Thursday, November 30, 2006

Cartas al duque (hacia las vacaciones)

Querido Duque,
Estoy saturado. El viaje desde Rio de Janeiro lo hice en piloto automático pensando en la Aventura del Poseidón. Cruzando el molinete de Piedras el gran periodista Mauro Fulco me grita: “Juan, me acabo de cruzar con unos pendejitos contraculturales que me daban ganas de matarlos en un pogo”. Cuando subíamos la escalera presenciamos un acto de violencia. Un hombre que se hacía el lisiado no fue reconocido en su pantomima y descargó un insulto. “El subte es un campo de cultivo espectacular –dijo Mauro–. Como la selva amazónica, lo que tires crece. Codicia, amor, violencia, hipocresía.” Para colmo a Barreda lo confirmaron hasta el 2012. Tomarse vacaciones tiene mucho sentido. Los pumas perdieron el fin de semana en un buen partido contra Francia y hoy me desperté con El Gran Dragón Blanco donde un Jean Claude Van Damme ciego caga a patadas a un chino.
Y recién son las tres de la tarde, Duque.
Un abrazo, Terra.

How much time did you spend with him?



We phoned Burroughs before we called round to see him.

Wednesday, November 29, 2006

duchamps (amar en silencio)

cartas al duque (veintisiete)

Querido duque,
Me vuelvo loco. Aunque miro y miro la foto de Flaubert no logro obsesionarme. Qué lindo sería estar obsesionado con esa foto. Pero el daguerrotipo de mediados del siglo XIX apenas me gusta. Es elegante, eso sí. Aunque no es tan joven y sufre una calvicie importante, la mirada del escritor posa en pleno desafío. Ironía y desafío. ¿Qué fue lo primero que comió después de esa foto? ¿Cómo durmió esa noche? Yo dormí más o menos ayer y la espalda me está matando. Ahora una periodista habla por teléfono y pregunta: "¿ya terminaste con el pasado?". En el subte, siempre hay un grupito de estudiantes de cine filmando su opera prima. Y como son tan anacrónicos, eligen Perú, con sus colores ocres y sus afiches antiguos. Los tiraría a las vías. Que filmen desde abajo, desde la negrura. O que no filmen nada. Que impriman la foto de Flaubert en una tela y hagan volantes. Que hagan cine mudo. Querido Duque, no me desarmo más y mañana le escribo de mejor ánimo,
Un abrazo,
Terra.

Tuesday, November 28, 2006

cartas al duque (veintiseis)

Querido Duque,
Hoy, mucha humedad en el subte. El verano vendrá para hacer justicia entre los pasajeros. Mientras tanto, ¿cuántas veces tengo que viajar para conocer la oscuridad que se ve por esas ventanas fuera de escuadra? “Este es el único subte de madera del mundo” dijo un hombre de traje, corbata bordó. (Pero eso no fue hoy, fue hace mucho.) La humedad, sin embargo, es diferente. Usted lo sabe. Me da envidia incluso el mate que toman los que venden las fichas. ¿Con quién hablan cuando están pegados al teléfono? ¿Hablan entre ellos? ¿Qué se dicen? En el vagón la luz se entrecorta y preferiría, querido duque, simplemente tirarme dormir la siesta. La redacción también es una estación de subte. La gran diferencia es que siempre parece hora pico. Poca carne y mucho sudor en el mundo del periodismo argentino.
Abrazo,
Terra.

lo mítico


"Lo mítico vendrá sin lugar a dudas, se encuentra ya en camino. Más aún, lo mítico está siempre ahí, y, llegada la hora, emerge la superficie como un tesoro."
Ernest Jünger, La emboscadura (Der Waldgang).

Monday, November 27, 2006

cartas al duque (veinticinco)

Querido Duque,
¿Cuánto tiempo le lleva a un hombre convertirse en un serial killer? Hoy, antes de sumergirme en el abismo del subte A, pasé por la librería de Lalo y me contó que el fin de semana, Esteban, el librero rengo del Parque Rivadavia, apareció muerto de siete puñaladas. Lo encontraron los bomberos porque se estaba incendiando la casa donde vivía en Yatay al 300. “Pero no murió por el fuego –aclaró Lalo– Lo dieron vuelta y estaba todo agujereado”. En el subte, una mujer madura habla en voz alta con una contundencia envidiable: “Me gustan las cosas diminutas y las cosas gigantes”. Iba o volvía del gimnasio y tenía una vincha anacrónica que decía “Dunlop”. En la redacción, una periodista me dice: “Sos un patán”. Y a mí me sale: “¿y qué querés que sea?”. Parece que Esteban era un tipo hosco, pero nadie le conocía prontuario. Como verá, la foto de Flaubert sigue ahí.
Después la sigo,
Abrazo,
Terra.

Flaubert

Sunday, November 26, 2006

sombras chinas en los USA



Allá también se lee El Cocinero.

