Sunday, April 30, 2006

bésame



Quizás deberíamos volver a ver juntos esas películas que uno vio con otros. Buñuel a la cabeza, comer naranjas en la cama, taparse con una buena frazada, esas cosas.

Saturday, April 29, 2006

programa

¿El sábado a la noche la nena tiene fiebre y no podés salir ni a la esquina? Hay dos blogs que sirven de antibiótico. El retorcido de Mavrakis y este post fijador de una sensación ya recorrida y el super comando ideológico, especilista en humor político de avant garde. Y mañana domingo será otro día.

fotos viejas



Acá está el tío Freedy, que no es mí tío en realidad, pero se crió con mis abuelos y yo toda la vida le dije tío. Y Acá está mi abuelo Hércules, recién llegado a Nueva York. En ese entonces la mafia era irlandesa, italiana o judía. Una época de oro. Las casas que se ven atrás no existen más.

abandonando el viernes

Hace algunos años un amigo me invitó a dar unas vueltas en lancha por el Tigre. Fuimos y al final el motor de la lancha dejo de andar. Mi amigo lo estuvo sacudiendo un buen rato. Pero no había caso, así que lo sacamos del agua, y él se sentó y destapó una cerveza. La lancha quedó a la deriva. Le pregunté qué íbamos a hacer. Y él me dijo que íbamos a tomar una cerveza. No teníamos remos ni radio ni un motor de repuesto. Así que esperamos y a la media hora yo ya me estaba poniendo nervioso. Se hacía tarde, no se veía nada, el sol empezaba a bajar, la lancha se hamacaba con suavidad, dejándose arrastra por la corriente... Cuando iba a empezar a gritar desesperado, un poco por la borrachera, un poco por la desesperación misma, apareció otra lancha con tres chicas rubias y en malla. Desde ese día, creo que tengo un poco más de paciencia y un poco menos de ansiedad.

Pero la ansiedad es algo imprescindible también. Es imprescidnible porque es la llave de la adrenalina, o algo así. Durante buena parte de mi juventud mi cabeza decía: "Bueno, lo mejor es esperar". Y yo esperaba. Y después reventaba, y era peor. Ahora mezclo, a veces espero, a veces no. El resultado es parecido pero creo que saqué alguna ventaja.

Una buena frase de Hugh Hefner: "Vivimos separados por nuestros mitos". No sé si es real o no. Quizás sea apócrifa. Pero es una buena frase. Uno de los mitos de la modernidad: la ansiedad es algo malo. No es así. Es mucho más difícil.

Friday, April 28, 2006

entrando en el viernes

La función del cinturón es que no se te caigan los pantalones.
La función del escritor es contar historias.
El problema es que a veces el cinturón es un alambre de púas.

Después, un tipo con un ojo de vidrio que se llama David Bowie te dice: “No confiés en nada que no se a tu propia experiencia” y entonces empezás a darte cuenta de que sí, tenías razón cuando sospechabas que eran demasiadas horas aburriéndose en las aulas de la Universidad.

Thursday, April 27, 2006

pretty vacant



Vos no me harías sufrir, ¿no?
Ella no me haría sufrir.
Antes, moriríamos electrocutados pero juntos,
sin blogs, sin comentadores anónimos,
sin indiferencia ni trabajo de redactor,
sin cansancio, sin notas pendientes,
sin grandes filósofos esperando una entrevista,
sin la torpeza diaria y el odio por uno mismo,
electrocutados, sí, pero juntos.

(Elsa Lanchester en La Novia de Frankestein de James Whale.)

Wednesday, April 26, 2006

Tuércele el cuello al cisne

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda... y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.

Del libro Los Senderos Ocultos.
Enrique González Martínez (México, 1871-1952)



(Pero doblale, sí...)

quiero ser yo



En la caja de mi nostalgia hay Parque Rivadavia y punk, y eso anula automáticamente toda posibilidad de nostalgia. (En el pre-histórico casette, la fuerza adolescente distorsiona un tópico tan porteño como Gonzalez Tuñón.)

Tuesday, April 25, 2006

Un libro en dos mitades

(Escribí este texto para la sección La biblioteca ideal del suplemento y no quedé conforme. Había tanto para decir que me enredé. El título original era “El hijo de un armenio y el Expresionismo Abstracto” pero resultó muy largo. Realmente Barbazul de Kut Vonnegut es un libro importante para mí, tanto por su contenido como por su derrotero como objeto, pero, ¿es eso tan excepcional? Creo que no. Lo que debería hacer es contar la historia completa de ese y quizás otros libros. Cómo los regalamos y los aceptamos como regalos, cómo los perdemos, cómo los compramos y cómo los devolvemos, dónde los leemos, quién los lee con nosotros y así. Y eso deja de ser una recomendación, para transformarse en otra cosa, bastante más compleja.)

“Soy el viejo pintor americano Rabo Karabekian, un hombre tuero. Nací de padres inmigrantes en San Ignacio, California, en 1916. Empiezo esta autobiografía setenta y un años después. Para aquellos que no estén familiarizados con los misterios ancestrales de la aritmética, eso quiere decir que estamos en 1987.” Así se presenta el pintor Rabo Karabekian y en breve nos contará cómo viajó a Nueva York para transformarse en el discípulo de Dan Gregory, un ilustrador obsesivo y violento, cómo sirvió en la Segunda Guerra en el cuerpo especial de camuflage y cómo se transformó en mecenas del Expresionismo Abstracto, “el primer movimiento artístico importante originado en los Estados Unidos”.
Kurt Vonnegut es un narrador suave y honesto. Si sus personajes, arrastrados por la historia, se vuelven millonarios de la noche a la mañana, siempre hablan desde la genial resignación de la mediocridad. Barbazul puede leerse como una historia del arte norteamericano narrada por un ilustrador de revistas, pero también como una excelente novela de iniciación, las memorias de un coleccionista cínico y la reescritura de la fábula del pirata que le prohibió a su curiosa mujer mirar en una sola habitación de su palacio.
A fines de 1998 compré en un saldo la edición de Plaza y Janés. Ya había leído Matadero cinco y Pájaro de Celda y me habían gustado mucho. Ese verano me fui de vacaciones a la costa con una amiga y en un momento me dijo “basta, no me cuentes más, quiero leerlo”. Yo iba por la mitad, pero no tenía ganas de esperar para compartirlo, así que lo cortamos justo al medio, entre el sermón misógino de Dan Gregory y la muerte de la lavandera hermafrodita. Hicimos dos breve tomos y ella empezó a leerlo.
Cuando dejamos de vernos, pensé en regalarle la primera parte, pero no lo hice. Ahora lo releo y en las páginas marcadas de ese libro encuentro la vida de Rabo Karabekian, pero también un fragmento íntimo de mi propia historia.

