Wednesday, January 31, 2007

no me hables tanto del mundo

postales de Oz



Una mañana nublada de agosto, cinco mil bailarines de tap se juntaron después de tres semanas de ensayo en Manhattan para festejar los cincuenta años de El Mago de Oz y entrar en el libro Guiness de los récords. Una nena rubia de diez años dice a cámara: “Tengo la película en video y la vemos, por lo menos, una vez por día con mi hermana”. Es la introducción a The wonderful wizard of Oz: the making of a movie classic, un documental de 1990 que abre con esta frase: “Como una mancha de aceite, la fabulosa historia del Mago de Oz se propagó de pueblos a ciudades y naciones hasta alcanzar el mundo entero”.
¿Exageración? Hoy los del Oz Club, dueños de www.ozclub.org ofrecen membresias de quinientos dólares y te mandan el guión de la película a tu casa por correo. En el año 1988, el baterista Txus Di fellatio, que había estado jugando en el Real Madrid desde 1980, forma un grupo de Heavy Metal con influencias celtas y le pone Mägo de Oz, así, con diéresis. El grupo llegó a grabar varios discos en un “marcado estilo urbano sinfónico” y entre sus proyectos alguna vez figuró hacer una ópera rock basada en el Nuevo Testamento. "Elegí este nombre para el grupo –explicó Di Fellatio– porque, como en la película, la vida es un camino de baldosas amarillas, en la que andamos en compañía de otros buscando nuestros sueños".
No todas las películas y libros exitosos desencadenan una serie de subproductos destinados a aprovechar las subidas de la marea comercial. Cuando eso pasa, la palabra “fenómeno” empieza a sonar y despierta un interés que muchas veces se retroalimenta y no muere, como la hidra de siete cabezas. El Mago de Oz ocupa un lugar tan central en la cultura universal como La guerra de la Galaxias –generador eléctrico de películas y series de televisión plagadas de una multitud de falsos Luke Skywalkers– y El señor de los anillos –un libro y una película tardía que generaron una verdadera industria alrededor de mazmorras y dragones.
De allí que a medio camino entre los hobbits y los munchniks, en alianza fuerte con la web, es que instala su base de operaciones el astuto Darren Reid. Autor de novelas “fantasy” como The Lord of Darkness and Shadow, Reid anunció, el pasado 12 de enero en su sitio personal, el lanzamiento de The Sword of Oz, “la primera de una serie de precuelas a los libros originales de Baum” con una bajada que dice “antes del mago, había una espada”. Reid presenta The Sword of Oz como un libro electrónico interactivo donde los lectores “experimentarán la primera guerra contra las brujas malas en el capítulo más oscuro de la historia de Oz”.
La oferta no es, después de todo, tan original: capítulos en Internet, un sistema al estilo Elige tu propia aventura, mucho reciclaje y un grosero trabajo con el nicho de mercado. En el primer capítulo que hay colgado en Internet da la sensación de que la idea es convertir la prehistoria de la Ciudad Esmeralda en Camelot con caballeros armados en lugar de Dorothy y Toto.
La apuesta de Joshua Patrick Dudley es bastante menos extravagante y un poco más honesta. En Lost on Oz, con salida programada este año, manda cuatro niños al país del mago, y a ver qué pasa. Como experimento no es malo. (¿Se animará a cargar el formato con traumas actuales, el flagelo de la droga y los conflictos de la soledad?) El final feliz de la ecuación sería un libro de iniciación por un lado y, por el otro, cincuenta mil ejemplares vendidos en las primeras dos semanas.

