de vocación cazadora, el viejo se enfrentaba con un problema. Por un lado, y siguiendo un cuestión evolutiva, las cascabeles empezaron a hacerse cada vez más silenciosas ya que caen primero las que más ruido hacen. Por otra lado, el viejo se va volviendo sordo.
Después mostraron una serpiente de dos cabezas. Son más usuales de lo que se piensa.Recién a la hora y media larga de estar mirando, apareció Nicole Neuman con una camiseta de la selección diciendo que los argentinos éramos muy apasionados. La televisión puede adoptar muchas formas. A veces es espejo, o amplificador, o microscopio. A veces es conductora hacia otros lugares. Uno se ve reflejado, amplificado, reducido o acompañado. Pero indudablemente es un universo basto. Tanto que el evento deportivo más importante del mundo, en la Argentina, se vuelve apenas un asunto diurno.

El gran macho argentino

Explotando el nicho de las no-ficciones, formó parte de Espejo de la Argentina, una colección ya mítica donde Planeta reunió a principio de los 90 títulos tan disímiles como Robo para la corona de Horacio Verbitsky y Volver a crecer de Domigno Caballo. Adentro de esa bolsa fabulosa fue a caer, entonces, potente y atrevido, Díganme Ringo, una biografía de Oscar Natalio Bonavena del periodista Ezequiel Fernández Moore.

Pensado casi como el guión de un documental, polifónico, asimilable a una velocidad extrema, en muchos sentidos brutal, Díganme Ringo es, primero, el compendio de anécdotas de un personaje mayor, pero también una pequeña enciclopedia sobre uno de los deportistas más apasionantes de la Argentina. Al lado de la excentricidad y la explosión de esta biografía, Maradona parece un adolescente que lleva petardos a un cumpleaños.

La narración empieza alterando la cronología de los hechos y contando el terrible final al principio: Bonavena cabreado, fuera de sí, enfrentando en solitario a la mafia prostibularia norteamericana del Mustang Ranch y recibiendo un tiro en el pecho una fría madrugada de mayo del ´76. Después, el lento ascenso, la conflictiva relación con Lectoure, su carrera artística como cantante de varietes, su arrogancia para hacer declaraciones y el duro castigo que recibió cuando en el ´66 enfrentó de visitante a Frazier.

“La vida y la carrera de Ringo –escribe Fernández Moore– no son sino una metáfora de la tormentosa Argentina de las décadas del sesenta y setenta, donde la fuerza se impuso una y otra vez como único argumento.” Bonavena dejó instalados en el inconsciente colectivo popular un repertorio de frases y réplicas que el libro compila y sitúa. Díganme Ringo, escrito en la rara poesía de lo instantáneo, es por momentos tierno, o gracioso, o patético, pero sostiene, siempre de fondo, un rústico y duro atractivo que recuerda el aire caldeado de un gimnasio de barrio.

