Wednesday, May 31, 2006

El Gran Duplicador Americano


Girl with hair ribbon, 1965.

Ochenta dibujos y collages de diferentes épocas es lo que podrá verse muy pronto en el MALBA. Después de tres escalas importantes en San Pablo, Curitiba y Río de Janeiro, el esmerado trabajo de Roy Lichtenstein llega a la Argentina, precedido por su fama.

Nacido en 1923 en la ciudad de Nueva York, como todo artista de su envergadura, Lichtenstein está rodeado de mitos. Se habla de su lujoso atelier, del caballete hidráulico que usaba para girar los cuadros trescientos sesenta grados, de los distintos aparatos con los que proyectaba imágenes sobre las telas para luego copiarlas. Se recuerdan sus trabajos como decorador de vidrieras, el obligado paso por la ilustración y la afirmación verosímil y suave de que no pensaba mucho en sus obras. Su primera muestra personal fue en 1951, pero su década es la de 60. Sus reinterpretaciones del cubismo –nunca dejó de versionar las obras de arte de la cultura alta– y su pasó fugaz por el expresionismo abstracto cedieron su lugar a un experimentación clara y definida.

La temprana irrupción de “Waahm!”, donde un cazabombardero dispara un cohete que estalla produciendo la onomatopeya del título, abrió el camino en 1963. “Hay muchas cosas útiles y vitales en el arte comercial –dijo cuando le preguntaron por el movimiento Pop– pero que eso no significa que aboguemos por la estupidez o el terrorismo”.

Versiones. Objetos banales, productos de consumo. Pero sobre todo, escenas de acción y rubias llorando. Esos fueron sus temas: la gama completa del efectismo y la adrenalina cuyo paradigma innegable es la infinita historieta norteamericana. Precisa, su pintura avanza con la potencia de los colores primarios y a veces, no siempre, exagera la técnica de puntos señalando un procedimiento y un origen. La violencia de la copia y el sondeo de lugares poco prestigiosos –el Pato Donald, una naturaleza muerta, el rostro melodramático de un personaje femenino– van un poco más allá como procedimiento genuino de producción de sentido precisamente porque sus copias no son exactas y sus apropiaciones fueron coherentes.

Festivo y lúdico, buscando síntesis, Lichtenstein saca elementos de los originales, subraya y descompone. ¿Qué pensaron los dibujantes de comics Irv Novick y Russ Heath, de los que Lichtenstein partió tantas veces, cuando vieron los precios a los que llegaban cuadros como “Torpedo... Los!” que se vendió en Christie´s por cinco millones y medio de dólares a fines de la década del 80? ¿Se indignaron, sonrieron con ironía, reconocieron que había, más allá del snobismo, una distancia innegable entre la revista de papel arrugado y la pared de un coleccionista de arte?

Pero el éxito no fue inmediato. Hubo resistencia. Se tildó Lichtenstein de impostor y pueril. La revista Life llegó a preguntarse si estaba frente al peor al peor artista de América. El giro conceptual le pesó y fue visto como un claustrofóbico obsesionado consigo mismo. Por su parte, él aparecía poco, sobre todo si se lo compara con las performances nocturnas de Warhol. En una entrevista dijo que sus cuadros no tenía nada que ver con el “mirá en lo que nos convertimos”.

Hoy queda descartada la intención irónica, la denuncia o la simple provocación. Su convicción estética aparece cada vez más clara porque lo que hay es seducción. Y la que él sintió por el arte sutil de las diferencias y los desplazamientos de la mirada es opacada por la fascinación que sus obras ejercen sobre nosotros, apoyadas en el contundente poder libidinal de la cultura de masas que nos mira como un abismo.

Vitalidad. “De todos los misterios del arte moderno, el más enigmático es la metamorfosis de los dibujos animados” escribió Salvador Dalí en su ensayo De cómo Elvis Presley se convierte en un Roy Lichtenstein. Si reconocemos que hay enigma, el de Lichtestein es muy diferente al de Warhol. Y si el diálogo entre Duchamps y Warhol nunca queda del todo claro, Lichtenstein reconstruye un sensible ready-made al cuadrado porque los materiales que usa son arte, masivo pero arte al fin.

En su continuación de la consigna de vanguardia su voz le habla a Duchamps para tildarlo de moralista. Como si señalara que existe un después más ambiguo y narrativo que un simple mingitorio. Si los comics con los que trabajaba eran innegablemente argumentales, Lictenstein también cuenta otra historia. La épica o el erotismo, sí, pero enseguida, desde el fondo de su apropiación aparece el artista del siglo XX, presionado por la seducción irrefrenable que ejerce sobre él la cultura de masas.

En 1994, el Guggeheim le dedicó una retrospectiva completa. Murió en 1997 de una neumonía. Su obra, finalmente, es una no tan extraña forma de la felicidad. Y él vive, sospechoso Pierre Menard americano, en una esquina de Brooklyn mientras alguien espera, toma un café y hojea una revista que cuenta adulterios y explosiones.

fotos y crónica deportiva

Sí, más fotos sobre Córdoba.

Y de paso, Loyds tira la justa sobre el match.

Tuesday, May 30, 2006

match interprovincial


Amigos de Córdoba, gracias por el fútbol.

Monday, May 29, 2006

en el barrio de Nueva Córdoba

Falco acaba de hacer un buen almuerzo chino sobre el que no dijimos nada, a pesar de su libro secreto y público sobre el Oriente. Hoy me espera una noche larga en micro larga distancia. Pero vuelvo con una certeza: La creciente es mi respuesta al demasiado extenso, remanido y complicado al pedo debate sobre la buena de Eloisa Cartonera. Mi porteñez me traía problemas con el amor por Córdoba, su gente y Casa Trece hasta que Falco me comenta, después de los fideos chinos, que "acá existe una larguísima tradición, muy pajera: discutir la contradicción de una ciudad unitaria en el interior".
De los que vinimos, seguro volvemos todos.
Los que se la perdieron, a llorar a la iglesia.

Friday, May 26, 2006

Vargas en video

Mañana estaré en Córdoba y la historia será diferente. Hoy, sin embargo, participé, atención, de una videoconferencia de Mario Vargas Llosa. Edificio Alfagura en el Bajo, piso catorce y periodistas contentos por los bocaditos de primera línea. Esperamos y entramos en la sala de reuniones. No sé porque pero de golpe me siento enemistado con todos. Problemas técnicos con la conexión, como siempre. Yo, en silencio. Viene Perú, México y después nosotros. Siguen Guatemala, que al final no se pudo conectar, Chile, Ecuador y hasta Miami. Miro la pantalla y digo: "Acá van a ver el mundial con mucha comodidad". Y de repente aparece el Gran Vargas, como un fantasma pixelado, de traje y sin corbata. Luego, una torpe y lenta catarata de estupideces sobre su última novela. En un momento, una declaración suelta: "Estoy reescribiendo la Odisea". En el fondo estaba Osvaldo Quiroga, que tenía puesta una corbata de excelente calidad y un nudo muy bien hecho. "El amor –insiste Vargas desde la pantalla – tiene un precio que hay que pagar" y la declaración me pega. Más problemas técnicos. Sonidos cerrados. Y de repente se corta la imagen y la voz sola de Vargas, el gran Vargas, sigue sola, emancipada, contando los problemas del proceso creativo.