entre la derecha y la izquierda

"Animarse al pensamiento rápido y bajar la velocidad cuando sea necesario. No comprarse ninguna moda, no tener miedo de quedar como un facho entre los progres y como un rojo furioso demodé entre los cínicos. Esa incomodidad es el mejor signo.Y repetirte todos los días las palabras de Dylan al oído: Cuando no tenés nada, no tenés nada que perder".
Como un eco, El Buen Salvaje separa la paja del trigo y define la praxis peronista casi sin darse cuenta.
(Vía Monolingua.)

Monday, April 24, 2006

La agridulce caricia del marketing


Sobre El dulce veneno del escorpión. Diario íntimo de una prostituta de Bruna Surfistinha. Publicado en Cultura de Perfil.

El dulce veneno del escorpión cuenta la trillada historia de una adolescente que se escapa de su casa y se inicia en la prostitución. En la primera parte, a la iniciación en las discos masturbando a sus amigos le sigue, para reafirmar la apertura sexual, una baño caliente con una amiga. Más tarde, después de la accidentada primera vez, descubrirá que la doble penetración no es tan mala. Por supuesto, en algún momento, adolescente incomprendida que luego se transformará en Bruna, intentará matarse.
Mientras tanto, prescindibles cambios de tipografía intentan enmarcar flashbacks a la infancia y la autora crea el equívoco y se mezcla con la narradora. Abandonando la inexperiencia y ya transmutada en Bruna, la profesional confirma que los peores clientes son los que tienen mal aliento. Después, un japonés se excita depilándola.
En un vano esfuerzo por crear algo de tensión, se recuerda la cleptomanía infantil. Los lugares comunes se siguen encadenando y una de las grandes apuestas del libro es la frase: “La rutina de las prostitutas tiene un costado poco glamoroso”. La segunda parte, “El diario de una prostituta”, tiene transcripciones del blog con el que la autora se hizo conocida en Brasil. Actualmente en funcionamiento, http://www.brunasurfistinha.com/ se parece más al diario on line de una adolescente sin muchas luces, con abuso de signos de puntuación y emoticones incluidos, que al proyecto experimental de una escritora.
Luego, hay una par de escenas en un club de swingers que generan cierto calor narrativo y ella participa en una película porno pero se arrepiente, para después confesar que transformarse en prostituta la hizo ser menos egoísta y que lo importante en la vida es nunca desistir de buscar la felicidad. “Las historias prohibidas de Bruna Surfitinha”, última y tercera parte, cae en momentos burdamente informativos y didácticos. Sobre el final hay consejos para mejorar la vida sexual, por ejemplo, dice que “una cosa que puede ayudar a la penetración es el gel lubricante”. Las situaciones narrativas resultan sosas y queda claro que, si la mecánica de la pornografía no es compleja, la del deseo es muy difícil.
Moralista y burdo, El dulce veneno del escorpión es más una operación de marketing que el desembarco de los blogs en un soporte prestigioso. En un momento en que los blogs parecen haberse instalado en el centro de la discusión literaria, este libro refuta abiertamente la idea de que todo lo que sale de la web es innovador, actual o interesante. Cuando Raquel, la futura Bruna, da las razones por las cuales escapó de sus casa apunta: “Necesitaba acción, novedad, un horizonte.” Posiblemente el lector tenga necesidades parecidas, poco factible es que las satisfaga con este libro.

Sunday, April 23, 2006

domingo a la noche

Para empezar, Celia se fue al teatro y yo tengo que esperarla para cenar. Después, hay un par de historias que tengo en la cabeza y me gustaría escribir. Pero es domingo y estoy en una etapa de baja disciplina. Solamente puedo escribir textos de media página. Llego hasta ahí.

Me miro la manos en el teclado y me hago la pregunta: ¿cuánto va a durar? La última vez fue hace dos meses, un poco más. La excusa ideal era que siempre estaba 1) muy cansado, 2) muy ocupado, 3) muy distraido.

Duró tres semanas muy parecidas al infierno.

Pero la concentración llega, hay que apretarla. (Dije "apretarla", no "esperarla".) Si te compactás la cabeza, llega. Pero eso ya es todo un esfuerzo. Veamos, ¿qué más?

Dejando afuera al blog, que es todo un tema y nunca tiene la culpa, vengo un poco golpeado. (Por otra lado, los golpes no son ni tan malos ni tan duros.) Pero ayer, fui a firmar ejemplares a la feria del libro, con eso creo que digo todo.

Por otra parte, no me está constando leer. Me siento y leo. Cuando me canso, paro y me hago una taza de té o chequeo lo mails. (No importa si los chequeo seis veces en cuarenta y cinco minutos, es para cortar. Aparte, ¿quién no lo hizo y se sintió un desgraciado sabiendo que la casilla viene en cero antes de escribir la contraseña?)

Ayer en el taxi hasta Palermo sonaba de fondo un tema de Sublime que empieza: "I don't practice Santeria/ I ain't got no crystal ball".

Eso no estuvo mal.

hablando de progresismo... (una coda)

Cosas y personas difíciles de digerir.

(Hoy todo bien, se me dio, Celia hizo ciambotta.)

superación del anti-progresismo - final

"Dicen que el Pocho se hacía llevar mortadelas y salames de Argentina cuando vivía en Puerta de Hierro. Un día, extasiado mientras cortaba las fetas, le dijo a un amigo: "Y pensar que hay gente que le gusta la falopa!"

(Vía Días que se empujan en desorde)

Saturday, April 22, 2006

superación del anti-progresismo III

Finalmente, el asunto dio, por lo menos entre cuatro o cinco, para mucho más de lo que yo pensaba.