Tuesday, June 20, 2006

Nuevos poetas brasileños en Buenos Aires

Continuando con una relación ya señalada por este suplemento, la presencia de Brasil en la última feria del libro fue significativa sin estridencias. Un heterogéneo conjunto de poetas brasileños estuvo en Buenos Aires para dar charlas y participar en lecturas. La visita acompañó una inusual irrupción de ediciones que recogen la producción poética brasileña más reciente. Traducidos por escritores argentinos como Cecilia Pavón, Marina Mariasch y Cristian de Nápoli, los libros fueron publicados por los sellos indie Siesta y Eloísa Cartonera, cuyos editores, entre los cuales se cuentan los referentes locales Wáshington Cucurto y Santiago Llach, también son poetas.
Los títulos incluyen, entre otros, Durante la noche de Vivien Kogut y Mecánica de la distracción de Camila Do Valle. Las ediciones, por lo general, son bilingües. Salvo, por supuesto, Uma flor na solapa da miséria del carioca Douglas Diegues cuyos versos, editados por Eloísa Cartonera, se desarrollan en un riguroso portuñol.
Dentro de la propuesta general, el libro que mejor encarna el intercambio es Cuatro poetas recientes del Brasil de la editorial Black & Vermelho, cuya colección Cuatro Cuartetos ya se había lucido con el primer volumen de la serie, Cuatro poetas recientes de Chile, y promete, en breve, un Cuatro poetas recientes del Perú.
Poetas y editores. Al igual que en la Argentina, en Brasil muchos poetas, por necesidad o vocación, se transformaron en editores. En esa doble función, quizás el más importante de los que visitaron la feria fue Joca Reiners Terrón. Incluido en Cuatro poetas recientes del Brasil junto a Angelica Freitas, Ricardo Domeneck y Elisa Andrade Buzzo, Joca Reiners Terrón nació en 1968 en Cuiabá, Estado de Matto Grosso. Descendiente de inmigrantes españoles y nieto de un ingeniero alemán que instaló la primera usina hidroeléctrica de la región centro-oeste del Brasil, Reiners Terrón vive desde hace diez años en San Pablo. Publicó, en el lapso que va de 1998 al 2003, los libros de poemas Eletroencefalodrama y Animal Anônimo, las novelas Não Há Nada Lá y Curva de Rio Sujo y la colección de cuentos Hotel Hell.
“En los últimos años –dice– hubo en Brasil una proliferación importante de antologías temáticas. Todas las editoriales de repente hacían antologías.” Cuando se le pregunta cuál es su opinión sobre las antologías, contesta que “las antologías sustituyeron las revistas, es el lugar donde los editores pueden mirar para encontrar un autor nuevo que ya dejó de ser inédito”.
Reiners Terrón fundó a fines de la década pasada el sello Ciência do Acidente, que en la actualidad cuenta con más de cuarenta títulos en su catálogo. Ciência do Acidente, según el mismo Reiners Terrón, aprovechó y potenció, al mismo tiempo, el surgimiento de una nueva generación de escritores brasileños.
“Me da la sensación –señala– de que allá pasa algo similar a lo que ocurre acá, tenemos muchos escritores que producen casi sin vínculos con el mercado y con muy poca expectativa de ventas.” La confesión de que no es un gran fan de la literatura brasileña resume toda una tendencia estética: “En mi país se valoran los libros como Grande Sertón: Vereda de Guimaraes Rosa, esos monolitos modernistas que uno lee y te congelan. A mí eso no me convence. El único objetivo de mi literatura es hacer mejor mi vida.” Reiners Terrón mantiene en la actualidad un blog, hellhotel.
Su mitología es clara. “Britney Spears sustituyó a Venus y si uno quiere escribir sobre el presente, hay que estar atentos a esos cambios”. Desde mayo, sus textos circulan en Buenos Aires como un eslabón más en la informal pero fructífera relación entre Brasil y Argentina.
(Publicado en el suplemento Cultura de Perfil)

día



- ¿Y? ¿Te gustó la chomba que te regalé, Pá?
- Sí, muy buena.
- Tiene un cocodrilo, ¿viste?
- Sí.
- Te quiero mucho.
- Yo también, Jimmy... Yo también.

Saturday, June 17, 2006

sábado



Sábado a la tarde. Aire desconcentrado. Momento, ¿no pasó antes? Sí. ¿Y entonces? Espero a que se venga la noche para empezar a tipear algo. Mientras tanto, los USA le hacen un partidazo a Italia. Jodánse paisanos, jueguen mejor la próxima y sobre todo peguen menos.

Es incómoda la desconcentración, pero resulta gratificante darme cuenta de que conozco hasta los rincones mejor camuflados de mi "proceso creativo". (Y quizás el primer error sea nombrarlo de esa manera porque todo el asunto se parece más a sentarse y armar una casita con rastis. Como mucho, un mecano.)