Lilian Gish



De todos los bares de Buenos Aires,
ella tenía que entrar en este,
donde Rosita me la señala distraida
y se va como si no hubiera pasado nada,
Pero ella se queda y me escucha,
en silencio, con la sabiduría y el carisma
que se sólo se consiguen
con ese cuello y esos ojos.
Si sufrir no fuera tan fácil,
si hubiera que hacer un esfuerzo,
cuánta gente ociosa habría en el mundo.

Thursday, May 25, 2006

antes de la plaza

Hoy el subte lo invitó Néstor, así que la delicada boletera de Rio de Janeiro me señaló la puerta abierta de la reja con un gesto canchero. Habían puesto escarapelas en el lugar donde se produce el intercambio de monedas. En Congreso, el compañero Juan Sasturain subió al coche de adelante y no me decidía gritarle. Miré la hora. Eran las 13:40. Salimos todos en Piedras. Sobre la calle Chacabuco, de los dos lados de Av. de Mayo, me esperaban largas filas de baños químicos. Igual, un tipo de gorra, morocho, campera de tela de avión, se acercó al garage y regó el portón de chapa de Perfil con el cristalino producto de la entrañas populares de la Argentina. Los guardias de seguridad, adentro, miraban asustados.

Wednesday, May 24, 2006

El Mega Vernissage



Heterogeneidad: si no apilada, bastante aglutinada. La frase describe el primer impacto que genera esta nueva edición de ArteBA, un ya clásico espacio porteño de difusión cultural que sostiene la diversidad como sello distintivo. La inauguración, el pasado jueves 18, retomó ese espíritu. Y no faltaron ni los conocedores, ni las mujeres trágicas del arte argentino, ni varios grupos de intelectuales ociosos, artistas cachorros y famosos de cabotaje que se codearon para ver cómo los galeristas sacaban a relucir, una vez más, sus mejores obras. Era cuestión de hacerse presente.

Recorridos. De entrada, una pequeña pero muy sugerente figurilla de Martín di Girolamo recibía al concurrente que no se apuraba a hundirse en los laberínticos pasillos. Lo de Julio Alan Lepez funcionaba como metáfora de la feria: mucha pared y poca instalación. En otras ediciones: vidrio, arenas, piedritas y salía. Esta vez, óleos y acrílicos, como mucho sin marco.

Los colchones de Marta Minujín y los grillos de Edgardo Jiménez se destacaban en el espacio de Lila Mitre, mientras gente bien vestida, moderna y porsmoderna, aportaba al glam general. Alan Faena se dejó ver por el stand del Laboratorio de Experimentación Artística –espejos, alfombra roja y gigantesca araña de cristales– para responder preguntas de la prensa.

Al compás de los celulares que sonaban todo el tiempo, las galerías invitaban a pasar a sus stands. Bien por Rubbers Internacional y por Mamam que, tapizando los suyos con negro y gris respectivamente, se diferenciaron de la continuidad a veces aplastante de los boxes blancos.

Comprar y vender. Dentro del Barrio Joven, el ambiente era más relajado y las superposiciones se mostraban sin tanta culpa. En el stand de www.artechacra.com, una par de computadoras servían para acceder a los mejores artistas sub-treinta de la web. “El ámbito de la Feria propicia una fructífera interacción entre artistas y coleccionistas” repetía todo el mundo. Y la promesa de compradores institucionales, tanto locales como internacionales, despertaba ilusiones.

De hecho, mediante el programa Matching Funds ArteBA-Zurich, cuatro museos argentinos –entre ellos el MALBA– adquirirán obras en este evento. Después, y pese a que una galerista explicó un par de veces que “en la inauguración nunca se habla de números”, también está la promesa de los coleccionistas privados.

Ya sobre el final, Javier Barilaro, que mostraba su cruza entre lo alto y lo bajo en el stand de la galería Belleza y Felicidad, reflexionó sobre el funcionamiento de una tercer versión, muy simplificada y decepcionante, de la Dark room –video performance en la oscuridad– de Roberto Jacoby. “Es así –dijo el pintor–, ya no estamos entre los espacios emergentes, pero igual las cosas acá son de otra manera”.

En el stand de la galería Apetitte, una pila de changuitos de supermercado exhibía un cartel que informaba “Aquel que practica la acupuntura tiene un costado en el masoquismo”. Quedaba así oficialmente inaugurada la quinceava edición de la feria de arte contemporáneo de Buenos Aires.

ArteBA 2006.
15ª feria de arte contemporáneo.
Del 19 al 24 de mayo, La Rural.

Tuesday, May 23, 2006

vayan a laburar

"Siempre pensé que los Montoneros (por lo menos los del primer grupo ut supra) debían incoporarse a una actividad creativa y entender que "trabajar" no es "especular con el hambre del pueblo."
Jorge Born en una entrevista de la revista Negra.
Buenos Aires, Mayo del 2006.

Monday, May 22, 2006

Demonios de segundo orden



Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía son los directores del proyecto “La línea piensa”, un intento de rescatar a los muchos y buenos dibujantes argentinos. En este marco se presenta la retrospectiva de Armando Sapia, “Dibujos – 1995/2005”. El salón donde están montadas las obras es generoso con el espacio y la iluminación, y la entrada libre no hace más que acentuar la simple elegancia de la curadoría.

Aunque trabaja con la viñeta, y llega a incursionar en la tira, la relación de Sapia con la historieta es tangencial. Hay, a lo sumo, un coqueteo, el robo o la repetición de algún personaje. Sus dibujos, fuertemente narrativos, entonces, se montan sobre una serie evidente pero nunca pierden autonomía.

Así, Sapia se dedica a la esmerada creación de un variado bestiario con predilección por las facciones y los rostros porcinos. Arquitecturas decostruidas y falsas perspectivas funcionan como escenario para una gran carga libidinal que desemboca rápidamente en encuentros orgiásticos. “El día del año”, por ejemplo, es una zoofílica bacanal entre monstruos, animales, mujeres y hombres. De allí que los protagonistas de Sapia sean demonios de segundo orden, malformados que se arrastran entre la promiscuidad, la picaresca y el festejo pagano.

Si la fuente indiscutida de estos bichos humanizados es la Grecia Antigua con sus licántropos y minotauros, Sapia ubica sus creaciones como mascotas del poder o en situaciones de banalidad, opinando así sobre los mitos de la modernidad. Hay una columna griega caída y rota en “Digo yo...¿qué significa?”, un tinta del 2004, y a su lado, un pequeño ser anómalo piensa arrodillado sobre un tratado de estética mientras contempla la danza irracional de otros personajes.

Pero la monstruosidad no surge sólo de la cruza del hombre con el animal. En “intimidades”, una tinta de 1997, los intestinos enrollados de un hombre se transforman en órganos sexuales con la misma facilidad con que los genitales se convierten en cloaca.