Según Marina, la cosa empieza con esta frase: "El desafío es ser progre" sacada de este blog. (A propósito, no se entiende si la frase es de Morfes. ¿Morfes el intenso poeta de Bahía? ¿El autor de Parque Illia?) El blog, por otra parte, se las trae.

Agradezco los comentarios de todos. Y, por el momento, me limito a señalarle algo a Marina. Cuidado con la palabra "fachito", diminutivo aporteñado y despectivo de una palabra complicada para todos, "fascista", que es también parte indeleble de mi propia biografía y de mi rústica novela familiar. El hecho de citarla en diminutivo no la transforma automáticamente en algo infantil y sí desmerece la innegable inteligencia de tus intervenciones.

(Valga la anécdota. Mi abuela le daba agua a las gallinas en Ramos Mejía con el casco que usó mi abuelo cuando fue movilizado en la primera avanzada italiana en Yugoslavia.)

Véase también este post y los comentarios de Fideos con Manteca.

Friday, April 21, 2006

superación del anti-progresismo II

¿Impostura yo? Eso es generoso. Si me sacan el decorado no queda nada, detrás de eso no hay nada.

Por otra parte, creo que se malentendió el primer post sobre este tema. Pero, vamos de nuevo, más directo: mi reacción intelectual contra el progresismo (resumido en el anecdotario, la estética y las vueltas de Página/12) no es parte de un anti-progresismo a la Rozitchner ni a la Tomás Abraham (aparecer en la televisión y leer a Deleuze no están entre mis actividades ni diurnas ni nocturnas).

Mi anti-progresismo es producto de mi identificación con un tipo de Santa Cruz al que gratuitamente tildan de prepotente y autoritario. (¿Más claro todavía? No soy anti-progre, soy anti-anti-peronista.) Empiecen ustedes con la lista de contradicciones. Yo, por el momento, en el plano político, me vengo entendiendo muy bien conmigo mismo.

epigonal, obvia segunda parte

Fucking Falco suspende sus felices y alucinados viajes a Oriente para hacerse una pregunta. Yo me entusiasmo con mis cibercolegas cordobeses. Pero hay un tipo al final que nos recuerda la impotencia sabrosa del lugar común. (Aunque eso de convertirse en los demás no deja de ser seductor...)

Gracias Sid

superación del anti-progresismo

Ayer, en un ágape, Marina Mariasch bajó esta idea: "Ya está, no da más ser anti-progre, ahora el desafío es ser progre". La frase me tocó. ¿Por qué? En ese flujo y reflujo de negaciones, afirmaciones y dicotomías que, para gracia o desgracia, es mi vida intelectual lo que más me duele es quedar pegado.

(O como dice Cecilia Pavón en Pantano: "Mi casa se está poniendo antigua, está envejeciendo,/ las paredes se están descascarando y yo no tengo dinero para arreglarlas." Es la metáfora del susto para mí, que se arruinen las paredes del interior de la cabeza y no tener recursos para arreglarlas.)
Así y todo la idea me resulta errada. Salgamos del antiprogresismo, está bien, pero no para volver a leer el Nunca Más, defender a León Ferrari y ser obsecuentes y melifluos. Hagámoslo para actualizar, de una vez, los restos todavía luminosos del peronismo.

Thursday, April 20, 2006

quiero ser cordobés

"Charlamos sobre lo "epigonal" con otros tragos"

En la noche mediterránea se habla mi música.

every city still has a wilde side

Wednesday, April 19, 2006

radiografía íntima del horror









Sobre Anatomía del Facismo de Robert Paxton, Península, 2005.
Hablando de la palabra fascismo, Robert Paxton dice: “Se ha utilizado de una forma tan imprecisa, que prácticamente todo el que ostenta o esgrime autoridad ha sido fascista para alguien”. Su ensayo Anatomía del fascismo relativiza, aunque no deja de examinar, las respuestas sociológicas, psicoanalíticas o biográficas a las que considera “la innovación política más importante del siglo XX y la fuente de gran parte de sus padecimientos”, y recurre a una sutil combinación de historia y política para desentrañar sus causas y su funcionamiento.
El cuerpo central del libro se desarrolla en cinco etapas cronológicas. En el primer capítulo, titulado “La creación de los movimientos fascistas”, se narra el origen cercano a la izquierda, ligado a los veteranos de la Primera Guerra Mundial, y su nacimiento oficial el 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro. Aunque no se examina la complicada etimología de la palabra “fascismo”, se sobrevuelan los avatares que terminaron de consolidarla como síntesis de un movimiento con características definidas. En la segunda parte, “El arraigo”, se analiza el accionar del squadrismo y los Camisas Negras en el valle del Po, intercediendo por la fuerza a favor de los terratenientes que habían sido jaqueados por un socialismo en alza. Y en Alemania se trata el ejemplo de Schleswig-Holstein, un área rural al norte donde, entre 1928 y 1933, el nacional-socialismo encontró su principal fuerza electoral.
Los movimientos de características similares que no prosperaron, como, por ejemplo, los Camisas Verdes franceses de Henry Dorgéres, le sirven a Paxton para delinear mejor a los que sí triunfaron.En “La llegada al poder” resulta crucial el desmenuzamiento de las relaciones que, tanto en Alemania como en Italia, se trabaron con otras partes de la esfera política. “Dado que la ruta fascista hacia el poder –dice Paxton– ha pasado siempre por la cooperación con elites conservadoras, al menos en los casos que conocemos hasta ahora, la fuerza del propio movimiento fascista sólo es una de las variables determinantes de la consecución (o no) del poder, aunque se trate, sin duda, de una variable vital.”
“El ejercicio del poder” es una comparación entre las diferentes formas de encarar el gobierno en Italia y Alemania, la pugna entre el líder carismático y el partido, y las diferentes tensiones entre éstos y el Estado. La quinta etapa, “A largo plazo: ¿radicalización o entropía?”, se plantea las preguntas sobre los posibles y no tan variados finales.La sexta parte del libro, titulada “Otros tiempos, otros lugares”, funciona como un apéndice donde las diferentes extensiones e influencias del fascismo europeo en el mundo aparecen puestas en duda. Aquí Paxton sorprende por su capacidad expositiva pero también por su precisión y síntesis. El lector argentino no debería pasar por alto las cinco páginas dedicadas a Perón. Después de una breve glosa, se le reconocen al peronismo sus raíces autóctonas y su intención distributiva frente a la riqueza, para finalmente dictaminar que “pese a las posibles apariencias superficiales, la dictadura de Perón operó de una forma completamente distinta a las de Hitler y Mussolini”.
El libro se completa con un aparato crítico de notas y un esmerado y útil ensayo bibliográfico, donde los libros se citan en su idioma original. El laborioso traductor José Manuel Alvarez Flórez, sin embargo, se tomó el trabajo de buscar sus ediciones en español. Anatomía del fascismo es un ensayo inteligente y dinámico que sobresale en la órbita argentina cuya confusión permanente suele identificar “fascismo” con derecha, lo cual es errado desde todo punto de vista. Lejos del enciclopedismo, pero erudito en sus argumentaciones y siempre articulando historia con análisis político, Anatomía del facismo logra una mirada sobre el fascismo que permite “recuperar el concepto para un uso significativo y explicar más plenamente su atractivo, su compleja trayectoria histórica y su horror último”.
Paxton sabe que todo intento de definición comporta más peligros que ventajas. Consciente de eso, y, al mismo tiempo que desarrolla sus ideas, hace explícita su opción por el desarrollo antes que por el aforismo esclarecedor. “La búsqueda de la definición perfecta, reduciendo el fascismo a una frase cada vez más delicadamente afinada –escribe–, da la impresión de que impide formular preguntas relacionadas con los orígenes y la trayectoria del desarrollo fascista en vez de aclararlas. Es un poco como contemplar las figuras de un museo de cera en vez de las personas reales, o pájaros colocados en una caja de cristal en vez de vivos en su hábitat.”
(Publicado en el suplemento Cultura de Perfil. En la foto, nazis australianos.)