Friday, November 24, 2006

cortado del libro chino de la vida

cartas al duque (veinticuatro)

Querido Duque,
Hoy le escribo para hablar de cosas concretas. Para empezar, un daguerrotipo sin fecha de entre diez y ocho centímetros que retrata al novelista Gustave Flaubert salió a remate el 18 de noviembre pasado en París. Parece que es el único registro mecánico que se tiene de la juventud del autor y pertenece, como era de esperar, a un coleccionista estadounidense. Escribí un suelto sobre el tema para el suplemento del domingo y mentí en algunas cosas. Espero que mi editor no se entere. Quizás le interese saber que es muy probable que la proto-fotografía se haya tomado alrededor de 1845. ¿Qué habría escrito Gustave si hubiera sabio que su imagen iba a ser remata ciento cincuenta años más tarde? El bigote y la mirada entre altanera y sensible sustenta la hipótesis de que su comentario habría sido ligeramente irónico. Es obvio. El precio de salida de la imagen fue de cuarenta y cinco mil euros. ¿Quién le dijo “sonría, señor Flaubert”? La foto me empieza a obsesionar. Se la adjunto.
Creo que hay mucho en esa foto. Lo tengo al tanto. Por otra parte, me gusatría decirle que no hay ningún programa, todavía, que pueda transformar el monitor en un espejo perfecto como el del baño. Eso significa algo. Marca un imposibilidad muy clara. Pero en cualquier momento lo hijos peronistas de Bill Gates nos vuelven a mojar la oreja de nuevo.
Le mando un abrazo fuerte, de viernes a la tarde,
Terra.

Thursday, November 23, 2006

"la historia es un arte narrativo"


“Aquí se cuenta la vida de un hombre que solía despertarse, casi siempre, en un lugar diferente del que originalmente había elegido para dormir”, así empieza la monumental biografía de Pancho Villa –novecientas páginas robustas– que le llevaron a Paco Ignacio Taibo II cuatro años de absoluta dedicación. Mexicano de bigote, nacido en 1949, creador de la nueva novela negra en español, los libros de Taibo II son mencionados a menudo entre los libros del año por The New York Times y Le Monde. También mereció tres veces el Premio Internacional Dashiell Hammett y su biografía de Ernesto “Che” Guevara lleva ya treinta seis ediciones. Esta vez el turno le tocó a unos de los símbolos más atemporales de la revolución mexicana.
¿Cómo fue la escritura de este Pancho Villa?
Tengo registros de una batalla continua durante meses por disipar las sombras de nieblas que rodean al personajes. Rigor absoluto, día a día, hora a hora. Sí, pero también leyenda negra, mito, historia oficial, información de las fuentes más espurias. Había que confrontar todo eso. Por eso fue necesario esclarecer los hechos pero nunca dejar de contrastar los anti-hechos, por llamarlos de alguna manera. El manuscrito informativo original tenía alrededor de seis mil páginas. Después, hubo que narrar. Y me propuse hacer eso, un libro que narrativamente funcione.
¿Qué lo motivo a embarcarse en este proyecto?
A los mitos de uno, a los mitos que son tuyos, a los mitos propios, hay que mirarlos de frente. Si uno quiere conservarlos como tales, como referentes emocionales, no hay otro camino. (Hace una pausa) Y el personaje es tan fascinate... En un momento dije: “Ni una gota de ficción, porque eso lo debilita”. Que sus historias se cuenten solas. No hay que imaginar nada. Después de diecisiete años de bandolero, a un casi analfabeto le surge el espíritu revolucionario y el amor por las escuelas, las maestras, las máquinas de coser y también las máquinas de escribir. Siempre en la columna de Villa, incluso cuando eran pocos, había una máquina de escribir portátil, trajinada, donde sus amanuenses describían las batallas y los viajes.Hay un momento del libro que se arma en base a un enigma. Villa pasa de ser un bandido rural a ser un revolucionario del día ala noche... Se entrevista con Abraham González que lo recluta para la causa de Madero.
¿Y qué pasa en esa entrevista?
No lo sabemos. Y no creo que ya podamos saberlo. Yo lo que hago es dejar que los hechos hablen. Ese día Villa cambió, tan simple como eso. Traté de ponerme en la cabeza de Villa y mi pista –que está en el libro– es que Villa tenía un profundo respeto por aquellos que estaban dispuestos a morir por sus ideas. Esta coherencia, que no estaba en su vida de bandido, lo gana.

Taibo II dice que sintió la tentación del novelista y cambiar el final de la batalla de Celaya, donde Álvaro Obregón derrota a Villa y sella para siempre su destino. Pero no. “Enseguida vi –dice el escritor– que había honor en esa derrota. Y eso nos honra a todos los mexicanos.”
¿Cuál es la relación entre novela y biografía?
La historia es un arte narrativo. Y se necesita estilo, se necesita saber cuándo introducir personaje, cuándo detener el avance de los hechos para hablar del escenario, de los detalles que son, al final, los grandes protagonistas del efecto de verosímil de la historia. La historia no está enfrentada a la ficción. La historia debe ser rigurosamente investigada y construida con una narración. Eso es en mí una convicción. Las historias (con “h” minúscula) hay que Contarlas con (con “c” mayúsculas). Por otra parte, hay ideas que piden ser novelas, otras que no. Pero ambos géneros hay que contar bien, sea lo que sea esto de “contar bien”. Es muy fácil saber cuándo algo está bien contado, pero es muy difícil definir el “contar bien”. El oficio del narrador es al sastre, lo que el sastre al zurcido invisible. Lo interesante es lo que no se ve. Si hay un percepción muy clara de que el estilo domina al libro, el libro perdió.