La fortaleza de los lugares comunes. El mago de Oz es una gran película y sus entretelones se abren como un laberinto interminable. En la superficie, hay cuentos clásicos y anécdotas que repetidas mil veces no se vuelven triviales. Ternura, magia, infancia y leyendas urbanas. Frank Baum fundió la cadena de teatros que heredó de su padre y se recuperó haciendo de los doce libros de Oz, una pequeña industria.
¿Es verdad que los productores decidieron fajar a Judy Garland para ocultar sus senos? Judy estaba en una edad en la que Breatney Spears ya decía “La soledad me está matando” con jumper y cara de chica traviesa del Bronx. ¿Los zapatos de rubí aludían a la primera menstruación? En el original no eran de rubí, sino de plata (y acá se anota un punto la adaptación de Noel Langley por el cambio). Y todavía queda la famosa y seductora frase “Toto, tengo la sensación de que no estamos en Kansas” (Inexistente en el libro original y cuya reescritura más potente la hace Cipher en Matrix cuando le dice a Neo una frase que se podría traducir como “ajustate el cinturón, Dorothy, que Kansas se está despidiendo”.)
¿Es verdad que Buddy Ebsen, el Hombre de Hojalata original, casi se muere cuando usaron polvo de aluminio para maquillarlo? ¿Una de las levitas del Profesor Marvel fue descubierta entre el vestuario de Frank Baum a su muerte? Y después están las coincidencias con El Lado oscuro de la luna de Pink Floyd que dan para un libro.“¿Por qué Dorothy quiere volver a Kansas, un lugar gris con una tía que se viste mal si puede quedarse en Oz con zapatos de rubí, monos alados y leones gays?” se pregunta John Waters en Memories of Oz, un documental del 2001.
El mismo espantapájaros le desliza, en el libro, la inquietud a Dorothy, abriendo un pequeño pero significativo duelo: “No comprendo por qué deseas irte de este hermoso país y volver a ese lugar tan seco y gris al que llamas Kansas”. A lo que Dorothy responde: “No lo comprendes porque no tienes sesos. Por más triste y gris que sea nuestro hogar, la gente de carne y hueso prefiere vivir en él y no en otro sitio, aunque ese otro sitio sea muy hermoso. No hay nada como el hogar.” Lejos de aflojar, el Espantapájaros redobla la apuesta. “Si las personas –dice– tuvieran la cabeza rellena de paja, como lo está la mía, probablemente vivirían todas en lugares hermosos y entonces no habría nadie en Kansas. Es una suerte para Kansas que tengan ustedes cerebro.” Así el libro se mueve en una ambigüedad que la película –cuya adaptación, huelga decirlo, es impecable– no acata.
Salman Rushdie, en su lúcido ensayo sobre el film, es taxativo al respecto: “«No hay lugar como el hogar» es, no me cansaré de repetirlo, la idea menos convincente del film: una cosa es que Dorothy quiera regresar a casa y otra muy distinta que sólo pueda hacerlo ensalzando el sitio ideal que el Estado de Kansas obviamente no es”.
Si la respuesta es verdadero amor al terruño o mensaje patriótico subliminal de cara a la expansión del fascismo en Europa – la película se filmó en el 38 y se estrenó en el 39–, no es ese el enigma más profundo. La pregunta que nadie puede terminar de responder es ¿por qué El Mago de Oz se convirtió en El Mago de Oz?
Nosotros, los enanos. El technicolor, una historia simple y equilibrada, personajes de antología, la creación de una cosmogonía antes de que las cosmogonías llegaran a Hollywood, las canciones simpáticas y pegadizas: cada respuesta, un universo. La mía es los enanos. Más allá de la increíble eficiencia con la que los documentales sobre la película supieron recuperar la parte mítica del film, imprescindible para su canonización, los enanos están en el centro del éxito.
Cerrando la introducción y abriendo la película, los munchniks aparecen en el momento justo y constituyen núcleo adelantado porque de ahí en más lo único que tiene que hacer los personajes es descorrerse con suavidad por el camino de ladrillos amarillos. Si es verdad o no que los enanos cortejaban a la Garland durante el rodaje, es apenas un detalle a la hora de juntar las historias que protagonizaron. Para empezar, la idea original de la Metro Godwyn Mayer era superar la exitosa Blancanieves de Disney. “Si ellos tenían siete enanos de jardín dibujados, nosotros vamos a tener ciento cincuenta de carne y hueso” debe haber razonado el productor Mervyn LeRoy. El problema era de dónde sacarlos. Diez enanos se consiguen en cualquier lado, pero ciento cincuenta ya es otro tema... Se recurrió a las agencias de Los Ángeles, pero ninguna podía proveer más de veinticinco actores de baja estatura. Los representantes empezaron a competir. De repente, los enanos se habían convertido en una valiosa moneda de cambio en Hollywood.
La solución la dio un actor enano conocido como el Comandante Doyle que prometió trescientos cincuenta. Los trajo del Oeste en autobuses y los presentó como “los enanos cantores”. Muchos, sin embargo, trabajaban en circos o en ferias ambulantes y en más de una ocasión salieron a relucir cuchillos o se vieron puñetazos en el set a causa de temperamentos artísticos encontrados. El mismo año que se rodó El Mago de Oz, usando quizás esa espectacular mano de obra ociosa, los estudios de la Columbia reflotaron un viejo proyecto del productor y empresario Jed Buell: un western musical protagonizado por enanos. Para Buell, la aventura era el nacimiento de un verdadero género y estaba dispuesto a explotarlo al máximo.
El resultado fue The terror of Tiny Town, un western hecho y derecho cuyo escenario ideal hubiera sido la Ciudad de los Niños de La Plata. Whiskey, peleas, tiros, cowboys en ponys y protagonistas petisos que paran la trama para cantar. (En youtube.com se puede ver el bizarrísimo trailer de la película.)
¿En que se cimienta la leyenda de un munchnick que enamorado y no correspondido se colgó de uno de los árboles parlantes del decorado y el oscilar del trágico cuerpo puede verse en la película? ¿No es en la necesidad de que aflore en el mundo de la alegría alguna opacidad? ¿De donde viene el extraño placer que produce la noticia de que la pareja de enanos que interpretaban a Hans y Frieda en Freaks de Tod Browning, eran en realidad hermanos y fueron habitantes de munchnikland? ¿Es Freaks, con su lodo y su violencia, sus carromatos oxidados y su decadente ambiente deforme, la otra cara de Oz?
La respuesta al triunfo, como es usual, se mueve entre las sombras. Nos seduce y nos alivia confirmar que donde hay luz también trabaja el dolor. Por eso las palabras de Jack Haley, el definitivo Hombre de Hojalata, nos reconfortan: “No fue divertido, trabajamos duro de cinco de la mañana a nueve de la noche, y a veces incluso fue peligroso”. Los cimientos de Oz no pueden estar igual de limpios que las calles de la Ciudad Escarlata. Necesitamos comprobar que hay grasa en la maquinaria que mueve los decorados con la misma intensidad con la que sabemos que si la bruja muere, nunca es una muerte definitiva. En la sospecha de lo siniestro, que, arriesgo, el film deja entrever, se funda la atracción irrefrenable que producen los colores de Oz y esos cuatro tiernos personajes cantando juntos en el camino de ladrillos amarillos.

Tuesday, January 30, 2007

Koshi

Un delgado libro rojo


“Solo, de pie en el frío otoño,/ contemplo el rio Siang que fluye hacia el norte.” La pregunta no es ¿quién fue Mao? (un militante, un dirigente, el Perón de los chinos) sino ¿qué es Mao? (una praxis, una cara, un símbolo). En occidente, su poesía ayuda a definir el mito. En El Pabellón de la grulla amarilla escribe: “Anchos, muy anchos, los nueve tributarios cruzan el centro de la esta tierra,/ honda, muy honda penetra la línea que va del norte al sur”. Aunque se sabe que no son los únicos, Los 37 poemas que se conocen favorecen, desde su título, una desencajada pero significativa resonancia vernácula en las 62 organizaciones peronistas.
Algunos poemas, por supuesto, ponen por escrito el triunfalismo comunista. En La montaña Chingkang, fechado en el otoño de 1928, se cuenta, entre banderas y estandartes, cómo el ejército revolucionario resiste al enemigo que finalmente huye. Otros son contemplativos.
Mi edición de Leviatán, a diferencia de la Obra Crítica que heredé de una tormentosa relación juvenil, no tiene pie de imprenta en Pekín: es un libro laico. El poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum hizo la traducción en 1964, a partir de versiones inglesas y francesas, lo que ubica el resultado más cerca de los Poemas chinos de Laiseca que de la cultural oriental.
Si los versos de Mao fueron construidos sobre antiguas canciones populares o responden a la poesía civil china de la dinastía Tang, es casi indiferente para el lector porteño. Lo único que vale, entonces, es el libro y su firma.
En el verano de 1954 Mao escribe: “Hace más de mil años en el tiempo,/Wu, emperador del Wei, sacudió su látigo,/ fue al este, a Chieshí, y queda su poema./ El viento del otoño solloza hoy como entonces/ Pero el mundo ha cambiado.”
Herméticas, anfibológicas, sugerentes, irremediablemente chinas incluso en español, las frases de Mao son hermosas o predecibles y atestiguan el cruce, en tierras lejanas, del comunismo, el poder y la tradición literaria.