Fuertemente narrativo, Sapia no cae en los lugares comunes ni en mensajes obvios. Pero cuando roza la alegoría, como en “Hay un árbol siempre florecido” del 2003, una copa llena de guerreros de todos los tiempos matándose a flechazos los unos a los otros, o en “American Pax” del 2004, que recuerda los abusos militares en la última guerra del Golfo, su trabajo pierde la fuerza que le atribuye el corte ligeramente surrealista.

De hecho, cuanto memos reconocible es la situación que se presenta, más atractiva resulta. En la “Argentina, árbol de la vida” de 1999 vemos un árbol lleno de gente partido a la mitad y con su copa caída, pero preferimos “La civilización es apenas un elefante tatuado”, un aguafuerte del 2003.

El trazo fino, prolijo, incluso sutil, de Sapia logra escenas de gran violencia con una eficiencia admirable. Luis Felipe Noé resalta en el catálogo de la muestra la “fe en ese mismo acto de dejarse llevar por la línea”. Cuando Sapia no se tienta por los ya conocidos relatos de la corrección política o la denuncia, sus pequeñas invenciones se vuelven parte imprescindible de esa revelación secreta que es el dibujo en la Argentina.


Armando Sapia, “Dibujos-1995/2005”
Lugar: Centro Cultural Borges, Viamonte esq. San Martín.
Días: Del 9 al 28 de mayo.

X-Men 3, the last battle


Hoy a la mañana fui a la función para críticos que se hizo de X-Men, the last battle. En un Cinemark de Palermo, Fox armó un desayuno con un café horrible y unas facturas pasables y presentó al mundillo de la crítica una película que dividía a los que hoy usaban sobretodo negro y tenían facha de viejo lobo de mar, por un lado, y a los simil-trekkies remera Star Wars que se abandonan al relato americano sin necesidad de que sea independiente, por el otro. Muy resfriado, entré a la sala pensando en que era un día ideal para ratearse del colegio. Si tu viejo es crítico de cine y no te levó a ver esta peli hoy, lo mejor sería huir de casa.
Wolverine
Hugh Jackman sigue rindiendo en el papel de Wolverine, el más atrevido de los héroes del comic universal. Porque hay que decirlo, los personajes son el fuerte de las dos primeras y en eso hay mucha continuidad. La trama funciona bien, aunque hay algunas cosas que no cierran y la categorización de los mutantes en niveles (nivel, 4, nivel 5) es prescindible y aparece de forma tangencial. En todo caso, los guionistas no dudaron en jugarse a matar personajes y eso rinde. El clima pasa con mucha facilidad del cotidiano a una especie de ambiente medieval retratado por un romántico alemán. Y el final de la película (no si coda con Magneto jubilado y ese excelente micro segundo donde se pone en duda todo el resto de la película) es bien romántico. La redención no es con el beso sino con la destrucción y la muerte contenidas en el amor. Novalis a pleno.
Acción y moral
Las escenas de acción están muy bien, pero lo que realmente llama la atención es el tema de los matices entre el bien y el mal. Es todo un tema porque se tematiza de una manera muy intensa la relación con el otro. Hay una cura mutante. ¿Qué corresponde hacer? ¿Quién se quiere curar? ¿Por qué? Para cada argumento hay un personaje. La que se quiere curar por amor, la descastada, los fundamentalistas. Todo el asunto tiene que ver con el tema de la reafirmación de la indentidad, y está expuesto de una manera mucho más compleja que cualquier texto de Judith Butler o Laclau. Si se detienen a verla, los estudios de género y minoridad tiene para entretenerse de lo lindo con este film.
La columna
Ayer salió en Perfil un columna titulada “Dos formas del héroe”. Después de ver la tercer parte de la saga, me sigue pareciendo efectiva. Y otra cosa, paso de El Señor de los anillos y las nuevas versiones de Stars Wars. Mi trilogía preferida es X-Men.

Dos formas del héroe
Cyclops y Wolverine son dos héroes bien diferentes. Dentro del caos personal de cada uno, las opciones que toman los constituyen de manera opuesta. Mientras Cyclops (James Marsden) se alinea con el profesor Xavier, convirtiéndose en su mejor alumno y en una pieza imprescindible de la Escuela para Jóvenes Dotados; Wolverine (el agreste canadiense Hugh Jackman) es un cazador solitario que literalmente prefiere mostrar las garras cuando salta la bronca y cuya su indestructibilidad física no hace otra cosa que acentuar esa inseguridad frente al mundo.
Son dos formas diferentes de encarar su condición de mutantes: el francotirador oscuro frente a la voluntad de orden. Pero, Cyclops también puede ser violento, y Wolverine, sensible. Curiosamente, o no tanto, ambos caen bajo el distinguido encanto de Jean Grey (la espectacular holandesa Famke Janssen).
La vida cotidiana está llena de Wolverines y Cyclops, gente que se alinea con un proyecto general y gente que nunca confía en nadie. En nuestra vida diaria estas maneras de ser conviven. Somos, alternativamente y con más frecuencia de la que admitimos, Wolverine y Cyclops. Educados o temperamentales, nos movemos rebotando dentro del universo de discriminación y diferencia que narra la saga de X-Men. En las dos primeras películas Wolverine dudaba en unirse a los X-Men. Hugh Jackman declaró que, en esta tercera parte, la incógnita es si asumirá su liderazgo, lo cual no hace sino enrarecer y enriquecer todavía más los personajes reconocibles y extraños de esta historia.

Sunday, May 21, 2006

correo extremaficción



Por ahí Wapner sacó algo que se me ocurrió
mientras arreglaba un secador de pelo.

Saturday, May 20, 2006

de San Luis al Mundo

Rodrigo tiene blog. Vale la pena. En serio.

Es el Terranova talentoso.

(Y este es uno de mis preferidos, pero que quede claro: todos son excelentes.)

Frances Dee



Tan fresca, Frances. Tan suave.
¿Por qué te recuerdo tanto si no te conozco?
Envuelto en excelsas obras de arte,
caminando entre la gente,
te extraño y siento que tu boca perfecta y breve
tiene tres historias para contarme.

Friday, May 19, 2006

Es así y no hay nada que hablar

“Sé que, después de una fiesta —decía Roman Polanski—, o pones todo en orden o te mudas. Por lo general, prefiero poner todo en orden.” Yo soy de la misma idea.

Lo pienso y enseguida me doy cuenta de que ese universo superpobaldo y violento que algunos llaman “la gente” se puede dividir entre los que, después de la fiesta, deciden quedarse y limpiar (o pagarle a alguien para que lo haga por uno ) y los que se evaden.

Conozco gente que prefiere emigrar a un continente desconocido antes de enfrentar la mugre y las botellas vacías. No los culpo.

A lo largo de su existencia privada y semi publicada, cada uno se da cuenta de cuán bueno o malo puede ser. Existen los extremos pero sobre todo abundan los matices y los escalones.