Paco Ignacio Taibo II no es sólo un escritor de caudales informativos enormes, también tiene una comprometida actividad como organizador de la célebre Semana Negra que se realiza cada año en Gijón, España, desde 1988. También recibió la invitación del Subcomandante Marcos para escribir Muertos incómodos, una novela policíaca a cuatro manos. “No lo conozco, pero intercambiamos materiales, notas e ideas durante meses y la novela salió”. Sobre el final, Taibo comenta que la próxima escala en su gira es Venezuela, donde en las manifestaciones de apoyo a Chavez se ven siempre pancartas que nombran a Villa.
¿Y mientras duró el trabajo no hablaron de política?
Todo el tiempo. Pero también decíamos: “ojo, esto es una novela, no un panfleto”.
¿Cuál es la fórmula para escribir una novela negra hoy en América Latina?
Lo ideal es un escritor de izquierda inteligente y un gobierno de derecha.
¿En qué trabaja ahora?
Tengo un par de novelas empezadas. Me imagino que voy a terminar alguna. Por lo menos para resistir la tentación de contar la Batalla del Álamo, ese icono de la historia estadounidense que resulta tan tentador revolver.

cartas al duque (veintitrés)

Querido Duque,
La civilización, que en algún momento fue la locomotora, las máquinas de tejer y el telégrafo hoy se presenta, mi querido Duque, en forma de caracteres y aire acondicionado. Con el aire acondicionado queda claro por qué. Hoy a la mañana entré a un local donde la puerta estaba atada con un pedazo de goma, pero el fresco interior hacía que hasta la cara de tumba del que atendía fuera agradable. Los caracteres tienen que ver con la contención. Tres mil caracteres, cuatro mil, mil quinientos caracteres, eso es por lo que te pagan. No por el desborde interior de tu existencia donde se usan páginas y páginas para no decir casi nada. De alguna forma el empresario periodístico te paga para que no escribas, o para que escribas y cortes en el momento justo. Estas revelaciones y no otras, se sucedieron hoy, pero tienen una larga raíz terrosa en conversación de redacción y bares. El verano será largo. Y eso es algo básicamente bueno. Aunque el subte sea más laberinto que en otras épocas del año.
Abrazo,
Terra.

mudanza

Wednesday, November 22, 2006

cartas al duque (veintidós, los dos patitos)

Querido Duque,
El despertador suena a las nueve de la mañana y mis ojos son dos piedras. El peluquero que me cortó el pelo tres horas y media después me dice que se levanta a las seis desde siempre y sin ningún tipo de estímulo externo. “Si durmiera en una caja cerrada, sin luz y sin sonido —me aclara—, igual me despertaría a esa hora”. Antes yo había tenido un sueño idiota, recursivo, donde alguien preguntaba: “¿Cuál es la pregunta, Terranova?” y la respuesta era: ¿Cuál es la pregunta, Terranova? Y la pregunta era... Así hasta la locura del infinito o su lucidez. Pero, habría que tener en cuenta que la pregunta es buena: ¿cuál es la pregunta, querido duque? Las respuestas para mí, y solamente por estos días, están en el subterráneo.
Me explayo luego,
Lo abraza,
Terra.

conversación en el zoo



- Che, ¿quién es esa que nos saca fotos?
- Es Glenda Vieites, la editora más linda de Buenos Aires.
- ¿Y ese pajarito?
- Ah, ese no sé quién es.
- Qué calor, gordo.
- Es que este verano se viene con todo, negri.

Tuesday, November 21, 2006

y si mi vida fuera un reality?

















Seguramente sería un canal codificado al cual no tengo acceso...

cartas al duque (veintiuno)

Querido duque,
Hoy sólo recuerdo cosas del subte que tomé ayer. Una mujer hablando con discreta repugnancia de su sobrepeso y el killer charango interrumpiendo mi lectura del Evangelio de Marcos. ¿Qué tal? El negro soplaba con un furia muy precisa el xicu que le colgaba con alambre del cuello. Estas cartas se están transformando en una especie de memoria subterránea. Quizás sea porque, en el subte, una mujer bella es más complica que un hombre bello. Pero un peronista es más complicado que un comunista en cualquier lado, así que las cosas quedan en tablas. Por otra parte, me afeité y no me reconozco. ¿Qué le pasa a un tipo que ya no sabe qué hacer con su cara? Quizás debería buscarme un seudónimo. No creo que funcione.
Lo dejo hasta encontrar mejores motivos para escribirle,
Terra.

Monday, November 20, 2006

el amigo americano

Siendo muy joven, fue marino y viajó al Japón. Después trabajó en un molino y como electricista del ferrocarril. Fue agitador social y estuvo preso. Intentó estudiar en la Universidad de California y falló. Se volvió pescador furtivo y como eso no le funcionó, se pasó a la Patrulla Pesquera de California. Construyó un barco con sus manos para navegar por el mundo. Participó de la fiebre del oro, pero enfermó y un sacerdote le salvó la vida. Le gustaban los libros. Un día se convirtió en escritor, se hizo rico y se compró un campo. Dicen que se llamaba Jack London y que sabía contar buenas historias.
Supuesto hijo de un astrólogo, London nació en San Francisco el 12 de enero de 1876 y murió el 22 de noviembre de 1916. El terremoto que San Francisco sufrió en 1906 destruyó buena parte de los archivos civiles de la ciudad y por eso no se sabe bien cuál era su nombre real. En cambio sí se conserva el New York Times del día después de su muerte que tituló –estimamos con una tipografía generosa– "Jakc London muere de repente en un racho". ¿Hay ironía en que uno de los escritores más profundamente norteamericano en carne y espíritu se llame como la capital de la vieja madre británica? En todo caso, su paseo europeo fue, claro está, correspondido con un libro, The People of the Abyss publicado en 1903 y traducido al español como Los de abajo.
En su prosa de la fricción sensible, el dolor y la muerte nunca fueron meros signos. Al contrario, son presencias reales de orden tangible, cuya única abstracción posible es en términos económicos de ganancia o pérdida. Un perro más, un hombre menos. Incluso la literatura fue, en ocasiones, sometida por su mano a la más extrema utilidad. "Escribo un libro cada tanto –afirmó sobre el final de su vida– para añadir trescientos o cuatrocientos acres más a mis propiedades."

