Thursday, March 31, 2005

jueves a la noche

El XP no está nada mal, pero mejor es volver a estar conectado. Igual, la cosa costó lo suyo.

Está bien, está bien, en algún momento uno tiene que hacer la inversión y actualizarse, y es verdad que ahora puedo escribir en este espacio con negritas (antes no podía).

También es verdad que ahora la compu está limpita y libre de los animalitos digitales que la ocupaban antes. Ya casi parecía un zoologico virtual.

Pero el asunto es que me voy a tener que gastar 200 dólares en cambiar el mother porque el que tengo es una especie de cepillo de dientes cuyos zócalos ya no enganchan las memorias. (Estoy navegando con 128 de ram. Anda pero es lento.)

Por lo tanto, estoy conectado y la pregunta es ¿por cúanto tiempo?

desconectado

El problema es que yo venía con el W98, y estaba trabajando de lo más bien, cuando se me ocurrió, de una vez, instalar el XP. Resultado, mañana, quizás mañana, vuelva a tener mi computadora en orden.

Ahora estoy en un locutorio. La paredes son verdes. Hay una mujer que fuma, un hombre pelado, el cajero. No es el mejor lugar del mundo, pero podría escribir alquilando este cubículo si tuviera que hacerlo. Lo digo porque el sindrome de abstinencia digital es duro de sobrellevar. La TV ni se acerca a lo que me da la web. La tele es un paseo desientersado para relajarse. Internet, en cambio, es una trinchera.

Mientras tanto, hoy fui a la pileta para descargar tensiones. Treinta largos a ritmo constante y una buena ducha de agua caliente. (Buenos Aires está nublado afuera. Acá una dicróica empieza a titilar, en cualquier momento deja de funcionar, esto es una cueva.)

Me emociona la cantidad de mensajes por la noticia del sexo. ¿Me cambiará tanto la paternidad?

Les prometo un regreso con gloria. Ah, sí, la luz del monitor sobre la cara, ahora me siento mejor.

Wednesday, March 30, 2005

miércoles a la tarde

Estoy teniendo algunos problemas con el blogspot. Me refresca mal, está lento, algunas veces aparece lo que posteo y otras no. En fin, mientras tanto, en Buenos Aires empezó a hacer un poco de frío, mis lectores se quejan y demandan, como cerdos en un chiquero, sexo y fornicación.

Por mi parte, señoras y señores, quiero anunciarles que ayer, ecografía mediante, supimos que vamos a tener una nena. Y la verdad es que estamos muy contenos.

Se va a llamar Pierina y le vamos a decir Pipi. Y la escena de su educación sentimental va a ser así.
- ¿Cómo te llamás?
- Pierina.
- ¿Cómo?
- Pierina, boludo.

En algún momento, cuando ella me diga que la pasan a buscar en moto, sobrevendrán las peleas. Y bueno, son los ciclos de la vida.

Celia me dijo: "Te va a querer infinitamente más a vos que a mí", pero es obvio que está chocha de que sea una nena.

Tuesday, March 29, 2005

mi versión de París (capítulo tres)

Los estudiantes me ayudaron y fui adaptánadome a una ciudad que, pasado el primer impacto, se volvía un poco sosa, cuando no directamente sórdida. Nos cruzábamos en el comedor o en la estación del tren y cambiábamos un saludo o unas palabras sobre el clima. A veces también se podía preguntar la nacionalidad, en qué facultad se estudiaba, qué se tenía planeado para el fin de semana.

Un sábado, creo que fue el primer sábado que pasé en la Ciudad Universitaria, o quizás el segundo, no recuerdo, le pregunté a Heny si quería acompañarme a dar una vuelta. Aceptó. Salimos y en el andén del tren nos encontramos con un negro. Era un negro altísimo y muy serio, y nos saludó con mucha formalidad.

— Un gran tipo— dijo Henry—. Estudia en serio. Va a ser médico.

Después, fuimos hasta una librería del Boulervard Sanit Michel y Henry me presentó al dueño. Después, compró un libro que necesitaba. No había mucha gente en la calle. Se palpaba el fin de semana en el aire.

Volvimos a la cité al mediodía. Hacía frío y fuimos al comedor y ya era tarde pero igual nos dejaron pasar. El comedor los sábados era deprimente. Había platos sucios acá y allá, y las mesas tampoco estaban limpias. Para colmo, se nos pegó Tony Manija, un español insoportable. Yo no lo conocía pero mi cuenta enseguida quién era.

Nos contó la historia de la estudiante de biología que moría en un accidente de tráfico y al otro día algunos de sus compañeros que no sabían del accidente la veían en una clase, con cara de perdida y mirada ausente.

— Tony— le dijo Henry—, me acabas de estropear el almuerzo.
Yo me sentía igual. Después, Tony intentó entusiasmarnos con un estudiante de abogacía que se pasó seis años en París sin abrir un libro, yendo al cine y de borrachera en borrachera. El padre lo golpeó hasta límites surrealistas, indignado y decepcionado, cuando en un viaje a París descubrió que su hijo era un holgazán que dilapidaba el tiempo y el dinero. En la versión de Tony Manija los golpes lo dejaban ciego.

— Ésta está mejor—dije.

Terminamos de comer y Tony todavía insistía. Hablaba como si sus historias fueran las más importantes del mundo, como si no le pesara la tarde de sábado o la mugre del comedor. Unos pícaros cuya nacionalidad se desconocía habían organizado una fiesta con cerveza libre vencida, y que después de mandar a una buena tanda de alemanes y norteamericanos intoxicados a un hospital de Clunny, habían desaparecido con el dinero, arruinando sus promisorias carreras universitarias.

Nos levantamos de la mesa. Henry hasta le dio una palmada en el hombro a Tony Manija. Salimos y había empezado a llover.
— Bueno, por lo menos vamos a dormir una buena siesta.
— París, París— dije yo, y nos reímos.

una bibliografía digital de Fabián Casas

Hay mucho de Fabián Casas en la web. Como sus libros no están a la mano ni en las grandes cadenas ni en el circuito de la Calle Corrientes, el detalle es relevante.

Compré “Ocio”(Tierra fierme), “Los Lemmings”(Edición de casa de poesía) y “Oda” (Tierra firme) en “No hay cuchillos sin rosas”, la cartonería donde también se consiguen “El Bosque pulenta” y “Una casa con diez pinos” en ediciones Eloisa Cartonera. “El Spleen de Boedo” (Ediciones Vox) lo cambié por un libro mío una noche que hicieron feria de editoriales en el ex-ICI.

Dado entonces que sus libros hay que buscarlos, o más bien, parafraseando a Picasso, encontrarlos, la web resulta más que bienvenida a la hora de saber de qué se habla cuando se habla de Casas.

Para empezar, en la página de Fogwill encontramos “El Salmón”, un libro de poemas completo (http://www.fogwill.com.ar/casas.html). “El Bosque Pulenta” está disponible (aparte de la ya mencionada edición de Eloisa Cartonera) en el número 10 de El interpretador (http://www.elinterpretador.com/10FabianCasas-ElBosquePulenta.htm).

Finalmente hay varios poemas de “Oda” en http://members.fortunecity.com/mundopoesia2/autores/fabian_casas.htm

Un artículo de rara belleza titulado “Teologías discutibles” aparece firmado por Casas en http://303.ubik.com.ar/teo3.html Entre sus frases finales hay una, “No tiene nada de malo ni representa un daño irreversible a la salud mental soñar con comprar 50 metros de hidrobronz”, que no deja de ser, a la vez, extraña, familiar e inquietante.

martes a la mañana

Me levanté temprano. Trabajé un rato. Necesitaba un libro bastante viejo que tenía las hojas pegadas, así que puse algo de música y me fui a la cocina. Agarré un cuchillo con buen filo y empecé a separar las páginas. La música estaba fuerte y entonces me tocaron el tiembre.

Era la vecina. Abrí la puerta y tenía el cuchillo en la mano todavía. Estoy seguro que la mujer lo vio porque le cambió la expresión. La hoja de acero debe haber reflejado algo de luz porque su cara pasó rápidamente de "querido, bajá la música" a "perdón, por favor, ¿podrías -si no es mucha molestia- poner un poco más bajo?". Le dije que sí. ¿Qué iba a hacer? Ahora se me ocurre otra cosa. Es incómodo pero lo estoy pensando. Tener un chuchillo cerca de la puerta.

Monday, March 28, 2005

mi versión de París (capítulo dos)

Según me contó Henry, un decreto de 1922 autorizaba a la Universidad de París a aceptar la donación de Emile Deutsch de la Meurthe y reconocía de “utilidad pública” a la fundación que debía llevar su nombre y el de su esposa. En 1923 tuvo lugar la ceremonia de la piedra fundamental y seguramente alguien festejó y se emborrachó. Los dormitorios de la fundación, construidos en un estilo copiado a las universidades inglesas, fueron inaugurados en la primavera de 1925. Eran las primeras construcciones de la Ciudad Universitaria.