Tuesday, April 18, 2006

Por una literatura epigonal

Hace ya algún tiempo, un grupo de jóvenes escritores le dedicamos a Juan José de Soiza Reilly el último número de la revista Tres galgos. Escasamente reeditado por problemas de derechos, Soiza Reilly era un enigma. Así que buscamos sus numerosos libros, nos obsesionamos con su personaje, entrevistamos a su hija y trabajamos críticamente su obra.
Hasta donde pudimos, desciframos el fantasma que volvía, con una voz seductora y sorprendente, cada vez que escuchábamos las grabaciones de sus micros radiales. Antes, Soiza había sido el Virgilio de El cuerpo del delito, un largo manual donde Josefina Ludmer revisaba la historia cultural argentina a través del crimen. Aunque fuertemente arbitrario, El cuerpo... le devolvía con innegable inteligencia crítica cierta fama a un escritor y periodista tan complejo como prolífico.
Como era de esperarse, Ludmer me llamó y me pidió la revista. Se la llevé una tarde lluviosa. Me sorprendió la reja blanca que había en la puerta de su departamento. Con la revista, le di también mi primera novela. Ludmer me preguntó de qué iba. El diálogo fue bastante atípico.
—Es un plagio de dos o tres escritores poco afines entre sí –dije yo.
—Ah, pero a mí la literatura epigonal no me interesa –dijo ella.

Cada uno escribe como puede, es verdad. Pero las colecciones que uno se arma en la cabeza y en la biblioteca definen actitudes y decisiones concretas. Eça de Queiroz, el máximo prosista portugués, por ejemplo, fue una figura epigonal. Sus novelas tienen antecedentes claros en obras de Zola y Flaubert. Sin embargo, su literatura es rica y potente. En O Primo Basilio, su Madame Bovary, París sigue siendo París, pero la campiña francesa es reemplazada por la sensual y urbana Lisboa. La mayoría de los libros de Leopoldo Lugones también tiene un claro referente francés. Pero no todos los poetas simbolistas que leía Lugones tuvieron su hora de la espada ni se suicidaron en el Tigre.
Oswald de Andrade habló de "antropofagia". Pero la metáfora de comerse al otro, cargada de violencia, no termina de describir los préstamos y las operaciones que se producen cuando se escribe inspirado en alguien más. La literatura epigonal resulta menos frontal, más amigable, menos quisquillosa. Es más parecida a ese que te encuentra por la calle, te abraza, se ríe, te hace sentir querido y al mismo tiempo te roba la billetera. La "teoría de la licuadora", de Washington Cucurto, para el caso, es más generosa y precisa.
Por otra parte, antes de que los poetas románticos alemanes empezaran a molestar con el tema de la originalidad y el culto unidireccional del yo, desde los dramaturgos griegos hasta Shakespeare las ideas eran de todos y nadie se indignaba si el autor tomaba alguna prestada. La copia perfecta no existe. El plagio libera una fuerza e implica un desfase. En el que roba está utilizar esta energía o ser prisionero de ella. De fondo, lo que termina decidiendo no es la originalidad en sí misma, sino el atractivo de la narración o la seducción irremediable del verso.
(Publicado en el suplemento Cultura de Perfil)

Monday, April 17, 2006

no lo hagas, Rufus



"La princesa está triste.. ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor."

(Cuando ella no está, se me da por leerle el diario íntimo. Y me hace peor.)

Sunday, April 16, 2006

visita

Cuando vaya a Córdoba, me gustaría visitar este lugar.

Saturday, April 15, 2006

revolviendo el gmail

El Gmail tiene un costado siniestro. Al guardarlo todo, mails pero también sesiones de chats, uno puede recorrerlo y revivir momentos de alegría y de tristeza con un precisión que asusta.

El blog, necesariamente más selectivo, más esforzado y mucho menos complejo, es apenas un pálido y artificial reflejo de nuestra existencia comparado con el archivo del Gmail.

Es como si todos los días el Gmail escribiera una página de nuestra biografía más completa. Tendría que tener un cartelito que prevenga a los melancólicos con tendencias suicidas: "No lo use de madrugada después de haber ingerido alcohol. Puede ser perjudicial para su salud."