Sunday, January 28, 2007

deconstructing Joyce



-You pique my curiosity -Haines said amiably-. Is it some paradox?
-Pooh! -Buck Mulligan said-. We have grown out of Wilde and paradoxes. It's quite simple. He proves by algebra that Hamlet's grandson is Shakespeare's grandfather and that he himself is the ghost of his own father.

Saturday, January 27, 2007

Blitzkrieg Baby


Blitzkrieg Baby (You Can't Bomb Me) salió de una sesión de grabación que se hizo el 10 de marzo de 1941. La vocalista Mae Carlisle y el saxo tenor Lester Youg lideraban el grupo. La canción es una de las primeras que Lester Young grabó después de dejar la banda de Count Basie a principios de los 40. Los acompañan el trompetista Shad Collins y Clyde Hart, un pianista que moriría en 1945 siendo todavía muy joven y habiendo contribuido a las primeras grabaciones be-bop junto a Charlie Parker.

Más en este excelente sitio donde se pueden ver los longs plays y los 78 que se hicieron en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

el presidente

Nació el 27 de agosto de 1909 Woodville, Missouri. Tocaba el tenor. Grabó con todos los grandes de su época. O mejor, ellos grabaron con él. En 1937, conoció a Billie Holiday y juntos hicieron un par de discos insuperables. En el otoño de 1944, el FBI lo mandó a un campamento militar en Alabama por faltar al servicio militar. Tocó por última vez en el Blue Note de París. Murió el 15 de marzo de 1959 en Nueva Cork porque el hígado ya no le daba más. Entró en el Big Band and Jazz Hall of Fame en 1980. Se llamaba Lester Young, le decían “The President”. Cuando escuchas lo que grabó, te das cuenta por qué.

Friday, January 26, 2007

Cartas al duque (cincuenta y nueve)

Querido Duque,
El martes escribí una columna sobre Mao y hoy fui a comer al restaurante chino de Rivadavia al trescientos. Todavía no estoy seguro de que haya alguna relación entre estos dos hechos. Otro gran tema: el autobombo. Yo sí. Lo mío es bueno. O buenísimo. El que vende sus decisiones sin pudor no se ríe de sí mismo. Así no se puede seguir. Hagamos el ridículo y triunfemos, pero aceptémoslo cada tanto. (Igual el dolor es una muralla que lo detiene todo desde la que es posible también lanzarse en paracaídas.) Hoy tengo una peluca a lo Koshi Kabuto. La humedad se come las paredes de la redacción. Desde donde estoy veo un pedazo de cielo gris. Las azoteas del microcentro y los edificios manchados de óxido nunca se quejan, son como piedras eternas que, con una mueca secreta, se dejan transformar por el tiempo.
Abrazo,
Terra.

ningún hombre es una isla



- Hola.
- Hola.
- ¿Me dejás subir?
- Mhm… No sé.
- Dale.
- Bueno.
- ¿Qué libro trajiste a la isla desierta?
- Seiscientas formas de hacer un buen guiso.
- Mató.
- Sí, la estoy rompiendo.
- ¿Y vos?
- Yo traje Robinsoe Cruzoe.
- Uh…
- Lo que pasa es que salí apurado.

Thursday, January 25, 2007

Cartas a la duque (cincuenta y ocho)

Querido Duque:
¿Hicieron o no empanadas con los presos de la banda rival los amigos del Gordo Valor durante el motín de Sierra Chica? Qué dilema, querido Duque. Esas andanzas dan para un novelón, para un libro de investigación periodística, para un best-seller de calidad. Todos en la redacción tienen una anécdota para contar. ¿Jugaron al fútbol con la cabeza de Agapito Lencinas, gran peleador de faca al cual decapitaron con precarias herramientas de construcción? Qué lindo es ese costado del periodismo. La literatura con esa ambición de trascendencia me sume en un trance más bien ramplón. “Terra, ¿sabés quién es la Garza Sosa?”. “¿Un jugador de Futbol?” dije yo. Me tengo que curtir un poco más. Con una amoladora y un serrucho en Gozales Catán desarman un Toyota en quince minutos. Más allá, este diario se empobrece de manera elegante. Mandan una redactora a México pero le dan cien dólares de viáticos. Claro que la felicidad está en Oz. El camino de ladrillos amarillos se recorre con la puesto.
Saludos,
Terra.

Wednesday, January 24, 2007

cartas al duque (cincuenta y siete)

Querido duque,
Qué placer extraño caminar por Corrientes, meterse en un lugar con aire acondicionado, mirar los libros de las mesas de saldos. Me compré un ejemplar de La aventura de la historia que tiene unos dibujitos egipcios en la tapa y un titular que dice "Conjura en le harén". (En esa misma revista, hace años, leí una reseña donde un anónimo decía de un libro que no recuerdo: "El autor es erudito pero de narrar ni hablar". Dios lo bendiga.)
Ayer a la noche, documentales sobre El Mago de Oz. Judy Garland tenía algo. Se mató con barbitúricos a los cuarenta y siete años, pero eso no puedo ponerlo en la nota que estoy escribiendo. El cinturón que nos sostiene nos ahorca con gusto.
Saludos,
Terra.

Tuesday, January 23, 2007

entre Marx y una mujer desnuda



Excelente título. Nadie puede dudar de eso.

Cartas al duque (Cincuenta y seis)

Querido Duque,
Hoy amaneció lloviendo en Buenos Aires y el banco cerró a las doce y media dejándome afuera de esos trámites “que ya no se aguantan más”. Mi película preferida de Godard es La Chinoise, lejos, y si hubiera vivido en la década del sesenta habría tenido una novia maoista. ¿Quién no le debe la vida a la electricidad? Pero te cobra su buena libra de carne con estos tubos fluorescentes. El arte contemporáneo, la novela experimental, la poesía de Mao, mis manos y el teclado, el papel saliendo de la impresora. Todo en su exacto lugar. Y yo, desencajado. Me llega un libro: Fobias, estrés y pánico, como liberarno através de lo holístico. Hagamos de nuestra histeria, un teléfono multiuso y de nuestra ansiedad, una claraboya. ¿Cuántas veces se puede repetir el mismo gesto sin empezar a deformarse? Siempre hay un número y un quiebre.
Abrazo,
Terra.