El pabellón central, el campanario y su reloj, seis edificios de viviendas y la amplia sala de lectura recibieron nombres de políticos ilustres o de científicos que estudiaron en las universidades de París como Pasteur o Pierre y Marie Curie. Todo se conservaba en bastante buen estado cuando yo lo conocí. Por ejemplo, las cañerías proporcionaban abundante agua caliente y solamente cada tanto había apagones generales que nunca duraban más de dos horas.

Los residentes de la Fundación Emile y Louise Deutsch de la Meurthe eran extranjeros cuya nacionalidad no estaba representada por una Casa en la Ciudad o, en su defecto, franceses venidos del interior del país. Al menos eso era lo que se decía oficialmente.

Había estudiantes que hacían pasantías de especialización, otros terminaban sus estudios de grado o hacían doctorados, y, por supuesto, estaban los que no hacían absolutamente nada. Por mi parte, yo trataba de convertirme en un escritor, si no genial, al menos, decente.

Algunos días dejaba los museos y me quedaba en la Ciudad Universitaria haciendo sociales. Con el tiempo, identifiqué un grupo de exiliados camboyanos. Me despertaron mucha curiosidad. No me animaba a tratarlos porque su apariencia y sus modales eran más bien agresivos. Serios hasta la tragedia, lacónicos y de rasgos duros, todos sin excepción eran negros y usaban borceguíes y camperas de cuero con insignias militares. Intimidaban.

Algunos tenían cortes de pelo neo-punks con crestas de muchos colores y tocaban la guitarra en los jardines de la Ciudad Universitaria. Tampoco era difícil verlos cerca del Centro Pompidou, cantando o simplemente pasando el rato. Todas las evidencias hacían pensar que no trabajaban pero que sí disponían de dinero en abundancia. Sus prendas de vestir, por lo general de apariencia muy sucia, eran de marcas caras y siempre pedían el mejor plato en el comedor.

Por un amigo francés de Henry, me enteré que los camboyanos cobraban un estipendio pagado directamente por el gobierno francés. Camboya había estado o estaba en guerra y esos casi adolescentes eran refugiados políticos. Algo por el estilo.
— También venden hachís— me dijo Henry—. Pero como una actividad netamente cultural.

Un mito decía que la policía no los podía detener por tenencia ilegal de drogas ya que ésta era parte de su tradición religiosa. Como fuere, nunca hablé con un camboyano. No hubiera sabido qué preguntarle.

lunes a la noche

Llueve con fuerza en Buenos Aires y hoy hicimos seiscientos kilómetros en auto. Ayer me dediqué a regar y a sembrar algunas semillas y cuando me paré descalzo en la tierra negra y húmeda pensé que era una buena sensación y que tenía que escribir sobre eso, pero ahora no encuentro las palabras para hacerlo.

El primer capítulo de "Mi versión de París" es bastante bueno, pero lo que sigue no me gusta. Y eso me produce una decepción bastante importante. Voy a seguir publicándolo porque tengo la líbido escritural un poco baja y también porque está ahí y ahí no lo quiero.

Mañana tenemos ecografía y vamos a saber si es varón o mujer. Me gustaría que fuera varón. ¿Por qué? No sé.

Me lo imagino a los quince años llegando después de medianoche y abriendo la heladera. Después me imagino a mi mismo apreciendo en la puerta de la cocina. Me lo imagino a él diciéndome: "¿Qué hacés, Pá?" y a mí preguntándole: "¿Cómo te fue?" y de repente todo tiene sentido. Si yo puedo ser la mitad de bueno de lo que es mi viejo conmigo, creo que voy a ser un excelente padre.

Estuvo con mi vieja en el campo y trabajamos juntos en unos portones que nos estaban haciendo falta. Hicimos los bastidores con madera y después le abulonamos la chapa. Quedaron realmente bien.

Tuesday, March 22, 2005

semana santa

Me voy a pasar Semana Santa al campo de Celia. Me llevo algunos libros y dejo otros. Espero que la ruta 3 no esté muy cargada. La semana que viene tengo trabajo. Es raro que incluso para descansar uno tenga que hacer un esfuerzo. Nos vemos a la vuelta.

Monday, March 21, 2005

mi versión de París (capitulo uno)

El clima venía bien. Se terminaba octubre y todavía se podía salir apenas abrigado, sin preocuparse por la lluvia o el frío.

— El problema es la comunicación— dijo Henry y se terminó de atar los cordones. Arriba del escritorio había un par de libros y el baño estaba lleno de platos sucios. Me había preguntado si quería ir a comer y como yo ya había terminado, lo estaba esperando.

— Los hombres dicen que no hay mujeres, las mujeres dicen que no hay hombres. Lo único que queda claro es que falta comunicación.
Cuando estuvimos listos, salimos. Los caminos estaban hechos con grava y por más distraído que anduvieras, siempre podías sentir el crujido de las piedras abajo del zapato.

— Porque, como ya te habrás dado cuenta, París es una ciudad llena de gente sola.
— Sí, eso se nota— le respondí.
El comedor no quedaba lejos y era bueno ir a pie. En general los estudiantes hacían el camino de ida a buena velocidad y regresaban a sus habitaciones y a sus libros muy despacio, parándose para tomar una taza de café en cualquier lado y charlar un rato. A mí me gustaba especialmente ir al comedor de la Ciudad Universitaria. Era barato y con un poco de suerte se comía muy bien.

— Ese podría ser un buen tema para tu libro.
— Sí—dije no muy convencido—. Puede ser.
— ¿Estás escribiendo ahora?
— Todavía no, estoy tomando notas.

No se podía decir que estuviera escribiendo. Me sentaba en el escritorio y anotaba ideas. Cuando uno escribe, está concentrado y yo no había logrado concentrarme todavía. Por supuesto, tenía un par de excusas excelentes. Por ejemplo, no sabía dónde iba a dormir cuando se terminará mi mes en la Ciudad Universitaria. Henry conocía la situación así que se limitó a decir que no me apurara. No era un mal consejo.

— Todavía es un poco temprano, pero, ya te digo, uno de los temas tiene que ser la soledad. ¿Hoy a la tarde vas a ir al Louvre?
— No, no creo.

Yo había llegado a París a mediados de los noventa y sabía que entraba en una ciudad difícil, una ciudad con personalidad avasalladora y llena de trampas y personas que me iban a confundir y a negar y a poner aprueba. Cuando bajé del tren, entonces, estaba preparado, o, por lo menos, pensaba que estaba preparado. Venía del sur de Alemania, donde había estado trabajando como jardinero y cuidador de niños. No era un pasado reciente lleno de honor y desafíos cumplidos, pero la jardinería es una disciplina digna de experimentarse, sobre todo cuando uno está inmerso en el universo siempre prolijo y limpio de los libros. Por no hablar de los pequeños alemanes con los que había tenido que lidiar. Eso sí había sido una puesta a prueba. Uno hace lo que puede para sobrevivir.

A mis amigos les había escrito sobre la posibilidad de trabajar en la biblioteca de una pequeña universidad en Tünsdorf, un pueblito de no más de tres mil habitantes en la provincia de Saarland. Esa era mi carta de presentación, si alguien preguntaba qué hacía en Europa. Pero la verdad fue que en la biblioteca de Tünsdorf los libros eran pocos y ya estaban ordenados.

Cuando nos conocimos le conté un poco de todo esto a Henry, que lo escuchó atentamente.
— O sea que fue como una especie de retiro espiritual—me dijo.
— Sí, es una forma de verlo.
— ¿Y qué hacías para pasar el tiempo?
— Leía las Metamorfosis de Ovidio.
— Ahá. No es mala lectura.
Yo me había metido las manos en los bolsillos.
Cuando estuve listo, cuando llegué a la conclusión de que el sur de Alemania y yo éramos incompatibles, no lo pensé dos veces y me fui a París.

— Yo pasé una vez por Luxemburgo— me dijo Henry— Fuimos con otros estudiantes de una clase diseño. El próximo verano queremos ir a Shangai.

El trayecto entre la estación central de Saarland y la Gare de Lyon, según recuerdo, no fue ni corto ni largo. Pero hacía calor y los camarotes estaban sucios. Elegí uno donde había un hombre y tres mujeres. Saludé y me senté. A mitad del viaje, el hombre me preguntó en francés si podía leer en alemán y me mostró su boleto. Al principio me esforcé, pero enseguida me di cuenta que el tipo estaba aburrido y lo que quería era hablar. Aunque estaba leyendo, acepté la conversación. Me contó que era de Estrasburgo, que viajaba mucho a Berlín, que había estado de vacaciones en Frankfurt donde tenía una novia.

— ¿Estuviste en Berlín?
— No. ¿Y vos?
— No, yo tampoco.
Entramos al edificio del comedor y como era temprano no había mucha gente. Teníamos hambre así que los dos elegimos el plato del día porque parecía abundante. Un guiso de repollo hervido con carne. Cuando nos sentamos en una mesa cerca del ventanal, Henry me contó que París le había resultado casi impenetrable los primeros meses.