Muchísimo más enigmático que al principio, Polanski también decía que “el placer es una zanahoria. Y un palo del que cuelga”. Tener conciencia de que nos hacemos trampa todo el tiempo es a la vez liberador y parte del mismo sistema en el que vivimos.

Pienso esto una solitaria y fría noche de viernes tomando el final de un Cabernet Sauvignon Tittarelli 2003 que me ablanda tanto como el Chandon. (Si mi abuelo estuviera vivo me diría "Mamma mía".)

Ricardo Solué cantaba en “Profecías” una línea simple pero irrefutable: “Sólo sé que sé querer, y que tengo Dios y tengo fe, y doy amor y puedo ser”.

Paz.

Thursday, May 18, 2006

Olivia (y un poco de erotismo gratuito)



Ellas lo saben. Que lo nieguen es otra cosa...

Wednesday, May 17, 2006

poemas que no ganaron

"Compremos un Scania para ajusticiar
a lo que se interponga en el camino:
esa excursión de la tercera edad,
esos chicos uniformados,
esos poetas, esos artistas conceptuales,
esos intelectuales
preocupados por el futuro del país,
esos vendedores de estampitas."


Más en las Tortiluchas de Lamberti. Una verdadera brújula entre Gualeguaychú y el resto del mundo. (Nótese que los grupos que se mencionan en el poema citado pueden ser entendidos como un sólo grupo. Y el norte siempre será la docta...)

Tuesday, May 16, 2006

Lichtenstein en el MALBA


Hoy, depués del catering medieval de pan y cebollas, Heidi-Metal, nuestra Rosa de Luxemburgo, me dijo que en el MALBA se ponía una restrospectiva de Roy Lichtenstein y me preguntó si sabía quién era. Me costó ubicarme y reaccionar. Lo tenía, predeciblemente, asociado a Milo Manara. Pero ella me bajó de un hondazo. "Es ocho mil veces más groso que Milo Manara." Al final, reaccioné y me acordé que era él, el responsable del famosísimo "Blam!" y de un montón de rubias que lloran y ríen con la exacta técnica del comic en el más depurado óleo. Abre el próximo jueves 8 de junio. Roy Lichtenstein. Dibujos. Animated life / Vida animada. Una exposición producida en colaboración con la Roy Lichtenstein Foundation, New York. (Ya me candidateo para cubrirla.)



"Blam!". Roy Lichtenstein, 1962. Oil on canvas, Size: 68 x 80 inches / 173 x 203 cm. Roy Lichtenstein's original painting is in the Yale University Art Gallery New Haven, Connecticut.



Viñeta de All American Men of War #89, de Rus Heath, en la que se basó Lichtenstein para construir "Blam!". Enero-Febrero de 1962.

(Muy recomendanda la página oficial del artista.)

Monday, May 15, 2006

En los límites racionales de la telaraña



Si ordenáramos la obra de Edgar Allan Poe sobre una telaraña, en el centro vacío pero tensado desde todas partes estaría el mito. Poe huérfano, Poe hijo adoptivo, Poe genial habitante de la pesadilla y del alcohol. Junto al personaje, resplandecientes en la bruma, apenas un puñado de textos que delinearon la forma del cuento moderno y tuvieron una fructífera continuidad en el siglo XX. Porque Poe es, ¿quién puede negarlo?, el padre indiscutido del género, creador del policial, teórico trasnochado del efecto.

Pegados a sus mejores ficciones, hay un ensayo, el Método de composición que justifica El Cuervo, uno de sus poemas más conocidos. Y ya donde la tela de araña comienza a espaciarse, tenemos Eureka, un largo ensayo parafilosófico, cuya tesis admitida es que “en la unidad original del ser primero está contenida la causa secundaria de todos los seres, así como el germen de su inevitable destrucción”.

El periodista. Más lejos, sumidos en ominosa penumbra, encontramos sus textos menos conocidos. La legendaria editorial Claridad acaba de editarlos, organizados en Ensayos, Crítica Literaria, uno y dos, y Miscelánea. La edición no termina de convencer. Pobremente anotada, deja pasar de largo las abundantes frases en latín y griego. Por otra parte, la colección habría ganado si se hubiera respetado el orden cronológico, y cada uno de los tomos repite el mismo prólogo rimbombante y soso de Armando Bazán, fechado hace más de sesenta años. Como sea, las traducciones son correctas y sumergirse en este Poe es como adentrarse en un museo mal iluminado, deshabitado y polvoriento, pero atractivo en su decadencia.

El poeta, en estos libros, no es el solitario que se entrega “a su complejo destino de inventor de pesadillas” como lo definió Borges, sino que, por el contrario, lo encontramos arremangado, ganándose la vida y, en lo posible, también el respeto de la comunidad literaria. Así, es al menos irónico que hacia la periferia vaya creciendo la razón, mientras que en el centro de su obra reina una perversa pero íntima noche, entre otras marcas surgidas de lo irracional.

Ya en los Ensayos, la supuesta perfección de Poe desaparece. Y encontramos marchas y contra marchas, artículos de temas diversos, apuntes, obligaciones editoriales mejor o peor resueltas. Porque Poe conoce desde adentro las condiciones materiales que impone el periodismo y no duda en tematizarlas. El apuro en la reseña que no sale, la negociación permanente y necesaria con el editor, la trampa del lugar común, la generalización y el equívoco son algunos de sus temas recurrentes.

En La novela norteamericana, por ejemplo, encontramos, en realidad, un análisis del estado de la crítica en Estados Unidos y su relación problemática con Inglaterra, un tema al que Poe volverá, siempre intentando desenredar el permanente cruce entre nación, literatura y dependencia. Así abre polémicas, no duda en señalar que la imbecilidad de determinado crítico “es evidente” y que el editor, por lo general, “lo que le falta de plausibilidad lo suple con servilismo; lo que le falta de tiempo, con humor”.

Los personajes de estos libros son, entonces, los poetas, sí, pero también el librero, el imprentero, el editor, el periodista, muchas veces coincidiendo todos en una sola persona. De allí que, lejos del “sublime romántico”, Poe preste especial atención a las condiciones de producción material deteniéndose, por ejemplo, en diferentes formas de impresión, sobre todo la impresión anastática –cuyos “resultados inevitables encienden la imaginación y perturban el entendimiento”.

El artista como crítico. “La verdadera crítica –escribe Poe– es el reflejo de la cosa criticada sobre el espíritu del crítico.” La cita se renueva en cada artículo, por lo que, aunque las dos partes de Crítica Literaria presenten una larga lista de ilustres escritores desconocidos, nunca dejamos de leer al autor de Los crímenes de la calle Morgue. De entre los nombres que todavía significan algo, reediciones de Coleridge y Defoe son recibidas con entusiasmo, y, sin tanto énfasis, también Dickens es recomendando por los Cuentos de Boz.

Aunque a veces pasa del sarcasmo al ataque frontal, ya en el siglo XIX, Poe sabe separar al hombre del autor y al autor de la obra. Algo que hoy en día, más de ciento cincuenta años después, todavía le cuesta a muchos de los que se dedican a escribir para ganarse la vida.

