Sobre Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 de Anthony Beevor y Luba Vinogradova
Como se lee en la solapa, Vasili Grossman nació en 1905 en la localidad ucraniana de Berdichev, y en 1941, cuando la Segunda Guerra Mundial ya tenía dos años, se convirtió en corresponsal del Estrella Roja, el principal periódico del Ejército Rojo. Escribió varias novelas, muchas de ellas sobre la guerra, y en 1960, terminó Vida y destino, la que es considerada, al mismo tiempo, su obra maestra y un desafío al régimen totalitario. Murió cuatro años más tarde. Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 son los apuntes manuscritos, rápidos, impresionistas, que el escritor ruso tomó a la par que escribía sus artículos.
La primera parte del libro, que tiene mucho de collage, cuenta el avance alemán, la miopía rusa y la asesina manía que tenía Stalin de negar la realidad. En el primer capítulo, Grossman cubre la retirada soviética y las primeras consecuencias de la invasión alemana. Un par de meses después, en “La conquista de Orel por los alemanes”, ya piensa como veterano: “Conozco esa imperturbable calma que proviene de la ignorancia y que en cualquier momento se puede convertir en terror y en pánico histérico”.
La segunda parte del libro se titula “El año de Stalingrado, 1942”, y Beevor apunta que en enero de ese año el periodista fue enviado a cubrir las operaciones al Sudeste por, al parecer, petición propia. De allí en más, se trata de describir los cuerpos congelados de los alemanes, entrevistar a los comisarios políticos locales o comprender la dura técnica de derribar el avión del enemigo chocándolo con el propio: “El topetazo es algo que evoca el carácter ruso –confirma un piloto entrevistado–. Es la educación soviética”.
Durante un permiso de dos meses, Grossman escribió una de sus novelas más célebres titulada El pueblo inmortal, publicada en dieciocho entregas por el Estrella Roja. Su éxito fue inmediato. Cuando volvió al frente lo esperaba la lucha por la ciudad de Stalingrado, lo que le permitiría, por un lado, escribir sus artículos más celebrados y, por el otro, experimentar el miedo y el gozo de uno de los momentos más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Después, fue el avance hasta Treblinka, para ser uno de los primeros periodistas en describir el horror de los campos de concentración nazis, y finalmente la batalla final en Berlín.
Grossman escribía con una mezcla muy atípica de optimismo y sentido crítico. Aunque era ucraniano y formaba parte del partido, se sentía soviético y veía en el Ejército Rojo una entrega digna de reconocimiento. “La moral del ejército: una gran fuerza sutil. Es una realidad”, escribió. Por otra parte, la guerra y su condición de corresponsal no hacían que el trabajo de Grossman estuviera por encima de los problemas más comunes del periodismo. Muchas veces detiene la narración para dedicarle un párrafo a su editor de Estrella Roja: “La gente dice que Ortenberg es un buen editor. Quizá lo sea. Pero ¿por qué ese hombre de provincias que ni siquiera ha completado la educación secundaria es tan altivo y arrogante hacia sus subordinados como un patricio romano?”.
La prosa breve y apurada de sus notas parece responder al ideal de Hemingway, quien buscaba una frase verdadera, sencilla y explicativa, pero también a las crónicas de John Steinbeck compiladas en Una vez hubo una guerra. Como ejemplo se podría citar todo el libro: “Se hizo de noche. La artillería abrió fuego. Largos relámpagos en el cielo oscuro del Oeste”.
Escrito a dos voces, con dos capas que se relevan, una con los apuntes de Grossman y otra con la útil y puntual información que van intercalando Beevor y Vinogradova, Un escritor en guerra... cuenta, en realidad, dos historias al mismo tiempo. Por un lado, la pluma del periodista que narra lo que ve, lo que escucha y lo que siente; por el otro, la de los historiadores, que, sesenta años más tarde, traducen esa narración, poniéndola en contexto, intentando ordenarla y hacerla legible. “Se encontró a sí mismo durante la guerra”, dicen los editores que decían de Grossman sus compañeros. Pero no es ése el único encuentro en este libro.
Grossman describe la guerra en su punto más cotidiano, pero no por eso menos dramático. Se preocupa por los campesinos y su éxodo, por la relación de los soldados con sus viandas, o por la crueldad y el valor de muchos oficiales rusos que podían arrastrarse codo a codo con los soldados y después golpearlos si traían malas noticias.Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 es un libro complejo, bien editado y muchas veces lleno de la extraña poesía rusa que nació como consecuencia de que un escritor de talento viviera la guerra más importante y cruel que sufrió Europa en el siglo XX.