Monday, January 22, 2007

el eje del mal

A própósito de Florida-Boedo, una antología crítica de Gabriela Garcia Cedro.
¿Quién se toma en serio las taxonomías literarias? Y al mismo tiempo, ¿qué tenemos, más allá de los libros, que no sean taxonomías? Después de todo, el embalsamador también puede trabajar con arte y buen gusto. Como en una torta alucinada, cada porción de Boedo y Florida, una antología crítica refleja una parte vital o prescindible de la historia intelectual argentina. Compuesta de una larga serie de fragmentos y géneros varios –ensayo, teatro, poesía y narrativa– la existencia de este libro, entre ilustrativo y sorprendente, invita a revisar algunas coyunturas ya clásicas.
Aunque el sintético prólogo de Gabriela García Cedro cumple holgadamente su función introductoria, lo de “antología crítica” es una formalidad que cristaliza apenas en sucintas reseñas biográficas de cada autor. El recorte, sin embargo, proponiendo una plataforma de lanzamiento con “mayores” y una interesante “zona intermedia”, ya implica una mirada más productiva y menos estructurada.

El eje, con pinzas. Si la geografía existe –con mudanzas, infiltrados y desplazamientos–, en ningún caso, Boedo y Florida llegan formar una dicotomía al estilo de Guelfos y Gibelinos, capaces de cortarse narices y orejas a cuchillazos. Tanto el Boedo de la pedagogía y la denuncia como el Florida de los oropeles refinados, convivían dentro del granero del mundo cuyas mieses el radicalismo clásico había intentado repartir con cierto éxito.
Y ya en la década del 20, Roberto Mariani se dio cuenta de que el eje atendía a “razones de espacio y de comodidad explicativa”. Pese a esto, no sobra señalar que las generalizaciones, la comodidad y sus malentendidos también generan sentido. Aplicando este procedimiento a los nombres de la antología podríamos concluir los siguientes epítetos: entre los mayores están Lugones, la bestia negra, Güiraldes, la bisagra generacional y Galvez, sujeto de epitafios y maestro del realismo; entre los de Boedo, Barletta, pedagogo del proletariado, Álvaro Yunque, el soviético y la larva Castelnuovo; entre los de Florida, Borges, el ultraista, Girondo, el impresionista y Marechal, el católico nacionalista, y finalmente los de la tan jugosa como difusa zona intermedia serían Roberto Arlt, el heterodoxo y Olivari el geógrafo porteño, entre otros que mantenían siempre abierto el libro de pases.
Afuera queda una zona anterior y sesgada, que presiona pero no entra en este escenario de los veinte. Si ellos aparecen lo hacen desde atrás, como parte del decorado, o en un cameo difícil de recuperar. Son los periodistas que, promiscuos laburantes, la vienen remando desde Caras y Caretas, colaborando a veces en La Nación, y alimentando publicaciones de soporte barato como La Novela Semanal o La Novela Universitaria. Escribían ahí sin el capital simbólico de Florida, ni la intenciones políticas de Boedo. Lo suyo era pedalear, recostados contra el horario de cierre.
El único compilado en la antología es Last Reason, seudónimo de Máximo Saénz, un uruguayo que firmaba crónicas de turf llenas de sorna. Afuera quedan el cronista estrella Juan José de Soiza Reilly y el folletinista Marcelo Peyret, hoy punta apenas visible de un iceberg que espera sus aventuras críticas.
La mirada diacrónica. Florida no triunfó ni en el mercado ni en la academia, pese a la fama superficial de sus cuadros dilectos. La tensión entre el norte y el sur sigue en pie. Y la estructura bipolar continua generando versiones críticas. El muy comentado líbelo Literatura de Izquierda de Damián Tabarovsky o Prosas de Estado y estado de la prosa, un poco feliz artículo de Marcelo Cohen que fija infraliteraturas y supraliteraturas de forma incompleta y prejuiciosa –no hay otra– retoman esta discusión. Tanto ayer como hoy, rastrear dicotomías es simple, elaborar o incluso destilar conceptos políticos o estéticos es mucho más complejo y nada garantiza que gustos personales, desconocimientos y otras arbitrariedades no terminen definiendo el asunto.
Si a fines de los 90, la editorial Siesta fue digna receptora del lúdico legado de Florida, y Heloisa Cartonera retomó el miserabilismo y la gestión social de los Boedo –Belleza y felicidad funcionó como un pliegue ambiguo–, los vasos comunicantes, las economías internas y el sofisticado sistema de deudas y favores se presentan mucho más enmarañados y ricos que una simple división de trincheras, donde por otra parte, nunca sonó ningún tiro importante.
Florida es una calle de nombre liviano, hoy en manos de vendedores de cuero y gente que cambia dólares a los turistas. Boedo es un barrio con una mística especial donde no se dejan los autos abiertos en la calle pero que se puede recorrer a pie de noche. Para dudosas dicotomías, nada mejor que la tradición argentina. “La vieja lucha entre civilización y barbarie no ha terminado para nosotros” escribió, en 1909, Ricardo Rojas. El conflicto Florida-Boedo, por su parte, lejos de estar cerrado, sobrevuela a los escritores argentinos en un permanente amague de comienzo, renovándose en los gesto, las acusaciones, los libros y las lecturas que hacen al folklore literario local.

lunes, mi querido enemigo

Friday, January 19, 2007

Cartas al duque (cincuenta y cuatro)

Querido duque,
Hoy, en el subte, pienso en una frase de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.” ¿Quiere decir es que una mentira cobra sentido si entra con cierta contundencia en la trama social? No deja de ser falsa, pero a medida que se va rozando con otros discursos, genera reacciones y se impregna de historia. A veces, si toca algo, puede erigirse en lugar común o adyacentes siempre falso pero no por eso menos indispensable. Otra cosa es que la historia gire y lo que era falso pase a ser verdadero.
Vengo con ese tema desde hace rato pero no termino de encontrarle el ángulo. Los malentendidos, las generalizaciones o los equívocos también generan sentido. ¿Y entonces? Es algo que puede ser incómodo, desagradable o incluso aterrador pero no por eso menos comprobable. Los mecanismos del error. Después están los berretas que festejan el sinsentido, el absurdo, la teoría francesa del gasoil y la cita. Me fui a la mierda. Qué ganas de arrancar la motocierra. La mezcla exacta de nafta y aceite. Cortarse unos troncos. Deleuze era un chupapija. Dan ganas de decirle “Hacete llenar el culo, boludo”. Qué grosero. Perdón, mi querido duque. No es así. Pero el viernes no perdona. (Y el domingo con el diario y las erratas en la mano, ni le cuento.)
Bueno, acá me planto, gracias a Dios.
Un abrazo,
Terra.