— Es como un animal, supongo. Hay que domarlo. Y eso lleva tiempo, hay que ser paciente.
Levanté un pedazo de repollo con el tenedor y lo soplé porque estaba caliente.
— Quizás lo que más engaña es que nada de lo que leíste existe hoy.

No tengo recuerdos del primer metro que tomé. Sí tengo recuerdos de la Gare de Lyon cuando bajé del tren que me traía del norte. Ya había caído la noche y el clima era templado. Las luces brillaban de la misma manera que brillan en verano en las estaciones de Once o de Constitución. El ambiente era muy similar, pero todo estaba sano. Es decir, no había basura apilada en las esquinas y en las paredes y el piso no se veían agujeros ni ladrillos rotos. En Alemania había estado usando un abrigo de lana bastante bueno que había heredado de mi padre y seguramente me lo quité y lo apoyé sobre la valija. Sé que me tomé un minuto en el hall de la estación para decirme a mí mismo: “Bueno, llegamos, acá estamos”.

— Nada de lo que leíste sobre París existe hoy en París— volvió a decir Henry.
Henry había nacido en Medellín, de padre colombiano y madre francesa. A los diez años sus padres se habían separado y él terminó la escuela secundaria en Buenos Aires. Estudiaba arquitectura en La Villete hacía más de tres años. Era inteligente y serio, y me caía muy bien.

— Lo que quiero decir es que hay muchos libros que describen un París que ya no existe.
— Entiendo— dije. En realidad, creía entender.
En la Ciudad Universitaria todas las habitaciones tenían un buen escritorio. La mía no era la excepción. Cuando llegué de Alemania, estuve diez días en un Albergue para la Juventud. Estaba lleno de gente esperando para salir a la ciudad o solamente haciendo tiempo. La mayoría turistas. Me dieron un cuarto con cuatro camas, pero estaba vacío. Me acuerdo muy bien que abrí una ventana que daba a un boluverd, y pensé que era un buen albergue y que, por ser el primer día, podía salir a dar una vuelta. Tenía muchas cosas que resolver pero primero quería aclimatarme un poco.

Caminé hasta el Pont Neuf y aunque disfruté del trayecto, no pude dejar de pensar que tenía sólo diez días en el albergue. Diez días era muy poco. Yo quería planeaba quedarme mucho más tiempo. Así que diez días era mi margen para encontrar un lugar donde quedarme más tiempo. ¿Cuánto tiempo? No lo sabía.

Terminó de caer la noche y empecé a buscar un bar. Pero el Cartier Latin, tan prestigioso, recordando en cada esquina su estatus de “barrio muy famoso”, me resultó limitado, demasiado cargado de norteamericanos de vacaciones.

Caminé un poco más bordeando el río y entré en un lugar donde los turistas parecían menos turistas. Esos primeros diez días en París fueron como un paréntesis. Yo pensaba que hasta que no tuviera una rutina, no iba a sentir que había llegado. Después comprobé que uno nunca termina de llegar a París de la forma en la cual yo quería llegar.

En el albergue, mis compañeros de cuarto pasaban uno atrás del otro, como si formaran una fila: un japonés que venía de Milán y, después de una noche en la ciudad, seguía para Ámsterdam, un australiano que dormía hasta las tres de la tarde, un chileno que había llegado de Londres y se había tomado “dos días para conocer París” antes de volver a Santiago. Uno podía admirar su capacidad para atravesar la ciudad, para ignorarla, para utilizarla. En el comedor del albergue, mientras desayunaban, se arreglaban las salidas. Algunos catalanes iban al Sacre Coure y te invitaban a ir con ellos, cinco mexicanos se preparaban para pasar todo el día en Versalles y si querías, podías acompañarlos, y así.

La pasé bien yendo a la Torre Eiffel y esas cosas, pero me di cuenta de la diferencia cuando probé el escritorio de mi habitación de estudiante en la Ciudad Universitaria. Sentía que había logrado algo, era algo mínimo, pero a la vez indispensable. La sensación me reconfortaba.

Logré, gracias a Henry, que me recibieran en el edificio de la Fundación Deutsch de la Meurthe. Para un outsider como era yo en ese momento, había sido todo un logro. Más si uno tiene en cuenta que cuando fui a la Casa de Argentina, ni siquiera me abrieron la puerta. Un tipo alto y con cara de perverso me dijo por una mirilla que no molestara. Sin embargo, en la Ciudad Universitaria el ambiente era de estudio y eso hacía que hubiera cierta solidaridad recíproca entre los estudiantes. Por mínima que fuera, existía. Y aunque el espíritu nómade se palpaba con las manos porque los estudiantes extranjeros lo mantenían vivo, la cosa era diferente.

— La bohemia no existe más. Hace años que desapareció—me decía Henry. Habíamos comido bien y ahora solamente hablábamos con los platos sucios a un costado de la mesa.
— Voy a tener que escribir sobre otra cosa.
— Sí, creo que esa es la idea.

Hubiera sido muy ingenuo de mi parte ir a buscar ideas y personas que ya llevaban más años de muertas que yo de vivo. Lo que decía Henry era verdad. ¿Qué podía quedar del oropel y la elegancia de los años veinte? Los sesenta, que parecían todavía más lejos, habían dejado, para decirlo sin vueltas, lo peor: la culpa, la frustrada idea de la utopía mágica y algunos viejos insoportables que seguían repitiendo lo mismo y vivían muy pero muy alejados de la realidad. Del amor libre, la liberación de las instituciones y la posibilidad de no pensar ni en el dinero ni en el confort no había quedado nada. En el París de mediados de los noventa toda esa pasión había sido pulcramente barrida, desinfectada y colgada en un museo.

Mientras tanto, la ciudad se había convertido en una parodia de sí misma. Las placas recordatorias eran la marca más visible de esa transformación. Había placas literarias que le recordaban al curioso que un escritor famoso había vivido en el tercer piso de ese edificio, había placas en los cafés de donde se juntaban los surrealistas, había placas históricas que le advertían al peatón que dos miembros de la resistencia habían sido abatidos en esa esquina por tropas de la SS, había una serie de placas especialmente intimidatorias y extrañas en el café Les Deux Magots, donde tantos intelectuales se habían juntado a pensar y debatir sus ideas y sus obras.

Todas sin excepción parecían lápidas. Y se notaba que, trabajando bajo tierra, los gusanos del prestigio se habían comido hasta el último pedazo de carne.

Yo había llegado a París con la egocéntrica idea de escribir sobre mí mismo. El objetivo era elaborar una crónica honesta y clara sobre lo importante que era para mí estar en esa ciudad, tratando de auto educarme y convertirme en escritor. Era un desafío máximo. Al principio, usé la metáfora de las capas. Había que pasar para el otro lado, perforar la superficie. Tenía que trascender y dejar atrás esa Paris-Parodia, la ciudad nostalgia. Si quería escribir, el objetivo era llegar ahí donde la ciudad tenía pulso, novedad, renovación, actualidad. El problema más grande residía en que no estaba seguro de cómo se hacía, y no estaba seguro de lograrlo, y lo peor de todo, no tenía ninguna garantía de que ese lugar, esa ciudad utópica, oculta y real, pero sobre todo contemporánea, existiera.

Sunday, March 20, 2005

el circuito

María Bayer abrió hace poco un blog sobre "artes escénicas" donde lo que hace mayoremente es reseñar obras de teatro. Hace poco me pidió que escribiera sobre "El Amor (primera parte)", una película que se estuvo dando en el MALBA. Cumplí y el resultado lo pueden ver en:

http://www.elcircuito.blogspot.com/

Si tienen ganas, dejen un mensaje.

los remolinos

Hoy al mediodía fuimos a comer a "Los Remolinos", una parrilla de Suipacha a metros de Santa Fe. El ambiente es tradicional, la atención es buena sin exagerar y los precios son de veinticinco por persona. La cocina no es elaborada, si no más bien todo lo contrario, y es ahí, y en la calidad de la mercadería que usan, donde el lugar se lleva sus puntos extra.

De entrada ganamos, porque logramos ubicarnos en una de las pocas mesas que hay sobre la ventana y recién después de que nos trajeron la comida pudimos estar tranquilos porque había un grupo de turistas del interior que se habían tomado una botella de vino cada uno y gritaban y aplaudían por cualquier cosa. Cuando se fueron, la cosa mejoró mucho.

Celia tenía ganas de comer carne, así que pidió una tira y papas fritas, y yo me animé con una suprema Maryland. Tomamos agua mineral con gas.

Lo de Celia resultó una carne excelente. Tres tiras de primera en serio, cocida en su punto justo y bien jugosa. Las papas eran de las alargadas crocante por afuera pero más bien tirando a gruesas y tabién estaban muy bien.

Con eso sólo hubiéramos salido hechos. Pero atrás venía la Maryland, una muy fresca y bien rebozada milanesa de pollo con banana y panceta frita, más unas papas cortadas muy finas. La preparación de la salsa de choclo, imprescindible para comer un buen pollo a la milanesa, que trajero en una pequeña compotera llegó a la mesa caliente y de muy buen sabor.