Mientras tanto veo en la tele Bamboozled (una compicadísima película sobre la que no pienso hacer una sola reflexión) y después leo el Diario de Rodaje - Spike Lee en la Argentina. Ahora yo trabajo con ella. No la juzguen erradamente. En la foto seguro estaba muy mal dormida. (Ah, y una cosa más, hasta ahora el único blog que me banco sobre el Mundial es el del economista. Recomendable.)

paraisos artificiales



Me voy a comer estas florcitas
en un acto de arbitrario egocentrísmo.

un link en deuda

Lo siento, Charlotte. Vos sos una reina en esta cocina, pero ella merece estar en la cima. Admitime, si no, que yo estoy en deuda, la remera de "good taste" le quedaba muy bien, y cuando dijo que mi blog lo leía hasta su viejo me mató. No hard feelings.

Thursday, June 15, 2006

Croac!

La Rana encontró su lugar en la web.

Wednesday, June 14, 2006

the artichoke king strikes again

Monday, June 12, 2006

la familia



A los que andan por ahí diciendo que soy un capomafia, hablen con mi tío Ciro que él les va a explicar todo. (Un abrazo tío querido y un saludo también a Vicenzo.)

Córdoba no cree en lágrimas

A principios del 2004, Alejandra Baldovín, Luciano Lamberti y Alejo Carbonell fundaron La Creciente, la editorial cordobesa más dinámica de la actualidad. Sin fines de lucro y de neto corte independiente, apostando a la plaqueta como soporte y con un evidente gusto por las texturas raras y la simplicidad en la tapas, La Creciente formó, en menos de dos años de vida, un catálogo lúcido y potente tanto en narrativa como en poesía.
Al recorrer los títulos publicados, es clara la preferencia por autores locales y jóvenes, y se perfila una sutil forma de leer, agrupar y desarrollar la intensa variedad de proyectos personales. Entre la narrativa se destacan 222 patitos, los primeros cuentos de Federico Falco, y Sueños de siesta, donde resplandece la prosa desencantada y feroz de Luciano Lamberti.
En poesía, el catálogo se divide en dos. Por un lado, se afianza en la introspección de Giróscopo de Alejandra Baldovín y la letanía de Februario de Pablo Bellido, propuestas más bien tradicionales; y por el otro, van los poetas que decidieron reprocesar el impulso todavía fresco de la poesía de los ´90 y seguir adelante.
Excelente ejemplo de ello es Helicópteros y señoritas de Diego Monsalvo (“magiclicks fantásticos/ lámparas frígidas/ linternas histéricas inseguras y sin pilas/ láser desmesurado violento”) y la trilogía de la bestias manchadas compuestas por Fiestita de Juana Luján (“Me rapé, vendí mi pelo./ Se hicieron pelucas./ Se vistió la calvicie/ de una muñeca.”), Declaraciones mexicanas de Ana Bustos (“Si yo fuera polilla/ visitaría tu placard/ y horrible peluda gris/ me comería tu ropa/ de a poquito”) y Se Zapallo de Carolina Viarengo (“¿Cómo no pensar que estoy muriendo/ si me salen moscas del hueco del codo/ si no me explican por qué nadie me habla/ si sólo veo a mi alrededor bolsas de nylon con agua?”).
En Buenos Aires los libros de La Creciente se consiguen en el Centro de Experimentación Estéticas Eloísa Cartonera, Guardia Vieja 4237, y en las librerías Norte, Av. Las Heras 2225 y Otra Lluvia, Bulnes 640. También se hacen envíos por correo. Vale la pena visitar la eficiente página web, http://www.lacrecienteweb.com.ar/, donde se difunde con generosidad las obras publicadas y también se ofrecen inéditos.
El 2004, La Creciente distribuyó Espuma de rabia, una breve y muy precisa antología de poetas jóvenes. “¿Qué espera de los cordobeses el resto del país?” se preguntan los editores en el prólogo. Y responden: “Espera referencias al cuarteto (poesía popular cordobesa, según nos informan) por un lado, o a la mitología griega o romana o de donde sea (Córdoba la Docta), por otro. La respuesta es no. No existe, por lo menos aquí, una poesía cuyos rasgos se diferencien de la producida en otras provincias.”
La negación de la especificidad local quizás sea un incordio para los porteños neo-federalistas que enfrenten esta producción abundante y compleja, creada sin el recurso de la excusa geográfica o del regionalismo. Pero sin duda es un beneficio para esta nueva generación de escritores que desde el centro del país viene pidiendo el lugar de atención que se merece mientras mira a Buenos Aires con un gesto a veces irónico, a veces fraternal, pero siempre de sincera y vital autonomía.
(Publicado en Llegás a Buenos Aires, nº 94, 6-2006 con el título Artesanías de Córdoba)