Thursday, January 18, 2007

Ewan McGregor toca como James Joyce



Pero lo hace acompañado.

Cartas al duque (cincuenta y tres)

Querido Duque.
¿Me equivoco o usted andaba una vez con un mazo de cartas Zener? La palabra parapsicología es tan bella... Un devoto cristiano que asegura que un accidente laboral le aumentó la líbido y tuvo que recurrir a prostitutas y pornografía. Le hizo juicio a la empresa donde trabajaba y el martes pasado le dieron una indemnización de más de tres millones de libras esterlina. "Sufrió heridas graves en la cabeza" dice la noticia. El tipo estuvo en coma dos meses por caerse de un andamio pero cuando se despertó, qué cambio. El juez del Tribunal Superior de Justicia de Londres que dictó la sentencia dijo: "Su vida y la vida de su joven esposa se vieron destrozadas". Ayer jugué un partido de squash. El prolongado reposo y las fiebres pasadas dañaron mucho mi capacidad aeróbica. Tengo que volver. Pero voy a volver de a poco.
Abrazo,
Juan.

aire

Señoras y señores, Mister Zanoni subió unas fotos.

Wednesday, January 17, 2007

Cartas al duque (cincuenta y dos)

Querido Duque,
Faltan diez minutos para que sean las ocho de la noche y en Buenos Aires todavía no se hizo de noche. Eso sube. Aparte, el Gran Jorge Fantoni me regaló hoy dos números de la revista Planeta, que salía a mediados de la década del 60, y era parte de la primera generación de revistas de divulgación científica del país. La secciones que trae son “Crónicas de nuestra civilización/ Historia invisible/ Aperturas de las ciencias/ Mundo futuro/ Civilizaciones desaparecidas”. Esto es, dinosaurios, viajes a la luna antes de tiempo y un poco de ciencias ocultas. ¿Quién puede resistir un artículo sobre las cartas zener? Marc Chagall vivió casi cien años, escribió un solo libro titulado Mi vida y pintó un millón de cuadros. Con esa perspectiva, querido duque, no hay forma de que la luz de los tubos de esta redacción no resulte deprimente. Pero hoy me di cuenta que el Joyce de la guitarra se parece mucho a Robert Crumb y ese tipo de conexiones empujan a favor.
Le escribo pronto, más inspirado y en silencio,
Terra.

Joyce, the punk rocker


Joyce en Trieste, 1925. Ottocaro Weiss, el amigo que sacó la foto, estaba impresionado por la voz de Joyce pero se escandalizó por su manera de tocar la guitarra.

Tuesday, January 16, 2007

Cartas al duque (cincuenta y uno)

Querido Duque,
Hoy bajé hasta tesorería a cobrar un vale y me di cuenta que la oficina es un ecosistema anti-humano. También corroboré que el periodista es un oficinista ligero de ropas. Hasta acá, pocas novedades. Un mono saltando, la vida en un tubo. Salí a comer temprano y me acordé que el domingo al mediodía freí unas mollejas exquisitas para Celia. Afuera falsa humildad. Si jugara al fútbol como cocino, sería uno de esos tipos que hicieron un par de partidos en la reserva de un club importante y largaron para estudiar o por pereza.
Ahora, una foto de Joyce tocando la guitarra. Después, una editora le dice a una redactora de Espectáculos: “Te voy a meter un cinturón eléctrico como la mafia.” Son las seis en punto y la nota que tengo de Boedo y Florida se expande como el big-bang. Con cinco gritos la sangre volvería a circular, pero cuando llego al tercero, el proyecto entra en zona de duda. Preferiría escribirle menos y dormir más la siesta, pero las fichas cayeron así. Sobre el horizonte, un reloj del tamaño de mi pecho y superpoblación de monitores.
Gran abrazo,
Terra.

Como una ruiseñor con dolor de muelas


“Se suplica a los que no entiendan que observen con el más respetuoso silencio y que muestren un completa actitud de sumisión, de total inferioridad. Ése es su verdadero papel”, así indicaba Erik Satie, en marzo de 1913, cómo debían escucharse su Verdaderos preludios fofos para un perro. En un mundo donde las grabaciones eran experimentales y en cada hogar burgués había un piano y un pianista, Satie –como tantos otros– publicaba sus obras en papel para dar a conocer su música. Lo que lo diferenciaba era su continua intervención de esa escritura musical con indicaciones poéticas.

Así, y aunque fue un ferviente defensor de la autonomía de la música frente a otras artes, Satie escribió mucho y muy fragmentariamente. Que se presentara como “fonometrógrafo” atendía a esta actividad ligeramente absurda y dislocada de escribir sonidos. Cuadernos de un mamífero es un libro armado, un compilación de textos incidentales, poéticos o teatrales. El título, sin embargo, es de Satie. Cada vez que publicaba reflexiones en alguna revista literaria, lo hacía con ese título indistintamente del contenido. La simple y elegante edición de Acantilado, propone cuatro partes: “Para no ser leído”, “Para declamar”, “Para interpretar” y “Para cantar”.

La advertencia que abre la primer parte es clara: “Prohibo –escribe Satie– leer en voz alta el texto durante el transcurso de la ejecución. Todo incumplimiento de esta observación levantará mi justa indignación contra el petulante. No se conceden privilegios.” Lo que sigue son una serie de poemas breves cuya función sería la de poner “en ambiente” al interprete. Descripciones Automáticas empieza con un “A merced de las olas/ Una ligera bruma./ Otra./ Ráfaga de aire fresco./ Melancolía marítima”.