Miscelánea es dentro del conjunto, el libro más accidentado y sabroso al mismo tiempo. Contiene, como en los cuatro tomos, páginas prescindibles, más objeto de arqueología, que de admiración o consulta, pero esa arqueología implica proximidad con el escritorio donde Poe trabajaba a diario. Entre muchos y muy diferentes géneros, encontramos acertijos y adivinanzas, risueñas necrológicas, apuntes y notas de lectura, prólogos a libros rarísimos –entre los que se destaca The Conchologist firts book–, y un arduo intercambio de cartas titulado Autobiografía, más parecido a una breve novela experimental que a otra cosa.

La inclinación de Poe por la originalidad, que le corresponde en tanto que romántico, es eclipsada por la fascinante obsesión del plagio, a su vez atravesada por el conflicto gremial del Copyright Internacional. Muchas de sus notas al margen se conforman con señalar dos o tres versos que aquel copió de éste o cómo un breve pasaje que Colton tomó de Maquiavelo fue tomado primero por Maquiavelo de Plutarco.

Poe lee los diarios y verifica que la tergiversación genera narración. En los clasificados encuentra una frase: “Se necesita un hombre que se haga cargo del reparto de leche y un caballo que sostenga los principios abolicionistas”. El anuncio puede ser un chiste, pero es un chiste que cuenta una historia. Y también refuta leyendas urbanas, como la del caballo que tenía un gusano vivo en el ojo. Si se encuentran gusanos en algunos cerebros humanos, ¿porqué no en el ojo de un caballo? De estos libros, Miscelánea es el que más se parece a revolver fotos viejas, daguerrotipos ajenos con caras que no reconocemos aunque se nos antojen familiares. El resultado es siempre positivo porque la lectura de estos textos oscuros, como dice Poe en Filosofía del mobiliario sobre una lámpara de Argand, “esparce sobre todas las cosas una luz a la vez sencilla y mágica”.

Sunday, May 14, 2006

domingo



Esta foto la sacó la Chica Miniaturas y es ideal para subir al blog un domingo. (Anagrama no, pibe, fuera catalanes, a mí que me editen los gallegos.)

Saturday, May 13, 2006

no es tan terrible

Llega el sábado a la noche, vas al video club y alquilás Los Cuatro Fantásticos.

Hedy Lamarr



Hedy, nunca te conocí pero te extraño,
tu mirada me llena de un sueño real,
quiero dormir y sentir tu respiración,
y que tus ojos tristes de tigre morfinómano
no me suelten jamás.

mecánica popular del morbo

En privado, desde lejos, pero acercándose, Wapner me dice que lo mío es una especie de Mecánica Popular del Morbo. (Y me gusta y me lo creo.) En público, más cerca, pero alejándose, Gazzera me subyuga con el uso creativo de los signos de interrogación. (Y dale que te dale con los 90, una época en la que yo me dediqué a un claro mutismo.) Pero al final, me reconoce, creo, el mérito. Y bueno, Gazzera, gracias.

¿Y Villaflor? Cabecea en una silla.

Friday, May 12, 2006

platos voladores nazis para el fin de semana

comments

Max Mirebalais dijo...

¿Nadie te hizo notar que sos el personaje de la Literatura Nazi en America que Bolaño dejo afuera simplemente por una cuestion de estetica?

1:05 AM

Terranova dijo...
Sí, una vez un pibe me lo dijo en un comment, pero cuando me tuvo enfrente se quedó callado y después me pidió disculpas. Se las acepté porque me dio un poco de lástima.

9:29 PM


Amo mi blog como otros aman su living...

Thursday, May 11, 2006

mi nombre es Rufus

Fragmentos encerrados en sí mismos



La década del ochenta empieza y termina con dos acontecimientos políticos identificables. Entre los estertores de una dictadura militar sangrienta y el fracaso de una entusiasta democracia, el Espacio de arte Castagnino/Roldán plantea la cronología de su muestra retrospectiva Fragmentos de una década –Artistas de los ´80. El recorrido simple y breve se agradece y las obras están expuestas con criterio. Quizás alguien señale alguna ausencia incomprensible y el conjunto sin duda hubiera ganado cohesión sin las tres o cuatro esculturas que se esfuerzan solitarias por llamar la atención, pero la selección es coherente.

Conspicuos, los animales hiperquinéticos de Ana Eckell saturan de color en contraste con los rostros monocromos de Osvaldo Monzo y Juan José Cambre y las formas grises y lacónicas de Juan Lecuona. Una tinta china sin título de Armando Rearte hace fluir un paisaje urbano y Alfredor Prior aporta la cuota de excentricidad en témpera sobre papel. La muestra navega así en una incertidumbre general en cuanto a temas y es homogénea en la poca representación de espacios reconocibles. Sin ser inhóspita, la abstracción, aunque no domina, todavía pesa.

En el eficiente catálogo, Clelia Taricco se extiende sobre los acontecimientos que engloban la década por un lado y sobre los artistas por el otro. “Ser de los ochentas –escribe Taricco– se convirtió prácticamente en una marca, que hoy identifica a quienes comenzaron a actuar en el campo artístico local en los últimos años de la dictadura militar.”

Sin embargo, los puentes entre artistas y época no son claros. Más allá del complejo concepto de transvanguardia, ¿dónde está esa marca más allá de las biografías? ¿Qué une el color a Rafael Bueno con los artefactos en madera de Hernán Dompé? ¿En que coinciden los proto-retratos de líneas claras de Gustavo Marrone con la agresividad de Eduardo Medici?

Vistas en bloque, y pese a estar flanqueados por el final de la dictadura y los latigazos de la hiperinflación, las obras expuestas recuperan el placer del dibujo y las superficies cubiertas, como si, al margen de las tensiones políticas y sociales, los artistas hayan optado por una autonomía despreocupada y sincera.

Y cuando parece que esa autonomía está cerrada en sí misma y nada ata los cuadros ni los artistas a su tiempo, la pata derecha de un dibujo animado arquetípico entra en escena. Con un prolijo acrílico sobre tela y sin título, Rodolfo Azaro la hace surgir de atrás de una muy conceptual esquina amarilla. La violencia de este desembarco es innegable hasta el punto en que, comprometiendo la composición general, una boca caricaturesca con dientes flota ajena al pisotón. Se trata del trabajo más excéntrico e interesante del conjunto.

Muy lejos de todos sus compañeros, Azaro se deja transformar o atisba un movimiento que merece ser retratado. Es el desembarcó de la historieta, la tardía irrupción general de los medios de comunicación, que vienen a signar, no la amorfa y desmembrada década del ochenta, donde estos factores quedarán en maceración, sino la mucho menos conflictuada, abierta y definida década del 90.

Monday, May 08, 2006

el cine como teoría de conjuntos



Historias de películas
Autor: Homero Alsina Thevenet.
Género: crítica cinematográfica
Editorial: Cuenco de Plata, $ 42.