La obra. London fue el autor prolífico de un mercado en expansión. Publicaba a un ritmo que hace quedar como perezoso al mismo César Aira: incontables colaboraciones para revistas y periódicos y dos o tres libros anuales a lo largo de veinte años. Aunque ejerció el ensayo (véase recuadro), el territorio donde su prosa rendía mejor era en la narración. Lo primero que hay que decir, entonces, es que de ninguna manera sus novelas atienden a la nomenclatura de "literatura juvenil", un género que existe menos que los prejuicios que intentan definirlo.
Es sabido que el soporte puede marcar las lecturas con una fuerza indeleble. Pero si generaciones enteras de lectores conocieron, en las colecciones Billiken o Robin Hood, Colmillo Blanco o El llamado de la selva, los best-sellers sobre el lobo y el perro respectivamente, eso tiene más que ver con las disposiciones de una tradición o con las necesidades de un lector joven que debe desarrollar todavía sus ideas sobre el coraje, la belleza y sus utilitarios. Pero todo esto no implica que esos mismos libros tenga fecha de vencimiento y puedan ser abandonados.
De hecho, eso que podría llamarse la "Doble Inversión Esopo" –animales que piensan y disfrutan la vida como hombres y hombres que actúan y gruñen como animales– no es tan simple como parece. Aunque London coquetea con la estructura de la fábula, sus textos, siempre lapidarios, muchas veces conservan la ambigüedad y proponen la violencia o la resignación antes que la moraleja.

Es verdad que la idea de "aventura" recorre su obra. Incluso tituló una novela con esa palabra en 1911. Pero, al mismo tiempo, decir que London es un gran narrador "de aventuras" es incompleto. Y esto se hace muy patente en la crudeza de cuentos como Hacer un fuego, quizás su obre breve más conocida, donde todo la magia se resume en la contundente y milimétrica descripción de un hombre que muere congelado.

El héroe carnívoro. Un trozo de carne es, entre otras, la historia de un hombre duro que cae. También, una abrasiva reflexión sobre la juventud y la vejez que tiene su versión cínica en Mugger, el cocodrilo carroñero que grita al borde del río "¡Respetad a los ancianos!" durante todo el cuento Los enterradores.
Minucioso y sintético, llamando a las cosas por su nombre en cuanto técnica pugilística, London no toca de oído y vuelve a narrar la historia más vieja del mundo, una pelea entre el veterano Tom King y el joven y ascendente Sandel, llegado de Nueva Zelanda a hacerse un lugar en el box australiano. El primero tuvo fama y ahora necesita las "treinta esterlinas" de la bolsa para darle de comer a sus hijos. (La película Cinderella Man de Ron Howard, con Rusell Crowe como Jim Braddock, le debe todo lo bueno que tiene, desde la psicología de los personajes hasta el vestuario.)

Hay muchas cosas interesantes en los pliegues de esos rounds, en los que Tom pelea antes con la cabeza que con los puños. London pone el instinto en escritura lineal y juega con las percepciones conscientes e inconscientes del castigado protagonista, cuyos nudillos están dañados y sus piernas se acalambran pero su comprensión del deporte se parece al de un oficioso artesano. De hecho, cuando Tom ve al otro puede deducir qué es, de qué está hecho y por qué hace lo que hace. Este desdoblamiento parece simple pero escritores mucho más formados, virtuosos y reputados que London nunca pudieron hacerlo con esa eficiencia y honestidad, demasiado egocéntricos, o demasiado perezosos, o demasiado envueltos como estaban en los juegos del lenguaje.
Así, en el centro de la ideología del relato, el joven siempre elimina al viejo con su fuerza bruta, y después paga con su juventud la experiencia. O sea, darwinismo social lejos de Darwin, ciencia mal entendida pero muy útil para redactar situaciones conmovedoras: "Y abandonaba el hogar para hundirse en la noche, para conseguir carne para su pareja y sus cachorros. No como un trabajador moderno que va hacia la tortura de su máquina, sino en la forma primitiva, antigua, regia, animal, a pelear por ello."
El planteo del veterano es inteligente: "Sandel debía desgastar la espuma de la juventud antes que la madurez discreta pudiera atreverse a una represalia". Pero está hambriento y es incapaz de rematar a su contendiente. Por supuesto, termina perdiendo la pelea. La frase clave del relato, la que apuntala el título, es tan simple como contundente: "Un relámpago de amargura y recordó el trozo de carne y deseó tenerlo en ese momento detrás del golpe".
Alaska y misiones. Es tan probable que el Tyler Durden de El club de la Pelea leyera a London mientras preparaba bombas químicas como es seguro que el Remo Erdosain de Arlt anhelaba los paisajes sobre los que escribía, tanto por bucólicos como por sórdidos y explosivos. El escenario de los relatos de London, en todo caso, está compuesto por una serie de Estados amorfos y semicivilizados que albergan una extensa corte de los milagros, tierra fértil para la revolución, el crimen y la tragedia.
A fines de los veinte y principios de los treinta, los lectores porteños supieron que el Rufián Melancólico tenía pensado financiar operaciones subversivas con prostíbulos y eso quedo en el imaginario popular. Menos se recuerda que esperaba noticias de intrépidos buscadores de oro despachados a la Patagonia. London también tuvo ese sueño. Pero una vez más padeció en carne propia el coletazo de la realidad. En vez del enriquecimiento instantáneo, la expedición le retribuyó con un escorbuto que le hizo perder buena parte de su dentadura. "Tratándose de un cuento de mineros, y, a decir verdad, de uno más verdadero de lo que puede parecer, es esperable que sea un cuento de mala suerte" escribió en Demasiado oro.