No nos dio para el postre y tampoco aceptamos el lemonchelo que siempre ofrecen. La siesta que nos hicimos después fue pantagruélica. Si un día están pérdidos por el microcentro porteño y necesitan un buen restaurante, pase por "Los Remolinos".
No se van a arrepentir.

Saturday, March 19, 2005

nada va a cambiar mi mundo

Celia está en el sillón. Los que me conocen saben que tengo debilidad por los rinocerontes, el parque Rivadavia y Primera Junta, los duraznos y los barriletes. Ahora estamos escuchando la canción de los Beatles, y creo que or primera vez la estoy entendiendo.

Friday, March 18, 2005

el blog

¿Qué es el blog al final? Bueno, es como una zapada. Nos juntamos y le damos, así, jam session, free, que vuele. Te sacás las ganas. A veces sale bien, a veces no sale bien. No importa. En todo caso, después vemos. Es un lugar de prueba. Si hay público, mejor. Si no, estamos los amigos.

viernes a la noche

Recibí un mail de una lectora de "El Ignorante". Era un mail mal escrito, no se entendía nada. Lo único que se entendía era que la persona que lo había escrito, una mujer, estaba enojada. Quería hacer una lectura intelectual de mi poema pero enseguida se brotaba. No le respondí. ¿Qué le voy a responder? ¿"Señora, usted no entendió nada y es una imbécil". Ridículo.

Hoy Celia se juntaba con unas amigas y yo me quedé en casa. Se hicieron las siete de la tarde y ya no tenía nada más que hacer. "Bueno -dije-, vamos a nadar un rato." Hice la mochila y me fui al club. Nadé cuarenta y cinco minutos y ya me estaba preparando para irme cuando un viejo tipo Tom Sayer me dice: "Pibe, ¿te quedás al waterpolo?".

Acepté. Dos jubilados tirándose una pelota. Já. Eso me hubiera gustado. Fue un partido durísimo. Seis personas por equipo. Gorras rojas y azules. Marca personal. Empecé mal. A la primera pelota que salté, el gemelo derecho se me puso de piedra. Estuve tratando de destrabar el calambre mientras los rojos avanzaron y marcaron un punto. Nuestro arquero no servía y yo estaba viendo las estrellas. Enseguida me emparejé y me puse a jugar. A los quince minutos éramos dos o tres los que nadábamos. Tom Sayer y sus amigos me miraban con cara de "dale vos, que yo no puedo más". Después de todo no eran tan duros.

Llegué a casa cambiado, ya no me importaba ni la literatura, ni el trabajo, ni nada. Todo era claro y nítido y estaba en su exacto lugar. Excelente. No hay nada mejor que el esfuerzo físico para limpiar la cabeza.

Mientras caminaba desde el club, empecé a pensar una frase. Una sola frase. "Cuando el rinocertonte te mira, está pensando." Me gusta. Es un buena frase. Cuando te mira, está pensando. (Claro que muchas veces nos engaña, ¿o no?)

viernes a la tarde

Ayer el barrio se conmocíonó por los festejos de San Patricio. Reconquista, San Martín, Tres Sargentos, varias esquinas de Córdoba, lleno de gente y borrachos. Celia había ido al teatro en Corrientes y yo la esperé leyendo en La Giralda.

Volvimos caminando. Fue una sorpresa. Clarin dice que eran cerca de 50.000 personas. Entramos en casa y pusimos Crónica. Un titular decía algo así: "Justicia confisca un camión de cerveza". El locutor se reía.

Después se largó a llover, y más tarde, ya de madrugada, hubo incidentes con la policía. Celia hoy a la mañana me dijo: "Esos pibes no sabe tomar". San Patricio echó a las serpientes de Irlanda. La policía le dio palos a los borrachos de siempre porque se habian puesto violentos. Antes de que los italianos del sur llegaran a Nueva York, los bajos fondos estaban en manos de irlandeses y judios. Pero les duró poco. Hubo un par de Terranovas en el asunto. Si no me creen, chekéenlo en Internet.

mi versión de París (epígrafe)

"Acaso, no acierto a darle a Ud. una idea de Paris tal que pueda presentárselo al espíritu, tocarlo, sentirlo bullir, hormiguear. Haria si lo intentara mui huecas frases, llenaria pájinas de descripcion insípida, i Ud. no estaria avanzado por eso. Paris es un pandemonium, un camaleón, un prisma."

Sarmiento, Viajes.

Thursday, March 17, 2005

jueves a la tarde

Ayer pasé mala noche. Insomne y desvelado, daba vueltas en la cama y pensaba, y como todos sabemos pensar no es un actividad que se lleve con la cama.

Me levanté, encendí la luz del baño, prendí la computadora, traté de leer algo. Esas cosas. Volví a la cama y el reloj decía que eran las cuatro y media de la mañana. "Esto es malo" me dije a mí mismo.

Hoy, levantado a media mañana, fuimos con Celia a la pileta. Estaba lleno de viejas pálidas que nadaban como marsupiales en cautiverio. Creo que ya nos acostumbramos. Le dimos ritmo. Celia es una excelente nadadora y me levantó el ánimo que le pusiera tantas ganas.

Pero después insistió en almorzar en un lugar repleto de gente. Yo dije: "No, vamos a casa", pero terminamos esperando entre oficinistas y tipos que comen para no morirse, y no les resulta.

- ¿Por qué estás así?- me preguntó Celia.
- Es el ciclo de la escritura- le respondí. Ayer había sido uno de esos días donde la computadora no te deja, los libros no te dicen nada, y todo tus proyectos te parecen una mierda.

Cuando llegamos me fui directo a la cama. El gato me esperaba para hacer la siesta. "No voy a trabajar hoy" pensé. Había tenido un semana complicada, con pequeñas cosas que la complican, nada grave. A la mierda.

La siesta me hizo bien. Ver como el gato se desperezaba me puso de buen humor. "No vamos a dejar que estas idioteces cambian las cosas, ¿no?" le pregunté. Y él me miró como diciendome: "Me importa un carajo lo que hagas vos, yo voy a seguir durmiendo".

No hubo necesidad de discutir.

Wednesday, March 16, 2005

mi versión de París

Los dos libros más importantes que se escribieron, a mi juicio, sobre el París del siglo XX los leí a casi diez años de mi paso por la ciudad. Un verano estábamos con Celia, mi mujer, de vacaciones en la playa y como habíamos llevado libros que resultaron muy aburridos, compré "París es una fiesta" de Ernest Hemingway. Ella lo leyó y le gustó mucho. Yo tardé en leerlo. No sé por qué. Lo tenía en mi estante de los libros que tengo que leer. Y estuvo ahí bastante tiempo.

Casi dos veranos más tarde, un noviembre caluroso y húmedo, simplemente lo saqué del estante y lo leí de un tirón. Cuando lo terminé, un amigo, buen lector, sin que yo le pidiera nada, me pasó "París no se acaba nunca" de Enrique Vilas-Matas.

Celia me preguntó qué me había parecido "París era una fiesta", sabiendo que para mí Hemingway es una especie de debilidad.
— Todavía no entiendo por qué sus libros son tan buenos y mucho menos por qué me gustan tanto.
— ¿Y el otro?
— ¿El de Vilas-Matas?
— Sí.
— Es opuesto y complementario al de Hemingway, pero es más simple porque es mucho más literario, más ensayístico. Ironía, risas, años setentas, citas literarias de autores reconocidos, más ironía...

— Lo que contás de cuando estuviste en París siempre es interesante.
A esto lo dijo con un tono de voz distinto. Nos deslizábamos de la literatura ajena, sobre la cual siempre es muy fácil opinar, hacia el terreno mucho más resbaladizo de mi biografía y mis histriónicas narraciones orales.
— Ahá— respondí.
— Tendrías que ponerlo en un libro.
— Ya no sería un libro al cuadrado, sería un libro al cubo. No sé si París puede soportar un escritor más...

Estaba siendo honesto. Pero ella no me escuchó, y volvió a insistir. Me defendí diciéndole que eso implicaría plagiar, rescribir y transitar, a por lo menos, media docena de autores, incluyendo en esa media docena a Hemingway y a Vila-Matas.
— ¿Y desde cuándo el plagio te resulta un problema?
Mi mujer, por supuesto, conoce mis debilidades.
— ¿Y cuál sería el título?
— Ah, eso no sé— respondió, cerrando la discusión— lo importante es que cuentes tu propia versión de París.

elsa kadish

Si alguien la conocé, que no escape.
Un texto admirable de Elsa Kadish en elinterpretador.com
Sobre todo, no dejés que te lo cuenten.

http://www.elinterpretador.com/12ElsaKalish-LasChicasDeLetrasSeMasturbanAsiIV.htm

pollo con puerros y maní

Dos años atrás Celia me regaló un wok para mi cumpleaños. Hoy hice pollo con puerros y maní.