Friday, April 14, 2006

viernes santo (a la noche)

Solo en la casa vacía. El porno, incluso con ópera de fondo, me aburre. Leo el libro de Saer en la cocina, parado, apoyado sobre el mármol de la mesada, abajo de la luz sosa de los tubos. Pienso: "Nuestro Hemingway fue Sarmiento". Sí, no hay otra. Ya en la cama, tapado con una frasada, reviso el Diccionario de autores latinoamericanos de Aira. El gato me increpa con la mirada: "Hace rato que no escribías este tipo de cosas en el blog, ¿eh?". El domingo, cuando nuestro salvador resucite voy a estar mucho mejor. Ahora no estoy mal del todo, pese a que los golpes que se reciben en soledad son siempre mucho más duros. En todo caso, encarar cualquier trabajo productivo que no sea cocinarme me resulta imposible. Pero está bien que sea así.

viernes santo

"Todo existe parta llegar al libro" decía Mallarmé. Después, para llegar a Internet. Ahora el asunto se redujo a Wikipedia. Mientras tanto, la ominosa Feria del Libro se acerca. En fin, trabajando en Viernes Santo. (Insisto, tampoco es cargar bolsas en el puerto o vender super panchos.)

Thursday, April 13, 2006

the big end

"La danza macabra de la sombrilla y la perra adquirió velocidad."

Perla finalmente voló.

Wednesday, April 12, 2006

de un mail

"Terra, leí la reseña del Interpretador un par de veces. Fede me dijo que en la Rolling hicieron lo mismo. Bueno, yo no creo que sea "en contra", pero vos sabés que a veces cuando te ponen la mano en el hombro para palmearte lo que se siente es ambiguo. Uno de los comentadores, esclarecido, puso que no se puede hacer un buen chiste sobre un buen chiste. Creo que la cosa va por ahí. Si te gustó la novela, reproducir la forma, que por otra parte no es original, me resulta chocante. Para mí el pibe no se dio cuenta, pero, la verdad... si le gustó, tendría que haberle puesto un poco más de tenor crítico, un poco más de seriedad. Qué se yo, capaz que "seriedad" no es la palabra, pero de esa novela se pueden extraer miles de ideas críticas... Es una lástima. Después leí la de Ñ, que no es clara, se complica al pedo. Al final, la de Mavrakis sigue siendo la mejor lejos, y eso que es recontra arrevesada. Bueno, paciencia, abrazo, Freddy."

No pasaremos la noche en Berlín


Sobre Los últimos días de Berlín de Cristóbal Tamayo. Península, 2006.

Los últimos días de Berlín recoge diez crónicas que Cristóbal Tamayo, corresponsal español en Alemania, escribió para La Vanguardia de Madrid. El libro empieza cuando Tamayo, en abril de 1945 y con la ayuda del mítico Joachim Von Ribbentrop, Ministro de Asuntos Exteriores nazi, abandona el Berlín sitiado, para volver, mediante arriesgados vuelos nocturnos, unos pocos días después. En la capital, el colapso es evidente y se vive "sin luz solar ni eléctrica, casi siempre en cubiles antiaéreos, apenas distinguiendo la noche del día". Desde el Oeste avanzan los aliados, desde el Este, el ejército ruso de Zukov.

Impresionista, la prosa de Tamayo describe la decadencia alemana con el sigilo y la fruición del que espía. Un grupo de prisioneros rusos construye una barricada en Budapesterstrasse. En el Ministerio de Propaganda se da la última conferencia de prensa y surgen los rumores sobre la muerte de Hitler. En Tiergarten, los restos del Ejército Alemán se reagrupan sin convicción y Tamayo escribe: "Aquellos a quienes faltó tierra en Europa estaban acorralados en un parque berlinés". Otros rumores dicen que ya hay tanques en Alexanderplatz. El Völkischer Beobachter, órgano oficial del partido, reducido a una hoja de trinchera, sigue apareciendo en las esquinas.
Tamayo pone títulos previsibles como Un cielo color de sangre y construye metáforas arrebatadas: "Casas descuajadas que forman los alvéolos sanguinolentos de la boca desdentada de la muerte". El día 23, sale de la ciudad cubriendo su auto con una bandera española. El 29 llega a Copenhague donde se festeja la caída del Tercer Reich.
Entretenido y sintético, Los últimos días de Berlín narra el dramático final de la Segunda Guerra, cuando todavía no se había descubierto la trágica historia que, no mucho más tarde, empujaría a Th. W. Adorno a preguntarse si era posible seguir escribiendo poesía.
(Publicado en el suplemento Cultura de Perfil)

Tuesday, April 11, 2006

mis amigos, los estudiantes de teatro

Aunque tienen mala prensa y son muy incomprendidos y castigados –a veces con justicia– tengo que confesar que me siento permanentemente cautivado por los estudiantes de teatro de Buenos Aires. Es fácil reconocerlos. Muy pocas veces pasan desapercibidos. Son inseguros, ridículos, cándidos, violentos, pero su entusiasmo y energía está fuera de toda duda. Escuchan mucho Caetano Veloso y no paran de actuar. Aunque les digan que “nunca se bajan del escenario”, ellos repiten “Hacé lo que sentís”.
Leen a Brecht y acto seguido son comunistas. Descubren a Gombrowicz y su infantilismo los deslumbra. De Shakespeare dicen: “Es un genio”. En su peculiar idioma, una escenografía no es pobre, sino “despojada” y aunque estén haciendo de Barney en el trencito del zoológico siempre saben que lo importante es “el texto”. También admiro cómo algunos trabajan solamente las vacaciones de invierno disfrazados de Bob Esponja o como taza en la obra de Pipo Pescador y se dedican el resto del año ir a fiestas y a salir de noche.
Disfruto cuando sobreactúan, pero me conmociono cuando hacen de la sobreactuación su forma de vida. Una vez le pregunté a un amigo que hacía quince años –sí, quince años, de los catorce a los veintinueve– estudiaba con una reputada puestista y docente por qué seguía yendo a esas clases. Él mismo me había contado que no le quedaba ya nada por aprender. “Me gusta que me miren" me dijo. Ahí estaba todo. Estoy convencido de que una persona que tiene tan claros sus gustos merece mi respeto y mi reverencia. Es verdad que también me impresionaba la cantidad de compañeras sexuales que tenía, pero eso es otro asunto.
Las fiestas son el hábitat natural de los estudiantes de teatro de Buenos Aires. Como por lo general se mueven en grupos (es muy raro ver un estudiante de tetaro solo), sus fiestas son muy concurridas. — Si es de actores, no voy– dicen algunos. Pero yo al revés. Es imposible aburrirse en esas fiestas. Siempre alguien grita, llora o se desmaya. A veces incluso es la misma persona. En ninguna otra fiesta, sean antropólogos, periodistas o alcohólicos anónimos, la gente se abraza y se besa tanto como en las fiestas que organizan ellos. El contacto es muy importante para los estudiantes de teatro. Una de sus frases preferidas es “Tengo que estar en contacto con mi emociones”. Igualmente, no todo es joda. Una vez una actriz muy seria amiga de una amiga me dijo: “Largué el contact (improvisation) porque la gente no se compromete, van a tocarse.”
Por todo esto yo deseo que sigan yendo a audiciones para películas subvencionadas, que sigan consiguiendo papeles secundarios en obras del circuito independiente, que monten su propia versión de La Cantante Calva, o preparen un monólogo de Hamlet para la muestra de fin de año de su taller, pero que nunca tengan la disciplina, la convicción o la suerte que los lleve a protagonizar una obra de Ibsen o de Athur Miller en el teatro oficial o a entrar en la televisión.
Me gusta que se presenten dando la mano o un beso y después agreguen: “Ahora estoy estudiando con Ricardo”. (Al maestro, se refieren siempre por el nombre de pila). Me encanta que cambien de método, de compañeros, que se conviertan inclusive en docentes, pero nunca, por favor, en actores y actrices y que sean siempre, en definitiva, estudiantes de teatro.
(Extended version de la columna Yo Confieso aparecida en la edición número 31 de la revista La mujer de mi vida)