Si el historiador británico Eric Hobsbawn escribiera críticas de cine, seguramente lo haría con la misma prosa clara y contundente de Homero Alsina Thevenet. El libro que la editorial Cuenco de Plata presenta en estos días, Historias de películas, generoso con los contextos históricos, es un excelente ejemplo de este estilo. Organizándolos en estricto orden cronológico, el crítico uruguayo cuenta los entretelones de treinta y siete filmes, que forman a su vez una breve historia del cine norteamericano.
No es aleatorio que la serie abra con El nacimiento de una nación de D.W. Griffith, cinta que, según Thevenet, inauguró el cine de propaganda política, generó una enorme controversia y, sobre todo, “dio origen a la carrera de crítico de cine”. Prestando atención a la influencia de la censura oficial en los guiones y las cintas de los Premios Oscar, la gran reivindicación critica que implementa Thevenet es entender el cine como un arte grupal, oponiéndose a la “teoría del autor” para analizar los productos estadounidenses. En ese sentido, Lo que el viento se llevó es uno de los grandes momentos del libro.
La aventura de su productor, David Selznick, que contrataba y cambiaba escritores y directores permanentemente, lo lleva a escribir: “La película demostró que el invento francés de una teoría del autor cinematográfico sería más correcto si advirtiera que en muchos casos ese autor es el productor y no el director”. Con una paleta de personajes ampliada, Thevenet no sólo cuenta la experiencia de los directores sino que incluye la de actores, técnicos de todo tipo y, por supuesto, productores, que a veces figuran como villanos sin escrúpulos artísticos –como el Irving Thalberg de Avaricia–, pero la mayor parte del tiempo son los que empujan las ideas y otras tantas los que sacan las papas del fuego. Al mismo David Selznick, que practicaba un “arriesgado estilo de gran jugador de póquer”, el crítico le adjudica nada menos que la entrada de Hitchcock a Hollywood.
Otro gran momento del libro es el enfrentamiento casi personal con Orson Welles por la autoría de El ciudadano. Al ego de un carismático Welles, Thevenet le opone, bien documentado, el complejo entramado de nombres, situaciones y coyunturas que se repetirá cuando cuente el rodaje de Soberbia, la segunda película del director. Ayudado por la “teoría de la colaboración”, extraída de The making of Citizen Cane del historiador del cine Robert Carringer, Thevenet escribe: “La forma más cómoda de sostener una teoría del autor es ignorar este libro y no enterarse de cómo se hacían y se hacen las películas en Hollywood”.
Sin sobresaltos, y con una fuerte impronta narrativa, Historias de películas es una obra lleno de información que nunca resigna fluidez. En primer plano, funciona siempre la anécdota del rodaje, y la síntesis aparece como una de sus grandes virtudes. Un buen ejemplo de ello es cuando el crítico recompone el trayecto que hizo la obra de teatro destinada a convertirse en Casablanca: “En los primeros días de diciembre de 1941, la Warner compró los derechos por 20 mil dólares. El domingo 7 de diciembre los aviones japoneses atacaron Pearl Harbor y provocaron la entrada de los Estados Unidos en la guerra. El lunes 8, el texto de la pieza de Burnett y Alison llegó a la oficina de Stephen Karnot, lector de argumentos en Warner”.
La pulcra erudición de Thevenet lo lleva a rastrear la etimología de la palabra “sabotaje” cuando aborda la película de Hitchcock, o a señalar el sentido de las dos cruces que reemplazan la esvástica nazi como insignia en El gran dictador, “porque double cross es la expresión inglesa para traidor”. Al mismo tiempo, propone Luces de la ciudad como una película de transición y desmiente a El cantor de jazz como el inicio del cine sonoro: “El estreno de Don Juan, primera prueba de la empresa Warner, con banda musical como fondo de una película muda, se produjo en 1926. El paso siguiente fue El cantor de jazz, con un mínimo diálogo, estrenada en octubre de 1927, fecha que marcó el nacimiento de lo que había tenido una larga gestación”.
Las pocas veces que se ocupa de filmes europeos o latinoamericanos, como Viridiana de Luis Buñuel o La Patagonia rebelde de Héctor Olivera, no deja de lograr un texto interesante y legible. La cuidada edición, que reproduce los afiches de la películas y presenta una bibliografía ordenada y completa, termina de redondear un libro imprescindible para el cinéfilo pero atractivo también para aquel que se deja seducir por las complejas historias que suceden detrás de las cámaras.

Excusión al litoral



Misión secreta

El miércoles sonó el teléfono en mi escritorio. Mi editor me dijo que lo fuera a ver. Estaba reunido con el director del diario. Me preguntaron si tenía registro. Y como tenía, me ofrecieron una misión secreta. Llevar a una conocida ensayista argentina al acto presidencial de Gualeguaychú para que escribiera una crónica. Acepté. “Bueno –dijeron–, salís el viernes a las seis de la mañana.” Me cambió la cara un segundo. El cerebro bajó una marcha. Pero ya había dicho que sí.

Hacia el sur y sin cámara

La pasé a buscar a las seis y subimos a la autopista por 9 de julio. La primera conversación fue sobre el diario, su calidad, su cantidad, su capitales simbólicos, y yo, respondiendo, le pifié al Acceso Norte y el Gol 2005 alquilado en Eurocar se fue derecho a Lomas de Zamora. Señalando un colectivo repleto la ensayista pregunta: “¿La gente va a trabajar así todo los días?”. Perdimos dos horas enredados en el tráfico que llegaba a Capital. “Se me viene negado el norte” pensaba yo y transpiraba. Pero después enganchamos bien. Fue el único error importante. Ese y haberme olvidado la cámara de fotos.

En la ruta

Sorpresa, la ensayista resultó una excelente compañera de viaje. En un momento pienso “habla como las chicas con las que yo salía en la facu”. Y enseguida caí que eran ellas las que hablaban como la ensayista. Ahí me terminé de ubicar. Listo, nos entendimos para todo el viaje. Y no había camiones proselitistas rumbo al mitín, lo cual nos sorprendía más todavía.

Zarate-Brazo-Largo

Enganché el puente con una elegancia que me hacía falta. La mesopotamia le recordó a la ensayista antiguas aventuras juveniles. A mí me recordó mi viaje a Misiones. El verde de los yuyos como siempre estaba fenomenal. Seguimos hablando de libros y criterios de lectura, incluso cuando gendarmería nos paró en el segundo puente para pedirnos documentos.

Estación de servicio

Ni tocamos el tema de la aurora del sauce y eso que hicimos escala técnica en Gualeguay para ir al baño. Desabrochándose el cinturón ella termina de dictaminar que la literatura está dividida en mala y buena, y yo pienso para mí mismo que todavía el equívoco es productivo. Pero hasta acá nos venimos hasta divirtiendo. Y eso que está fresco.

Gualeguaychú

Gualeguaychú es como Santa Teresita pero sin mar. Quizás un poco peor. La ensayista lo saca al vuelo. Dejamos el auto en la calle Buenos Aires, y a pie llegamos al acto perdiendo la cuenta de las pintadas y carteles que dicen “No a las papeleras, sí a la vida”. Medio corsódromo hasta la manija de familias. Batucada. Nos colamos entre el público. La ensayista se abre paso entre la gente. Me impresiona su convicción, su seguridad y que cada tanto dice: “Permiso, compañero”.