Apostillas para Saer

¿Antidemocrático? Sí, releo la nota y me doy cuenta de que no va. La palabra era "elitista" y de ahí a una revisión laxa sobre la administración del poder. Queda, en todo caso, para la próxima.

Sunday, June 11, 2006

Las zonas más incómodas de un escritor central



Martín Prieto, en su Breve historia de la literatura argentina, libro que por su síntesis y su precisión va rumbo a convertirse en una obra de referencia obligada, nos entrega un Juan José Saer padre. El Saer de Prieto señala, ciñe y obliga a definirse tanto a sus contemporáneos como a sus predecesores y establece, desde la “profundidad del sistema literario”, los límites, cuando no las limitaciones, de autores tan dispares como Roberto Fontanarrosa, Marcelo Cohen, Jorge Asís y Juan Martini. La lectura no es errada. Ni siquiera peca, como podría parecer en un principio, de exagerada. A un año de su muerte, los libros que Saer dejó en su paso por el mundo siguen siendo un referente ineludible cuando se trata el arte de narrar en la Argentina.

Lo propio y lo antagónico. Sin discriminar los cuentos y relatos que siempre se movieron como hermanos menores en su obra, las novelas de Saer son generosos ejercicios de estilo donde la artesanía del lenguaje nunca complica la potencia narrativa ni los minuciosos recorridos de las tramas. Si bien sus últimos títulos no alcanzaron el nivel de densidad de sus obras más importantes, el regalo póstumo de La Grande, una novela inconclusa pero de perfecta legibilidad, lo devuelven al centro de la atención lectora. ¿Nos animaremos a admitir que Saer usó el snobismo de los porteños que reniegan de Buenos Aires para construir un espacio indefinido y mítico en el litoral argentino? ¿Sabremos admirar cómo sus textos ficcionales despliegan una manera pícara y zumbona de pararse frente al campo intelectual, mojándole la oreja al ritmo de una historia que se cuenta con maestría inaudita?

Pese la reciente edición de Trabajos y desviando El río sin orillas a la sección de híbridos donde memorias y ensayo se anudan de forma indisoluble, su libro de reflexión fundamental es El concepto de ficción. Con prosa frontal, Saer teoriza y marca. Su retrato del viajero francés Alfred Ebelot, su simple pero significativa evocación de Roberto Arlt o la presentación que escribió para los Viajes de Sarmiento son textos que reflejan la seguridad del novelista experimentado y la alegría del lector agradecido. Ahora bien, si de Sarmiento reconoce que su literatura nace de una “hospitalidad a lo antagónico”, Saer siempre fue reacio a practicar ese mismo acuerdo y, para que no haya malentendidos, dejó bien en claro qué le era –o qué pensaba él que le era– antagónico.

Cómo hay que decirlo, qué es lo que hay que escribir, cómo debe ser, cuál es, en definitiva, la Verdadera Literatura es el tema central ese libro. Lejos de la variedad de temas y motivos que presenta, por ejemplo, la ensayística borgeana, El concepto de ficción es más bien machacón y su inmutabilidad de sus posturas asombra: “Las cosas que pensaba hace treinta años –escribe en la presentación a una reedición– las sigo pensando ahora.” Y agrega que “el resultado es claro: en treinta años, hay apenas un puñadito de ideas y muchas repeticiones”.