Entre la simpleza impresionista y la irreverencia de títulos como Embriones secos, Horas seculares e instantáneas, Capítulos que pueden girarse hacia cualquier lado y la famosa Sonatina burocrática se fija el tono del libro. La compilación de las “indicaciones de carácter” que Satie agregaba en los pentagramas es llamativa y se propone como un texto en sí mismo: “Como un animal/ Como una ruiseñor con dolor de muelas/ Como una suave petición/ Con asombro”, y así.

La parte “Para declamar” es la reproducción de Uspud, un “ballet cristiano” para teatro de sombras que Satie escribió en colaboración con el poeta J. P. Contamine de Latour. Entre el sainete proto-surrealista y una tomada de pelo al tardoromanticismo, Uspud, el héroe, vive una aventura alucinada y llena de visiones paganas inspiradas en las Tentaciones de San Antonio de Flaubert, en ese momento, el libro de cabecera de Satie.

“Para interpretar” presenta La trampa de Medusa, una comedia lírica en un acto con letra y música de Satie, donde aparecen monos mecánicos “disecados con mano maestra” y la Medusa desarrolla parlamentos que terminan “las zapatillas demasiado estrechas me obstruyen fácilmente el cerebro y quedo afónico... moralmente, se entiende.”

La parte “Para cantar” contiene Tres poemas de amor y fragmentos del drama sinfónico Socrates, un agresivo centón filosófico-poético, escrito por pedido de la princesa de Edmond de Polignac que disponía de una orquesta privada de veinticinco músicos.

Maestro de la sinestesia, el compositor define la música que acompaña los versos “blanca e inmóvil con la Antigüedad”.Estos Cuadernos de un mamífero, a cargo de Ornella Volta –que, como directora de la Fundación Erik Satie, escribe como un personaje del compositor–, se completan con una deliciosa “Vida y obra de Erik Satie comentada por el mismo señor”.

Conceptual, sensible y anti-exotista, Satie nació en Honfleur, el 17 de mayo de 1866 y murió en París, 1 de julio de 1925. Fue un compositor intenso y atrevido además de un excéntrico profesional y un alegre y sorprendente pianista de Cabaret. Les brindó reconocimiento, influencias y elogios a Debussy y a Ravel, al mismo tiempo que los ridiculizó en sus obras. Frecuentó la bohemia parisina de Montmatre y trabajó como un DJ contemporáneo superponiendo complejas progresiones armónicas a melodías infantiles o populares.

En las artes musicales o escénicas, todos los a lo largo del siglo XX reventaron alguna forma heredada del siglo XIX le deben algo. Estos Cuadernos de un mamífero, que pueden ser leídos con música o en silencio, funcionan como introducción tangencial pero interesante a su obra y se revelan como un útil mapa del personaje que a veces tocaba el piano con guantes para escandalizar y, de alguna forma, construyó las bases irónicas de la música erudita contemporánea.

Monday, January 15, 2007

¿Quién dijo que el camino es la meta?


¿Quién dijo que el camino es la meta, que mantenerse es más difícil que llegar? Mi amor, la ruta nos enseña, es cierto, pero prescindir de esos momentos de triunfal inmovilidad sería imposible. Nadie puede girar todo el tiempo y todos nos aburrimos de esperar. Entonces, lo nuestro es la paciencia, sí, pero también concretar, producir, gastarnos en la aventura. Y que la sombra que proyectamos contra las paredes de nuestra existencia sean mudo testigo de nuestro triunfo.

un mantra epistolar

Hace ya un par de años Mondadori editó la correspondencia completa entre Iván Turguéniev y Gustave Flaubert. El resultado es un largo intercambio con forma de breves esquelas en las que, entre el elogio justo o desmedido, aparece una confesión o una infidencia. La primera carta es de Turguéniev y está fechada en París, el primero de marzo de 1863. Los escritores acaban de conocerse y se presentan sus respetos. La última también es del ruso y la redactó en Moscú dos días antes de la muerte del francés, el seis de mayo de 1880.
El 24 de marzo de 1863, Flaubert agradece el envío del relato Primer Amor: “Todos los viejos románticos (y yo soy uno de ellos, yo, que me he dormido con la cabeza apoyada en un puñal) deberán estarle agradecidos por ese pequeño cuento que tanto dice sobre su juventud”.
El martes 24 de noviembre de 1868, Turguéniev le aconseja buscar otro título para la Educación sentimental.
El 30 de mayo de 1870, Flaubert se queja: “No veo ya a nadie más que se preocupe de arte & de poesía. El plebiscito, el socialismo, la internacional & otras basuras atiborran todos los cerebros”.
El 8 de noviembre de 1872, Turguéniev propone “devorar el mundo, por muy escépticos, críticos, gastados y cansados que estemos”.
Escrupulosamente anotado, el libro cuenta historias laterales como la de Émile Colangé, un doméstico de Flaubert que, después de la muerte del escritor, abrió un restaurante en el Quai de Rouen con un cartel que decía: “Émile Colangé, antiguo cocinero de M. Gustave Flaubert”.
¿Eran conscientes los narradores de que alguien espiaría estas cartas en el futuro? El libro vale la pena incluso por las formas de cortesía. No en todas partes se lee una despedida así: “Un abrazo y ánimo. Después de todo es Vd. Flaubert”. La intimidad revelada de estas cartas es menos íntima por las firmas. Pero no deja de ser un diálogo cálido y ligeramente revelador de una amistad tan honesta como vital.

Sunday, January 14, 2007

Nora y sus hijos



Zurich, 1918. Nora Barnacle Joyce with Giorgio and Lucia. (From the Poetry/Rare Books Collection, University Libraries, State University of New York at Buffalo.)