En abudnante aceite rehogué dos puerros grandes en abundante aceite Después de un rato, cuando el agua de los mismos puerros había empezado a evaporarse, agregué una pechuga de pollo cortada en partes pequeñas. Dejé cocinando el pollo y me vine a la computadora un rato.

Estoy retomando un proyecto y eso siempre me marea. Así que fui y vine por el procesador de texto hasta que volví a la cocina, fetié cinco hongos portobello y los incorporé a la mezcla.

También se puenden usar champiñones pero los hongos portobello son más aromáticos y más interesantes estéticamente, aunque no necesariamente más caros.

En una cacerola aparte puse a hervir tres puñados de arroz, y de vez en cuando le daba una sacudida a wok. El pollo no se llegó a dorar, lo cual no está bien ni está mal. Y cuando los hongos se ablandaron, agregué dos puñados de maní.

Usualmente se usan almendras con el pollo. Pero hace unos años, Celia y yo nos pasamos al maní. No sé bien por qué. Creo que nos gusta más.

Serví la preparación al costado del arroz. Comimos con palitos hasta que nos cansamos y Celia dijo: "Creo que es hora de volver a occidente" y agarramos el tenedor.

Tuesday, March 15, 2005

los diez consejos

Finalmente encontré los diez consejos de Ernest Hemingway para aquel que quiera hacer del escribir algo importante en su vida. Los venía buscando desde hace un tiempo sin mucha suerte.

Los leí por primera vez en francés y después los volví a ver en la revista de novedades de una librería. Los perdí de vista y pasaron más de cinco años. Hoy se me ocurrió buscarlos en el google pero en francés y ahí estaban.

No te van a hacer un escritor de la noche a la mañana, pero creo que sirven para pensar un poco qué se está haciendo bien y qué no y al final son buenos consejos.

Para Hemingway, aquel que quiera escribir debe:

1. Enamorarse.
2. Creer en uno mismo cuando se escribe.
3. Mirar el mundo.
4. Frecuentar a los escritores del barrio.
5. No perder el tiempo.
6. Escuchar música y mirar pintura.
7. Leer sin parar.
8. No buscar explicarse a uno mismo.
9. Seguir aquello que te da placer.
10. Callarse la boca.

El último es realmente útil. Por varias razones. Primero, me lo imagino a Ernest con barba y en París diciéndole a un pibe del barrio que lo va a visitar y lo quiere impresionar: “Nene, si sabés tanto, ¿por qué no te callás la boca, lo escribís y punto?”

Segundo, cuando uno se calla, por lo general los otros hablan y es ahí cuando se hace posible agarrar alguna historia, algún defecto, alguna postura. Y todo eso sirve más tarde en el escritorio.

Por último, muchísimos de los que dicen escribir, se la pasan hablando y hablando, creando infinitos discursos orales y, por supuesto, no escriben nada.

No sé ustedes, pero yo los veo todo el tiempo.

Monday, March 14, 2005

lunes a la tarde

- No me veo viviendo en Inglaterra- le dije a Celia ayer mientras almorzábamos en una cantina que hay cerca de casa. Volvimos a tocar el tema del exilio académico. La cosa va y viene como una pelota de ping-pong.

Ella había pedido ravioles y yo, filet de merluza a la romana.

- No sé por qué, pero me atrae mucho más Estados Unidos ahora- dije después. Sé que ella no piensa así.

- Lo que pasa es que la experiencia europea vos ya la hiciste.

Hoy retomé un poco esa discusión mientras caminaba solo por Florida. América. Argentina. Europa. Estados unidos con porciones enormes ligadas a la idiosincracia del hombre americano. La naturaleza acá. La decandencia allá. El primer mundo allá. El tercer mundo acá. El gran hermano americano.

Enseguida me llegó a la cabeza algo que había dicho mi maestra de tercer grado cuando la guerra de Malvinas terminó.

- Y Estados Unidos -dijo la vieja hace ya más de veinte años- apoyó a Inglaterra, en vez de apoyarnos a nosotros, que sosmos sus hijos, sus hermanos americanos.

En el pizarrón, lo recuerdo como si fuera ayer, había un mapa enorme de América.

De repente me di cuenta que mi educación básica había estado en manos de unas mujeres horribles, menopáusicas histerícas que no sabían un carajo de nada, y menos de lo que decían saber, y que no estaban preparadas para enseñar lo que decían que enseñaban. Lo peor de la moral y de la represeción anudado a la imbecilidad intelectual más crasa.

Creo que empecé a pensar esto mientras caminaba por Florida porque estaba un poco cansado y no veía la hora de llegar a casa.

omelette

Los tres trucos que yo conozco para hacer un omelette son muy simples.

1. El aceite tiene que tener la temperatura justa y estar en exacta cantidad. Si me paso, lo absorbo con un poco de papel incluso cuando el huevo se está friendo.

2. El fuego también tiene que ser el justo. Lo mejor es darle una pasada fuerte al principio y después ir bajando.

3. Hay que revolver bien antes de volcar la mezcla en la sartén. El huevo tiene que tener un poco de espuma. Eso le da aire, y el aire siempre es bienvenido. Hace que la mezcla sea esponjosas y livianas.

Creo que un buen omelette debe estar plegado al medio con la máxima elegancia posible. Si no, por lo general no es omelette.

Mi purismo, de todos modos, llega hasta ahí. Una de las mejores virtudes que tiene el omelette es absorver lo viejo de la heladera. La pasta de ayer, un tomate solitario, arroz que sobró de un guiso, y así, casi todo puede ayudar a darle cuerpo.

Por supuesto, también es bueno poner un poco de queso, aunque más no sea de rayar.

Mi viejo hacía omelettes de batalla cuando mi hermano y yo pasábamos por la más tierna infancia. Era libertinaje. Ensuciábamos todos los cacharros de la cocina y no lavábamos absolutamente nada.

las dos escrituras

El conflicto está entre dos formas de escribir. Como si fuera una teoría de conjuntos. En un grupo, mi familia (madre, abuela, tías, suegros, primas, etc), los amigos de la infancia, las novias y mujeres de los amigos de la infancia, amigos poco lectores. En el otro, amigos de la facu, intelectuales adyacentes, gente que "está en la literatura".

Sus maneras de leer no pueden ser más diferentes.

(Hay un medio, una zona superpuesta, donde los conjuntos se tocan. Pero son pocos, algunos freaks que duermen bien y pueden boxear y al mismo tiempo leer un poema de Fabián Casas o de Dante y decir: "Está bueno". Pero esos no valen como argumento. Esos me los reservo para mí.)

Las dos novelas que publiqué hasta ahora está balanceadas una para cada lado. Por supuesto, hay sorpresas, gente que se cambia de bando, gente que lee sin prejuicios para un lado o para el otro.

Me gustaría hacer un libro para todos. Pero llevó la división entre estas partes clavada como una espina de vidrio en la planta del pie. A veces llama la atención, a veces duele, a veces parece que desaparace. Pero siempre está ahí.

Friday, March 11, 2005

viernes a la tarde

Ayer no me acosté bien. Tenía calor y había pasado el día sentado en la computadora sin gastar más energías que las que se necesitan para tipear. Cuidado, es bastante, pero al mismo tiempo estaba un poco desvalanceado. Sentía el cuerpo eufórico, pidiendo su cuota de ejercicio. "Imbécil, a los músculos nos conviene cada tanto hacer un poco de ejercicio." No sé porque pero en la cama, en la oscuridad, la vos de mi cuerpo se parecía a la de Tom Hanks. Si le alguien le encuentra una explicación, por favor, la escucho con atención.

Así que hoy me levanté para ir a nadar y nadé mucho y mi cuerpo ahora quiere descansar pero tiene la energía del ejercicio. La lesión del hombro izquierdo me molestó un poco, pero decidí no hacerle caso y seguí, y dejó de molestar. Nos estamos empezando a entender. Yo siempre voy por la convivencia. Es una estrategia que me sale. Aunque seguramente, si uno se pone a preguntar, hay un millón de tipos que te van a decir que no, que soy un charlatán agresivo. Depende de cada uno a quién creerle.

Como fuere, hoy cuando me levanté, pensé en mi abuel materna. Ayer había estado leyendo sobre la invasión aliada a Sicilia. Los alemanes les dieron apoyo a los italianos, defendieron la isla hasta que no se pudo más y después cruzaron a Calabria.

Mis dos abuelos, una tía y mi viejo nacieron en Calabria. Cuando mi viejo tenía dos años, se vinieron a Buenos Aires. Mi abuelo murió a principios de los noventa pero mi abuela sigue, como si no hubiera pasado nada, en su casa de Ramos Mejía. Me gustaría verla más seguido, pero está un poco lejos. A veces me cuenta de la guerra. Mi viejo me dijo el otro día que en Ramos usaban el casco de mi abuelo para darle agua a las gallinas. Mi abuelo estuvo movilizado casi nueve años por la guerra. Cada vez que me acuerdo de eso me dan ganas de llorar.

En los libros todo parece al mismo tiempo tan lejos y tan cerca.