La queja. En sus ensayos, Saer pone en la mira de su furia crítica y teórica muchísimas cosas, personas y situaciones. Una breve lista incluiría los “criterios adocenados de escritura e impresión”, los “subproductos del mercado editorial”, los “malos hábitos de la crítica perezosa”, la novela de género y su “especialización alienante”, Isabel Allende, los materialistas y los marxistas (aunque de estos últimos utilice no poco su vocabulario y las hilachas de su discurso), el “chantaje de la superioridad numérica de las obras más vendidas”, la crítica sociológica, Silvina Bullrich, la ortodoxia estética, las modas literarias y, englobándolo todo, la imperdonable auto-complacencia de la época. ¿Qué época? Ésta, la nuestra, la que vivimos.

El atrincheramiento, frente a ese caudal inconmensurable, es un gesto digno de un romántico del Atheneum: frente al equívoco y el acabado burdo del mundo, debemos seguir los “imperativos internos de la invención artística”. Así, la indignación es constante en sus ensayos, el desprecio aparece disimulado muy pocas veces y cuando uno piensa que va a salir de ese pozo conceptual, Saer vuelve a ser taxativo. Sus reglas para discernir lo bueno de lo malo son contundentes al mismo tiempo que insensibles y vaporosas. En su mejor narrativa, su claridad para ver el mundo y ordenarlo es extremadamente seductora. En sus ensayos, esa misma claridad se transforma en prejuicio y solamente es sólida en la tautología.

¿Qué necesidad tiene el autor de obras tan extraordinarias como Cicatrices o Glosa de reafirmarse, cada vez que puede, en contra de la banalidad? Esa actitud lo pierde. Paradójicamente, muchos de sus ensayos se vuelven superficiales atacando lo efímero, lo perecedero y lo superficial. Y es divertido ver a Saer haciendo esas piruetas retóricas hasta que uno empieza a entender que lo dice en serio.

El demonio mediático. Un caso aparte fue su férrea reacción contra el Realismo Mágico. Los editores europeos negaron sus precisos paisajes argentinos y sus asados homéricos porque esa zona estaba ocupada por el Boom. Saer trajinó, entonces, una larga espera antes de lograr cierto reconocimiento. Cuando los lectores le pedían mujeres que se incendiasen en el amor y curas que levitaran en la selva, el mendocino Antonio Di Bendetto apareció como un reflejo y un doble. De allí que cuando escribe sobre el autor de Zama, provinciano, exiliado y sufridamente secreto, muchas veces se recuerda a sí mismo.

Peores padres incestuosos de ese mercado que engendró al Realismo Mágico fueron los medios de comunicación, la gran Hydra saeriana, su dragón de San Jorge, sus ridículos molinos de viento. Paradigmático en este caso es “La literatura y los nuevos lenguajes”, presente en El concepto de ficción, pero originalmente publicado en América latina en su literatura, un volumen coordinado por César Fernández Moreno. En ensayo es una forzada diatriba contra la relación que mantienen la literatura y los medios masivos de comunicación, contando entre éstos últimos y sin discriminación el cine, la música popular, el music-hall, el teleteatro y el periodismo.

Mientras los medios no cumplen “funciones enriquecedoras” y las intervenciones de los escritores en el cine no son “siempre castas”, la hipótesis central del ensayo es calificarlos como “fuerza de detención”, para lo cual se señalan sus “condicionamientos enajenantes”, y se termina afirmando que, destruyendo la imaginación, aparecen como enemigos mortales de la literatura. La actitud de Saer, entonces, es similar a la madre que le dice al hijo que no mire televisión porque se va a volver tonto. En la otra mano, el escritor santafesino trae sus listas de autores prestigiosos, que surgen regularmente como mojones y no son otra cosa que un pedido de inclusión. Cada vez que puede, Saer recrea el supercanon citando, entre otros, a Kafka, Joyce, Proust, Beckett, Onetti, Macedonio Fernández, Antonio Di Bendetto, Juan L. Ortiz y Borges. Lo hace con amor de aspirante y corrección infantil, conformando en la misma mención de los nombres, una horizonte de lectura a la vez grandilocuente y previsible. Todo se reduce a un deseo, un anhelo: estar con los buenos, con los prestigiosos, con los que saltaron más allá de lo cotidiano para ingresar en la Historia.