Friday, January 12, 2007

Cartas al duque (cincuenta)

Querido Duque,
En el ascensor, una mujer de unos sesenta años, desagradable, habla en voz alta: “Si me vas a llevar a una geriátrico, le dije, por lo menos quiero baño en suite”. Se ríe. Y después, una párrafo de tres pisos sobre la dignidad del baño privado. Mi caso no es muy diferente. Ya que voy a ser periodista, por lo menos merezco aire acondicionado. Pero no.
Escribo cansado, el mono rojo colgando del cuello. Y el pensamiento se me va a que idolatramos a los escritores revolucionarios, iconoclastas y atropellados pero en esa reverencia somos su antítesis, los completamos, los deformamos y enrarecemos la historia de la literatura sumando contradicciones y malentendidos.
Pero, bueno, querido duque ... ¿Quién no pasó por el ocho volante del Ital Park? El tren fantasma era una bola de electricidad llena de neón y cables. El punto más eléctrico de Buenos Aires en los ochenta. Y eso que también estaba Palladium, un lugar que dicen que era de miedo. Lo dejo, recordando otros veranos,
Terra.

Thursday, January 11, 2007

dos viejos amigos

(Parece que un rumor despertó la extraña eirrelevante fantasía de que Gabriel García Marquéz y Mario Vargas Llosa, después de treinta años de enemistad (que es como la amistad, pero más tirante) pueden reeencontrarse en la base central de la RAE o en una edición especial de Cien años de soledad. A mí me pidieron una columna de opinión y yo largué esto, swingueando arriba de un rumor. Periodismo puro. Como no encontré una foto de Gabo y Varguitas juntos en los buenos tiempos, pongo una de Fuentes y Buñuel en 1979, que recrea cierto clima latinoamericanista.)

Aunque los contendientes sean peso completo, las peleas, en la brillante zona literaria del mundo, siempre se dirimen antes del nocaut. Incluso si el ring side se arma entre el Nobel y el bestsellerismo, entre candidaturas presidenciales y novelas legendarias, el que besa la lona siempre tiene la posibilidad de levantarse. Y si hay épicas privadas, acusaciones y gesto ampulosos, las reconciliaciones nunca son tan difíciles ni tan excepcionales. Hasta los Sex-Pistols volvieron y tocaron en un Obras sorprendido con un Johnny Rotten excedido de peso, peinado a lo Bart Simpson.
¿Cómo Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa no se van a reconciliar si una efeméride lo exige? La pista de despegue está un poco bacheada, es verdad. Pero, ¿qué suman tres décadas en la perspectiva general de la literatura universal? Cada tanto una reyerta saca las ganas, delimita pertenencias y sienta bien. Pero después se hace el concierto reunión y la vida sigue. Cuando se llega a cierta edad, las heridas o se curan o se soportan. Si Gabo viaja a Cuba y sirve de mediador inteligente entre los arrebatos comunistas y los intelectuales críticos, si Varga Llosa apoya las intervenciones militares de los Estados Unidos en el mundo, no hay nada que la Real Academia Española o una importante casa editorial multinacional no puedan reparar con una buena ceremonia y una edición de lujo y tapas duras.
Pero que nadie piense que esto es por dinero. Para nada. En este plano astral hasta el más pintado de los escritores sabe que, a la larga o a la corta, los colegas son necesarios. Como en la historia china de la grulla y el tigre que pelean en la orilla del río sagrado del tiempo. El tigre ataca con furia y la grulla se defiende con paciencia. Ninguno de los dos escapa, ninguno de los avanza. Son rivales naturales y quieren la destrucción del otro, pero en lo más íntimo de sus vidas opuestas saben que se necesitan para existir.

(Publicado en perfil.com con título del editor.)

Cartas al duque (un poco hastiado)

Querido duque,
Le escribo desde una redacción que se quedó sin aire acondicionado. La patronal, querido duque, prefiere ahorrar energía y miente cuando dice que el sistema de ventilación está roto. Hay algo de masoquismo en los periodistas que aceptan escribir y transpirar sin más queja que algún resoplido de hastío. Pero mucho peor son los que la juegan de intrascendentes, de contenidos, de precisos. Livianos como el viento y librepensadores. Bueno, a mí todavía me gusta sopesar una piedra en la orilla y sentir que es contundente. Tirarla y que llegue lejos. Y me gustan la lapiceras robustas que apoyan bien contra la superficie del papel. Ya no voy a cine tampoco. Es una pérdida de tiempo. Butacas incómodas, esperar en la cola, comprar las entradas, todo es muy, ¿cómo decirlo?, ¿improductivo? Prefiero cama, familia y televisión. Buenos Aires de noche. A la mitología del cinéfilo la paso con la programación del cable. La reducida pero complaciente libertad del control remoto en la madrugada. Y la banda ancha, sin la que el calor sería de verdad insoportable.
Un abrazo,
Terra.

Wednesday, January 10, 2007

antes del Ital Park


"El Parque Japonés estaba a ubicado en el Paseo de Julio entre la avenida Callao y la bajada de la Recoleta. Se trató de un obra faraónica por sus características, la más importante en su género para la Argentina de 1911, demandando una inversión calculada en dos millones de pesos. Se inauguró el 3 de febrero de ese año, generando la expectativa de los porteños. Treinta años después de su desaparición esos mismos terrenos sirvieron a la instalación del Ital Park."

Cartas al duque (cuarenta y ocho)

Querido Duque,
Lo de Rorschach ya no me causa tanta gracia. A Freddy le gusta pero a mí me resulta un poco forzado, demasiado ingenioso, en el peor sentido. El mito de las manchas, sin embargo, todavía me atrae por su componente narrativo. La pregunta no es "¿qué ve usted?", sino "¿qué historia me puede contar?". Siempre fui un looser, querido Duque. Un poco lento, un poco sordo, un poco tímido. Lo único que tengo son mis manos. Manos sueltas, como dijo Maiakovski. La herencia del inmigrante. Puedo aplaudir y tejer, pero no al mismo tiempo. La vida y el tango perpetuo de Satie, lo baila el diablo pero lo aprovechan sus mujeres. En la redacción acaban de apagar el aire acondicionado y allá vamos.
Escribo en breve,
Terra.