Monday, April 10, 2006

el mito de la ignorancia


En Buenos Aires, el intercambio literario con Brasil está signado por la queja. Cuando a los lectores porteños les toca analizar la literatura brasileña el comentario siempre termina con un dictamen inapelable: lo que se hace en Brasil no circula en la Argentina. Las razones que se esgrimen son muchas: Argentina y Brasil tuvieron diferentes desarrollos culturales; mientras allá el Imperio unificaba, acá había guerra civil, mientras Pedro II firmaba la libertad de vientres, Sarmiento combatía el analfabetismo. Dentro de ese razonamiento, Brasil está cerca pero su producción intelectual nos es negada. Ahora bien, para decir la verdad recibimos casi lo mismo de México o Colombia, y eso que está la barrera de la lengua. Pero con Brasil nos duele más. Conocemos su música, sus playas y su manera de jugar al fútbol, pero decimos que ignoramos su literatura. ¿A qué se debe qué el fantasma de la incomunicación nos interpele con tanta fuerza?

Los libros. Un paseo por las librerías porteñas desmiente estas ideas. Jorge Amado nunca faltó en Buenos Aires. Doña flor y sus dos maridos y Grabiela, clavo y canela son títulos clásicos que cada tanto incluso visitan las mesas de saldos. Y siempre hubo libros disponibles de otros autores. Secreciones, Excreciones y Desatinos y El enfermo Moliére del prolífico Rubem Fonseca fueron editados recientemente por Seix Barral y Norma respectivamente. El conventillo, la emblemática novela de Aluísio Azevedo, nocturno autor de folletines y diurno escritor naturalistas, fue traducido por Beatriz Colombi para Simurg. Y Adriana Hidalgo lanzó recientemente Revelación de un mundo, una antología de las crónicas periodísticas de Clarice Lispector.
Por otra parte, en la librería de la Fundación Centro Estudios Brasileños, Esmeralda 965, no es el único lugar donde se consiguen los libros en el portugués original y los suplementos culturales de los grandes diarios a menudo hacen notas sobre escritores brasileños titulándolas “Las palmeras salvajes” o “Brasil no es sólo caipirinha, playa y carnaval”.
Dentro de esta amplia oferta, la propuesta más orgánica es la colección Vereda Brasil dirigida por María Antonieta Pereira y Florencia Garramuño para la editorial Corregidor. Aunque no siempre visibles en las librerías, Vereda Brasil está compuesta por una serie títulos de autores básicos y no tanto. Las primeras traducciones del poeta barroco Gregório de Matos al español, ensayos críticos de Flora Süssekind y las novelas Stella Manhattan de Silviano Santiago y La araña de Clarice Lispector, forman parte de su catálogo. La aparición de Vidas Secas de Graciliano Ramos hace sistema crítico con la publicación de En Libertad, de Silviano Santiago, una vuelta de tuerca ficcional sobre las Memorias de la cárcel del primero.
El últimos título es Vereda Tropical, una antología del cuento brasileño. Aunque la selección es de divulgación, incluso algo ingenua, el conjunto, que va de Teoría del figurón del padre fundador Machado de Assis y La nueva California del extraño y apasionante Lima Barreto hasta La soledad de Fidel Castro del contemporáneo André Sant´Anna, logra que el lector argentino pueda, como escribe María Antonieta Pereira, “percibir algunos mecanismos de constitución de la sociedad brasileña”. Extraviarse en Buenos Aires buscando los clásicos de la literatura húngara o australiana tiene el fracaso asegurado de antemano. Pero difícilmente resulte complicado reunirse con estos autores. Si es posible que el intercambio con Brasil no sea fluido, está muy lejos de ser nulo o merecer la queja.

El gran ausente. Pese a esta proliferación de libros, por supuesto, siempre queda algo por descubrir. De lo que falta, la deuda parece más ligada a los escritores-periodistas, que lejos de las vanguardias, forjaron sus obras cerca de la crónica y al calor de los poderosísimos medios de comunicación brasileños. Nelson Rodrigues, uno de los escritores latinoamericanos más importante del siglo XX y, sin duda, el dramaturgo brasileño por excelencia, representa y excede ese arquetipo.
Antes de que en 1940 se estrenara su obra La mujer sin pecado, el teatro brasileño prácticamente no existía. Sus polémicas crónicas políticas y culturales describieron durante mucho tiempo el día a día de Rio. Desde la izquierda, se lo tildó de “reaccionario”. Él se apropió de la acusación y bautizó O reaccionário un libro que compilaba sus crónicas aparecidas en O Globo entre 1969 y 1964.
Prolífico hasta el ridículo, entre 1951 y 1961, a seis días por semana, escribió A vida como ela é..., una columna que lo hizo famoso. La mayor parte de su teatro fue adaptada para cine y TV y su obra en prosa fue rescatada por Companhia Das Letras en la década del 90 con un éxito innegable. Gilberto Freyre lo describió así en 1977: “Nelson Rodrigues se presenta en nuestra literatura actual como nuestro mayor autor teatral. Pero también es el más escritor, sin dejar de ser vibrantemente periodista, de nuestros cronistas brasileños de hoy”.
Aunque la incomunicación literaria entre Brasil y Argentina es proporcional a la inmovilidad del que la afirma, Nelson Rodrigues falta de Buenos Aires. Su arribo, en todo caso, es una simple cuestión de tiempo.
(Publicado en Cultura de Perfil)

el interpretador número 25

"es como que están las cosas que me pasan a mí"

Salió El Intepretador.