A veces pienso que nunca voy a poder descifrar sentimientos tan complejos.

Thursday, March 10, 2005

jueves cerca de la medianoche

"theres gonna be an ocean in
the middel of the week..."

Whistlin past the graveyard, Tom Waits.

jueves a la noche

Hoy sí, con un pequeño esfuerzo, todo el día corrigiendo, terminando trabajos a tiempo.

Lo que no logré fue caminar cuatro cuadras y sacar un libro que necesito de una biblioteca que tengo muy cerca. Lástima.

Después, una vez más, examiné todas mis opciones pasadas y presentes, dudando de si elegí bien. Es increible que me haya sobrado tiempo para eso.

¿Qué me hubiera gustado ser si no lo que soy? Bueno, de poder elegir, aviador, cirujano, ingeniero. No, me engaño. Aunque aviador no hubiera estado mal... En fin, es imposible no hacerse ese tipo de preguntas cuando te pasás tanto tiempo encerrado.

También, mucha televisión. Poca comparando con otros días, pero demasiada a lo largo de la semana. Las imágenes se van acumulando, se juntan todas en la retinae y después es una descarga contra el cerebro. No deja de tener su gracia, pero hoy no me gustó.

Ayer cociné una cena digna con carne a la plancha, puré de zapallo y ensalda de berro. Cuando Celia se fue a acostar, me quedé escuchando música y escribí un par de poemas no tan malos. Hacía realmente mucho que no escribía poesía. Lo disfruté.

Sin embargo, estoy un poco agotado mentalmente. Pero al final del palo hay un hilo y colgando, una zanahoria con forma de cheque.

Mañana, si hay suerte, una buena cerveza con amigos. Eso hace que el cheque no parezca tan siniestro. Le borra la cara de sátiro y lo inmoviliza. Por lo menos por un rato.

Wednesday, March 09, 2005

miércoles a la noche

Hoy, cuando Celia volvió a casa, estuvimos viendo juntos el juicio a Michael Jackson. El canal de espectáculos E! Entretaiment Television hizo un prograna que es ridículo y aterrador al mismo tiempo.

En el programa se va de una recreación de la sesión de la corte al comentario de lo que en esa sesión ocurre por un grupo de muy televisisvos abogados. (Dirigía un negro que tenía un muy buena traje.)

La bizarra recreación, de plástico y cartón, basada en las actas del juicio supongo, era extremadamente narrativa. Me sorprendí a mí mismo disfrutando del relato. Un actor de quince años contaba cómo Michael les había proporcionado material pornográfico a él y a su hermano, les había dado vino en una lata de pepsi y había fingido que copulaba con un muniquí.

- ¿Y entonces qué viste?- preguntaba el fiscal.
- Estaban acostados y él lo mastrubaba- respondía el testigo.
- ¿Quién?- Volvía preguntar el fiscal.
- Michael.

Acto seguido los abogados-comentaristas hablaban de las tres emes "maniqui, magazines and masturbation" y decían frases como "Bueno, tenemos que esperar a ver si el jurado sabe reconocer la ficción de la realidad".

Por momentos me sentía mareado. Parecía una broma.

miércoles a la tarde

Te la pasas encerrado escribiendo. Terminás tu obra maestra, la reseña para una página escondida, tu poesía desesperada, el libro sobre medicina alternativa que un editor amigo te va a comprar con un cheque a treinta días.

¿Y después qué? Hay que salir.

El peligro que se corre si uno se queda, es empezar a hablar como esos escritores que vemos en el cable.

Hemingway aconsejaba jugar al tenis o nadar. Y es buena idea.

La ciudad es otra opción. Ahora, el sol entra por la ventana y se dibuja en el suelo de madera. Pienso que si salgo, lo mejor va a ser llevar un abrigo.

Aunque suene paradójico, escribir tiene sentido cuando uno deja por un rato el escritorio y la soledad y se enfrenta con los demás, lectores de otra cosa, seres abobados, críticos literarios, no importa.

Es un balance. Mucho tiempo afuera no puede producir una obra legible. Pasarte todas las noches en al bar hablando de futbol y conociendo chicas no te va a hacer mejor poeta. Hay que dominar la soledad como un instrumento y almacener la voluntad y la paciencia como si fueran lo más preciado del mundo.

Al mismo tiempo, encerrado como un animal olvidado, entre la máquina de escribir y una planta sintética que no necesita ni luz ni agua, las angustias creativas son capaces de rumiarte el cerebro como una vaca.

El gato me mira y maulla. Es posible que me este insultando.
Hay que reconocer que lo hace con elegancia.

Tuesday, March 08, 2005

martes a la tarde

Llegó el otoño. Lo sé porque hoy fue una tarde gris, con algo de lluvia, tuve que salir con un abrigo y a eso de las tres de la tarde me agarraron ganas de hacer siesta. Pero no siesta de verano con aire acondicionado y hojotas. Siesta de otoño, tapado apenas con el cubrecama.

Es muy probable que volvamos a tener algún día más de calor agobiante y humedad, pero si ya empezaron las clases, el verano quedó a atrás.

Según recuerdo, durante mi infancia cada estación equivalía a un período casi infinito de tiempo. Por lo menos, para no exagerar, el verano era tan largo que cuando terminaba, yo ya tenía ganas de volver al colegio. Dos semanas más tarde, la novedad había pasado y empezaba el tedio.

Durante mi período en la universidad, el otoño también traía entusiasmo. Hacía el camino de vuelta, a pie, de noche, de Primera Junta hasta el Parque Rivadavia. Los sus negocios cerrados y muy iluminados, y ese aire de "siempre estuvimos acá, no se de qué me hablás con eso de que empieza un nuevo año".

A veces, si tenía plata, pasaba por el supermecado, que invariablemente estaba vacío y compraba pescado para hacer a la plancha y un pedazo de roquefort. Preparaba una salsa simple, mezclando la leche con el queso y un poco de harina.

Después, miraba televisión hasta tarde o leía. Las noches de otoño son buenas para la lectura.

Hoy, me tomé cinco minutos para mirar la transmisión que hace Crónica TV desde el Mercado del Abasto, decían el precio de la fruta y la describían. Me dieron ganas de comer ciruelas.

También el gato durmió todo el día y Celia llegó tarde de la oficina, pero igual cenamos juntos.

la cocina literaria

A pedido de Valdona, que con una educación irresitible me pregunta en qué anda mi literatura, me paro y contesto.

Para empezar, en el horno hay varias cosas. La gente de la editorial Norma tienen en este momento mi tercera novela, que como "El Bailarín de tango", está llena de voces femeninas. En esa misma casa editoral también corre un proyecto al estilo "antología de jóvenes narradores" para el cual me pidieron un relato. Lo hice, me costó, pero quedé muy conforme.

Veremos que pasa. Por hay sale todo a punto y hay fiesta y banquete; por ahí se quema todo y hay que pedir una pizza. Como sea, vale la pena esperar y estar atentos.

Con respecto a lo que pasa en mi propia cocina, la verdad es que no soy de hablar o hacer comentarios sobre lo que estoy escribiendo. Y menos mostrar cosas incompletas. Un poco lo hago por cábala, y otro poco porque me resulta incómodo.

Antes sí pasaba partes o incluso novelas enteras en su poco impresionante forma de manuscrito pero mis amigos las criticaban con una furia inusitada así que hoy en día aprendí a no hacerlo.

Con Celia es otra cosa. Ella siempre está, de una manera u otra, al tanto de lo que pasa en mi computadora y en mi cabeza. Aunque tampoco le doy a leer cosas sin terminar, ella sí recibe mis manuscritos y conversa algunas cuestiones básicas conmigo. Cuando necesito descargarme y pensar en voz alta, me escucha como una santa.

Finalemnte, soy de hablar mucho cuando estoy dormido. Así que si querés saber en qué anda mi literatura, creo que Celia es la indicada para responder.

Monday, March 07, 2005

lunes a la noche

Hoy trabajé de firme toda la mañana, paré para comer apenas un pedazo de pan y queso, y seguí parte de la tarde. Eso es bueno.
Me hace sentir bien. Si no trabajo, si no rindo lo que tengo que rendir, el mundo me resulta incompleto.

El pan era de centeno, suave y muy fresco, con semillas de sésamo en la corteza.

También, no salir y quedarme encerrado me hace mal. Hoy la calle, con su lluvia y su asfalto mojado, de alguna manera me festejaba.

"Es Buenos Aires -pensé-. Sabe que nos gustamos, aunque yo estoy mucho más pendiente de ella que ella de mí."

Sobre las siete de la tarde me encuentro para pasar un muy agradable momento con amigo coleccionista y artista plástico. Me regala un libro inhallable. Me muestra sus témperas. Pequeños trabajos, simples pero elegantes.

Después vuelvo a casa, Celia salta una cebolla y unos brócolis para acompañar tallarines de morrón y huevo, finos y rosados. Antes, media palta pequeña, en su punto de maduración justo, con un poco de mayonesa y sal.