El antidemócrata. La negación de la vulgaridad como un elemento literario y la condena de los instintos narrativos más básicos hacen de Saer un escritor antidemocrático. Pero eso no sería nada –existieron buenos, muy buenos y excelentes escritores directamente fascistas– si no se metiera con el deseo de las mayorías. Saer identifica la basura televisiva con los espectadores. Y aunque es obvio que desea el favor de la masa, consciente de su poder transformador, también le teme. El momento más alto de su rechazo es cuando afirma que “la ideología del placer es el fundamento de la cultura de masas” y la literatura es irreconciliable con esto porque su rasgo esencial “es el de ser una actividad trágica”.

En sus divagaciones termina condenando a las amas de casa y a los ejecutivos que, en los aeropuertos, leen a Umberto Eco. Si no es en la cocina y en los aviones, ¿dónde está la Verdadera Literatura? ¿En un muelle, en una biblioteca de provincia, en el subte, en un bote, en el recodo oculto de un río estático o caudaloso? ¿Cuál es la profesión ideal para leer? ¿Obrero, comerciante, crítico de cine, terrateniente, profesor universitario? La masa lectora, su ausencia o su presencia, pero sobre todo sus gustos, siempre fue un problema para Saer.

Optando por un elitismo simple y progresista, usaba la palabra “democratismo” que le permite despreciar a la democracia sin nombrarla. Menos ambiguos y sofisticados que su obra narrativa, sus ensayos aparecen ligados a la denuncia, pero de forma alucinada. En Trabajos, compara, por ejemplo, la posmodernidad con el nazismo y el estalinismo.

Hoy que empezamos a abandonar los idealismos idiotas de las décadas más sangrientas de la historia moderna argentina, la militancia estética no puede repetir viejas ortodoxias, cerradas y represivas. Encapsular el deseo, motor principal de la escritura y la lectura, implica una pérdida. A un año de su muerte queda la fuerza innegable de su ficción y una certeza: Leeremos a Saer, pero no a la luz de sus ideas y acataremos, por una sola vez su mandato inconmovible, el que cierra “Notas sobre el Nouveau Roman” de 1972: el deber de juzgar a los narradores por sus narraciones y no por sus ideas porque es posible, después de todo, escribir buenas historias aun sustentando teorías erradas.

Saturday, June 10, 2006

Cerrando la semana Lichtenstein



A partir del miércoles a la noche, mi sistema de refrigeración interno empezó a trabajar con notables deficiencias. Producto de una exposición negligente al frío y a la humedad, un resfrío aterrador me cacheteaba en cámara lenta. Lo cómico cuando me resfrío es que la gente no me ve “tan mal”, aunque esté respirando con las manos y sienta que se me licua la espina dorsal.

Con estas deficiencias me presenté el jueves en la inauguración de Lichtenstein en el MALBA. La verdad es que no hay mucho para contar. Estaba Eduardo Constantini con una corbata azul marino con rayas blancas y Marcelo Pacheco recorrió la muestra con los periodistas. El cálido Daniel Molina se acercó a saludar y dado mi estado de salud, agradecí la brevedad de los discursos y el juego de naranja que sirvieron en la entrada.

Ya sabemos que el MALBA es confortable y la muestra está bien colgada. Para recorrerla hay que tener en cuenta que Lichtenstein vendió mucho y muy bien en vida y lo que tiene en su poder la Fundación está más cerca de “lo que quedó”. Esto es: una serie de dibujos en lápiz, algún collage interesante, los famosos brochazos y una buena sección de desnudos. Si uno busca Hollywood –lo cual después de todo es esperable si se va a ver a Lichtenstein– quizás se decepcione.

Pero si se toma la muestra como una viaje tangencial al taller del artista, la variedad de bocetos y épocas se vuelve interesante. Rescatemos también el libro del evento que, editado con síntesis y criterio, vale la pena. Es el registro más completo y elegante del primer paso de Lichtenstein por Buenos Aires.