Self made man proto-comunista, London fue uno de los fundadores de la poética de la experiencia y del "narrar bien" antes que el siempre infantil y dudoso "escribir bien". El siglo XX literario de su país simplemente le debe todo. Desde los minimalistas a la Raymond Carver, que supieron rescatar su mirada sobre el reverso proletario del sueño americano, hasta los jugosos motivos del vagabundo Jack Keroauc, culminando anticipadamente en la gran epifanía corporal de Ernest Hemingway que aprendió de London a sostener sus libros con bíceps y cabeza, aunque en los accidentes y en las peleas de bares se la rompieran de forma reiterada.

Pero lo más llamativo quizás sea el contraste que la lectura de la obra de London genera hoy con los pálidos escritores contemporáneos, envueltos en tristes refriegas por premios, tradiciones y sistemas, preguntándose qué es y que no es "la buena literatura". En este sentido, London no es un intelectual de preguntas, sino un narrador de certezas. Su acertividad es completa: la diferencia entre comer y no comer te puede llevar a la ruina; nunca se viaja solo por la zona de Klondike en invierno; no es lo mismo tener tres balas que trescientas; lo primitivo existe en nosotros y ningún tendido eléctrico, ningún artefacto, ni la locomotora ni la web, van a erradicarlo.
De allí que sea Horacio Quiroga con quién se hubiera entendido a la perfección aunque él balbuceara el español y Quiroga sólo pudiera imaginar el inglés. Su conversación habría girado alrededor de cuál es la mejor forma de calafatear una canoa o cuántas veces hay que cortar y chupar la zona donde mordió una serpiente. Quiroga le habría envidiado los interminables bosques de coníferas y London se habría desvivido por conocer más detalles sobre ese lugar húmedo donde el frío es una utopía, es la flora y no la fauna la que parece sofocar la existencia humana y las caídas de agua tiene nombres como La garganta del diablo, con el que, tanto el norteamericano como el sudamericano, podrían haber bautizado un cuento o una novela.
Sobre el final del encuentro, quizás uno de los dos mencionaría que escribe libros y el otro le respondería que alguna vez le gustaría leerlos. Es probable que, tiempo después, hayan afilado juntos sus cuchillos y limpiado sus botas en el lugar donde se encuentran los suicidas antes de encarar el largo y tedioso camino del purgatorio.
La música de fondo para leer a London puede ser el silencio blanco que volvía locos a los viajeros de Alaska o mejor la mezcla de visceralidad y talento de Credence Clearwater Revival, sobre todo superclásicos como Working class hero o I heard it through the grapevine. El suyo, entonces, es un paisaje lleno de idealistas carnívoros, gente práctica que trabaja con las manos y llora sus razonamientos, que vive y muere con la misma intensidad, que sueña y reza la plegaria de la tierra con un puñado de sal y fe en el horizonte como único equipaje necesario para recorrer todas las gracias y desdichas del mundo.
(Publicado en Cultura de Perfil)

aduana



- Muy bien, señor London, acá dice que usted se gana la vida escribiendo...
- Así es.
- ¿Y qué escribe?
- Las mejores historias de lobos, cazadores y hombres prácticos de los Estados Unidos.
- Muy bien. Le creo. Bienvenido al barrio de Floresta.

Friday, November 17, 2006

cartas al duque (veinte)

Querido Duque,
Me quedo dormido. Nada bueno hoy en el subte. Apenas una persona que tardó en subir y casi, pero solamente casi, se queda atrapada entre las puertas que se cerraban. Un incidente de rutina. Después, tomo apuntes sobre el circuito hogar-subterráneo-redacción. Y así me paso un rato largo. Si trabajara en el sótano de mi casa, resumiría todo en un solo lugar. Pero me faltarían los bares de la zona que impiden el estrangulamiento. Y ahora me duermo y ni siquiera hay un buena versión de Hit the road Jack en el You tube. La necesidad de un trama, de que pase algo, de que se genere en algún momento una tensión cuya resolución sirva de motor a la lectura, me obsesiona. Y en estas cartas, mi amigo, solamente tengo la yuxtaposición de impresiones y el ingenio, del que siempre es bueno desconfiar. Un suma que, en este contexto, es más bien pobre. ¿Y entonces? Bueno, creo que, aparte de conocer la importancia de una trama que funcione, también es un bueno saber convivir con las carencias.
Saludos,
Terra.-

vivo en una burbuja... ¿y?