Sunday, April 09, 2006

Algunos domingos me siento encerrado



- No, era un hombre más alto y con otra cara.
- ¿Y las orejas?
- Sí, las orejas también eran diferentes.
- Abajo, chicos, la ronda terminó.
- Otro domigno desperdiciado, Bobby.
- No me lo digas a mí, yo ni saqué la basura ni escuché los mensajes del contestador.

Friday, April 07, 2006

un comentario que vale la pena

"En suma: no estás más huérfano que esa generación; no valés menos ni estás menos capacitado que ellos. La diferencia es que entonces el Capitalismo necesitaba obreros-consumidores y todo era más fácil que ahora, que los expulsa. Pero lo que sea posible hacer en estas condiciones depende de vos y no de la falta de esa generación que no valía tanto como dice el mito."

Roberto Bobrow en un comentario a Fabián Casas.
(Vía el idioma único)

Wednesday, April 05, 2006

dale duro, Rufus



Pelea de rinocerontes. Baroada, 1875.

Tuesday, April 04, 2006

the ultimate critic intervention over the Fogwill affair

Maximiliano Tomas dice lo que todos quieren decir sobre Fogwill pero no se animan.

Confirmando el canon nacional

Sobre Breve historia de la literatura argentina
de Martín Prieto, Taurus, $45.
Breve historia de la literatura argentina es un libro sólido, cuya probidad está fuera de toda duda. Recuperando las virtudes del manual y casi ninguno de sus defectos, Martín Prieto decide no detenerse en los casos y el resultado es una síntesis ágil, completa y elegante. Las decisiones a tomar para ensamblar esta historia, breve pero ambiciosa, eran, evidentemente, muchas y complicadas. Sin embargo, la simplicidad como herramienta beneficia al lector. Y la bibliografía con la que trabaja Prieto, más que actualizada, es actual; sin juicios apresurados, lo mejor de la crítica de este momento. Así, los quince capítulos del libro, que tienen de glosa, se vuelven ensayo.
Y si las ideas del teórico Harold Bloom y su terminología funcionan al interior de las relaciones establecidas, sólo emergen en contados casos –uno de los ejemplo más claro es cuando se examina la obra de Juan José Saer–, el autor sabe reeditar y capitalizar lecturas ajenas. Desprovista de arrebatos, Breve historia de la literatura argentina es un libro equilibrado, orgánico, laborioso. Y aunque Prieto tiene una deuda permanente con los recorridos académicos, no es sordo ni cae en sectarismos. Por ejemplo, puede armar la relación Borges-César Aira, usando de enlace la obra escrita en italiano, pero decididamente argentina, de Rodolfo Wilcock, o también echar mano al primer y único número de la revista Los raros, dirigida por un tal Bartolomé Galíndez, para hablar de la irrupción del ultraísmo –y por lo tanto, de las vanguardias– en la Argentina.

Catálogo de aciertos. La opción de no empezar con la Generación del 37 y abrir con partes tituladas “Las crónicas escritas sobre el territorio que más de tres siglos ocupará la República Argentina” o “Hambruna y antropofagia en Buenos Aires”, es excelente, aunque éstas lleven el número de capítulo menos uno, el cero este dedicado a los tímidos y desviados efectos del clasicismo y el capítulo 1, a los esbozos iniciales de la gauchesca. Ya avanzado el siglo XIX, el proceso de apropiación y uso de la frase más famosa de Sarmiento (“las ideas no se matan” y sus derivaciones) está muy bien descripto. Mientras el retrato general pero atento de Mansilla y su obra y la lectura de Lugones, presentado al mismo tiempo como una figura central y epigonal, son llamativos por su precisión. Entrando al siglo XX, los nombres no dan sorpresas. Borges y Arlt determinan pertenencias y definen escrituras. Las revistas Nosotros, Martín Fierro, Claridad, Contorno, Sur, Punto de vista, El ojo mocho son citadas como núcleos organizadores.
La última parte del libro elige abordar la década del setenta de la mano de Ricardo Zelarayán. Su señera frase “No hay propiedad privada en el lenguaje, es literatura aquello que un pueblo quiere gozar y producir como literatura” funciona como motor del capítulo. Y sobre el final, la breve pero atinada lectura del poema Cadáveres de Nestor Perlongher es convincente y sirve de acercamiento general a la poesía de ese momento.
El proyecto. Todo proyecto de esta envergadura – el recorrido completo abarca en un tomo más de dos siglo de actividad intelectual– implica el riesgo de error en los detalles. Pero incluso en lo más fino, Prieto resulta atento. Uno puede discutir si Roberto J. Payró fue el mejor exponente de la picaresca argentina y Juan José de Soiza Reilly, citado correctamente en el glosario final, aparece mal escrito (“Souza Reilly”) al final del cuarto capítulo. Pero eso parece ser lo único. El libro, impecable, no presenta descuidos.
Por eso llama tanto la atención que Prieto lea la obra de Manuel Puig como encerrada en sí misma, sin antecedentes ni proyección. El mundo de sus novelas, dice, “se vuelve anacrónico o violentamente paródico”. Quizás esto se deba a que su historia llega hasta la década del 80, con algún zarpazo perdido que roza el 2000. De hecho, no se podría avanzar más allá de donde se termina el libro sin evaluar el alcance del autor de Boquitas Pintadas en las nuevas generaciones de narradores. No hace falta ser heterodoxo para comprender que del encuentro de saberes surge valor. Quizás sea menos fácil admitir que la originalidad es una característica muy sobrevaluada. Por otra parte, es ajena al género.
Y Prieto sabe narrar, los capítulos de su historia están bien armados y bien montados en una sólida trama general y sus personajes, los escritores argentinos, son excepcionales. El final del libro es enigmático y abrupto. Una lista de poetas mujeres son señaladas como las herederas de las primeras poetas que exploraron el enunciado femenino. Nada más. Esto podría ser visto como una falta de tacto, pero mejor es leerlo como un gesto que reenvía al lector a esa parte de la literatura argentina que se está escribiendo en este momento.
(Publicado en Cultura de Perfil)