En el área de prensa

A resguardo en el área de prensa primeras conclusiones: falta el aparto de la provincia de Buenos Aires. La cosa es asambleas del litoral en defensa del medio ambiente, autoconvocadas, representadas y escuchadas por un presidente democrático que viene a dar su respaldo. Pero en la ensayista aflora el anti-peronismo. Un paisano de buzo polar agita una bandera de Boca y canta el himno con los dedos en ve. Y acá me planto porque cuando subió el pingüino, viejo, yo me tuve que morder las manos para no aplaudir y gritar: “¡Sí, carajo, vamos para delante!”. Hasta ese momento, yo era un intelectual y no me convenía cambiar tantas cartas de golpe. Faltaban, eso sí, los bombos y el quilombo de la Matanza. Terminado el asunto, la desconcentración más prolija que vi en mi vida y fotos en las gradas vacías.

Después del acto

En la trastienda, los políticos escapando y las histeria vital de los periodistas me da envidia. Una mujer reconoce a la ensayista y le hace dos preguntas. Una de ellas: “¿cómo ve la cultura hoy?”. Ella se niega primero y después accede a responder. “Qué paciencia” pienso, y anoto en mi libreta: “Viene a entrevistar y sale entrevistada. Qué paciencia.”.

Almuerzo

El fotógrafo y el cronista del diario que habían ido con otro coche nos llevaron a almorzar a la costanera, donde Gualeguaychú mejora visiblemente. Parrillada completa para nosotros y ella pidió Pacú. “Muy bien –pienso– pero sin vino, porque en una de esas entro en la historia de la literatura como el tipo que volcó con la ensayista en la ruta 9”.

Ñandubay

Más fotos en la playa con las papeleras de fondo. Y ahí lo ves clarito. Del otro lado del río, una fábrica como las de Ciudad Gótica. Tomé conciencia. Y le digo no a las papeleras. (Perdonen si soy cursi o condescendiente pero, el tema me impresionó y me hago cargo.)

El principio de la vuelta

A las seis de la tarde, encaramos la vuelta. Llegamos a hablar de Cesa Aira y Laiseca. Se hace de noche. En un momento confundimos la segunda parte del puente con los arcos dorados de McDonalds. Y yo de vuelta, contra todo pronóstico, la ensayista es una excelente compañera de viaje.

Buenos Aires otra vez

En la Lugones, los dos coincidimos: de Buenos Aires no me saca nadie. Son las ocho y media y la ensayista me confiesa que le encanta ir al teatro sola. Le creo y me alegra. No sé por qué. Después me cuenta el intento de suicidio de su gata. Se tiró de un octavo piso. “Yo tengo tres” le digo. Panchita, Mishulina y el Bayer, que es albino y peludo. Y la última pregunta literaria es si conoce Colastiné norte. “Sí, claro–me dice–, una porquería, pero los asados son excelentes.” Le vuelvo a creer. La dejo en la puerta de la casa y, cansado, cansado, manejo hasta el estacionamiento escuchando en la radio un fragmento de un aria de Puccini.

Thursday, May 04, 2006

Objetivo: Gualeguaychú



(En la aurora del sauce te espero sentado...)

lo dijo Romero Brest

"Por lo que no me preocupa que desaparezcan las modalidades tradicionales del arte, con tal de que por nuevos caminos de expresión y comunicación, cada vez más anchos y extensos, se salve la creatividad artística."

Wednesday, May 03, 2006

Sobre por qué no es necesario responderle a Marcelo de Caballito

Alberto Manguel: “Los best-sellers son al libro lo que el McDonalds al bistec Chateaubriand.”

Está todo dicho.

Mainstream para principiantes

Estoy cansado de los críticos de cine que, parados en la quinta esencia del séptimo arte, atacan a, prepárense porque la lista es larga: Holywood, el cine comercial, los directores exitosos, la industria, los espectadores complacientes, el abuso de los efectos especiales, el cine independiente, las actuaciones mecánicas, las tramas trilladas, los héroes imperecederos y la falta de compromiso estético. Por favor, creo que llegó el momento de relajarse.
Escriban, critiquen, amárguense porque Godzilla tiene más repercusión que la última obra maestra del cine húngaro, pero relájense. Hace poco lo mismo sucedió con la historia. Alberto Romero ataca a Felipe Pigna. ¿Por qué un prestigioso investigador ataca a un divulgador que aparece en la televisión entre extras disfrazados de granaderos? Señalarle errores, marcar diferencias, denigrarlo con un gesto elegante, negarlo, vaya y pase, pero, ¿atacarlo por el hecho mismo de hacer divulgación?
Un amigo me dice mientras esperamos el colectivo: “Atienden públicos diferentes, pero todos aspiran al mismo mostrador”. Sin duda, una frase enigmática.En los libros de historia se derimen cuestiones de poder y política. Perfecto. Pero condenar una película por liviana no es sólo reeditar viejos prejuicios (alienación, transfiguración y muerte), sino negarle al espectador el derecho a consumir porquerías, cosa que bien puede representar incluso la máxima subversión.
Desconocer el funcionamiento del Mainstreim condena a los críticos al traspié y al idealismo. Por otra parte, aprender sus rudimentos supone un esfuerzo igual al de practicar o descubrir las actividades artísticas realmente innovadoras hoy en día, siempre teniendo en cuenta que la permeabilidad no sólo es posible sino casi inevitable y admitiendo que la innovación no es patrimonio exclusivo de nadie. Que las partes hoy en día no se reconozcan, se esquiven y se nieguen, peleando ambas por el mismo pedazo de fama y fortuna es un problema que no beneficia a nadie.
Supongo que la canonización indiscutible y acrítica de la compleja figura de Borges en la década de los 90 a partir de la edición de sus Obra Completas en Emecé es uno de los tantos eventos que ayuda al malentendido. Pero lo malo es que no sólo en la literatura se dan este tipo de equívocos, también aparecen en los medios de comunicación. De golpe, todos los periodistas aspiran a la erudición. Y más allá, los críticos de cine reclaman un público sensible y refinado. Es más, los críticos de cine pretenden una sociedad de críticos de cine. Pero la televisión no es el reinado del terror. Creo que hay formas y formas de democratizar la cultura. La imposición es la peor.
El Mainstream tiene códigos, recorridos, formas y límites. Explorarlos y comprenderlos es deber del divulgador. Si el mecanismo funciona y si utilizan bien sus posibilidades, muchas veces el resultado es superior a las producciones de los histéricos que, sin pensarlo dos veces, se ponen la camiseta de la queja para salir a pelear por las esencias pérdidas.

(Extended version de una columna que hice para Espectáculos de Perfil. ¿Era ésta Loyds?)