Pynchon intenta cerrar la semana Lichtenstein


No lo consigue.

(Se dijo que era Unambomber.
Hubiera estado lindo, ¿no?)

Thursday, June 08, 2006

Lichtenstein con Vila-Matas


Tex! 1962. Oil on canvas. 172.7 x 203.2 cm

En Doctor Pasavento, Enrique Vila-Matas escribe: “Por eso, en esos días, habían sido una gran sorpresa para él, y no las había olvidado nunca, unas declaraciones del cineasta Gordard en las que decía que le gustaba entrar en las salas de cine sin saber a qué hora había empezado la película, entrar al azar en cualquier secuencia, y marcharse antes de que la película hubiera terminado. Seguramente Godard no creía en los argumentos. Y posiblemente tenía razón. No estaba nada claro que cualquier fragmento de nuestra vida fuera precisamente una historia cerrada, con principio y final.”

Sobre el fragmento, escribí hasta monografías. Ciorán, más conocido como el único argento nacido en Rumania, decía: “Llevo el fragmento en la sangre”. Ahora bien, el argumento, lejos de lo que sugiere Vila-Matas usando a Godard con cabeza de playa, no está reñido con el fragmento. Hay, por supuesto, una relación de inclusión, la trama propone una sucesión de momentos que pueden fragmentarse. Pero el asunto va más allá. El fragmento recrea en sí mismo la totalidad y al mismo tiempo, en potencial, la traiciona, la desfigura y le huye. Fragmentar, entonces, es una operación extrema de ambiguación.

Cuando Lichtenstein toma una sola viñeta de una tira o de una revista, y ampliándola y aislándola, nos obliga a entrar al cine con la película empezada y a salir casi inmediatamente. O mejor, nos permite quedarnos todo el tiempo que queramos, pero la película es la sucesión repetitiva de un mismo fotograma. Para cambiar de imagen, hay que salir y volver a entrar.

Un fragmento de nuestra vida, una viñeta perdida de un comic, sin principio ni final. En ese sentido, el recorte y el infinito que provee la falta de límites claros, entre otras cosas, hacen que los blogs sean los hijastros escriturales, pobres y bobos de las operaciones artísticas de Lichtenstein.

Wednesday, June 07, 2006

dos habitaciones


La chambre de Van Gogh à Arles.
1889. Oil on canvas, 57 x 74 cm. Musee d'Orsay, París.



Bedroom at Arles. 1992.
Painted and printed paper on board.53 x 42 cm. RLF.

Tuesday, June 06, 2006

Lichtenstein con Cheever

En el Prefacio a sus Cuentos y relatos, John Cheever dice que le hubiera gustado invertir el orden cronológico de sus textos y aparecer como un hombre mayor desde el principio, ocultando así la impresión que le iba causando el mundo a medida que escribía. Para marcar ese aprendizaje lento y paulatino usa un paralelismo llamativo.

“Creo que el nacimiento de un escritor, a diferencia de lo que ocurre con un pintor –escribe Cheever–, no revela nexos interesantes con su maestros. En la formación de un escritor uno no encuentra nada parecido a las primeras copias que hizo Jackson Pollock de las pinturas de la Capilla Sixtina, con sus interesantes referencias cruzadas a Thomas Hart Benton. Uno puede ver al escritor aprendiendo torpemente a caminar, anudándose la corbata, haciendo el amor, comiendo con tenedor sus arvejas. Parece muy sólo y está decidido a autoeducarse.”

El Prefacio a Cuentos y relatos es uno de esos prólogos excepcionales. Tan bueno, o incluso mejor, si eso es posible, que el de Los Lanzallamas o el de Crash. De alguna forma lo que señala Cheever es que cuando nos enfrentamos a un cuento o una novela, casi siempre lo vemos como algo acabado. No hay mucho lugar a dudas. Nuestro prejuicio nos dicta que el lenguaje es en sí mismo algo que se realiza en forma completa y eso le exigimos incluso al más novato de los escritores. Salvo en algunas ocasiones hablamos de “el joven Borges” o “el joven Marx” como un marca destinada a ubicar la obra en relación con el autor.