Tuesday, January 09, 2007

Cartas al duque (cuarenta y siete)

Querido Duque,
Es interesante que para fin de año una revista mande un mail de salutación que diga “que el año nuevo nos reúna en otra parte”. Humildemente, me parece un gesto de intelectual superyóico y narcisista que nunca está conforme con nada. Yo, por lo pronto, quiero estar acá. Tengo las manos llenas. Mis años de nomadismo físico terminaron. Buenos Aires es mi ciudad. Ahora no puedo imaginarme “en otra parte”. También me estoy quedando sordo y en el subte, hoy, me dieron una estampita de la Virgen María. ¿Qué escuchan lo que no escuchan? La sensación del plástico en la piel puede tener mil reacciones. Entre el verano y algunas patologías de moda como la envidia y el resentimiento, elijo el verano.
Salud,
Terra.

el tango perpetuo



Por Erik Satie

El tango es la danza del diablo.

Es la que prefiere.

La baila para resfrescarse.

Su esposa, sus hijas y sus criadas

se resfrescan así.

Monday, January 08, 2007

encerrados


Sobre Fantasmas de Chuck Palahniuk.
Sudamericana, $39.
La literatura dentro de la literatura no suele funcionar bien más allá de una serie de obras clásicas que dieron origen o ayudaron a establecer las lenguas de los estados modernos. La estructura de un grupo de personas que cuentan historias para entretenerse en una peregrinación o aislados de una epidemia – en los Cuentos de Canterbury de Chaucer o como en el Decameron de Boccaccio – puede parecer atractiva a primera vista, pero la superposición de planos es difícil de manejar.
Palahniuk lo logra a duras penas con ideas ingeniosas y una prosa blinda. Un grupo de escritores se auto encierra en una teatro subterráneo para escribir una obra maestra en apenas tres meses. Cuando la comida y la calefacción empieza a escasear, surgen los conflictos. Entre amputaciones autoinfligidas y subtramas románticas, a su turno, cada uno de ellos narra una historia.Detectives abusadores de muñecos, invitados profesionales a programas de cable, un masturbador acuático sin suerte, patriotas masoquistas con pelucas de Barbara Streisand, multimillonarios travestidos en cartoneros: como en una cinta de montaje, el autor de El club de la pelea produce freaks en cantidades industriales.
Así, regodeándose en la lógica perversa del Reality Show pero también en las desmedidas aspiraciones de un grupo de jóvenes narradores (“algo tiene que pasar”), enhebra poemas, destruidos por la traducción, y relatos, algunos de ellos, contundentes, perturbadores y de excelente terminación general.
Es posible que Palaniuhk sea un narrador etnográfico. Su mesa de trabajo está lejos del seco y prolijo escritorio de la erudición. Los historiadores del futuro, sin embargo, recurrirán a sus alucinaciones narrativas. La maquinaria del mundo actual se ve reflejada ahí como en la pantalla transfigurada de una TV encendida a la medianoche.

Sunday, January 07, 2007



Este domingo, podríamos probar algo diferente.
O lo mismo, no importa.
Ellen Greene & Raul Julia tienen un secreto.
Y un vestuario excelente.
Cuál es la pregunta?

Friday, January 05, 2007

retro punk



giremos juntos, mi amor

Giremos juntos, mi amor. Hasta que nuestros neumáticos pierdan su dibujo. Todos cada tanto tenemos que superar un clavo en la ruta que rasga la cámara, es verdad. Pero un parche no se le niega a nadie. Giremos en el aire pero con los pies en la tierra, mi amor. Vulcanicemos nuestra relación. Hagamos que cada rayo cuente, que cada centímetro de terreno recorrido y cada giro nos acerquen más a eso que imaginamos somos y que finalmete, de una forma o de otra, terminamos siendo. La meta no es otra cosa que un dibujo presentado como un mapa en nuestras manos.

todo lo que necesitas es un buen primer plano



Carlos, esperé toda mi vida para sentirme así, contenida, deseada, comprendida.
Tu poesía fílmica me inspira. Tengamos un secreto y que el mundo sea nuestro y de nadie más.

Thursday, January 04, 2007

el joven camarada Trotsky



El joven camarada Trotsky vive en Buenos Aires
refugiado de sus futuro de exilios.
Una vez entró en la madre Rusia
disfrazado de ciego con una venda en los ojos.
Pero hoy compra La Nación todos los días
y lee los titulares del Página por Internet.
Tiene amigos y una novia maoista.
Escribe poesía pero no va a las lecturas.
Trabaja como corrector de pruebas de imprenta.
Cuando encuentra un troskista por la calle
cruza a la vereda de enfrente.

cartas al duque (cuarenta y seis)

Querido duque,
Con este calor y esta humedad, me recupero de un sábado de cuarenta grados de fiebre, y sus consecuencias para el principio de año, ya bien entrada la semana. El fondo de mi casa, que tanto le gusta, se transformó en una selva tropical, y eso fue lo mejor, porque la inactividad me mata. Los días se me hacen muy largos, me duelen las encías y ya estoy empezando a tener una relación demasiado personal con la televisión. (Esto ya es decir algo.) Todavía me cuetsa leer pero el antibiótico empezó a pegar. (Drogarse con amoxidal duo es una actividad para gente con paciencia.)
En breve vuelvo al subte.
Ansioso y muy desorientado,
Lo abraza,
Terra.

Tuesday, January 02, 2007

díganme Rufus



Mi nombre es Rufus. Odio ir al cine, amo la TV y lo último que soy es un personaje de Cartoon Network.

Monday, January 01, 2007

Cartas al duque (cuarenta y cinco)

Querido Duque,
Suena un tiro, una bomba atrasada, y los perros ladran. A veces descubro mi falta de talento y me aterro. Pase completo al tren fantasma de las imposibilidades. Pero después vuelvo. “Marx no” dijeron ayer cuando todavía no estábamos en el 2007. A menos que alguien actualice de forma legible “El fetichismo de la mercancía y su secreto”. Entonces, quizás sí. Porque la mercancía no es ni de lejos el demonio. Y Stalin no era budista. Me encanta los alarmistas, querido Duque. Las historias que cuentan siempre son entretenidas. Hoy vi a Baremboim dirigiendo una adaptación de Adiós, nonino para orquesta en el Obelisco y ahí sí que me sentí mal. Pero peor es no haber podido dormir tres horas seguidas desde el sábado a la noche.
Lo saluda,
aburrido y agobiado,
Terra.

PD: Nunca falta el pelotudo que reivindica a Duchamp como un genio de la filosofía, de la poesía, o alguna otra mierda por el estilo.

horóscopo



Capricornio: "El agua te energiza".
Entonces, necesito un océano.

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