Monday, April 03, 2006

empanadas asesinas


Ayer, antes de encontrarme con Cristian De Nápoli y que me dijera "los blogs no dan para más", ayer, antes de que me trepara una cucaracha por la pierna del lado interno del pantalón (sí, en una bar de Primera Junta, yo estaba sentado y ella subió hasta donde termina el gemelo), ayer, a la tarde, antes de todo eso (es una sensación que tiene lo suyo, pensé que se me había caído una moneda por un agujero del bolsillo, pero no. La aplasté, me paré, sacudí el pantalón y ahí estaba: grande como un pulgar), ayer, domingo a la tarde, entonces, vi un un grupo de empanadas danzarinas tamaño hombre bailando "el meneadito" en Acoyte y Rivadavia.

Iba a cruzar, pero cambió el semáforo y ellas aprovecharon para moverse sobre la franjas blancas de la calle. Había dos tipos que coordinaban con silbatos. Y entonces pensé: "Mientras no me tenga que meter ahí adentro las cosas no están tan mal".
Después, las empanadas hicieron una reverencia y volvieron a a la vereda.
Ahora, el anónimo de siempre me apunta un falso cocinero que trabaja con tristes muñecas negras. (Igual, no es para alrmarse, no hay robo ni plagio. El tema es el cambio de letra en la extensión. Funciona con cualquier cosa.)

Sunday, April 02, 2006

barro en el zoo



Glenda fue al zoo, sacó esta foto y me la regaló. Gracias Glenda.
(Las malas lenguas dicen que le gustan los chicos sucios...)

Un buen libro sobre vinos

Sobre el Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006, de Miguel Brascó y Fabricio Portelli, Grupo Q, $37.-

Este libro cuenta, a su manera, una historia extraordinaria. Dos sommeliers –uno, entrador y experto, el otro, joven y aplicado– se encuentran a principios del 2005 para escribir la guía más completa de vinos argentinos. En las fotos se los ve de buen humor. Por la mesa que los separa desfilan en sesiones de seis horas, tres veces por semana, más de 1.200 botellas. Un año después, el Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006, coqueto, práctico, bien editado, recoge sus impresiones.

De entre sus muchas virtudes, resalta que los autores hayan catado prácticamente todos los vinos argentinos a partir de los cuatro pesos, terminando de una vez por todas con la tradición elitista que sostenía, tácitamente, que hablar o escribir sobre un vino accesible al gran público era una pérdida de tiempo, o peor, una grasada.

Cada vino recibió una descripción general, escrita por Miguel Brascó, y dos puntajes de entre 50 y 100 acompañados de una breve opinión. El léxico es especializado pero poco hermético y las opiniones son subjetivas, austeras y precisas. Por lo general, aunque no siempre, Brascó, canchero, baja línea y Fabricio Portelli se esmera y brinda seguridad. Son dos voces diferentes que dialogan, se escuchan y se ignoran.

Por ejemplo, mientras Brascó le da 96 puntos al Syrah-Cabernet Belatrán Dúo de Familia Zuccardi (2004, $7) y anota: “Es, en su conjunto, un blend especialmente venturoso”, Portelli le pone 74, dice que es muy tomable pero agrega sobre el final: “Es cierto, mucho por tan poco, pero no para tanto, Brascó”. Los comentarios nunca solapan el hedonismo. “El púrpura tan oscuro –escribe Brascó sobre el Merlot de Finca Sophenia (2003, $38)– hace temer un New World Wine de sabores aguerridos pero no es: es Merlot y bien Merlot con aromas amistosos y paladar amable y laxo”.

Incluso cuando los vinos no convencen aparece la sensualidad. Sobre el Chardonnay Fitz Roy (2003, $18), Portelli dice: “Se nota el contacto con el roble pero carece de equilibrio. Notas mantecosas y de fruta abrillantada exageradas que se estacionan al final de la lengua y algo molestan”. Y claro también hay entusiasmo, como el de Brascó sobre el Cabernet Bouchet de Finca Los Robles (1999, $190): “Mañana sin falta, esta misma noche: no se demore un minuto este placer”.

El libro reedita una de las tensiones más típicas de la literatura universal, el diálogo entre el joven y el viejo. En la Introducción, Brascó dice que Portelli es “el analista más serio y confiable de la nueva generación”. Y a continuación Portelli describe a Brascó: “Detalle importante es que su paladar es realmente argentino, capaz de captar bastante y coincidir con los gustos locales mayoritarios. Por lo que en las áreas del consumo doméstico, las bodegas siempre prestan mucha atención a sus opiniones.”

La bodegas mencionadas aportaron solamente las botellas, y aunque el libro tiene publicidades de fincas y otros productos, la prueba se realizó, dicen, sin presiones comerciales. Descreer de esto sería obrar de mala fe ante un trabajo meticuloso, consecuente y, sobre todo, muy útil.

La literatura, en todas partes del mundo, siempre tuvo una estrecha relación con el vino. El Anuario Brascó de los vinos argentinos 2006 quizás pertenezca a un género menor, injustamente considerado poco narrativo o poético. Pero su lectura, errática, nunca lineal, interesada o curiosa, es, en definitiva, apasionante, lo cual lo transforma en un libro atractivo para cualquier lector y, en su género, completamente imprescindible.

(Publicado en Llegás a Buenos Aires.)

Saturday, April 01, 2006

el príncipe



No me gustan los fotologs. No me gustan estéticamente ni me termina de convencer la tecnología. Con el Blogger y el Picassa uno ya tiene todo lo que necesita para subir imágenes y son muchísimo más prolijos. Sin embargo, hoy hay fotologs que cortan en el arte contemporáneo. Por ejemplo, este Príncipe, artista de una precisión extraordinaria.

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