Ahora estoy sentado en la computadora, escribiendo, y puedo dejar de pensar en la frase de Vinicius de Moraes que me enseñó Cristian de Napoli: "Que sea eterno, mientras dure".

lunes a la tarde

Ayer nos pasaron a buscar mis viejos y cerca del mediodía estábamos llegando a una parrilla sobre la ruta 205, cerca de Cañuelas.

Al tarde, nos íbamos a encontrar con mi tío y su pareja en Las Heras, una pequeña ciuda del oeste de la provincia de Buenos Aires. Así que paramos para almorzar.

El auto quedó al sol, pero no había mucha gente todavía y conseguimos una buena mesa abajo de un árbol. Tablones apoyados en cajones rojos de coca-cola y chimichurri un vaso de plástico descartable. Al fondo, la parrilla y un tinglado. Eran un lugar grande, como para trescientas personas, y apenas había ocupadas cinco o seis mesas.

Pedimos agua mineral y Carcasone tinto. Y la entrada fue de una buena ensalda de papas con huevo y perejil, papas fritas ara Celia y ensalada mixta, con una cebolla suave. De la primer parte de la parrillada, los chinchulines estaban muy bien, los chorizos no eran nada especial y la morcillla resultó visiblemente mala, con un relleno demasiado fibroso y algo soso.

La carne que llegó después, vacío y asado, estaba muy bien. A punto y jugosa, seguramente la venían trabajando a fuego sostenido desde hacía un rato. Eso es lo bueno de las parrillas al costado de la ruta, la carne tierna y se tomaron su tiempo para hacerla.

Después, hablamos del embarazo y del auto que está haciendo mi viejo en Las Heras. Es una réplica perfecta de un MG. Cuando lo vi, la impresión fue muy fuerte.

Hacer una auto así, casi de la nada, con dedicación y un bloq de Morris oxidado... Eso sí que es algo. Del chasis para arriba todo se fue armando en el taller del mecánico de Las Heras que se llama Anton. Esta vez mi vejo llevaba los carburadores ya preprados.

- A estos los conozco- me dijo cuando los sacó del baúl. Me contó que los había armado y desarmado infinidad de veces a lo largo de su vida.

De la parrilla de la ruta, lo peor fue un cantor que arremetió desde que llegamos hasta que nos fuimos con sambas, cifras, milongas y otros ritmos realmente folclóricos. Abusaba de nuestros oídos con una considerable amplificación. Tradición y modernidad se combinaron para cortar nuestra inspiración culinaria, pero teníamos hambre y le hicimos frente.

autos usados

—¿Cuál es el concepto de "Frances The Mute"?

—Todo el disco es una gran pregunta, como la vida misma. Nosotros teníamos un tecladista-sonidista llamado Jeremy Ward, que murió de sobredosis justo cuando salía nuestro primer disco. El trabajaba como empleado en una agencia de autos usados y solía encontrar en ellos cosas extrañas: armas, drogas, notas de suicidio. Allí dio con una especie de diario íntimo de una persona, que tomamos como una especie de texto para armar la historia y darle entidad musical.

(Entrevista a el cantante de Mars Volta, Cedric Bixler, de cara a la salida de su próximo album en el últio Si! de Clarín.)

Saturday, March 05, 2005

sábado medianoche

Encontré un pdf que tiene una entrevista a Fabián Casas.
El texto está puesto de una manera rara y si lee mal, de forma incompleta, pero lo que se puede descifrar, está muy bien.

Como fuere lo que más me lllamó la atención es un apartado que se titula: "0609Casas". Va con un copete juguetón: "Llamamos a los top del momento para que nos cuenten su devoción por Casas". Es una joda porque el espectro de los tops va de Mangieri a Edwrads pasando por Cecilia Pavón. Lo que me llama la atención es la respuesta de Marcelo Cohen.

Cohen dice: "Me gusta mucho la poesía de Casas. Mi libro preferido es Pogo. Con todo cariño, pienso que llamar por teléfono a la gente y preguntarles que piensan sobre un poeta me parece mala idea."

Ahá. ¿Y qué se devería hacer? ¿Una carta manuscrita sería mejor? ¿Un telegramna? Porque si el teléfono es antipoético, no me quiero imagina el mail, ¿no?

Por ahí la cuestión se resume en "no me rompan las bolas".

Curiosos acá:

http://www.proyectovenus.org/proyectovenus/la_voz_conventillo.pdf

sábado a la noche

El jueves fuimos con Celia al supemercado. Nos encontramos ahí porque veníamos de lugares diferentes.

Cuando estábamos haciendo la cola para pagar, le di un libro que le había comprado, "Las criaturas que duermen a nuestro lado", una antología de textos hecha para ediciones Ateneo por Arturo Carrera, poemas y fragmento de autores que escriben sobre una de las actividades más placenteras que hay y una de las preferidas de Celia.

- ¿Para mí?- me preguntó.
- Es sobre gente que duerme- le dije.

Cuando leyó la dedicatoria se puso a llorar. Está sensible por el embarazo. La cola no avanzaba y yo le di una carilina para que se secara la lágrimas.

madrugada del sábado

Volvió a hacer un calor respetable y ahora mismo estoy pensando que no sería mala idea encender el aparato de aire acondicionado.

Hoy trabajé de firme, ahí va. Le puse ganas y salió. Y ahora también me acuerdo que tenía que escribir lo que pasó el jueves. Cerca del mediodía, me llamó Cristian De Napoli porque le iban a hacer una entrevista para Italia y no quería estar solo. Le prometí que lo acompañaba.

Los dos italianos llegaron tarde y con trípode, camara y toda la historia. Nosotros, un poco nerviosos. Ellos, hablando un español aceptable y demostrando que no eran precisamente lectores apasionados.

De ahí enseguida a cámara, acción. Preguntas banales, difíciles de contestar. Las llevamos de manera que terminamos hablando de Buenos Aires, tema principal que a los cuatro nos interesaba. A ellos como extranjeros y a nosotros como locales.

La mejor pregunta, la única que voy a recordar: ¿Cuál es la parte que más les gusta de Buenos Aires y cuál la que menos les gusta?

Cristian dijo que no le gustaba Palermo, porque le parecía portador de mucha impostura y artificalidad, y está bien. Y dijo que el lugar que más le gustaba era el oeste, ese territorio sin cines, ni museos, ni librerías, lleno de casas y de televisores. "El lugar más freak de Buenos Aires" dijo "con su tren Sarmiento, atravessando civilización y barbarie".

A mí, me encantó oírlo.

Yo, por mi parte, dije que no me gustaba Puerto Madero, lo cual es mentira. Pero cuidado, fue una buena mentira. Dije que Puerto Madero era como un anexo de Sidney en Buenos Aires y que todavía no había sido macerado por el gris de la ciudad. "Le falta para madurar unos treinta años de régimen económico argentino, después hablamos."

Salió redondo. Creo.

En la categoría de "lo que más me gusta" les hablé con honestidad. "Cualquier punto de la Avenida Rivadavia" les dije.

"Desde Plaza de Mayo hasta Liniers, y más allá, Ciudadela, Ramos Mejía, cualquiera de esos puntos es mi casa y el lugar donde quiero estar, donde me ubico, donde no me pierdo."

El camarógrafo asentía. Pero yo decía la verdad.

Una vez un amigo me dijo: "Patria no es la tierra de los padres, patria es el Parque Rivadavia".

Son cosas que dan para entusiasmarse, aunque haya algún cable roto, alguna pérdida. Por un momento, parece que todo se soluciona o es relativo. El placer de hacer girar una llave de paso que no cedía.

Friday, March 04, 2005

viernes a la noche

Hoy eran cerca de las siete cuando sonó el teléfono y Celia que estaba acostada atendió. Yo estaba en la computadora y escuche que se reía primero y después que decía: "Sí, me casé hace dos años, sí". Se escuhó una risa y después agregó: "Sí, y estoy de cinco meses". Y después:"Cinco meses de embarazo". Habló casi medi hora.

Cuando colgó vino hasta la computadora: "¿Te acordás que te conté que tenía un novio correntino?".

Yo la miré serio.

"Hacía doce años que no hablaba con él" agregó.

No pasó nada. No soy tan celoso. Pero nos pusimos a hablar sobre esas llamadas que parecen hechas por fantasmas.

Después fui a la cocina y me corté un pedazo de pate grass. Me lo compra Celia porque sabe que me gusta. Es un queso de consitencia suave y muy sabroso. Tiene cantidad exacta de fuerza como para no ser un queso arrebatado, pero no por eso dejar de ser picante. Es excelente para combinar con el emmenthal en una fondiue.

viernes a la tarde

Acabo de terminar “Matas de pasto”, un ensayo sobre poesía contemporánea escrito por Fabián Casas. Es un texto que define y defiende una posición estética. Casas me interesa. Lo sigo. Es un poeta intenso y un narrador con ideas. Siempre se muestra independiente y con esa cuota de agresividad necesaria que nos cobra Buenos Aires para dejarnos hacer la nuestra.