Thursday, November 16, 2006

Cartas al duque (diecinueve)

Querido Duque,
Ayer, o esta mañana, no recuerdo, descubrimos con Celia, un poco tarde, un poco tontos, que E! Enterteiment descubrió una formato que vuela bien. "Los cien actores del siglo XX", "Las 50 cosas más importantes que nos dejaron los 90", "Los 25 morochos más lindos de Hollywood", "los 25 pecados que no se pueden nombrar". Cargados de arbitrariedad, hechos en base a edición de los descomunales archivos del canal, estos programas no son otra cosa que largas listas. Y las listas funcionan. Yo este fin de semana tengo que hacer muchas cosas, Duque. Pero me voy a hacer el tiempo para redactar un par de listas. Listas de productos, listas de gustos y de disgustos, listas negras y listas rojas. Un par de horas después, me empalagué en la redacción con una torta imposible de crema y merengues. Era un objeto fatal, como el masoquismo hecho postre. En la escalera donde van los periodistas a fumar, una chica le dice a otra: "Prefiero estar mal a estar bien. Cuando estás bien, sos vulnerable. Pero cuando estás mal, sos simplemente indestructible." En otro orden de cosas, tengo la necesidad de escribirle hasta dos veces por día, pero para no molestarlo, me controlo.
Lo saluda,
Terra.

heptálogo border

"Por comodidad, el periodista tradicional no vive las cosas, las pregunta o las averigua por internet. De este modo, conoce, pero no sabe. Un error. La premisa del periodista border es: "si puedo vivirlo, ¿para qué quiero que me lo cuenten otros?". La vivencia otorga autoridad. Siguiendo esta premisa, yo trabajé hasta de actor porno. El porno no sólo da autoridad, además facilita el enganche con las chicas. Sólo ocúpese de que ninguna vea la película. Esto aviva el mito."
de Cicco
en lo de Maxi Tomas.

buscando al narrador gitano

"Le dije que por lo general
los porteños tampoco saben
como llegar ni como irse
del Malba."

La excelente cróniqueta de ayer
por Hernán Vanoli, el guardavidas invernal.

Wednesday, November 15, 2006

cartas al duque (dieciocho)

Querido Duque,
El pibe de camisa celeste en el subte dice: "La vida es una ruleta rusa". Y yo escucho, entre el traqueteo del A: "La vida es una ensalada rusa". Podría haber sido también una montaña. Hace un par de años escribí en un libro que prefería ver una muerte en la calle antes que soportar otro juego de palabras. Y todavía lo pienso.
Más acá, un pasaje de London. Un boxer en edad de retirarse reflexiona: "Bueno, uno tenía determinada cantidad de peleas adentro. Era la férrea ley del juego. Uno podía tener cien peleas duras adentro, otro sólo veinte; cada uno según su contextura y la calidad de su fibra, tenía una cantidad definida, y después de concluidas, estaba terminado." ¿Cuál es la calidad de su fibra, Duque? Siempre es más fácil preguntarle al otro que hacerse esa pregunta sí mismo. El relato se llama Un trozo de carne. Busquelo en Internet. Vale la pena.
Abrazo,
Terra.

terra y su chancha





















Nótese, en el detalle, como el dedo gordo
del pie derecho cumple la función de metrónomo.

Tuesday, November 14, 2006

Cartas al duque (diecisiete)

Querido Duque,
Una vez dije que Sarmiento era nuestro Hemingway. Después, en privado, dije que Hemingway era punk. (Y que Antonio Di Benedetto era los Pet Shop Boys. Creo que fui injusto con los chicos de las fiestas y la fm.) Ahora creo que Jack London, Horacio Quiroga y el mismo Domingo Faustino habrían armado, de conocerse, un terrible truco gallo.
No sé allá, acá hace mucho calor y el verano viene cargado. Ideal para leer abajo de la palmera. Mi dibilidad, igual, usted lo sabe, son las piletas sin tanto cloro en el agua. Hoy me sacaron fotos para una nota. Nervioso, pasé por mal educado. La fotógrafa se mostró receptiva y me contuvo. Lo hizo rápido y juntos elegimos la foto que quedaba. Una excepción. Y encima unsamos la chacha de escenografía. Mañana será otro día.
Me voy. London Calling.
Lo saluda,
Terra.

cartas al duque (dieciséis)

Querido Duque,
Vengo bien. Me levanté temprano y trabajé un rato. La vida es sencilla a veces. Y a veces es muy complicada. Cuando las mañanas son como ésta es incluso satisfactoria. ¿Qué podemos pedir más allá de un buen clima y horas para invertir en trabajo? Las montañas son mías. Pero si son tan dulces, puedo compartirlas. Y de repente también eso se acaba y hay que salir. Y creo que es correcto. Vivimos en un mundo de contrastes. Después del sacrificio, las retribuciones. Tengo un lámpara baja para escribir de noche y silencio de martes para escribir de día. Tengo obligaciones y derechos, y para colmo, acabo de leer un cuento de Jack London.
Abrazo,
Terra.-

Monday, November 13, 2006

yeah...

vamos Fede, todavía!