Las diferencias entre Pollock y Lichtenstein son muchos más densas que las que pueden resumirse entre la modernidad y la posmodernidad. Pero la comparación parece útil, o mejor, desata una incompatibilidad.

Si es verdad que en la pinacoteca que mantiene on line la Fundación Roy Lichtenstein pueden verse sus coqueteos con el expresionismo abstracto y sus primeras copias de Picasso, el artista nunca abandonó ese gesto. Digamos, incluso, que el gesto lo acompañó siempre. Están, para poner dos ejemplos, los iniciales Cowboy in horseback de 1951 o Indians Pursued by American Dragoons After Wimar de 1952, que trabajaban directamente sobre el cubismo y podrían ser considerados como "esos primeros pasos" que señala Cheever en los pintores.


Cowboy on Horse Back. 1951, Oil on canvas, 46.4 x 50.8 cm.

Ya en 1961, con el famoso Look Mickey y la serie de Popeye, si bien con texturas diferentes, con colores y líneas menos acabadas, aparecen las primeras pruebas de reproducción de una viñeta.


Look Mickey, 1961. Oil on canvas, 121.9 x 175.3 cm.

Y enseguida el desplazamiento técnico y teórico llega muy temprano a su apogeo. Waahm!, de 1963, incluye todos movimientos que van a identificar a Lichtenstein como creador y agregan una cuota innegable de violencia que las tiras para niños, como los personajes de Disney, no tenían.


Whaam!, 1963. Oil on canvas. Dos paneles, 172.7 x 421.6 cm.

Mientras Pollock pasó de sus reproducciones de la Sixtina a sus drippings, y Cheever ve ahí una evolución que podría, o debería, aplicarse al trabajo también artesanal, después de todo, del escritor, Lictenstein nunca dejó de duplicar y versionar. Tuvo sus pruebas, que hoy vemos comoesbozos tempranos, pero muy rápidamente se dio cuenta de que en las reglas de la copia y la reproducción se jugaba el arte más representativo de la segunda mitad del siglo XX.

Monday, June 05, 2006

semana Lichtenstein 1


Autoretrato.
1997, Tape on board.
59.9 x 30.7 cm.

Sunday, June 04, 2006

domingo a la noche



Después de una siesta prodigiosa de dos horas, I bet that you look good on the dancefloo powered by Arctic Monkeys, de ese disco que me prestó Juan Andrade el viernes y que no me puedo destornillar de la cabeza. Y con ganas de ver El Planeta de los simios otra vez y con la seguridad de que no la voy a encontrar por nignún lado. Pero bien, dentro de todo, bien.

I bet that you look good on the dancefloor
I don't know if you're looking for romance or
I don't know what you're looking for

A partir de las doce, eso sí, largamos con la Semana Lichtenstein.

Entrevista en La Capital

Mercedes Gómez de la Cruz me hizo una entrevista para La Capital de Rosario. El texto completo puede leerse en su blog, Andromedamil.

Friday, June 02, 2006

souvenir cordobés



"Me quedó la impresión de que todo lo que pasa en Córdoba, de una forma u otra, termina en el piso 14."

hombre-mono



La próxima semana será Semana Lichtenstein y el Cocinero promete reflexiones, homenajes y plagios a diario. Esta noche, mientras tanto, siento que los límites se borran y soy un animal tipeando sobre un pedazo de mi cuerpo porque el teclado de la computadora se parece demasiado a una de mis manos. "En el futuro, tendremos siete dedos en vez de cinco" decía mi abuelo vasco, el único que no venía de Italia y al que, curiosamente, más me le parezco físicamente. No sé si tanto. Me pone de humor el recuerdo de tres mujeres corriendo bajo la lluvia de este mediodía de viernes con las cabezas envueltas en bufandas y chalinas para no mojarse el pelo. Parecían musulmanas felices.

Y ya que estamos, para ir creando clima, se viene un libro.


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