Las “matas de pasto” son los yuyos que crecen en las grietas de la pared. En esas mismas grietas están los Lamborghini, Cucurto, el "Segovia" de Durand, el colombiano Caicedo. Gente con vitalidad, con aguante, que hace que la literatura valga la pena.

Así que respeto la genealogía que arma Casas y la considero de entre lo más interesante de este momento literario. Sin embargo, me pasa lo mismo que me pasa con ese grupo vaporoso que le dio la espalda a la imbecilidad de la impostura y se cortó solo. Están los “poetas malditos”, está Boedo, está Gombrowicz, y los demás nombres pónganlos ustedes.

Ahora bien, parece ser que para Casas, la fisura es el camino, y eso roza peligrosamente el extravío en la miseria, o peor el miserabilismo.

Yo soy clase media, hijo de profesionales. Mi abuelo me hizo querer el tango y en la escuela secundaria fue el rock. El jazz lo aprendí casi solo. Estudié en la universidad. La cumbia no es mi música, pero si sé que hay algo que se mueve ahí, también sé que me es, hasta cierto punto, ajeno.

Como fuere, lo monstruoso, por lo monstruoso mismo, me resulta incompleto. Si el deforme habla, por ser deforme, no dice la verdad. Claro que escucharlo puede ser importante.

Desde mi punto de vista, entonces, lo más importante es la tensión entre aquello y esto, entre el borracho y el sobrio, entre la impostura y la honestidad. Es en ese punto de cruce donde aparecen las mejores historias. Las variables pueden rotar, pero es el ida y vuelta el que nos hace llegar el aire. Necesitamos al otro para no caer en el sin sentido, pero por la misma razón nos necesitamos a nosotros mismos.

A la luz de estos pensamientos, a veces me lo imagino a Casas subido en una de esas bicicletas que tiene una enorme rueda casi gigante y una pequeña ruedita para la dirección.

Me interesa verlo andar en eso, a él y a muchos otros, pero por miedo, por imposibilidad, por propia decisión, por gusto, en definitiva, por una larga lista de condicionantes internos y externos, mi bicicleta es más convencional.

Y si alguien me invita a dar una vuelta en auto, bueno, tampoco le digo que no.

Thursday, March 03, 2005

jueves muy tarde

Hoy, mal de concentración y poco motivado. Pasa. Tal vez fue algo de consancio acumulado. En fin, ahora es casi medianoche.

Escucho el sonido del agua correr. Celia está en la ducha.

Fuimos al supermercaod que estaba lleno de gente. Llegamos a a caja y no hacían envío, así que agarramos las bolsas de plástico blancas de Coto y nos subimos a un taxi.

"Mejor -dijo Celia-. Odio tener que esperar el envío." Entiendo. El taxi funcionó. Estar sin provisiones es algo malo, sobre todo cuando tenés la plata y te la podés gastar en otra cosa.

Mañana me prometo levantarme sin despertador. Puedo darme ese lujo. Y después, debo unos treinta largos. Recién entonces voy a poder sentarme en la compuatdora y aprovechar el día.

jueves al mediodía

Ayer fuimos a ver "El clérigo y la caracola", un medio metraje de 28 minutos con guión de Antonin Artaud. Hacía por lo menos tres años que no iba a la Lugones. La película se rodó en Francia durante 1928.

Podemos resumir la historia de esta manera. Un clérigo corre por las calles de París, persiguiendo a una sugestiva muchacha. Cuando la encuentra, ella se está confensando con un general. El clérigo entra en éxtasis y ataca a la usurpador, y ahí medio que todo se desmadra porque aparecen algunos sueños erótico-perversos. Final.

Lo mejor eran los primeros planos. Los tres personajes tienen cara de locos.

La película se proyecto en el más completo silencio.

Se podía escuchar la respiración de cada uno de los espectadores.

jueves de madruagada

Son casi las dos de la mañana del jueves. No sé por qué hace un rato me acordé de mi abuelo materno y lo empecé a extrañar.

Murió en el 99.

Lo extrañé con furia, lo recorde con su pelo blanco, con su amabilidad, con su humor. Me lleno de tristeza que ya no estuviera conmigo. Tenía una sonrisa muy linda.

Hola, Abu, sé que aunque no dejes comentarios, leés siempre lo que yo escribo.

Y por favor, no sigas el humor de las viñetas de Nicholas Gurewitch, donde un tipo le dice, frente a la tumba de su abuelo, que lo extraña y después lee en el cielo: "I don´t miss" y cuando el tipo se pone mal, le escribe de vuelta en las nubes "just kiddin".

http://www.citypaper.com/comics/story.asp?id=9667

Sé que serías capaz.

Y por eso te extraño.

Tuesday, March 01, 2005

Aunque usted no lo crea

Robert Ripley nació en California y tuvo que empezar a ganarse la vida muy joven. Su padre murió cuando él tenía apenas seis años. Sabía dibujar bastante bien y, aunque no era perezoso, poseía un innato poder de síntesis.

Apenas salido de la adolescencia, un diario deportivo de San Francisco lo tomó como dibujante. Cuando lo despidieron por pedir aumento de sueldo, se dirigió a Nueva York y logró entrar en el matutino The Globe.

Un día de 1918 Bobby llenó un blanco con dibujos que representaban a un atleta que había hecho la carrera de los 90 metros en 14 segundos corriendo para atrás. El editor le rebotó el primer título, el segundo, el que quedó, decía “Aunque usted no lo crea.”

La innovación se transformó en una sección que salía dos veces por semana. Ripley tuvo que ponerse a buscar rarezas fuera del campo de los deportes. Al año, las viñetas de “Aunque usted no lo crea” eran diarias. Llegó a tener su propio personal compuesto de dos secretarias, un investigador y un tipo que contestaba los millares de cartas que llegaban semanalmente. El investigador no era un pichi, había trabajado como referencista de la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. 1923 el equipo pasó al Post. Cuando entró a trabajar en el King Features Syndicate, Ripley era el dibujante periodístico mejor pagado del mundo.

Después llegó la radio y la televisión. (Mi generación no llegó a conocer el "Aunque usted no lo crea Show" conducido por su anfitrión original. Jack Palance había tomado su lugar. Era un tipo soberbio, y aunque no lo vi en muchas películas más, una vez de cowboy y otra de vampiros, siempre fue para mí un actor de peso.)

Como Ripley era un fanático de la autenticidad, cada detalle debía ser comprobado, testificado y certificado. Se cuenta que una vez un griego que trabaja en un restaurante de New York le contó a Ripley de un monasterio en la isla de Chipre. Como quedaba en una montaña sobre el mar, sólo era posible acceder a él haciéndose izar 300 mts. por un acantilado en un cesto de mimbre. Ripley viajó hasta allí para verlo por sí mismo. La verdad es que hizo cosas muy absurdas, y algunas veces, incluso peligrosas, como transmitir desde un pozo lleno de serpientes.

Ripley nunca dejó de trabajar. El martes 24 de mayo de 1949 apareció como de costumbre en su programa semanal de televisión. El viernes 27 mayo murió en su casa de 29 habitaciones.

El Reader´s que consulto (la edición de octubre del 59) reproduce sus últimas palabras al aire. Ripley tenía entre manos una bola de mármol cantonesa, era una esfera perfecta llena de filigranas que se superponía y se cruzaban formando un dibujo infinito. Su tallado ocupaba la vida entera de un artesano chino.

Ripley decía: “Parece imposible que alguien haya hecho, y sin embargo está aquí. Hace cien años un hombre resolvió consagrar toda su vida a la ejecución de esta obra de arte. Son esas cosas las que me impulsan a seguir trabajando, para probar que lo imposible puede suceder y que sucede cada día a nuestro alrededor”.

El remate eran esas palabras capaces de hacerte sentir bien en cualquier momento de tu vida, un poco porque la traducción al español acentúa la cortesía, un poco porque afirma que la narración, y no lo inexplicable, sucede a pesar de todo.

La frase ya es un clásico en sí misma, como un cuento de Poe o una sonata de Mozart: “Aunque usted... no lo crea”.

martes a la noche

El verano se acaba. Y sabemos que va a seguir pasando.Un rockero se mata en una ruta. Y sabemos que va a seguir pasando. Las víctimas de una tragedia hacen una marcha para pedir justicia. Y sabemos que va a seguir pasando.

Ahora bien, levantarse a la mañana, prender la tele y escuchar a tu presidente y sentirte orgulloso de lo que dice, bueno, eso es algo nuevo para mí.

Ponganle todo los adejtivos que quieran a Kirchner. Hagan la lista, sumen, y saquen sus peores conclusiones. Lo lamento, yo le voy a seguir dando mi apoyo.

Hace un rato, en una repetición, lo volví a ver y después me quedé a escuchar a Felipe Solá. Y otra vez la misma sensación de empatía.

Hace media hora Celia metió un pedazo de carne en el horno con cebollas cortadas en rodajas, una batata y un ají. Salamos todo junto y agregamos apenas un poco de aceite y perejil.

Yo estoy trabajando en la computadora y ya se siente el olor.

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