Mhm... volví a ganar, ¿no?

cartas al duque (quince, la niña bonita)

Querido Duque,
Cansado y agradecido, después del viaje me sacudo el polvo. La ciudad igual, pero mi blog no anda. ¿Por qué será? Por todo lo demás, vuelvo a lo mismo: agradecido. Qué necesario es cada tanto subir al cerro. Jesús se iba al desierto. No es un paseo. Es mucho mejor.
Le escribo cuando esto funcione.
Abrazo,
Terra.-

Wednesday, November 08, 2006

cartas al duque (catorce)

Querido Duque,
Esto ya se está pasando de castaño oscuro. ¿Quién dijo que las efemérides no sirven? ¿Con qué mecanismo recordaríamos sin ellas? Hace cincuenta años, John Huston filmaba Moby Dick con guión de Ray Bradbury. Gregory Peck hizo al capitán Ahab. El solo hecho de recordar esto me pone de buen humor. (Y eso que nisiquiera vi la película.) Mientras escribo se escucha en la redacción, como música de fondo, “es un lugar gay friendly”. Silencio y enseguida: “En mi barrio diríamos que está lleno de putos”. Uno puede dominar la ansiedad apelando a la razón. Pero son muy pocos los que lo hace. El romance con la señora paciencia es muy duro. Y tan necesario algunas veces. Mañana, el viaje. Después, Dios dirá.
Le escribo pronto, el lunes mismo a más tardar.
Terra.

El arte, el filósofo y la masa

(Lo único realmente interesante de esta nota es pensar que habría pasado si Benjamin, Sócrates de la modernidad, no hubiera sido tan cuadrado como para preferir la muerte al exilio.)

Walter Benjamin nació el 15 de julio de 1892 en Berlín. Su padre era un próspero comerciante judío. Estudió historia y filosofía en la Universidad de Fribourg-en-Brisgau y en 1919 presentó en Berna su tesis doctoral, El concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán. Se interesó por el surrealismo, viajó a Moscú por una mujer y frecuentó tanto a Bertold Brecht como a los estudiosos de la Escuela de Frankfurt. También tradujo a Baudelaire y a Proust, y se dejó fascinar por las galerías y pasajes de París. En septiembre de 1940, con un visado para exiliarse en los Estados Unidos, intentó cruzar a España por Los Pirineos. La noche del 26 de setiembre de ese mismo año, en un confuso incidente, se mató en Port Bou acosado por las fuerzas de ocupación alemanas. Cuatro años antes, en 1936, había publicado una ensayo llamado a ser el principio y el centro de un tan influyente como interminable debate. La obra de arte en la época de la reproducción técnica, es hoy, por muchos motivos, un texto obligatorio. Su prosa fijo los rieles por los que correría buena parte de la mejor teoría estética del siglo XX.

Reproducción mecánica. Con traducción al francés de Pierre Klossowski, una versión condensada de La obra de arte en la época de la reproducción técnica apareció por primera vez en la Zeitschrift für Sozialforschung, una revista que se editaba en París. Con una prosa que suele aludir antes que afirmar y la esperanza de satisfacer las “exigencias revolucionarias en la política artística”, Benjamin pasa revista a las artes plásticas en un mundo donde la fotografía dejaba de ser una rareza para volverse un artículo artístico de consumo. Frente al cine, desconfianza explícita mediante, intenta ser ambiguo: en él se esconde la masa, pero puede servir para causas revolucionarias. Aunque no logra darle una respuesta convincente a la reproducción técnica de la literatura y muchas veces da la impresión de que la imprenta como artefacto cultural atenta contra el núcleo argumentativo de su ensayo –la reproductibilidad técnica es intrínseca a la escritura–, Bejamin elabora una batería de conceptos y relaciones todavía vigentes: la idea de que las obras de arte tiene aura agredida por la reproducción mecánica, la autenticidad en relación a los usos sociales, la necesidad de recogimiento, la conversión de lo sagrado en político. En la década del 30, el fascismo era algo demasiado real como para entregarse sin mediaciones a la pasión de masas y Bejamin escribió que ya no se trata de contemplación, por el contrario, “la masa dispersa sumerge en sí misma a la obra artística”.
Así, La obra de arte en la época de reproductibilidad técnica tiene el carácter de los textos fundantes de la teoría marxista: desde hace décadas son tan imprescindibles como obsoletos. La opción final de Benjamin por el comunismo y la politización del arte no hacen otras cosa que confirmar esta hipótesis. Sin embargo, más allá de sus tautologías o ingenuidades, este ensayo es el principio de los estudios modernos sobre lo que hoy se conoce como la industria cultural. Su importancia es tal que George Friedman lo ubica en el centro de la reflexión sobre el arte de sus contemporáneos. En su excelente libro La filosofía política de la escuela de Frankfurt, afirma que El arte en la época... “es la base del pesimismo histórico de toda la escuela de Frankfurt y de su miedo a la tecnología”.

Usos, abusos y lecturas. La recepción argentina de Bejamin fue notable. Tuvo un traductor de lujo en Héctor Murena –que también introdujo tempranamente a Th. W. Adorno y a Max Horkheimer en la revista Sur– y ya en la década del 80 era bibliografía obligatoria en todas las carreras de humanidades. Salvando la gran ironía de que a menudo se lo leyera en fotocopias, el envión hizo que a fines de la década del 90, Benjamin y en especial La obra de arte..., empezara a saturar. Ciega admiración mediante, se lo usó para todo. Uno de los pocos que acusó recibo de esta situación fue Daniel Link y en su ensayo Orbis Tertius (la obra de arte en la época de su reproductibilidad digital) escribió: “Nos tocaría a nosotros, pues, examinar las transformaciones del estatuto del arte en el contexto de las nuevas tecnologías de reproducción digital.” Hoy, cuando Internet es una revolución industrial completa, su lectura sólo puede ser relevante si se la hace con ánimo de actualización.
Por otra parte, Benjamin, filósofo mártir, narrador disperso y cool, es un autor híbrido y fragmentario, ideal para leer y pensar en la periferia. De allí que sea el más porteño de los integrantes de la escuela de Franckfurt. Su suicidio puede entenderse, entonces, como un escape al forzado destino americano. Los Estados Unidos, donde lo esperaban los Cadillacs, la televisión y los electrodomésticos de los años 50, no podía resultarle un horizonte deseable. ¿Cómo habría sido la historia si alguien le hubiera hablado de los círculos intelectuales de Buenos Aires, de sus calles y sus cafés? Nadie puede negar que la ciudad más europea de América y el próspero ambiente intelectual del posperonismo hubieran sido terreno fértil para sus atractivas digresiones teóricas.