Escribir sobre el celuloide



Todo el tiempo guionistas, productores y directores de cine trabajan sobre libros. ¿Qué pasa cuando escritores deciden escribir sobre películas? La editorial Gedisa acaba de lanzar los cinco primeros títulos de La película de mi vida, una colección que propone desarrollar esta seductora idea. En su mayoría, los libros fueron hechos por encargo para The British Film Institute y salieron entre 1997 y 1998. Al plato fuerte, El mago de Oz de Victor Fleming según Salman Rushdie, le siguen Amores Perros de Alejandro González Iñarritu según Paul Julian Smith, Shoah de Claude Lanzmann según Carles Torner y finalmente Los pájaros de Alfred Hitchcock según Camille Paglia. Editados en excelente papel y generosos con las fotografías, los primero resultados del proyecto son disímiles.

Sacando a Rushdie, los nombre nos dicen poco y las películas no son gran cosa. ¿Por qué no se dejaron atrapar por la idea escritores más conocidos? ¿Dónde están Casablanca, 8 ½, Cityzane Kane, La Chinoise, Annie Hall, Terminator y El club de la pelea? Por supuesto, aunque desdibuja un poco las intenciones de la colección, que la idea general sea mejor que su realización no va en detrimento de los libros.

El mago de Rushdie. La lectura que Rushdie hace de El Mago de Oz es a la vez desprendida e intensa. Su personal ensayo comienza con recuerdos de su infancia en Bombay para rápidamente dictaminar que “El Mago de Oz es un filme cuya fuerza impulsora reside en la insuficiencia de los adultos, incluso de los buenos adultos, para desempeñar su función”. Si Rushdie cuenta anécdotas sobre el rodaje, sobre todo interpela la película con finos señalamientos diciendo que no soporta al perrito Toto, analizando la elección Judy Garland para el protagónico y contrastando la película con el libro original de Frank Baum. Su texto gana cuando cuestiona algunas de las ideas del film, por ejemplo, la de “East, west, home´s best”, afirmando no sin argumentos que la Kansas natal de Dorothy, agreste y gris, no puede ser mejor que el fabuloso Reino de Oz, desplegado en brillante tecnicolor.

Contando que Over the rainbown, una de las canciones centrales del film, estuvo a punto de quedar afuera, el novelista aprovecha para señalar que El Mago de Oz es “una prueba contundente de que Hollywood realiza sus obras maestras por casualidad, sin saber a ciencia cierta qué es lo que está haciendo”.

Rushdie relativiza la maldad de la bruja del Este y la bondad de Glinda, la empalagosa hada buena; afirma que Dorothy supera a Blancanieves en un quinientos por ciento y narra, en la segunda parte del libro, una lisérgica subasta de los zapatos de rubí, objetos fetiche del film. Su actitud es la del fan inteligente que ama más su objeto de culto cuantas más aristas encuentra para desmenuzar. Una idea central recorre todo el texto: “Resulta difícil para un emigrado como yo –escribe Rushdie– no ver en estos destinos cambiantes una parábola de la condición de inmigrante.”

La trágica historia de la novia. La novia de Frankestein de James Whale también retrotrae a Alberto Manguel, un desconocido argentino instalado en Canadá, a su infancia. Menos confianzudo que Rushdie, Manguel no es un narrador excepcional ni un crítico erudito y la traducción no lo ayuda, pero colma sus claras ambiciones con solvencia: analizar las ideas centrales del film y divulgar con frescura lo que ocurrió durante el rodaje.

Hay algunas relaciones apuradas, como ver al homosexual James Whale reflejado en el monstruo, inequívoco marginado. Pero Manguel se toma el trabajo de revisar toda la serie, volviendo a la novela de Mary Shelley, recordando el argumento de la primera Frankestein y proyectándose a la parodia de Mel Brooks y a la versión más cercana de Kenneth Branagh. Sus descripción de Whale, un más que probo artesano, es sintética y prolija. Pese a que algunas transposición de imágenes a palabras a veces se hacen insuficientes, el crítico comprende la película a la perfección. “La novia de Frankestein es, fundamentalmente, lo que Whale había imaginado: aterradora, subversiva, irreverente, desopilante y, sin embargo, tocada por una rara dignidad y un raro pathos.”

En el excelente capítulo final, el repaso por “otras novias” famosas de la cultura universal revela un hallazgo atrapante: desde la autómata de Metrópolis hasta La Toilette de la mariée de Max Ernest, desde los retratos de Man Ray hasta La novia desnudada por sus solteros, incluso de Marcel Duchamps, la novia se presenta siempre como un personaje enigmático y provocador. Mientras tanto, en el área del amor y la técnica, posibles matrimonios entre películas y escritores forman una larga lista de pasiones que espera todavía su realización.

(publicado en el suplemento Cultura, etc.)

Tuesday, May 02, 2006

Joyas en la arena

(Para La biblioteca ideal del suplemento Cultura de Perfil)
Las horribles ilustraciones y la errónea inclusión en esa pésima colección, titulada Cuadernos de la nostalgia, no menoscaban el valor de las ocho narraciones que integran Pecadoras, una de las pocas reediciones que se hicieron de Juan José de Soiza Reilly después de su muerte. Publicado por Ediciones de la Flor en diciembre de 1974, Pecadoras retoma algunos de los temas centrales de la obra de Soiza que lo ligan indiscutiblemente a la actualidad: drogas, sexo, corrupción y aristocracia farandulesca. Aunque en su enfoque narrativo la denuncia se rinde ante el ánimo sensacionalista, todavía más cae presa de la ingenua sensualidad que encierra la anécdota prohibida.
En Pecadoras, Soiza retuerce el vocabulario y la temática del tango para construir un estilo de corte radial cuya exaltación retórica es casi permanente. Las pecadoras del libro son muchas y conocidas: las hijas de la aristocracia que en Mar del Plata que se emborrachan y a la luz de la luna salen a perder sus joyas metafóricas y reales en la arena de la playa; las cocainómanas secretas de Paraísos Artificiales, más una alucinada crónica de costumbres que un relato; la hija de un almacenero gallego que queda embarazada y se casa con el dependiente, cuya fisonomía le da el título de “La tragedia del hombre feo” a la historia, y así.
Cuando la narración abandona las diferentes versiones de la Costurerita que dio el mal paso– las hay de clase alta, pequeño burguesas, pobres, felices, desgraciadas–, la tensión decae. Melodramático hasta el absurdo, la calidad estética en Soiza pasa de la invención soberbia al arrebato. La deslucida maestrita pura que protagoniza, por ejemplo, el malón matrero en el Chaco nada tiene que ver con el pecadoras del título. El libro está lleno de exabruptos. Sin embargo, bajo su influjo, Soiza Reilly se presenta como un narrador subversivo, impetuoso y picante, y Pecadoras, cuya prosa es social pero también folletinesca, como un libro delicioso.

Monday, May 01, 2006

reflexión de referiado

Ella es a los blogs, lo que Virgilio es a la enseñanza del latín. O como dijo una vez Claudio, mi amigo latinista que empezó con los franciscanos y terminó con Fraschini en la encerronada de Puán: "Virgilio es una masa".

(Entrando el auto rompí el portón del garage y tengo las manos llenas de grasa. Pero lo arreglé. Quedó, eso sí, un poco fuera de escuadra.)

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