cartas al duque (trece)

Querido Duque,
Mañana me voy de viaje. Veinte horas de micro hacia el norte. Paradas en el desierto, polvo y las luces de los autos en la ruta cuando es de noche. Lo enfrento con alegría porque ese es el esfuerzo que necesito en este momento. Demasiado escritorio es mucho peor. Por otra parte, es bueno que usted sepa que en las reuniones del gobierno soviético de Yenán, todos los políticos hacían garabatos mientras hablaban los oradores. Mao escribía poemas. Y cuando se levantaba, todos los chinos juntaban los papeles que el poeta, negligente, había dejado caer al suelo. Un gran momento de la poesía universal.
Le escribo la semana que viene.
Terra.

Tuesday, November 07, 2006

cartas al duque (doce)

Querido Duque,
Ayer comí muy salado y a la noche tenía sed. La semana pasada le hice una entrevista a Paco Ignacio Taibo II, que para mí es el mejor escritor mexicano vivo (y de los muertos tampoco hay tantos que le hagan sombra). Si quiere leer algo interesante este verano, métase confiado en su Pancho Villa. Un problema: ¿Cómo impedir que la gente corra cuando tiene miedo? Un ejercito no profesional, sin entrenamiento. Se levantan primero los oficiales medios, para que después se levanten todos. Dios te bendice cuando te da superiores valientes. Y si alguien dice "seamos sinceros", algo está ocultando, lo que lo mueve es la ambición de dominar. Hay que resignarse, Duque. La manija la quieren todos, pero la merecen muy pocos.
Saludos,
Terra.

Monday, November 06, 2006

final del domingo, madrugada del lunes















Odio el marquito que sale en las fotos. ¿Alguien sabe cómo sacarlo?

Saturday, November 04, 2006

cartas al duque (once)

Querido Duque,
Me llegó el prospecto de una marmolería por correo. La lápida más barata cuesta cuatrocientos cincuenta pesos y tiene garantía por seis meses. ¿No tedría que aspirar a un poco más de eternidad? Cuando los militantes chinos argentinos, rellenos de teoría francesa, le preguntaban a los integrantes más resueltos del subproletariado urbano, si sabían quién era Mao, la respuesta que recibían era siempre la misma: El Perón de los chinos. Tomá. "La fuerza es el derecho de las bestias" leo en un afiche en Av. de Mayo, tipografía grande, sobreimpresa en una postal de San Vicente. Y arriba: "Perdónalos, no saben lo que hacen".
Saludos,
Terra.

Friday, November 03, 2006

cartas al duque (diez)

Querido Duque,
Vengo desconectado hace un tiempo por causas de fuerza mayor. Y, para colmo, en los viajes en subte me dedico a repasar Los 37 poemas de Mao. O sea, cosas muy raras en mí. (Pero de Mao hay que contar las mil y una porque son imperdibles.) Mientras le escribo, como arroz con pollo de una cacerola y leo los comentarios de mi blog. Todo muy rico. Curiosamente, o no tanto, hoy viernes las calles que rodean el Parque Centenario estaban llenos de adolescentes combativos. Y en el Club Social y Depoertivo Premier de enfrente de casa también hay grupos taciturnos o bochinheros de jóvenes. Hoy gané al squash, pero igual la edad se siente.
Le escribo sin falta mañana para ponerlo al día,
Saludos,
Terra.

Wednesday, November 01, 2006

Cartas al duque (nueve)

Querido Duque,
El día de hoy me encuentra pensando que la escuela de Frankfurt fue el cuento de hadas de unos marxistas de derecha que terminaron en exilioy en muerte. ¿Qué tal? Marcuse, un viejo pajero. Adorno, prototipo del erudito amargo. Benajmin, un nostálgico que en Onirokitsch, dos páginas de 1925 sobre el surrealismo, se queja de que ya no hay en el mundo lugar para Enrique de Ofterdingen y que los sueños "son ahora un camino directo a la banalidad". Pero, claro, tampoco da cebarse tanto. ("Tigre cebado" contaba mi abuelo que decía un cartel en una jaula en el zoológico de Palermo a principios de los años 50. La jaula estaba vacía, obvio.)
El periodismo, querido Duque, crea la ilusión de que lo abarca todo. Pero, en realidad, no le da ni para cortar un cuarto de la tela del mundo. Entre semanas desarrollo, entonces, un escritura automática con aires de seriedad y los fines de semana espero a los verdugos imaginarios –charlatanes de los escrúpulos– que van a entrar en mi casa a lincharme. Mi deber es resistirlos, aunque en la intimidad sepa que tiene toda la razón de su lado (y que es por eso que están condenados a perder). La seguimos después.
Saludos afectuoso,
Terra.

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